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Cómo Brasil cambió las reglas del juego con Israel

Una crisis diplomática en cascada

Fuentes: Rebelión [Imagen: Lula da Silva, durante la intervención ante la Asamblea de la Unión Africana, celebrada en Adís Abeba en febrero de 2024, donde denuncio el genocidio en Gaza. Créditos: fotograma del vídeo distribuido oficialmente]

En este artículo el autor analiza la actual crisis diplomática entre Brasil e Israel, cuyos orígenes hay que rastrear en la política exterior diseñada por los gobiernos Lula entre 2003 y 2010.

Las raíces políticas de la crisis

Las raíces de la crisis actual entre Brasil e Israel pueden rastrearse volviendo a los fundamentos ideológicos e institucionales establecidos por el presidente Luiz Inácio Lula da Silva y su entonces canciller Celso Amorim durante su primer mandato (2003-2010). En ese período, Brasil buscó formular una política exterior independiente de la polarización tradicional entre Occidente y Oriente, basada en cuatro pilares fundamentales: la autonomía en la toma de decisiones políticas, lejos de presiones externas; la promoción de un orden mundial multipolar que limitara la hegemonía de las grandes potencias; la defensa del derecho internacional como garantía esencial del equilibrio de las relaciones internacionales; y finalmente, la centralidad de los derechos humanos en la diplomacia brasileña, principio consagrado por la Constitución de 1988.

Estos principios permitieron a Brasil consolidar su imagen como potencia emergente del Sur Global, buscando actuar como mediador entre el Norte y el Sur, y al mismo tiempo como voz en defensa de causas justas de liberación –con la palestina a la cabeza–. En 2010, el país reconoció al Estado palestino con Jerusalén Oriental como su capital y apoyó de manera constante las resoluciones de la ONU contra la ocupación y los asentamientos.

Con el regreso de Lula al poder en 2023, estos pilares fueron reactivados con mayor fuerza, en un contexto internacional marcado por el aumento de las tensiones geopolíticas y la disminución de la confianza en las instituciones multilaterales. La guerra en Gaza, iniciada en octubre de 2023, se convirtió en un escenario adecuado para la aplicación práctica de estos principios. Sin embargo, este posicionamiento chocó directamente con la narrativa israelí, que intenta presentar sus operaciones militares como defensa legítima, mientras Lula las denunció como violaciones graves del derecho internacional y forma de genocidio. De este modo, la crisis actual no fue resultado solo de declaraciones circunstanciales, sino consecuencia de una acumulación estructural que refleja la contradicción entre la aspiración de Brasil de liderar un Sur Global basado en la justicia y los derechos humanos, y la insistencia de Israel en proteger su legitimidad internacional mediante la fuerza y el respaldo occidental.

El inicio de la crisis: Gaza en el centro del enfrentamiento

El estallido de la guerra israelí contra Gaza en octubre de 2023 constituyó una prueba decisiva para la política exterior brasileña, retomada por Lula en su nuevo mandato. El 25 de octubre de 2023, el presidente calificó las operaciones militares de Israel contra la Franja de Gaza como genocidio, término con gran peso jurídico y político en el derecho internacional.

La escalada más notable se produjo algunos meses después, durante la cumbre de la Unión Africana en Adís Abeba, en febrero de 2024, cuando Lula comparó lo que ocurría en Gaza con los crímenes del Holocausto nazi contra los judíos.

La declaración provocó un terremoto diplomático sin precedentes en Israel. El primer ministro Benjamin Netanyahu la calificó de “repugnante y peligrosa”, mientras que el canciller israelí, Israel Katz, dio un paso inusual al declarar al presidente brasileño “persona non grata” en Israel, algo sin precedentes en la historia bilateral. Paralelamente, el embajador de Brasil fue convocado al memorial de Yad Vashem para recordarle las atrocidades del Holocausto, en un intento israelí de presentar las declaraciones de Lula como un insulto a la memoria histórica judía.

La escalada gradual

Pese a las presiones, Lula no retrocedió en su discurso. Al contrario, lo consolidó como parte de una visión ética de política exterior independiente. En junio de 2024, reiteró que lo que Israel hacía en Gaza no era defensa propia, sino una “venganza sistemática” contra civiles. En junio de 2025, durante una visita a París, volvió a elevar el tono al calificar la guerra como “un genocidio programado llevado a cabo por un ejército bien equipado contra mujeres y niños”.

El giro decisivo se produjo el 29 de julio de 2025, cuando el gobierno brasileño anunció su salida de la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), organismo al que Brasil se había adherido bajo el mandato del expresidente Jair Bolsonaro, aliado de Israel. El gobierno justificó la decisión afirmando que los compromisos legales y políticos de la adhesión entraban en conflicto con la autonomía de la política exterior brasileña y limitaban su capacidad de expresarse libremente en cuestiones internacionales, especialmente en el conflicto palestino-israelí.

La medida generó indignación a nivel internacional, especialmente entre organizaciones judías globales, que la interpretaron como un debilitamiento de los esfuerzos contra el antisemitismo y una erosión del deber moral histórico de preservar la memoria del Holocausto. Israel calificó la decisión de “acto hostil”, interpretándola como evidencia de un giro estratégico profundo en la política brasileña hacia Israel y como señal de un reposicionamiento regional y global de Brasil que debilita la influencia israelí en América Latina.

El clímax: la crisis de la representación diplomática

El 26 de agosto de 2025, la crisis alcanzó su punto máximo cuando el gobierno brasileño rechazó la designación de Gali Dagan como embajador israelí en sustitución de Daniel Zohar-Zonshine. El gesto, más que protocolario, fue entendido como mensaje político de que la relación bilateral había entrado en una fase de ruptura estructural que afectaba directamente los canales oficiales.

La respuesta israelí vino con el descenso del nivel de representación diplomática en Brasil al de encargado de negocios. Además, en publicaciones en la plataforma “X”, el ministro de Defensa, Israel Katz, atacó directamente a Lula, acusándolo de antisemitismo y de alinearse con Irán y Hamás. En una de las publicaciones, incluso difundió una imagen manipulada por inteligencia artificial que mostraba a Lula como una marioneta en manos del ayatolá Alí Jamenei.

Brasil respondió de inmediato mediante una nota oficial de Itamaraty, que calificó las declaraciones y publicaciones como “insultos inaceptables y mentiras deliberadas”, responsabilizando directamente a Israel del ataque al Complejo Médico Nasser en Jan Yunis, en el que murieron 20 palestinos, incluidos cinco periodistas.

A partir de allí, la crisis pasó de ser un simple enfrentamiento discursivo a una ruptura diplomática plena, marcada por el intercambio de insultos y acusaciones, lo que evidenció la quiebra de la confianza y la ausencia de canales diplomáticos de alto nivel.

Repercusiones: internas, regionales e internacionales

Para los palestinos: Las posiciones brasileñas abrieron espacio para un reposicionamiento internacional, reforzando causas como el reconocimiento del Estado palestino y las investigaciones en la Corte Penal Internacional. El discurso de Lula, al comparar Gaza con el Holocausto, otorgó nuevo impulso a la causa como tema de derechos humanos globales.

Para Israel: La crisis significó la pérdida de un socio regional clave como Brasil, la retracción de su influencia en América Latina y una mayor dependencia de las alianzas occidentales tradicionales. La opción por el enfrentamiento abierto, con insultos personales y descenso diplomático, reforzó la imagen de Israel como Estado de postura intransigente y aislacionista.

Para Brasil: El posicionamiento reflejó la voluntad del Sur Global de redefinir los fundamentos de la legitimidad internacional al margen de la órbita occidental. La defensa de Palestina fortaleció la imagen de Brasil como potencia regional comprometida con cuestiones globales y reforzó su liderazgo en los BRICS y en coaliciones Sur-Sur.

En el plano regional latinoamericano: La postura de Lula incentivó a países como Chile, Colombia, Bolivia, México, Cuba y Nicaragua a endurecer sus posiciones contra Israel, consolidando un bloque regional pro-palestino.

Conclusión: la crisis como oportunidad estratégica y transformación estructural en las relaciones internacionales

La crisis diplomática entre Brasil e Israel trascendió la dimensión de un conflicto episódico, convirtiéndose en indicio de una transformación estructural en las relaciones internacionales.

Para los palestinos, se abrió la oportunidad de pasar de la reacción a la iniciativa, con Brasil actuando como plataforma diplomática para fortalecer temas como el reconocimiento del Estado palestino y los procesos en la CPI.

Para Brasil, representó la consolidación de su imagen como potencia media independiente, capaz de proponer una visión ética de la política internacional basada en los derechos humanos y el derecho internacional.

Para Israel, la crisis significó pérdida de espacio estratégico y mayor exposición a presiones diplomáticas, además de poner su narrativa bajo un escrutinio más intenso en el escenario global.

En última instancia, la crisis Brasil–Israel refleja la intersección de dinámicas regionales e internacionales, involucrando a potencias medias del Sur Global, como Brasil, e iniciativas multilaterales lideradas por actores como Francia y Arabia Saudita. Asimismo, muestra la posibilidad de equilibrar la búsqueda de estabilidad regional con la defensa de principios universales de justicia y derechos humanos.

Dr. Rasem Bisharat, Doctor en Estudios de Asia Occidental / Especialista en asuntos brasileños

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.