Hemos entrevistado a Toni Negri sobre la crisis «financiera» global: «Esta crisis estalla en los EE.UU porque en un momento dado los bancos ya no pueden pagar el conjunto de créditos que han cubierto. Esto sucede porque por una parte, ha aumentado el nivel general de los costes de la reproducción del sistema, que se suman a los costes de la guerra que han sido extremamente importantes en los EE.UU redoblando la deuda pública estadounidense. Pero el asunto absolutamente central ha sido la forma en la que los gobiernos estadounidenses, la política estadounidense, había planteado la superación del fordismo, es decir, el sistema reaganiano, neoconservador».
– En este momento, desde un punto de vista global, la crisis, que había comenzado en los EE.UU y ha sido definida como crisis financiera, se está ampliando en una especie de efecto dominó no solo a los mercados internacionales, sino también impactando directamente en nuestras vidas. ¿Por qué definimos esta crisis financiera como una crisis estructural del sistema?
La respuesta es complicada. Entretanto digamos por qué ha estallado esta crisis. Estalla en los EE.UU porque en un momento dado los bancos ya no pueden pagar el conjunto de créditos que han cubierto. Esto sucede por razones que están muy claras; por un lado, con el precio del petróleo y de las materias primas, ha crecido el nivel general de los costes de reproducción del sistema. A esto hay que añadir los costes de la guerra, que han sido extremadamente importantes en los EE.UU, donde han duplicado la deuda pública. Pero lo absolutamente determinante ha sido la forma en que los gobiernos estadounidenses, la política estadounidenses, había planteado la superación del fordismo, es decir, el sistema neoconservador».
Como todos sabemos, la liberalizaciones y las privatizaciones han sido extremas, el welfare ha sido prácticamente destruido. Pero era evidente que la sociedad estadounidense, siendo una sociedad condenadamente rígida hacia abajo, es decir, firme en sus necesidades y en sus exigencias, no renunciaba a procurarse ni a comprarse una casa, ni las familias renunciaban a mandar a los hijos a la escuela.
Sucede entonces que en un determinado momento el capital, el gobierno, se han visto obligados a reabrir el welfare. Pero lo reabren de manera completamente privatizada. En vez de socializar los gastos de la sanidad, de la enseñanza, etc… de cubrirlos directamente por parte del Estado, se ha comenzado a privatizar, es decir, a pedir a la gente que pague. Como la gente podía hacerlo solo en parte, pero sobre todo tenía que pedir préstamos para poder pagar, se ha creado una enorme deuda que en un determinado momento ha estallado. Máxime cuando, no contentos con obligar a la gente a ahorrar y gastarse el salario para sobrevivir, los banqueros y, en general el mundo financiero -ojo, dirigido no sólo por delincuentes, sino también por grandes profesores universitarios, de Harvard, de Yale, todos los galardonados recientemente con el Nobel de economía- han encontrado el modo de distribuir, de extender esta deuda en general sobre la sociedad, renovando sus formas, prestándose unos a otros los títulos de deuda y sobre todo prestándolos a otras instituciones financieras fuera de los EE.UU.
Dado que la globalización no es un sueño, sino un realidad, esta crisis, -que ha estallado desde abajo en EE.UU, donde no ha sido una crisis bancaria inventada, sino surgida de un déficit de gasto que debía sancionar la paz social; y cuando este déficit ha saltado por los aires, la crisis ha estallado por esto- se está expandiendo a todo el mundo, porque el mundo es global y no hay soberanía, ni Estado soberano ni banca nacional que pueda defenderse. Llegados a este punto hay dos caminos absolutamente evidentes. Por un lado está el tránsito del nivel financiero al nivel empresarial, de la producción en general. Es una auténtica recesión económica que se impondrá en breve en todas partes. Ya ha sido ampliamente anunciada: todos los índices de crecimiento para el año próximo se limitan para los países centrales a un crecimiento del orden del cero coma algo, para los países emergentes de cifras de un dígito, llegándose al 10 por cien de forma muy excepcional. Por lo tanto, se estabiliza la recesión, es decir, se estabiliza lo que es una gran destrucción de riqueza pública.
Aquí nos encontramos con interpretaciones muy extrañas que vienen de personas de la derecha que fingen una autocrítica diciendo: «Ah, estos banqueros delincuentes nos han dejado sin blanca!» El hecho es que las finanzas se han convertido actualmente en un instrumento productivo como los demás. Ya Marx reconocía ampliamente que las finanzas eran un instrumento fundamental para ampliar el campo de las inversiones. Dentro de la globalización, por ejemplo, todo el proceso que ha llevado a países enormes como China e India al umbral de la madurez industrial, todo el gran desarrollo de autonomía, fuera de la dependencia, que se ha dado en América Latina, no hubiera sido posible sin los grandes recursos, la gran organización de las finanzas. Por otra parte, hoy es difícil distinguir el capital productivo de bienes materiales del capital que se organiza en las finanzas. Por el contrario, es casi imposible, no hay posibilidad de distinguir el beneficio de la renta, y la renta financiera se ha tornado absolutamente hegemónica. No hay ningún gran industrial italiano que no esté también en Mediobanca: es decir que no decida los destinos financieros del país con todo lo que ello supone.
El problema central es comprender cómo hacer para parar esta deriva: yo creo que esto solo puede hacerse relanzando completamente la capacidad de las poblaciones, de la gente que trabaja, de reconquistar sus niveles de ingresos y por lo tanto de reabrir circuitos de vida, de consumo y de relativa liberación dentro de este ámbito. Pero todo esto no puede hacerse sino a través de las luchas, porque está claro que la forma en la cual hoy el capital se afirma es mediante la represión del consumo más elemental, del consumo de reproducción, por supuesto en los niveles que hemos alcanzado. Y en ese plano se trata de luchar porque -si ahora los capitalistas quieren reconstruir sus fortunas, ¿qué hacen?- deben continuar oprimiendo, comprimiendo las necesidades de subsistencia y reproducción de las multitudes y esto me parece muy difícil.
– Esa es la panacea que actualmente se presenta, con gran énfasis publicitario: el nuevo intervencionismo de los Estados-nación, que lleva incluso paradójicamente a algunos de los neocon, de los defensores del sistema neoliberal y de la ideología de la absoluta libertad de mercado, a convertirse en paladines de la intervención estatal en la gestión de la crisis. Esto afecta a EE.UU, y poco a poco el debate se está desplazando también a Europa y obviamente también a la provincia italiana. Es una paradoja demencial que no podrá de ningún modo ser la solución de la crisis, según la has analizado.
Aquí es preciso estar muy atentos. Cuando se llega a una deuda pública que es prácticamente de diez billones de dólares, como en los EE.UU, y cuando piensas que esta deuda pública está principalmente sostenida por los préstamos que China y los países del continente asiático y los del Golfo hacen a los estadounidenses, comprendes que el problema es la necesidad de extinguir, o al menos contener esta deuda. Son cifras que no podemos ni siquiera imaginar, son diez o quince veces el balance del Estado italiano, es decir, el balance de una nación de sesenta millones de personas. Y sobre todo no podemos ni imaginar cómo grandes países como China o India o los países del Golfo, que son, individualmente y en su conjunto, grandes potencias económicas, pueden continuar pagando la deuda estadounidense sin exigir contrapartidas. Contrapartidas en términos de poder efectivo. He aquí la gravedad del problema, porque de nuevo se vuelve a hablar de guerra, y no en los términos de las «guerras policiales» a la manera de Bush, sino de verdaderas guerras, de las guerras de destrucción entre las grandes potencias económicas por la conquista de la hegemonía global. Ayer, por ejemplo, he leído una noticia absolutamente increíble de la agencia de calificación Moody’s, que es una de las grandes agencias que sirven para cubrir de garantías a otras bandas de delincuentes, es decir, que garantizan la fiabilidad de los balances, de las cuentas de las empresas y de las naciones. Pues bien, en esta situación, siguen dando la máxima calificación, esto es, de «AAA», a los EE.UU, a su balance estatal. ¿Y por qué lo hacen? Porque los EE.UU. siguen siendo a pesar de todo la mayor potencia militar. La capacidad de promover la guerra, de ejercer un poder de mando por la vía militar, es la garantía en última instancia de la potencia económica estadounidense.
Estos son evidentemente los problemas que se abren y que le provocan a uno un cierto vértigo frente a lo que está sucediendo. Y esto relanza una vez más la necesidad absolutamente fundamental de un verdadero «New Deal». Pero cuidado, cuando digo «New Deal» me refiero a lo que verdaderamente fue aquel periodo de reformas (y recuperaciones) después de la crisis de 1929, la Gran Depresión de los años Treinta,: el New Deal fue la reapertura del conflicto de clase. Su protagonista, el presidente estadounidense Roosevelt, se da cuenta de que para luchar contra los capitalistas responsables de la crisis, necesita volver a poner en juego a la clase obrera, la fuerza de los trabajadores, y llega incluso a ayudar desde el Gobierno para formar los nuevos sindicatos: la CIO nace entonces, en 1933, como respaldo a una posibilidad de que la sociedad respire fuera de los ritmos impuestos por la empresa dominante capitalista. Hoy esto debe volver a proponerse en un plano más general: hoy nosotros debemos evitar los peligros de la guerra, porque recordemos que las grandes crisis, las «crisis darwinianas» del sistema, son crisis que a menudo inducen a la guerra, porque el egoísmo se organiza como guerra, el egoísmo en crisis, el egoísmo frustrado se organiza como guerra. Precisamente en esta fase, podemos salvar el mundo si relanzamos al máximo las luchas de la que es clase obrera actual, esto es, la clase obrera social, la que produce realmente de manera general.
– Gracias. Una última cuestión: todo esto es presentado, por decir poco, por los medios de comunicación de manera superficial e incluso provocadoramente, como si la gente no tuviese cerebro suficiente para comprender las cosas…
Así es y hay que estar muy atentos a los discursos fascistas, porque se trata de fascismo cuando se ataca a los grandes patronos todopoderosos, fingiendo que detrás no hay un sistema, un sistema capitalista, como si los responsables fueran solamente los corruptos. Esta es una historia que comienza con la Revolución francesa, había nobles malos, pero la nobleza era en el fondo un sistema bueno; y el latifundio en el fondo un sistema justo, pero está la mafia y no todo lo demás; hay banqueros malos pero los demás son buenos… Todos estos discursos tienen una doble finalidad: eliminar la diferencia de clase e identificar simples chivos expiatorios.