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Presentación de "Luz en la Selva", la novela familiar de Enrique Pichon Rivière (Editorial Metrópolis)

Una de las pocas formas que tenemos de resucitar la vida es a partir de escribir

Fuentes: Rebelión

Presentación de Luz en la Selva, la novela familiar de Enrique Pichon Rivière (Editorial Metrópolis) Una de las pocas formas que tenemos de resucitar la vida es a partir de escribir Desgrabación: Ana Laura Xiques Edición: Mario Hernandez Mario Hernandez (Director de Metrópolis): Vicente es una de las personalidades más destacadas, por su labor en […]

Presentación de Luz en la Selva, la novela familiar de Enrique Pichon Rivière (Editorial Metrópolis) Una de las pocas formas que tenemos de resucitar la vida es a partir de escribir

Desgrabación: Ana Laura Xiques Edición: Mario Hernandez

Mario Hernandez (Director de Metrópolis): Vicente es una de las personalidades más destacadas, por su labor en Derechos Humanos y así lo ha reconocido la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. Es el único abogado sobreviviente de los presos asesinados en Trelew el 22 de agosto de 1972. Director de revistas como La Maga, Crisis, del Diario Sur a fines de los ´80. Exiliado algunos años producto de la dictadura militar, amigo de Julio Cortázar, Paco Urondo, Rodolfo Walsh y Haroldo Conti. Ex Rector de la Universidad de Las Madres de Plaza de Mayo y actualmente de la Universidad de los Trabajadores que funciona en la fábrica recuperada IMPA. Yo siempre dije que en Argentina tuvo en los últimos años cuatro grandes intelectuales: León Rozitchner, David Viñas, Osvaldo Bayer y Vicente Zito Lema. Hoy solamente nos quedan dos de ellos, Osvaldo y Vicente y espero que por muchos años, con la dinámica, el esfuerzo y las pilas que le pone a todo lo que hace a diario. Gracias Vicente.

V.Z.L.: Muchas gracias a quienes nos acompañan. No sé si podríamos aplicar la categoría de novela histórica a Luz en la selva, porque hay un personaje que es el núcleo de la existencia, en este caso mi maestro Enrique Pichon Rivière, que como este es un país de grandes olvidos y grandes lagunas, que a veces parecen mares y otras el infinito, comento que es el maestro del Psicoanálisis latinoamericano, lo funda aquí. También es la cabeza de la Psiquiatría dinámica en Latinoamérica, encabeza el movimiento humanístico que pretende cambiar la vida de los que están en el mundo de la locura. Y como dicen los vendedores ambulantes, «como si esto fuera poco, y por el mismo precio» fundó una ciencia nueva, la Psicología social. Una de las pocas personas que ha fundado ciencia y es argentina, obviamente desconocido, perseguido y silenciado. Algunos no queremos que eso suceda, en mi caso movido por mi ansiedad de lo justo, y también porque creo que junto a lo justo también está el vínculo amoroso. Siento ese vínculo y siento como injusto que, sin dudas, una de las personas más destacadas de la cultura latinoamericana del siglo XX conviva con la nada en esta desmemoria social de la que somos parte.

Cada uno embiste contra lo que no cree justo con sus armas, en mi caso mis armas son la palabra y la escritura. En este caso se trata de la escritura, no sé bien qué es la novela histórica, tampoco sé bien qué es la novela y tampoco se bien qué es la historia, en realidad creo que no sé bien nada, si Borges existió, si fue algo más que un «canallita» en sus actos, creo que pocas cosas hizo que no fueran de canallita, pero eso es para otro día, las categorías de Borges no me entusiasman, como poco me entusiasmó él en vida. Sí me pueden entusiasmar los momentos en que misteriosamente alguna de esas voces que andan por los aires eligió entrar en su cabeza y de su cabeza salir a su escritura. Una gigantesca disociación entre el monstruo, que en modo espinozeano diría que se dejó llevar por las pasiones más tristes de lo humano, pero también extrañamente, se abrió para que algunas voces de belleza incalculable entraran en su alma y salieran por su mano en un libro. Nunca terminaré de entender disociaciones tan profundas, que bien contradicen el pensamiento de Platón sobre aquello de «lo bello viene naturalmente a caballo del bien», salvo que nos pongamos a discutir qué es el bien, y ahí podríamos quizás o no ponernos de acuerdo. También podríamos discutir qué es la belleza, qué es la escritura, qué es el arte. Esta noche creo que podríamos discutirlo todo, y en realidad creo que también es bueno discutir menos y escuchar y dejar que por un momento el silencio venga entre tanto ruido. A veces un poco de silencio no está mal. Pero como no me llamaron para traer silencio, sino para hablar, creo que algo más podría decir de la novela. Recordar lo que enseña Freud, que si hay un momento fundante de la existencia está en los primeros años de nuestra vida. Dentro de mis ideas del mundo y la realidad, creo que son los únicos años en los que el ser humano está vivo, después está muerto, aunque no se da cuenta y sigue viviendo, pero vive como muerto lo cual es muy complicado. Yo participo de la idea, lo he escrito aquí en la novela. Estamos muertos en la vida y una de las pocas formas que tenemos de resucitar la vida es a partir de escribir, para mí escribir es una ceremonia sagrada de resucitación. Cuando escribo participo de esa ceremonia, cuando soy leído, ruego ser leído de esa manera, que el que lee también participe del resucitar la vida; cuando hago teatro lo mismo, y cuando doy clases lo mismo, aunque en general los estudiantes llegan a un instante en el que se aburren y quieren no vivir tanto la muerte sino pasar la vida por más que no se entienda ni siquiera que es un momento, a veces lo perpetuo se confunde con lo eterno, como yo me confundo con lo que quiero decir.

Creo que todos tenemos el derecho a la subversión y al delirio

Con el libro intenté resucitarlo a Pichon en el país que lo olvidó, porque también recuerdo aquellas lecturas de niño, donde los griegos nos enseñaban que el Hades, una especie de infierno, cielo y purgatorio que tiene todo junto, donde la diferencia entre estar vivo y estar muerto es que las almas se diferencian, entre estar vivas y estar muertas, en la capacidad de la memoria. Éramos todo esto, de todo esto nos queda el alma, en el Hades a algunos les queda la posibilidad de memorar, ¿a quiénes les queda la capacidad de memorar? A los que estando vivos en la muerte de la vida tuvieron aunque tan solo fuera un instante, de esos instantes de eternidad, la capacidad de ser subversivos. Algo que esta sociedad ha olvidado. Creo que todos tenemos el derecho a la subversión y al delirio, aunque no recomiendo que lo practiquen ni que lo divulguen, salvo como en mi caso, después de superar los 70 años, porque entonces pueden pedir prisión domiciliaria. También me planteaba, ¿habrá entre tantas leyes, la posibilidad de que la mujer tenga el derecho a no dejar que el hombre condenado viva con ella, que pueda estar en su casa? Porque entonces él lleva la prisión a la casa donde vive con su mujer. Lo pienso y no lo tengo resuelto, por las dudas, para no promover la quiebra de ninguna pareja que se lo merezca o no se lo merezca, para no hacerme cargo del fantasma de nadie, recuerden esto: aún si piensan matar, como dice Spinoza: «si la potencia del ser se da, por ejemplo, en colgarse con una cuerda y estar medio ahorcado al nivel del aire, por qué no hacerlo si la potencia del ser se condensa en estar ahorcado, ¿por qué no?» Y la pregunta que se hacía Spinoza, que entre otras cosas fundó la ética moderna es, hasta dónde el derecho como potencia de vida, no lleva tanto a ahorcarse, a besar en una vaca a Dios, porque también Dios se puede aburrir de estar en cuadros y monumentos y estar tranquilo en el pasto como una vaca, pero no como esas vacas que hoy por hoy las dejan engordando quietas, una vaca en tortura, yo creo que a los dioses no hay que torturarlos, porque es cierto que en nombre de los dioses se ha matado y torturado mucho, pero la cuestión es ¿se puede vengar en los dioses o la venganza justa sería a quien torturó y mató en nombre de Dios? Creo que es más fácil siempre meterse con los dioses porque en general no responden ni a las acusaciones ni a los juicios ni a cuando uno los mata, ya de esto Nietzsche sabía mucho, se cansó de matar dioses, el tema de fondo es qué hicimos los hombres con la muerte, porque se fueron los dioses y la muerte quedó y ese es otro tema. ¿La muerte es diosa? ¿Merece ser muerta? Situaciones complicadas todas. ¿Y qué tiene que ver todo esto con la novela? Nada. ¿Para qué escribí la novela? Para que la lean. La novela a leerla, a mí, invitado por mi querido amigo Mario, a hablar de lo que se me dé la gana, que fue lo que él me dijo, pero con toda la angustia, la amistad, el respeto que me merecen todos los que están acá, mis compañeros de escritura y mis compañeros de escucha. Me gustaría, porque la novela es muchas cosas, también es fruto de mi propia metodología de trabajo que llamo «antropología teatral poética». Antropología, porque creo que todo lo que se hace sale del ser, ese ser que la Antropología permite al menos bucearlo en las apariencias del cuerpo. Teatral, porque creo que cada uno de nosotros no dejamos en esa instancia que se llama vida, de representar un rol, a veces trágico, a veces dramático. En mi criterio, y siguiendo a Nietzsche, cuando por más que hagas y hagas el hijo de puta de Eolo de golpe sopla y tu barquita se va directamente a la mierda, por más que hayas depositado en la barquita la belleza de todas las nubes que andan rondando por los cielos. Pero también puede ser dramática, porque aun en el dolor, tiene la instancia de ser cambiado, o como diría Pichon, de transformar lo trágico, lo terrible o lo siniestro en maravilloso. Esa posibilidad que vos transitaste de convertir lo siniestro en maravilloso es el gran desafío de la vida. Y es poética, porque los griegos nos enseñaron algo, que sería bueno que yo también practique ahora, el «condensar», decir lo máximo con lo menos posible. Como traer los fantasmas éticamente está mal si uno no los saluda, termino con mi fantasma, le pido a la actriz Nara Carreira, que lea de la novela, que tiene entre otras cosas, un poema que fue escrito, no para la novela, sino mucho tiempo antes, pero a mí se me dio la tremenda gana de ponerlo en la novela y lo hice, porque para eso están las novelas, para hacer lo que uno quiere.

Espiral del cielo

a Enrique Pichon Rivière

Tú que viniste desde la otra orilla del océano, como ola, movido por el azar, como deseo, todavía sin palabras; El siglo estrenaba sus luces y los viajes duraban todo un verano en la cubierta del barco, o todo un universo, y los monstruos en la bodega, y la tormenta allí, la gran tromba marina que estalla en pedazos los cristales del cielo, y desnuda a los ángeles, y los arroja del regazo de Dios al ruedo de la vida; junto a los hombres, humildes, sin eternidad, junto a ese niño que pisa el muelle de Buenos Aires y mira la transparencia de la bóveda celeste como quien busca la clave del misterio que deberá descifrar;

No temas, déjate llevar por ese tren de humo blanco hasta lo más profundo de la foresta, es la aventura primera que te abre sus brazos enjoyados; Tu cuerpo poco sabe de un sol sin gasas, áspero, tu lengua es un lamento de bárbaros franceses en el silencio de la tierra sabia y roja; Corre/trepa/nada, esos crueles animales desgarran el corazón al que no anda de prisa, el veneno arrima espuma a los labios, ¡ten cuidado! Y no te detengas en el medio de las aguas turbias, los fantasmas sin piedad devoran cada lágrima; recuerda, escucha las campanas del alba, has nacido para llenarte de aire limpio, ese aire dorado de marzo, y poner boca abajo los escondrijos familiares; eres un hombre de luz, ve y siéntate sobre el vientre de tu madre blanca, o en el más ancho y carnoso de esa vieja india guaraní, con ella navegarás por los esteros del Iberá hasta el mundo de las leyendas, sepia tus costas y delicado el musgo, donde la tristeza es apenas lluvia, y la muerte nada más que arena sin tiempo, música de antiguas danzas, el origen de los sueños;

Lejos ha quedado la temprana estrella, es un astro de la noche el que ahora gira, brilla y cae en lo hondo del horizonte; Belleza inmaculada. Belleza inútil sin los ojos de los hombres; ¿Es tuya esta nueva quietud o la provocan los vapores sospechosos del delirio? ¿Ese cuerpo extraviado entre las sombras, preso de las mil sombras, ese cuerpo del castigo, ciego y seducido, que arrancó la máscara al enigma y durmió a su lado y besó sus fríos labios, es tu cuerpo? ¿O es otra vez la leyenda y la tristeza de la lluvia, la vieja tristeza de ese día sin nombre y con lluvia que cae y cae sobre tu cuerpo tan cansado, casi sin voz, casi de piedra?

Duerme, ha sido largo el viaje, y la faena tan ardua que pidió los mantos de un guerrero; vienes de engendrarte; tus naves están quemadas; No hay retorno; donde había aguas crecen las plantas gruesas del misterio; Estás solo; entre el dolor de la demencia que disfraza los abrazos de la muerte y una razón que borró tus huellas de las sábanas del placer; Te has convertido en tu propio padre; dulce y maligno padre, como todo padre hieres y reparas, te iremos a buscar entre la selva de la infancia, el alma sigue siendo el único espejo, y la inocencia el fugaz instante que dura mil años y no conoce las pesadillas; ¿De qué materia están hechas las pesadillas? ¿De la oculta fecalidad que se revela sin palabras? ¿Del crimen de amor que se comete sobre la cama del matrimonio, bajo la mirada del crucifijo? ¿De la carne que nos arranca a dentelladas el lobo que vela? ¿De hielo o de fuego? ¿Tus pesadillas son los indios que quemarán la casa familiar? ¿Tu casa de madera y paja en la lanza de los malones, en la cresta del viento? ¿O es tu pesadilla la urna gigante y sin flores para las miles de muertes con que murió el país en los últimos años? ¿Y tu pena? Padre dulce y maligno que abres la mañana; Padre de tantos que no conociste y ni siquiera imaginaste en tu mejor borrachera, ¿Cuál es tu pena? ¿La derrota de tus padres entre sequías y langostas es tu pena? ¿Como castillo de la tarde ante la marea el derrumbe del gran sueño de todos es tu pena? ¿Sin duelo porque los sueños vuelan es tu pena que enferma? -Oh, sí, nos enseñaste que la pena enferma, que nuestra locura nace de las penas como vuestra salud nacerá de la victoria de la vida- Vamos, padre amigo; vamos, padre severo que acusás de nosotros la poca prisa en mover el mundo, para que haya plenitud de luz donde hubo tinieblas; Deja en ti una buena sonrisa, ahí van ellos: La mujer / tu madre de vestido largo. El hombre / tu padre con traje de noche. Suben por los riachos cubiertos de rosas, confunden sus voces entre los pájaros a coro, se besan sobre los remolinos de las nubes calientes; Oh, sí, la selva es el lecho, y la gracia del ángel que consuela del reino perdido junto a las brumas de Marsella;

Hombre de luz, tú que arrancaste de la noche anterior al pensamiento los demonios de la poesía, y pusiste alas donde sólo hubo la sangre ritual del cuerpo castrado, no dejes que enmascaren tu rostro; Tú que velaste todos los incestos para que la culpa tuviera su lugar en el paraíso rechaza el himno que te rechaza tal como eras, que nadie te convierta en estatua de sal; llévanos de la mano al prostíbulo de Goya, donde leíste a Freud sentado en un cajón de manzanas entre perfumes y olores del sexo en movimiento, y fundaste el socialismo sin prejuicios ni censura en la boca fundadora, con la fresca alegría de un hereje; ¿Por qué no acompañamos tu deseo hasta las barrancas del Paraná? ¿Entramos en la casa roja de madame Safo para ver como le enseñas buenos modales a las muchachas polacas? Están aburridas, se saben agrias, ellas quieren ser pálidas y bellas, bañadas en la leche de sus madres; Los hombres olvidan que el amor que compran es un espejo con la otra cara de la muerte;

Lo que en el nombre del padre no está permitido tu necesidad le abrió la puerta de calle; bebe otra vez tus duros alcoholes, desnúdate ante nuestros ojos, vienes de nadar en nuestro peor naufragio; Allí, entre los desechos del alma, junto a los escombros de un mundo que cae, allí, frágil, lánguida, pequeña y humana, como una ráfaga de luna, como una bailarina sorprendida en el aire, ha quedado a tu lado, enamorada y sin cadenas en el paisaje de los días, la diosa verdad;

Llueve, hace años que llueve en el país y en nuestro corazón; Te veo, estás otra vez en el muelle; ¿Cuál es el viaje? Ni siquiera tú, que sabes tanto, lo sabes; pero allí vamos, a tu lado soltando amarras; Desde la mar gruesa y sin faros, desde el país que hierve en salvajuras, subiendo; desde las tristezas, las derrotas y las muertes y el silencio de la razón y el grito de la poesía, subiendo; desde las músicas y las danzas, desde los viejos sueños que soñamos nuevos, subiendo; Desde la vida, desde lo que fluye muy profundo en un derroche de vida, hacia el cielo que está en la tierra, en espiral y a fondo, subiendo / subiendo. Siempre subiendo…