No tengo la menor duda de que con la medida para aumentar el precio oficial del dólar, hemos recibido una contundente derrota política y económica. Hace meses que la oposición y las empresas privadas daban como un hecho consumado, esta devaluación y presionaban de diversas maneras al gobierno, para que tomara esta medida, A pesar […]
No tengo la menor duda de que con la medida para aumentar el precio oficial del dólar, hemos recibido una contundente derrota política y económica. Hace meses que la oposición y las empresas privadas daban como un hecho consumado, esta devaluación y presionaban de diversas maneras al gobierno, para que tomara esta medida, A pesar de los desmentidos del gobierno, y de los esfuerzos que hiso para evitarlo, los comerciantes fijaron sus precios en enero, de acuerdo a lo que ellos calculaban que sería la devaluación y no estuvieron muy lejos de lo cierto. El gobierno termino dándoles la razón o cediendo a sus presiones, lo cual deja muy mal parado al gabinete económico del gobierno si es que se equivocaron en todos sus cálculos y no fue una conducta premeditada y debidamente calculada. Por supuesto que no es un «paquetazo neoliberal» ni mucho menos un «viernes negro bolivariano» como la sempiterna fauna del izquierdismo infantil lo quiere calificar. En todo caso, hasta ahora es una percepción que la oposición y sus medios de comunicación, la han hecho parecer como la conducta de un gobierno débil, inepto, que sin Chávez, cede con relativa facilidad, a la presión y al chantaje de las grandes empresas. Lo cual la envalentona para profundizar su ataque por esa vía y en ese frente, lo que significa que el combate no ha terminado. Porque ciertamente una devaluación de un 46.5% de bolívar no es una tontería y afecta al salario real de los venezolanos dada la dependencias económicas persistentes que tenemos frente al dólar.
Al mismo tiempo la autoridad del gobierno sufre un duro golpe porque no pudo evitar los aumentos desmesurados de los precios ni la especulación. Es cierto que las medidas económicas deben mantenerse dentro de un buen margen de discreción, para evitar que los empresarios especuladores se aprovechen, como lo hacían cuando eran ellos quienes dirigían la economía del país y compraban millones dólares antes de cada devaluación, para sacarlos fuera del país y luego traerlos y venderlos al nuevo precio. Pero en esta oportunidad, los únicos que no sabíamos nada de las nuevas medidas económicas, aunque el silencio de Jorge Giordani nos hacía sospechar algo, éramos los revolucionarios de a pie, los que no tenemos como comprar dólares ni que nos lo vendan a 1 bolívar. Aunque tampoco los queremos comprar, creemos y seguiremos creyendo lo que dice el gobierno y le apostamos a la revolución y al socialismo. Con ellas algunas veces ganamos y otras las perdemos, como nos toco esta vez… en que tanto los grandes empresarios como los altos funcionarios públicos ya sabían.
Perder una batalla después de tantas victorias no es una catástrofe irremediable, salvo que empecemos a buscar culpables dentro de nosotros mismos, a sacarnos las tripas unos a otros en vez de averiguar las razones y las causas de esta derrota que sin ser determinante no deja de tener importancia. Estamos muy lejos de las situaciones que viven los países totalmente capitalistas. Pero la existencia de una economía globalizada y la imposibilidad de construir un socialismo aislado del resto del mundo no dejan de afectarnos. Más que su poderío militar y económica que aun mantiene el capitalismo, es su capacidad de manipulación sobre el viejo sindicalismo economicista y lochero entre numerosos trabajadores y sectores sociales medios nacional internacionalmente lo que le impide a los trabajadores y al pueblo tomar el poder y adueñarse del gobierno, sobre todo en Venezuela donde la presencia y el liderazgo de Chávez es un catalizador revolucionario. Claro que el principal responsable es el gobierno pero cada uno de nosotros tiene su cuota de responsabilidad. ¿Quienes son lo que salen corriendo a comprar en grandes cantidades los alimentos y las medicinas que se agotan rápidamente? ¿Quiénes son los que pagan precios especulativos sin ninguna necesidad? ¿Quiénes guardan silencio ante el sabotaje, la obstrucción, el acaparamiento, la especulación que hacen nuestros compatriotas en las propias redes estadales de distribución de alimentos? ¿Quienes no se organizan para ejercer cabalmente el gobierno del pueblo e impedir el boicot de los empresarios a la producción y la distribución de alimentos?
En plena campaña electoral algunas personalidades advirtieron sobre la posibilidad de obtener una victoria táctica electoral pero que al mismo tiempo seria una derrota estratégica política. Entre otras cuestiones señalaban el tipo de campaña electoral populista, que hicimos. La dirigimos únicamente a conseguir votos, pero no se creó conciencia política de nuestros propios intereses y de que, lo logrado hasta ahora, no era poco. De que esos beneficios costaron, y cuestan bastantes recursos económicos del Estado, esfuerzos y sacrificios de mucha gente durante muchos años de lucha y de trabajo consecuente. Que: tal como lo dijo Vladimir Acosta en su discurso del 21 aniversario del 4 de febrero, había que defenderlos. . Por allí se nos coló un consumismo desaforado que arraso con todas la ofertas de bienes, especialmente alimentos y creó una situación que la oposición hiso aparecer como incapacidad de un gobierno inepto y sin legitimidad democrática.
Ahora más que nunca es necesario hacer un frente común, gobierno, pueblo armado y desarmado para enfrentar al capitalismo y derrotarlos mediante una ofensiva en profundidad que abarque la propiedad privada sobre los medios de producción, la productividad en las empresas del estado y la eficiencia en la utilización de los recursos. Algo de eso adelantó Jorge Giordani, pero fue muy superficial. Nuestros funcionarios deben aprender a informar sobre la cuantía y forma en que se invierten los recursos pero al mismo tiempo sobre los resultados. No basta con decir que se invierten tantos millones en educación sin decir cuántos locales se construyeron y a cuantos venezolanos se beneficiaron. El despilfarro, los excesos festivos y el consumimos fomentan una irresponsabilidad ciudadana que raya en la anarquía. Ningún país puede producir lo que necesita con dos meses de festividades navideñas, empatadas con las carnavalescas las cuales, al menos el promovido por la gobernación y las Alcaldías, en el Estado Bolívar. Son una rememoración de la colonia y del mantuanismo, repartiendo dadivas tirándole caramelos, espejitos y baratijas desde suntuosas carrozas al pueblo encandilado y ebrio de falsa alegría. Así no se construye un país y mucho menos socialista.
Todos los venezolanos debemos prepararnos para defender lo que hemos logrado. Ahora, la oligarquía parasitaria, el empresariado rentista, el imperialismo y los partidos políticos «puntofijistas» están contentos perciben un retroceso del gobierno y están, más convencidos, de que pueden, aprovechando la ausencia de Chávez, terminar de «rematar».
No creo que sea la hora de pasarle factura a Nicolás Maduro o a Diosdado Cabello, ni a los ministros del gabinete a pesar de que algunos de ellos e «equivocan demasiado» Ellos están haciendo lo que está a su alcance. Pero la fuerza a la que se enfrentan es descomunal Aunque no deben andar buscando justificaciones ni eludiendo responsabilidades. Ni dando explicaciones sobre nuestros propios errores. Lo que tenemos es que corregirlos.
De nuevo solo la unidad, en torno al inconstante proceso revolucionario, cerrando filas al lado del gobierno y con la autoridad nacional e internacional de Chávez. Podemos detenerlos y mantener viva la llama revolucionaria y socialista.
Asumamos esta derrota tal como Chávez nos ha enseñado, con la entereza y el coraje de un tigre sabanero, con la humildad de las palomas y le certera picada de una cascabel a la orilla del camino.
Que el pueblo en la calle y al lado del gobierno y de sus Fuerzas armadas creando los mecanismos necesarios, corresponsablemente se constituya en Órganos Superiores para optimización del sistema Cambiario, del Control de Precios, de La Contraloría Popular de la eficiencia de los servicios públicos, de la Participación y de la democratización en las decisiones, política, económicas y sociales fundamentales etc.