Recomiendo:
0

Memoria: entrevista a Mike Davies sobre la revuelta de Los Angeles de 1992

Una generación ha descubierto que puede contraatacar

Fuentes: Socialistworker.org

Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez

La revuelta de Los Ángeles del mes de abril de 1992 estalló cuando cuatro policías blancos fueron absueltos de la atroz paliza grabada en vídeo que propinaron al motorista afroamericano Rodney King y que estuvo a punto de acabar con su vida. Los seis días de revueltas se convirtieron en la expresión de décadas de ira y frustración acumuladas ante el racismo y la desigualdad social.

Una semana después de la rebelión, Mike Davis, el periodista de Los Ángeles y autor de Ciudad de cuarzo: arqueología del futuro en Los Ángeles, habló con Lance Selfa sobre el significado de la revuelta. Esta entrevista se publicó originalmente en el número de mayo de 1992 de Socialist Worker.

¿Cómo describiría el levantamiento?

Hasta Los Angeles Times ha reconocido en su editorial la relación existente entre la globalización de la economía de Los Ángeles, que ha destruido las estructuras de empleo del sur de Los Ángeles, y el estallido de los primeros disturbios multiétnicos modernos del país. Pero creo que, en cierto modo, en el complejo tejido de estos disturbios ha habido tres tipos de procesos sociales rebeldes independientes entrelazados.

En primer lugar, Rodney King ha sido el pararrayos de los agravios acumulados en las calles de Los Ángeles por los jóvenes, que no han conocido de la policía local más que un régimen ininterrumpido de brutalidad. En la conciencia de millones de personas, Rodney King es el vínculo que aparece entre las condiciones de vida de Los Ángeles y el tipo de crisis que los afroamericanos sienten en todos los lugares de Estados Unidos, e incluso de Canadá.

Sin embargo, en segundo lugar, aunque el estallido empezó dirigiéndose contra los blancos y contra la policía, el grueso de la destrucción, al menos los daños en inmuebles y también parte de las muertes ocasionadas por los disturbios, se dirigían hacia la comunidad coreana.

La comunidad coreana es la intermediaria entre la gente del gueto, los negros y los mexicanos, y la gran ciudad. Las quejas monumentales que se han fusionado con las imágenes de las tiendas de bebidas y los bazares coreanos.

Concretamente, el nombre que con más frecuencia se oía en boca de la gente durante la revuelta era Latisha Harlins, la niña negra de quince años a la que el pasado mes de marzo mató el propietario de una tienda coreana por una botella de zumo de naranja de 1,79 dólares.

El tendero fue condenado, pero salió en libertad con una fianza de 500 dólares y una pena de prestación de servicios a la comunidad; una condena mucho más suave que la que se impone a las personas sin techo detenidas por quebrantar el toque de queda, que han pasado diez días en la cárcel. O que alguien que robara semillas de girasol, que podría pasar dos años en prisión.

De manera que Latisha Harlins ha sido una especie de grito de guerra, pero los comerciantes coreanos han venido a representar todo lo que la economía internacional del Pacífico ha ocasionado en el centro y el sur de Los Ángeles. La desaparición de puestos de trabajo a causa de la competencia extranjera, los comentarios racistas de los ministros japoneses… todo eso ha venido a contribuir de algún modo a cimentar la sensación de que los clientes negros suelen recibir un trato duro o descortés por parte de los comerciantes coreanos. A diferencia de los comerciantes judíos a quienes reemplazaron, no contratan a jóvenes negros.

Así pues, el resultado ha sido una especie de desmoronamiento catastrófico de toda clase de relación entre las comunidades negra y coreana. Unos 2.000 comercios coreanos han sido saqueados o destrozados.

El tercer aspecto, evidente para cualquiera que contemple las imágenes, pero que los analistas no han conseguido apreciar nunca hasta el último momento es que, desde el principio de los saqueos, la situación se ha convertido en una especie de equivalente postmoderno de los tradicionales disturbios por el pan: un levantamiento de los pobres.

En muchos lugares se ejecutaba con absoluto buen humor, casi como si fuera un carnaval. A veces la gente ha saqueado para obtener artículos de lujo pero, en general, solo buscaban artículos de primera necesidad.

Y para comprender por qué se ha producido a esta escala y ha implicado tanto a los inmigrantes mexicanos y salvadoreños pobres como a los afroamericanos es preciso entender el impacto de dos años de recesión en Los Ángeles, que han afectado con mayor gravedad a los inmigrantes recién llegados.

El desempleo se ha multiplicado por tres. La gente carece de vivienda o vive hacinada, varias familias en una sola casa. Es una auténtica crisis vital, probablemente la peor emergencia social del Condado de Los Ángeles desde la Gran Depresión. Lo que se ha visto era esta miseria de nueva creación traducida en saqueos.

¿Qué puede decir de la tregua que ha nacido entre las dos bandas negras principales, los Crips y los Bloods?

El suceso ha sido realmente complejo. Además, llevaba implícito algo más que, a mi juicio, es tremendamente importante y positivo: la interrupción de la guerra entre bandas. Ha sucedido algo que mucha gente hubiera considerado imposible, y va en aumento y define treguas permanentes a escala local en Inglewood y en Watts, que ahora se propagan por toda la ciudad. La transmisión y el impacto cultural de este aspecto, sobre todo a través de la escena del rap y el hip-hop, será enorme.

Lo que se está consiguiendo con ello es eliminar gran parte del lustre que tenía el matón callejero rudo y sustituirlo por una imagen de unidad de los negros, de poder negro. Por provisional que pueda ser la tregua, se ven detalles impresionantes de reafirmación de una identidad de que luchan por la libertad de los negros, o de que son un movimiento de liberación negro.

Por supuesto, sus horizontes ideológicos son Louis Farrakhan y la Nación del Islam, pues Farrakhan es la única figura política nacional a la que hacen alguna alusión los chicos de las bandas con los que he hablado o a los que he oído hablar.

En Inglewood, bajo los auspicios de una mezquita local, todas las bandas locales, las rivales Crips y Bloods, han hablado ante los medios de comunicación local. En cierto sentido, no hablaban para los medios, sino que estaban utilizando los medios de los blancos para hablar a la comunidad negra y transmitir parte de su dolor y su ira ante el hecho de que ninguno de los líderes de más edad, con la posible excepción de Maxine Waters (republicano estadounidense) hubiera reconocido en los disturbios la rebelión que en realidad era.

Decían: «mira, estamos tratando de ser hombres negros y hacer las cosas que nos acusas de no hacer; luchar para defender la comunidad y cuidar de las mujeres y los niños y ser luchadores por la libertad. Esta es una rebelión de esclavos como otras rebeliones de esclavos de la historia de los negros. Estamos orgullosos de lo que hemos hecho».

La otra noche hubo una reunión de entre 600 y 700 crips y bloods para hacer las paces en Watts. Llegó la policía con grupos de operaciones especiales y todo el montaje y detuvo a cincuenta o sesenta, lo que en condiciones normales habría sido una provocación de disturbios. Pero la gente estaba extremadamente tranquila y, en esencia, dijo: «ya trataremos con los cerdos después, pero ahora lo fundamental es firmar la paz entre nosotros, dejar la guerra en suspenso».

Aun cuando se rompiera la tregua por algún motivo y las bandas volvieran a pelear, el residuo sería un imponente montón de chicos que no creo que volvieran al escenario de la violencia, sino que ahora se considerarían, en cierto modo, rebeldes o luchadores por la libertad.

¿Puede explicar un poco más de qué modo ha forjado la rebelión la unidad entre los negros y los latinos?

En California, los negros están en proceso de dejar de ser la minoría más numerosa para convertirse en la tercera mayor de la nueva composición multiétnica del Condado de Los Ángeles pero, en última instancia, de la totalidad de California. Los latinos serán el grupo más numeroso, aunque no la mayoría.

En cifras proporcionales, la comunidad latina (los latinos constituyen aproximadamente la mitad de la población del centro y sur de Los Ángeles) va muy por detrás de todos los demás en lo que se refiere a representación política y empleo. De manera que ha habido muchas fricciones entre negros y latinos.

Concretamente, ha habido muchas peleas y disturbios entre negros y latinos en las cárceles. En los primeros momentos del levantamiento algunos latinos fueron atacados y apaleados con brutalidad.

Pero el aspecto más importante de todo esto, sobre todo en la vertiente oriental del gueto (que está absolutamente mezclada, es negra y latina, donde todo niño latino tiene un amigo negro o viceversa), los saqueos han sido absolutamente birraciales. Y hay una interacción muy amplia entre la cultura juvenil negra y la cultura juvenil latina.

En consecuencia, la reacción de la comunidad del rap, que para los jóvenes del centro de la ciudad es el grupo más importante en lo tocante a la definición de referencias y tendencias, ha sido interesante. Kid Frost, que es el principal rapero chicano, se ha identificado por completo con la rebelión. Un célebre grupo local de raperos samoanos ha dicho que la rebelión era fantástica, pero que debería haber estado dirigida desde los comercios coreanos contra la gente rica de Beverly Hills.

Es muy importante, porque con estas nuevas imágenes del poder negro y la unidad militante de los chicos del centro de la ciudad se transmitirá a la juventud del centro de todas las ciudades del país. La fama de las bandas ha desaparecido y la fama de la rebelión está de moda.

¿Cómo han reaccionado las autoridades?

Hay unas 17.000 personas en la cárcel. El presidente Bush ha nacionalizado la limpieza de Los Ángeles: las autoridades federales, el FBI, etcétera. Los fiscales federales se han fijado como blanco específico las bandas juveniles porque están muy preocupados por todo esto y por la politización potencial de esas bandas en el levantamiento.

Lo extraordinario es que las detenciones masivas no empezaron realmente en el momento más frenético de los saqueos, sino al día siguiente, el viernes [1 de mayo]. La gente a la que se empezó a arrestar eran, por ejemplo, las personas que escarbaban en las ruinas quemadas, o quienes quebrantaban el toque de queda, los vagabundos callejeros y sin techo o los inmigrantes latinos que no hablan inglés y no se habían enterado del toque de queda. Cada vez más, se han dedicado a detener a gente en sus casas por poseer botines del saqueo o recibir artículos robados.

Hemos sufrido esta ocupación militar intensa, no solo por parte de la Guardia Nacional o la policía de toda California, sino por la infantería de acción rápida de Fort Ord y por los marines que desembarcaron en Compton. La ciudad ha sido objeto de una rutina de redadas periódicas y masivas en los barrios negros y latinos.

En la zona en la que vivo, al borde de MacArthur Park (la comunidad centroamericana más numerosa del país) vinieron Patrullas de Fronteras desde lugares tan remotos como Texas. Se ha deportado a unas 450 personas, tal vez 500, inmediatamente deportadas a México.

Son personas que no estaban acusadas de nada, pero que fueron escogidas durante los disturbios y simplemente deportadas. Así, la gente del barrio habla de «desaparecidos», igual que allá en El Salvador.

Tenemos 17.000 personas detenidas y los están castigando con dureza, solicitando las máximas penas. No están negociando ni tratando de llegar a un acuerdo. Esto es radicalmente distinto de lo que hicieron en 1965 [durante la rebelión de Watts], pues están convirtiendo en delito lo que en condiciones normales serían pequeñas faltas. Han hecho saltar casi por los aires su propio sistema de justicia penal, simplemente por el número de personas a las que han metido dentro.

Ahora está claro, y no creo que el hecho se esté interpretando correctamente en todo el país, que en realidad se está nacionalizando la persecución de todos estos delitos. El gobierno de Bush ha intervenido directamente en ello. La idea es dar ejemplo con toda la gente de aquí.

Para la gente pobre o sin empleo, la mera carga económica que supone pasar una temporada en la cárcel, perder ingresos y quedar fichado como delincuente va a ser enorme. En este momento, lo único importante es luchar contra esta represión. La gente que no obedeció el toque de queda sencillamente tendría que ser puesta en libertad de inmediato.

¿Cómo han interaccionado la raza y la clase? ¿Qué se puede decir de los blancos que se han implicado en las protestas contra el veredicto del caso King y en los saqueos?

Pensé que la historia de la década de 1960 se repetía y se concentraba en unos pocos días. Estos acontecimientos han dado lugar a manifestaciones de solidaridad inmensas por todo el país. En la zona de la bahía han detenido a varios miles de personas.

Pero aquí sacó a los chicos de los institutos. Sacó a una multitud increíblemente heterogénea a tomar el Parker Center [el cuartel general de la policía]. Hemos visto a centenares de manifestantes detenidos de forma absolutamente ilegal. Han tenido que retirar incluso las acusaciones que había contra ellos.

De manera que otra de las cosas positivas ha sido la cristalización de un movimiento antirracista, progresista e izquierdista multiétnico mucho más amplio. Ha habido manifestaciones en el West Side [en su mayoría, barrios de blancos de clase media próximos a la Universidad de California en Los Ángeles]. De hecho ha obligado a la gente a tomar postura. Y la gente que ha tomado postura ha fortalecido de verdad la política de izquierda y de oposición en esta ciudad.

¿Qué dice la rebelión de Los Ángeles acerca del futuro?

En 1965, Los Ángeles anticipó las 100 rebeliones de 1967 y 1968. Muchos de nosotros pensamos que para lo que era la década de 1970, la paramilitarización de la policía fue tan formidable que no se podrían producir disturbios, que a la gente simplemente la dispararían.

Bueno, una cosa que los disturbios han demostrado, aun con la inmensa represión que se ha desatado, es que la gente puede levantarse y rebelarse, como hicieron en un grado extraordinario hasta obtener el control del centro de la ciudad.

Ahora resultaría raro ver a gente que condenó el veredicto del caso Rodney King actuar como si la policía debiera haber disparado a los saqueadores. Pero una vez que empezó, se propagó con una rapidez fabulosa.

Hasta ese momento, había tanta gente que participaba de la protesta y se daba en un terreno tan diverso, en tantos lugares distintos de la ciudad, desde los gays de Hollywood hasta los latinos del parque MacArthur, etcétera, que no se podía controlar sin militarización, o sin que la policía disparara contra la multitud.

Por otra parte, ahora verá que la lección aprendida con todo esto tal vez sea ese tipo de nacionalización inmediata, que no puede esperar ni tres ni cuatro días, sino que debe tener el equivalente de las fuerzas de intervención rápida de Estados Unidos. Quizá acabemos teniendo fuerzas antidisturbios y antiinsurgentes federales capaces de desplazarse casi de inmediato al interior de nuestras ciudades. Lo de Los Ángeles ha sido un ensayo.

¿Cuál va a ser el impacto de la rebelión de Los Ángeles en todo el país?

Creo que alienta la revuelta. Anima a la gente a rebelarse. Agudiza el sentido de la injusticia. Devuelve a la gente la imagen de negros, morenos y otros grupos unidos con ira racial y de clase mezcladas.

En la propia Los Ángeles, la mayor contradicción de la revuelta ha sido el ataque contra la comunidad coreana. Tal vez se pudieran justificar los ataques contra determinados comerciantes racistas, etcétera, pero hay cierta lógica subyacente, una especie de lógica más propia de Farrakhan, que creo que resultaría de todo punto inaceptable para un socialista o un progresista.

Todas las rebeliones no organizadas suelen tener sus elementos negativos o contradictorios. Pero el empuje abrumador de esta, que ha sido enormemente positiva, ha sido que una generación ha descubierto que puede contraatacar. El esfuerzo global de tratar de convertir a las grandes ciudades estadounidenses en países tercermundistas criminalizados; la gente se resiste a eso.

Creo que eso es muy emocionante. Pero, como dijo en una ocasión Regis Debray [un escritor francés popular entre la izquierda de la década de 1960], la gente tiene que comprender que la revolución revoluciona la contrarrevolución. Y creo, sobre todo en el plano nacional, que van a aprender cómo ser más eficaces e inmediatos para responder a este tipo de sucesos.

Fuente: http://socialistworker.org/2011/04/01/a-generation-found-it-can-fight