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Irlanda

Una modesta proposición contra la crisis

Fuentes: Rebelión

Nos ha llegado, gracias a una filtración de Wikileaks, el siguiente informe del Fondo Monetario Internacional sobre la situación de Irlanda y los remedios que propone la institución financiera internacional para una de sus más alarmantes consecuencias, la lamentable condición de los niños pobres cuyo número no ha dejado de aumentar desde el estallido de […]

Nos ha llegado, gracias a una filtración de Wikileaks, el siguiente informe del Fondo Monetario Internacional sobre la situación de Irlanda y los remedios que propone la institución financiera internacional para una de sus más alarmantes consecuencias, la lamentable condición de los niños pobres cuyo número no ha dejado de aumentar desde el estallido de la crisis.

Fondo Monetario Internacional

ref. 265A38

Asunto: Crisis fiscal y financiera en Irlanda – Situación de la infancia

Ponente J. Gulliver

A. La situación

Como sostenía un clásico de la literatura irlandesa, «es un asunto melancólico» para quienes pasean por Dublín o viajan por el campo, ver las calles, los caminos y las puertas de las oficinas de empleo así como de los organismos de beneficencia atestadas de parados, fundamentalmente del sexo femenino, seguidos de tres o cuatro niños, todos mal vestidos e importunando a los viandantes. Esas madres, en vez de hallarse en condiciones de trabajar para ganarse la vida dignamente, se ven obligadas a perder su tiempo buscando asistencia pública o privada para sus hijos. Esta situación apresa a numerosas personas en la «trampa del desempleo», pues éstas se acostumbran a vivir de los subsidios, perdiendo todo interés por el trabajo. El Fondo Monetario Internacional considera que la solución más eficaz para salir de ese callejón sin salida económico y moral, que lastra las finanzas irlandesas y aumenta el peso de su ya muy considerable deuda pública y privada es aplicar el principio, reconocido por los principales economistas «Hacer que el trabajo sea rentable». Para ello, debe primero hacerse que no lo sea vivir de la asistencia. Es, con todo, condición indispensable para salir de esta indigna situación, encontrar una solución sostebnible y económicamente racional al problema de la infancia pobre, particularmente agudo en un país de tradición católica.

B. Método

La solución del problema debe respetar los principios de buena gobernanza económica desarrollados y aplicados por nuestra institución. En primer lugar, es esencial que toda medida que se adopte logre autofinanciarse, de modo que no suponga una carga adicional para las arcas públicas. En segundo lugar, es indispensable que las medidas reporten a las madres pobres un ingreso, pero que éste no sea de carácter permanente pues no debe, en ningún caso, disuadirlas de trabajar. La perspectiva de obtener un ingreso es, como se sabe, el primer incentivo de un cáculo racional del propio interés. El objetivo es pues que los niños pobres dejen de suponer una carga para sus padres y para la hacienda pública, permitiendo a la vez el retorno al mercado laboral de sus madres, en el marco de una política equilibrada de igualdad de género, y un sustancial ahorro en los subsidios de desempleo gracias a la nueva fuente -temporal- de ingresos que proponemos. De este modo, evitaremos entrar en ese «Camino de servidumbre» -de que hablaba Von Hayek- que representan las excesivas intervenciones del Estado en la vida económica y social. Frente al intervencionismo estatal, la experiencia ha demostrado la superioridad indiscutible de la libertad individual así como de los mecanismos de mercado y de la autorregulación. En este espíritu se orienta nuestra modesta proposición.

C. Solución

Transcribimos seguidamente el capítulo central del informe del director de nuestra oficina de Dublín:

«Mi intención está muy lejos de limitarse a proveer solamente por los niños de los mendigos declarados: es de alcance mucho mayor y tendrá en cuenta el número total de infantes de cierta edad nacidos de padres que de hecho son tan poco capaces de mantenerlos como los que solicitan nuestra caridad en las calles.

Por mi parte, habiendo volcado mis pensamientos durante muchos años sobre este importante asunto y sopesado maduradamente los diversos planes de otros proyectistas, siempre los he encontrado groseramente equivocados en su cálculo. Es cierto que un niño recién nacido puede mantenerse durante un año solar con la leche materna y poco alimento más; a lo sumo por un valor no mayor de dos chelines o su equivalente en mendrugos, que la madre puede conseguir ciertamente mediante su legítima ocupación de mendigar. Y es exactamente al año de edad que yo propongo que nos ocupemos de ellos de manera tal que en lugar de constituir una carga para sus padres o la parroquia, o de carecer de comida y vestido para el resto de sus vidas, contribuirán por el contrario a la alimentación, y en parte a la vestimenta, de muchos miles.

Hay además otra gran ventaja en mi plan, que evitará esos abortos voluntarios y esa práctica horrenda, ¡cielos!, ¡demasiado frecuente entre nosotros!, de mujeres que asesinan a sus hijos bastardos, sacrificando a los pobres bebés inocentes, no sé si más por evitar los gastos que la vergüenza, lo cual arrancaría las lágrimas y la piedad del pecho más salvaje e inhumano.

El número de almas en este reino se estima usualmente en un millón y medio, de éstas calculo que puede haber aproximadamente doscientas mil parejas cuyas mujeres son fecundas; de ese número resto treinta mil parejas capaces de mantener a sus hijos, aunque entiendo que puede no haber tantas bajo las actuales angustias del reino; pero suponiéndolo así, quedarán ciento setenta mil parideras. Resto nuevamente cincuenta mil por las mujeres que abortan, o cuyos hijos mueren por accidente o enfermedad antes de cumplir el año. Quedan sólo ciento veinte mil hijos de padres pobres nacidos anualmente: la cuestión es entonces, cómo se educará y sostendrá a esta cantidad, lo cual, como ya he dicho, es completamente imposible, en el actual estado de cosas, mediante los métodos hasta ahora propuestos. Porque no podemos emplearlos ni en la artesanía ni en la agricultura; ni construimos casas (quiero decir en el campo) ni cultivamos la tierra: raramente pueden ganarse la vida mediante el robo antes de los seis años, excepto cuando están precozmente dotados, aunque confieso que aprenden los rudimentos mucho antes, época durante la cual sólo pueden considerarse aficionados, según me ha informado un caballero del condado de Cavan, quien me aseguró que nunca supo de más de uno o dos casos bajo la edad de seis, ni siquiera en una parte del reino tan renombrada por la más pronta competencia en ese arte.

Me aseguran nuestros comerciantes que un muchacho o muchacha no es mercancía vendible antes de los doce años; e incluso cuando llegan a esta edad no producirán más de tres libras o tres libras y media corona como máximo en la transacción; lo que ni siquiera puede compensar a los padres o al reino el gasto en nutrición y harapos, que habrá sido al menos de cuatro veces ese valor.

Propondré ahora por lo tanto humildemente mis propias reflexiones, que espero no se prestarán a la menor objeción.
Me ha asegurado un americano muy entendido que conozco en Londres, que un tierno niño sano y bien criado constituye al año de edad el alimento más delicioso, nutritivo y saludable, ya sea estofado, asado, al horno o hervido; y no dudo de que servirá igualmente en un fricasé o un ragout.

Ofrezco por lo tanto humildemente a la consideración del público que de los ciento veinte mil niños ya calculados, veinte mil se reserven para la reproducción, de los cuales sólo una cuarta parte serán machos; lo que es más de lo que permitimos a las ovejas, las vacas y los puercos; y mi razón es que esos niños raramente son frutos del matrimonio, una circunstancia no muy estimada por nuestros salvajes, en consecuencia un macho será suficiente para servir a cuatro hembras. De manera que los cien mil restantes pueden, al año de edad, ser ofrecidos en venta a las personas de calidad y fortuna del reino; aconsejando siempre a las madres que los amamanten copiosamente durante el último mes, a fin de ponerlos regordetes y mantecosos para una buena mesa. Un niño llenará dos fuentes en una comida para los amigos; y cuando la familia cene sola, el cuarto delantero o trasero constituirá un plato razonable, y sazonado con un poco de pimienta o de sal después de hervirlo resultará muy bueno hasta el cuarto día, especialmente en invierno.

He calculado que como término medio un niño recién nacido pesará doce libras, y en un año solar, si es tolerablemente criado, alcanzará las veintiocho.

Concedo que este manjar resultará algo costoso, y será por lo tanto muy apropiado para terratenientes, quienes, como ya han devorado a la mayoría de los padres, parecen acreditar los mejores derechos sobre los hijos.

Todo el año habrá carne de infante, pero más abundantemente en marzo, y un poco antes o después: pues nos informa un grave autor, eminente médico francés, que siendo el pescado una dieta prolífica, en los países católicos romanos nacen muchos mas niños aproximadamente nueve meses después de Cuaresma que en cualquier otra estación; en consecuencia, contando un año después de Cuaresma, los mercados estarán más abarrotados que de costumbre, porque el número de niños papistas es por lo menos de tres a uno en este reino: y entonces esto traerá otra ventaja colateral, al disminuir el número de papistas entre nosotros.

Ya he calculado el costo de crianza de un hijo de mendigo (entre los que incluyo a todos los cabañeros, a los jornaleros y a cuatro quintos de los campesinos) en unos dos chelines por año, harapos incluidos; y creo que ningún caballero se quejaría de pagar diez chelines por el cuerpo de un buen niño gordo, del cual, como he dicho, sacará cuatro fuentes de excelente carne nutritiva cuando sólo tenga a algún amigo o a su propia familia a comer con él. De este modo, el hacendado aprenderá a ser un buen terrateniente y se hará popular entre los arrendatarios; y la madre tendrá ocho chelines de ganancia limpia y quedará en condiciones de trabajar hasta que produzca otro niño.

Quienes sean más ahorrativos (como debo confesar que requieren los tiempos) pueden desollar el cuerpo; con la piel, artificiosamente preparada, se podrán hacer admirables guantes para damas y botas de verano para caballeros elegantes.
En nuestra ciudad de Dublín, los mataderos para este propósito pueden establecerse en sus zonas más convenientes, y podemos estar seguros de que carniceros no faltarán; aunque más bien recomiendo comprar los niños vivos y adobarlos mientras aún están tibios del cuchillo, como hacemos para asar los cerdos.»

D. Conclusión

Los órganos directivos del FMI, en contacto con el gobierno irlandés y con las instancias europeas han decidido proponer oficialmente esta solución, en la que se combinan la racionalidad económica y la moralidad basada en el trabajo y la honesta ganancia. Este modelo de gobernanza de la crisis podría extrapolarse a otros países europeos donde la situación que hoy atraviesa Irlanda no tardará en reproducirse. Para ello, nos hemos puesto en contacto con los más altos responsables económicos y políticos españoles a fin de sondear su disposición a aplicar estas medidas. La respuesta ha sido más esperanzadora de lo que habíamos anticipado, pues el Reino de España está dispuesto a aplicarlas preventivamente, como lo hizo al aprobar la reforma laboral, la reducción de los sueldos de la función pública y la congelación de las pensiones. España está dispuesta a no ser Irlanda y, por ello mismo, acoge con entusiasmo nuestra proposición. Sólo propone el gobierno español un matiz: que el nuevo producto pueda comercializarse con la denomiación y el marcado de calidad «Ibérico». No tenemos ninguna objeción, pues el libre mrcado debe ser comptatible con las diversas tradiciones y métodos de producción.

Las autoridades irlandesas y las españolas han comprendido que una situación social controlada con arreglo a los modernos principios de la «flexiseguridad», y unas finanzas públicas saneadas permitirán recuperar la confianza de los mercados y regresar al crecimiento. Una vez recuperada la inversión, se recuperarán también los niveles de empleo que reclaman los sindicatos y los demás intelocutores sociales. Según el gobierno español, las principales centrales sindicales son sensibles a nuestros argumentos.

PS: Agradecemos su póstuma colaboración al gran Jonathan Swift, quien en plena fase de bárbara expropiación de los trabajadores y de hambruna provocada por la colonización inglesa en Irlanda, tuvo el valor de escribir en 1729 el bello panfleto satírico: «Una modesta proposición»

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

rCR