Incluso a los más ardientes defensores del libre mercado les resulta difícil sostener hoy en día que la globalización esté mejorando las vidas de la mayoría de gente del planeta. Un sistema con crisis inherentes, que ha alimentado niveles de desigualdad sin precedente, finalmente se ha colapsado, dejando tras su despertar una pesadilla para numerosos […]
Incluso a los más ardientes defensores del libre mercado les resulta difícil sostener hoy en día que la globalización esté mejorando las vidas de la mayoría de gente del planeta. Un sistema con crisis inherentes, que ha alimentado niveles de desigualdad sin precedente, finalmente se ha colapsado, dejando tras su despertar una pesadilla para numerosos países en vías de desarrollo que se encuentran con que el comercio y la inversión de la que la globalización les ha hecho dependientes, ahora de pronto se agotan. En todo el mundo se estima que van a desaparecer 40 millones de empleos en 2009.
Con este telón de fondo, los líderes mundiales que se confiesan preocupados por el destino de los pobres en todo el mundo deberían estar preguntándose introspectivamente cosas del estilo de porqué se han adherido durante tanto tiempo al dogmatismo del fundamentalismo del libre mercado. Pero en cambio, algunas de las ideas para conseguir nueva financiación que han adelantado Gordon Brown y otros, después de la primera desesperada y necesaria inyección de efectivo, significan más de las mismas políticas que fueron el origen y la causa del actual jaleo.
La imprudencia y la insensatez en las finanzas no es nada nuevo. A lo largo de los años setenta los bancos y los gobiernos concedieron enormes préstamos a los países en vías de desarrollo sin demasiada consideración por a quién estaban prestando o para qué lo estaban haciendo. Muchos de esos países han pasado los siguientes 30 años abrumados por una deuda impagable que ha permitido a los países ricos forzarles a aceptar todo tipo de políticas de libre mercado para sus economías.
Y de hecho el ministro de economía de Chile Andrés Velasco decía el año pasado que la actual crisis del crédito era «una versión más moderna y mucho más grande de lo que hemos estado viendo en los mercados emergentes durante las últimas dos décadas». Y a menos que tengan que ser los pobres de todo el mundo los que paguen por esta crisis de la misma forma en la que pagaron por la crisis de la deuda del tercer mundo en los ochenta y los noventa, las soluciones deberán ser esta vez radicalmente distintas.
La lección más clara que se debe sacar de la actual crisis es que la globalización financiera ha sido hostil al desarrollo. Un reciente informe de ActionAid muestra claramente como aquellos países que han devenido más dependientes de los flujos de capital hacia sus economías han sido también los más vulnerables a la crisis financiera.
En tiempos de crisis, el capital deja las periferias para refugiarse en el centro, y eso es lo que está pasando ahora mismo. Países sin una estructura de capital doméstico suficientemente robusta que les permita financiar su propio desarrollo, se quedan en la estacada.
En muchos países ello podría fácilmente llevar a otra auténtica crisis de la deuda, especialmente allí donde se ha adquirido una gran cantidad de préstamos a corto plazo para pagar las deudas a largo. En 2006, 660 mil millones de dólares en préstamos eran a corto plazo (venciendo a un año vista o menos), 43 mil de ellos en el África sub-sahariana.
El Banco Mundial calcula que hay 43 países especialmente vulnerables a la crisis financiera. De esos, creemos que 38 ya necesitaban que se les cancelase la deuda antes de esta crisis. El FMI pronostica que si la crisis sigue durante un año más, la carga media de la duda para los países de bajos ingresos aumentará del orden del 4% del PIB.
Entre estos países se encuentra Zambia, un país que ya consiguió una vez la cancelación de su deuda pero que, debido a la caída de los precios del cobre y a una reducción en la producción, podría ver su deuda doblar el nivel que el Banco Mundial y el FMI juzgan sostenible.
Las Filipinas – un país de ingreso medio con mucha dependencia de financiación privada – tienen una gigantesca deuda de 8 mil millones de dólares a cancelar este año, mientras su balanza comercial se precipita hacia los números rojos.
Bangladesh, que depende de los ingresos procedentes de la exportación de ropa y vestidos, posiblemente sufrirá una gran caída de la demanda que le dificultará el poder pagar el vencimiento de sus 1.700 millones de dólares de deuda a corto plazo.
Pero las soluciones que el G20 va a considerar el jueves se concentran básicamente en más préstamos – en vez de cancelar deudas – y en resucitar el Fondo Monetario Internacional (FMI), la misma institución que transformó el crack de 1997 en el sur-este asiático en una crisis sin precedentes seguida de un montón de políticas de austeridad que resultar ser «pro-cíclicas».
Las últimas informaciones sobre los préstamos del FMI sugieren que no han aprendido la lección – a Pakistán se le ha indicado hace poco que suba los tipos de interés así como las tarifas eléctricas, a Hungría que devalúe su moneda y suba también los tipos de interés, a Letonia que reduzca los gastos en personal de la administración local, a Serbia que recorte los gastos del sector público en general y a El Salvador que no aumente su déficit fiscal.
En un comunicado hecho la semana pasada, Brown pidió otros 100 mil millones para un fondo de garantía para acuerdos comerciales. Eso significará mucho dinero para las agencias que dan créditos a las exportaciones y que son las responsables del enorme aumento de deudas «ilegítimas» durante las últimas tres décadas – préstamos que han hecho poco o nada para ayudar a las poblaciones de los países que los recibieron, mientras alimentaban a nuestros propios fabricantes de armas.
Por otro lado, otras propuestas más serias han sido formuladas hace poco por una Comisión de Expertos de las Naciones Unidas puesta en marcha por el Presidente de la Asamblea General a tenor de la crisis financiera. La Comisión, liderada por el premio Nobel Joseph Stiglitz, ha pedido una reforma de gran calado de la economía mundial, incluyendo el lanzamiento de un proceso internacional de negociación de la deuda que debería permitir una más justa y amplia cancelación de la misma, así como que se acabe con la condicionalidad impuesta y se emita una nueva divisa de reserva que reemplace al dólar. El gobernador del Banco Central de China se hizo eco de esta petición la semana pasada, pidiendo también la creación de una «Unión Internacional de Compensación de Pagos» – una idea con la que ya soñaba el economista John Maynard Keynes para contribuir a que los enormes déficit y superávit comerciales de los últimos años no sigan acumulándose en el futuro.
Se trata de señales esperanzadoras, como lo son las propuestas de los gobiernos de América Latina para finalmente lanzar, este mayo, el Banco del Sur, que dará a los países mayor independencia del FMI y del Banco Mundial.
En esencia, a lo que las soluciones deben dar respuesta no es sólo a cuestiones económicas sino también políticas. Por encima de todo, debe tenerse en cuenta que la soberanía y la dignidad de los países en vías de desarrollo ha sido asaltada durante los últimos 30 años, y se les debe permitir ser capaces de recobrar su independencia. La dependencia creada y sostenida por la deuda durante décadas debe ser finalmente rota si debe haber alguna esperanza para el desarrollo global y el fin de la pobreza.
Pero estas ideas es improbable que sean tenidas en cuenta por el G20 este jueves. Sólo un movimiento cívico coordinado puede lograr que se lleven a cabo los cambios necesarios. Es ese movimiento el que las protestas de esta semana deberían lanzar, una movilización sin precedentes para enfrentar un momento de crisis y de oportunidad también sin precedentes.
Notas:
ActionAid, «¿Dónde duele? El impacto de la crisis financiera en los países en vías de desarrollo», marzo de 2009
Bretton Woods Project, «¿Volverán esta vez a perjudicar a los pobres los préstamos del FMI?», enero/febrero de 2009
Nicholas Dearden es el Director de la Jubilee Debt Campaign. La Jubilee Debt Campaign es parte de la plataforma Put People First.
Traducción para www.sinpermiso.info: Xavier Fontcuberta i Estrada