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Reseña del libro el libro de Jean-François Gayraud L’art de la guerre financière

Una perspicaz visión de la crisis de las subprimes y la crisis financiera consiguiente

Fuentes: Rebelión

Publicado por Odile Jacob (París, 2016), este libro brinda un enfoque singular, apoyándose en el derecho criminal, la economía y algunas dosis de geopolítica. Es, para mí, la mejor explicación general que he leído de las causas de la crisis económica y social con pretensión reformadora, que no revolucionaria; si bien, tanto el análisis como […]

Publicado por Odile Jacob (París, 2016), este libro brinda un enfoque singular, apoyándose en el derecho criminal, la economía y algunas dosis de geopolítica. Es, para mí, la mejor explicación general que he leído de las causas de la crisis económica y social con pretensión reformadora, que no revolucionaria; si bien, tanto el análisis como las propuestas, pueden considerarse armadura ideológica que no le viene nada mal a la pobreza intelectual en que se mueve la izquierda actual en España, al igual que la derecha, tal vez en consonancia con lo que es capaz de asimilar hoy la sociedad española.

El autor, es comisario jefe de la policía nacional francesa, doctor en derecho penal por la Universidad París II Assas-La Sorbona, diplomado por el Instituto de estudios políticos de París (la conocida como Science po), diplomado por el Instituto de criminología de París (París II Assas-La Sorbona) y auditor diplomado por varias instituciones como L’Institut national des hautes études de la sécurité et de la justice (INHESJ), el Centre des Hautes Études du Ministère de l’Intérieur (CHEMI) y el Centre des hautes études sur l’Afrique et l’Asie modernes (CHEAM). Ha publicado: en Presses Universitaires de France (PUF): «La dénonciation» (1995) ; «Le Vol» (2001) ; «Le terrorismo» (2002). En CNRS éditions: «Le renseignement criminel» (2011); y en Italia dos libros inéditos: «Nuovi Orizzonti del Crimine Organizzato», con Jacques de Saint Victor (Edizioni di storia e studi sociali, 2013); «Colletti Criminali. L’intreccio perverso tra mafie e finanze» (Castelvecchi, 2014); en las éditions Odile Jacob: «Le Monde des mafias, Géopolitique du crime organicé» (2005); «Showbiz, People et Corruption», (2009); «La Grande Fraude. Crine, Subprimes et crises financières» (2011); «Géostratégie du crime», con François Thual (2012); «Le nouveau capitalisme criminel» (2014). «L’art de la guerre financière» (2016). Y el más reciente, «Théorie des Hybrides. Terrorisme et crime organicé», en CNRS éditions (2017).

Las guerras financieras son guerras no militares, pero son guerras devastadoras, medibles en términos de esperanza de vida, de incremento de los suicidios y de los homicidios; el caso de Grecia es paradigmático en Europa, con datos que nos facilita en el codicilo 1, al final del libro. El siglo XXI abre la puerta a una nueva clase de guerra, la guerra financiera; sin olvidarnos de que toda guerra tiene una componente financiera y de endeudamiento (nos recuerda el autor que el esfuerzo de rearme del III Reich de entreguerras, pudo apoyarse en los grandes bancos de Wall Street). Para él se trata de «saber si las instituciones financieras, cada vez más mundializadas, grandes y autónomas, han entrado en conflicto con los Estados, librándoles lo que yo llamaré «una guerra financiera»» (p. 18) El enemigo queda señalado.

A excepción del capítulo 5 y de las conclusiones, al texto de cada capítulo antecede una cita apropiada de algún pasaje de Bertolt Brecht. El análisis empieza a inicios de los 70, con Estados Unidos librando una guerra financiera al resto del mundo en nombre de sus intereses vitales. El fin de la convertibilidad del dólar en oro es el hito de donde arranca la «financialización» del mundo, con los Estados Unidos obligando al resto de Estados a financiar sus «déficits gemelos» (del presupuesto federal y de la balanza comercial de los EE. UU.), absorbiendo más del 80% del flujo de capitales. El mundo comprará la deuda americana y Wall Street creará cada vez más moneda privada. Vienen después los decenios de Reagan y Clinton, con los grandes actores de las finanzas mundializadas convirtiéndose en potencias configuradoras de la postguerra fría.

Los datos de balance de los grandes bancos del oligopolio bancario mundial, superiores a la deuda pública mundial en el año 2012, los enormes importes de los derivados, 720 billones de dólares en 2015, equivalentes a 10 veces el PIB mundial y otros datos (pp. 23 y 24) son manifestaciones de esa potencia. Una nueva forma de capitalismo aparece en los años 80, que se caracteriza por la desregulación, la financialización y la mundialización. Sin el contrapeso de la URSS, la doctrina liberal se convertía en dogma sectario (apuntemos aquí que el autor tomará apoyo, inmediatamente después, en Maurice Allais, insigne economista liberal francés (puede verse mi reseña de su libro La crise mondiale d’aujourd’hui (pour de profondes reformes des institutions financières et monétaires). París, Clement Juglar, 1999, publicada en la Revista de Economía Aplicada, número 21 (vol. VII), 1999, págs. 181 a 185) , por lo que es preciso tomar la precaución de ver al menos un doble sentido en la condición liberal, hasta el punto que el propio autor la califica de «versión estaliniana del liberalismo», v. pág. 25). El codicilo 3 da en el clavo al destacar el desplazamiento subrepticio de la izquierda de la defensa de las clases populares a las de las minorías y de la burguesía bohemia, a la que la influencia de Michel Foucault no fue ajena (págs. 146 y 147). El consensus liberal alcanza a todos los partidos y a la sociedad, poniendo el énfasis en los deseos del individuo frente a cualquier norma tradicional y coerción institucional. El «nuevo» capitalismo post 80 es un capitalismo «criminógeno» y recuerda al de los «barones ladrones» del siglo XIX que duró hasta el New Deal, durante el cual Franklin D. Roosevelt sometió a los banqueros ladrones, los banksters. En los 80 volvió a invertirse el dominio de la política sobre el sistema financiero y la lógica de este fue la de un depredador criminal, añadiendo a las deudas públicas las de las familias y empresas, hasta convertirse en vampiro de los pobres. Los bancos centrales, en solidaridad con las altas finanzas, y por medio del quantitative easing, inundaron el sistema con lo que se puede calificar de falsa moneda, comprando masivamente deuda, sin contrapartida de nueva riqueza. La concentración de riqueza y la amplitud de la desigualdad ha sido la consecuencia. Las oligarquías financiarizadas han ganado la guerra a los pobres (p. 35).

Acusar, por ejemplo a los griegos de ser malgastadores, como hizo el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schaüble, es una vergüenza cuando es otra la explicación, que nos resume el autor en forma de dos preguntas, con sus respuestas en el codicilo 4: ¿De dónde viene la explosión de la deuda soberana griega? Y ¿Cuál fue el rol de los fraudes contables? A la primera responde con tres elementos: Los juegos Olímpicos de 2004, los faraónicos gastos militares y la escasa presión fiscal sobre las elites; en páginas posteriores recordará el curioso olvido de lo que hizo Alemania tras la II G. M., y en el codicilo 8 aportará datos comparativos de Grecia con Alemania y otros países del mito de la laboriosidad, que ponen en cuestión ese mito y que Grecia sea un país de vagos. En cuanto a la segunda, el papel jugado por el banco Goldman Sachs queda en evidencia. La impunidad como moral queda ejemplificada en el codicilo 5 con el ejemplo de la legislación usamericana y el papel jugado por el ministro de Justicia de Barack Obama, con su feroz determinación a no perseguir penalmente a los financieros responsables de la crisis de las subprimes, que debiera hacer reflexionar a esa irracional simpatía de los que se consideran a sí mismos de «izquierdas» a ese presidente usamericano. El autor destacará la impunidad material de las altas finanzas y su poder sobre las clases políticas paralizadas, así como la impunidad político-mediática (pp. 52-53)

En el codicilo 6, nos recordará los conflictos de intereses de los grandes bancos y del papel jugado por las agencias de calificación, que aconsejaban a los bancos los productos de agregación de préstamos subprimes. Agencias que han salido a flote sin apenas daños tras la crisis, pasando de puntillas como si no hubieran participado. También menciona la colaboración de la prensa financiera en espoliar a millares de ahorradores e inversores, formando parte de la corte de los poderosos que generan la niebla necesaria para confundir a la opinión popular mediante una narración monocroma y orientada de los hechos (p. 66) «La perpetuidad del poder de las finanzas impone el mantenimiento de una dulce invisibilidad de las transferencias de riqueza de la gran mayoría hacia una ínfima minoría.»(pp. 67-68)

Para el autor estamos ante el crimen financiero, maleante y guerrero que se rige por cuatro leyes: 1ª) Falsas verdades, inventando teorías y conceptos para preparar futuras malversaciones, apoyándose en Keynes y criticando a Adam Smith y a Mandeville y el postulado del Homo economicus, que ignora los grupos y las relaciones de fuerza, con una ciencia económica ortodoxa portavoz de los medios financieros que se enseña en las business schools y en los MBA, incluyendo los premios «Nobel» de economía (en realidad otorgados por el Banco de Suecia), y recordándonos el desastre del Long Term Capital Management (LTCM), un fondo especulativo creado en 1993 operando en base de los famosos premiados por ese «Nobel» del Banco de Suecia (en 1997), Robert Merton y Myron Scholes, y que en el año 1998 ya estaba al borde de la quiebra, cerrándolo en el año 2000, a punto de arrastrar a una crisis sistémica. 2ª) Inventar productos financieros falsos. 3ª) Inventar falsos guardianes para ayudar a los verdaderos delincuentes. 4ª) Inventar una jerga para ocultar el fraude (nos ofrece una pequeña tabla de equivalencias de ocho expresiones en jerga financiera y su equivalente real, en p. 117)

Pueblos y Estados convertidos en vasallos por el abandono de la soberanía monetaria en provecho de los bancos privados. En un breve capítulo 5 nos desgrana cómo se ha llegado a ello en tres actos, apoyándose, sobre todo en Maurice Allais, el gran premio «Nobel» de economía francés y en J.M. Keynes: Acto I) La creación monetaria por la vía del crédito, actualmente en manos de la banca privada en un 90%, fuente de las crisis financieras contemporáneas. Acto II) Financiar la deuda pública mediante préstamos en los mercados. Acto III) Dejar crecer a las instituciones financieras hasta devenir too big to jail (demasiado grandes para ser castigadas en justicia) y too big to fail (demasiado grandes para dejarlas quebrar), lo que les confiere una especie de «capital de impunidad» político, judicial y financiero. (p. 125)

La vía islandesa, a la que aplica el enfoque geoestratégico del débil frente al fuerte, planteándolo de esta guisa: el pueblo islandés, con la deuda acumulada a cuestas, es el débil, frente al fuerte, representado por las potencias financieras codiciosas. Con la crisis de 2008 la economía de la isla explota bajo el peso del sistema bancario, que representa diez veces sus PIB. Inversores ingleses y holandeses, principalmente a través de los fondos llamados Icesave, filial on line del Landsbanki son los principales afectados y sus respectivos gobiernos exigen al islandés el reembolso de estos fondos (cuatro mil millones de euros aproximadamente). El pueblo islandés rehusó pagar lo que sus elites, desde el gobierno hasta las altas finanzas estaban dispuestas a «socializar». La soberanía popular, mediante la protesta pacífica, pero determinada gracias a conservar su soberanía democrática y monetaria y no haberla cedido (sólo había sido candidata a formar parte) a la Unión Europea. Toda una lección política del poder del débil. Cierra este último capítulo el autor con la siguiente frase: «El control a posteriori por la desobediencia cívica parece al final una ultima ratio eficaz» (p. 136).

En sus conclusiones, previas a los codicilos anexos, que ya hemos comentado, Jean-François Gayraud, sentencia: «La gran confrontación que llega, no opondrá a los Estados entre ellos, o a los Estados a entidades armadas (políticas, depredadoras o híbridas) sino con más seguridad a los poderes políticos acorralados por entidades criminales y/o financieras superpotentes.» (p. 138). De la utilidad de este enfoque para la reflexión y generación de nuevas ideas al servicio de la gente y no de aquellos que se enquistan para chupar la sangre ajena, debe juzgar cada cual, pero en los ámbitos de la denominada izquierda, bien les vendrá esta corriente de aire fresco para evitar quedar encasillados en estereotipos que se han adueñado de las opiniones y discursos, tranquilamente tolerados por los poderosos.

Fernando G. Jaén, doctor en Economía, es Profesor Titular del Departamento de Economía y Empresa de la UVIC-UCC.  

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.