Uno de los hechos relevantes de la semana fue la visita que realizó Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, a Estados Unidos. Algunas expectativas se venían generando alrededor del encuentro entre las dos principales economías del hemisferio, pero las agendas políticas finalmente generaron poco entusiasmo. Los dos mandatarios se mostraron de acuerdo en no tocar profundamente […]
Uno de los hechos relevantes de la semana fue la visita que realizó Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, a Estados Unidos. Algunas expectativas se venían generando alrededor del encuentro entre las dos principales economías del hemisferio, pero las agendas políticas finalmente generaron poco entusiasmo.
Los dos mandatarios se mostraron de acuerdo en no tocar profundamente los temas que generan mayor controversia, como las sanciones a Iran por su programa nuclear o el repudio al régimen sirio de Bashar-al-Asad.
A pesar del poco brillo, Estados Unidos reconoció en el gobierno brasilero los buenos servicios prestados como aliado regional clave, mientras Dilma aprovechó para buscar canales comerciales junto a lo más granado de la burguesía brasilera y a firmar algunos acuerdos de cooperación bilateral.
Reconocimiento por servicios prestados
Dilma recibió importantes elogios. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, consideró que Brasil «es un actor responsable». Además del tono menos confrontativo que ha demostrado el gobierno de Dilma sobre todo en temas sensibles para Estados Unidos, Obama reconoció el papel importante que ha jugado Brasil como aliado en América Latina. Como dice el diario Folha.com, «fueron resaltadas las acciones conjuntas en América Latina, Caribe y África, demostrando satisfacción en la estabilidad política y en el desarrollo de una red de monitoreo integrado del cultivo de hojas de coca en Bolivia«.
Efectivamente, Brasil ha liderado las tropas latinoamericanas de ocupación en Haití, las Minustah, con las que han logrado impedir que explote el descontento popular tras años de fraudes políticos y necesidades insatisfechas de la población, sobre todo luego del atroz terremoto de 2010, y ha garantizado cierto grado de reorganización del régimen impuesto por los imperialismos norteamericano y francés gracias a la represión.
Jugó también un papel clave (junto a los demás presidentes de la UNASUR) en la estabilización del régimen hondureño tras el golpe cívico-militar que derrocó al presidente Manuel Zelaya y luego con el reconocimiento del ilegítimo gobierno de Porfirio Lobo.
Ha prestado también importantes servicios al gobierno proimperialista de Colombia custodiando sus fronteras, aportando helicópteros de la Cruz Roja en los rescates de rehenes, actuando como «mediador» confiable para Bogotá, habiendo desplazado por completo a Chávez.
Regateo comercial
Para Dilma la agenda comercial fue central. Acompañada de una importante comitiva de empresarios de primera línea, habló ante la Cámara de Comercio norteamericana, donde cuestionó el proteccionismo que dificulta el ingreso de productos brasileros al país del norte.
Dilma se quejó también del proteccionismo monetario que impulsan Estados Unidos y otras potencias con el objetivo de mejorar su competitividad en forma artificial, en desmedro de la de los países emergentes. Esta competencia de monedas, que generó fricciones también entre Estados Unidos y China, es uno de los importantes síntomas de la crisis económica capitalista.
Si bien es mutuo el interés por ampliar los 74.000 millones de dólares de intercambio comercial que alcanzaron en 2011, la realidad es que más de 11.000 millones son deficitarios para Brasil. Su tasa de crecimiento está muy por debajo que el resto de los países de la región y viene bajando en los últimos meses, lo que podría mostrar la fragilidad de un esquema basado en el abuso de las bajas tasas de interés que generó el «ciclo virtuoso» de entrada de capitales, financiamiento y crecimiento de los últimos años. Sumado a la perspectiva de la crisis capitalista, esto motiva el cuestionamiento al proteccionismo y la devaluación monetaria encubierta de EEUU.
Un resultado bien popular
Uno de los principales acuerdos de la cumbre fue facilitar la obtención de visas para que los empresarios brasileros puedan realizar sus viajes de negocios y vacacionar en Estados Unidos, para lo que se logró la instalación de dos nuevos consulados en capitales importantes de Brasil.
En el tintero
La venta de aviones por cerca de trescientos cincuenta millones de dólares que había sido adjudicada a la brasilera Embraer y que se echó atrás para proteger la industria local se volverá a licitar. Estados Unidos viene presionando por una definición a su favor en la compra de 36 aviones por el valor de 5.000 millones que están en dispunta entre la estadounidense Boeing, la francesa Dassault y la sueca Saab, en el marco de la modernización de las FFAA brasileras estimada en 35.000 millones de dólares en los próximos años. En compensación, Obama le ofreció un nuevo status beneficioso para la cachaça, destilado con el que se hace la caipirinha. Además, pusieron de manifiesto la intensión de cooperación en las áreas aeronáutica y energética.
Para ellos también hay negocios
El sector privado norteamericano tiene también sus propios intereses creados, ya que la realización del Mundial y de las Olimpiadas que se realizarán en Rio de Janeiro en 2014 y 2016 implicará importantes inversiones, donde su espectativa es poder adjudicarse jugosos contratos para la construcción de infraestructura.
A esto se suma el otro pilar importante de la cumbre, que estuvo relacionado con la política de generación de decenas de miles de becas para formar profesionales en universidades de primer nivel, con el supuesto objetivo estratégico de elevar el nivel de los recursos humanos del país. Además del acceso restringido, esto costará millones al erario público en beneficio de universidades privadas fundamentalmente de países imperialistas y en desmedro de la educación universitaria pública brasilera que ya de por sí es de difícil acceso.
Las grandes aspiraciones, en el bolsillo
Un tema que podía haber sido objeto de controversia era la candidatura de Brasil a una banca permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU. Brasil busca que su destacado desempeño económico, que lo ha convertido en la sexta economía del planeta, se traduzca en reconocimiento político.
Sin embargo, el apoyo de Estados Unidos se inclina hacia la India, otro país emergente cuya importancia geopolítica eclipsa el menor tamaño de su economía. Su ubicación en el ojo de la tormenta norteamericana, entre China y Paquistán, lo han transformado en un aliado privilegiado entre los países emergentes.
Siguiendo la lógica de «agenda por la positiva», el tema quedó planteado en términos concensuados, la necesidad de realizar cambios «democráticos» en el organismo.
Con amigos así…
Otro tema ríspido pudo ser la participación de Cuba en la próxima Cumbre de las Américas, a realizarse en Colombia el próximo fin de semana. A pesar de la retórica progresista, latinoamericanista de los principales actores regionales, Dilma pudo evitarle a Obama cualquier costo político, y le manifestó abstractamente su respaldo pero le adelantó que había un consenso de que «ésta sea la última Cumbre de las Américas sin Cuba», evitándole así tener que dar cualquier respuesta.
El marco de la cumbre
Brasil ha venido ganando notoriedad en la arena mundial, actuando junto a China, Rusia, India y Sudáfrica para aprovechar la actual coyuntura de destiempo entre la crisis económica en los países imperialistas y su impacto en los países emergentes, procurando transformar las expectativas que su economía ha generado en ventajas en el regateo con los países centrales. El bajo impacto del reciente encuentro de los BRICS expuso los límites que tienen estos países para transformarse en un polo político frente a las potencias imperialistas.
Estados Unidos, a su vez, viene piloteando cuatro años de crisis capitalista y se encuentra en plena campaña electoral. Tiene importantes recursos de su política exterior volcados hacia Medio Oriente y norte de África, intentando llevar a cabo un retiro decoroso de Afganistán, con la permanente tensión que supone la ocupación de Palestina por Israel y donde la primavera árabe vino a patearle el tablero geopolítico. En este marco, la importancia de América Latina en su política exterior es relativa. La estabilidad de su patio trasero, en la que Brasil juega un rol líder, es tranquilizadora.
Perspectivas
Al contrario de lo que pregonó Dilma en su visita, la relación entre Estados Unidos y Brasil no es una relación «de igual a igual». Lejos de tener una política independiente del imperialismo norteamericano, el liderazgo brasileño que iba a ser, según los progresistas, un camino para una Sudamérica independiente, capaz de hacer pesar sus propios intereses en la escena internacional, se ha mostrado una falsedad, pues Brasil es un factor clave de estabilidad en la subordinación. En esa medida busca sacar provecho de su servilismo mientras la crisis no lo alcanza de lleno.
Dilma gobierna para una burguesía que está haciendo muy buenos negocios internacionalmente que se hizo gracias a la explotación más brutal de los trabajadores de la ciudad y del campo, y no tiene ningún interés de llevar adelante una política independiente. Por eso actúa como correa de transmisión de la política norteamericana en el conjunto de América Latina, aunque por la menor exposición de EEUU en la región y su decadencia hegemónica ha ganado grados de autonomía que le permite regatear las condiciones del dominio norteamericano. Es por lo tanto lo opuesto a lo que necesitamos los trabajadores para sacarnos de encima el yugo del imperialismo.