Admiro la obra de Pablo Milanés desde hace años. En esta ciudad de Miami he sido un periodista que de forma sistemática ha divulgado a artistas cubanos residentes en la isla. Lo he hecho desde que vivo aquí, hace más de 11 años; por lo que he pagado un precio, y no bajo, impuesto por […]
Admiro la obra de Pablo Milanés desde hace años. En esta ciudad de Miami he sido un periodista que de forma sistemática ha divulgado a artistas cubanos residentes en la isla. Lo he hecho desde que vivo aquí, hace más de 11 años; por lo que he pagado un precio, y no bajo, impuesto por la ultraderecha que en esta ciudad controla los medios.
Es por eso que yo quise hacerle una entrevista a Pablo. Fui insistente, pero no más allá de lo que un periodista insiste para alcanzar su objetivo. De hecho, su primera respuesta fue «sí». En busca de esa entrevista nos encontramos un día, hay fotos del encuentro. Fotos de nosotros dos y de esa tercera persona que por alguna razón él no identifica en su «Carta abierta a Edmundo García«, y que por respeto a su privacidad no voy a identificar yo tampoco. Aunque ambos sabemos que se trata de un peso pesado en la vida política pública de la isla.
Poco hay que me hiera de veras en la «Carta…»; salvo un par de golpes bajos. Primero, sugerir que alguien me ha enviado a Miami a dividir; acusación que solo hacen mis peores enemigos y argumento que se utiliza para intimidar a quienes piensan diferente, haciéndoles creer que pudieran ser considerados agentes enemigos no inscritos ante el gobierno de los EEUU. Segundo, el pedido de que yo mismo me haga una deportación, para ver si gano alguna credibilidad ante él; exigencia más propia de un oficial de inmigración que de un poeta.
Todos saben que aunque es difícil siempre he querido sumar, y que puedo conversar hasta con los contrincantes más radicales. Parece que Pablo no está enterado de todo lo que hago cada día para transformar la ciudad donde vivo; en su «Carta…» Pablo nos habla de su trayectoria como revolucionario en el pasado; pero esta ciudad está llena de pasados revolucionarios, incluso de comandantes como Hubert Matos, que lo fueron hasta el día en que decidieron pasarse a la contrarrevolución, o comenzar a coquetear con ella.
Mantengo que Pablo no ha sido equitativo en las entrevistas concedidas en Miami. Puedo entender que como huésped no quiera molestar al anfitrión. ¿Tal vez por eso concedió una entrevista a Radio y Televisión Martí? ¿Fue por eso que se reunió con Carlos Alberto Montaner? ¿Será por eso que agregó un párrafo introductorio a la Carta-insulto dirigida a mí, publicada en «Kaos en la Red», donde parece que está sugiriendo para Cuba las mismas situaciones que se han vivido en Túnez, Egipto, Siria y Libia? A propósito, el cantautor Joaquín Sabina (que también se presentará en Miami) después de apoyar a Pablo ha pedido para Cuba algo semejante a las protestas de un M-15 en España. Esto demuestra además que aunque Pablo no dicte las posiciones hacia Cuba de sus amigos, sí puede influir sobre sus perspectivas.
Como dije en mi anterior artículo «Pablo Milanés reniega de la cruz de su parroquia«, en Miami se han fraguado acciones contra su país, en Miami se obstaculiza el intercambio cultural con Cuba, congresistas de Miami quieren limitar los viajes de cubanos a la isla y en Miami se han opuesto a su propio concierto. De eso Pablo no ha dicho nada; no ha habido para ellos cartas abiertas. Tampoco ha condenado el criminal bloqueo impuesto a Cuba, ni se ha pronunciado por la libertad de Los 5. De eso hasta ahora, aquí, ni una palabra.
La «Carta…» de Pablo contiene además injurias a mi persona; e injurias también a las personas que involucran sus ofensas. Cuando me llama «hijo de puta», citando al excelente escritor, por demás franquista Camilo José Cela, o cuando insinúa que yo soy homosexual (más fácil era decirme maricón, y basta), Pablo ofende a quienes alude y no solo a mi. Pero de eso no me voy a defender.
Quisiera aclarar un punto donde pude haber sido injusto yo. Cuando dije que sin el proyecto revolucionario Pablo hubiera sido un bolerista en un bar de Bayamo o La Habana, no intenté ironizar ni disminuirlo. Portillo de la Luz se hizo un lugar en la historia de la música cubana y lo recordamos en el Pico Blanco del Saint John; José Antonio Méndez es inmortal desde el Scherezada del Focsa; al Benny lo evocamos en el Ali Bar… Pero Pablo, gracias al proyecto cultural de la revolución, llegó a ser una megaestrella de multitudes.
Creo le quedan algunos conciertos en esta gira de Estados Unidos, donde no le está yendo muy bien con la venta de entradas, a precios exuberantes. Ojalá llene los teatros, recoja aplausos y, como dije en mi artículo anterior, «otros dividendos». Y ojalá también alguien le explique que cuando se es figura pública, se está expuesto a la crítica y no se debe responder con groserías.
Quiero hacerle una confesión personal a Pablo Milanés: yo creo que él no, pero yo, yo me muero como viví.