Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo
Estados Unidos insiste en que el asesinato de Qasem Soleimani y su negativa a salir de Irak responden a la necesidad de proteger a los estadounidenses, pero una sesión del Parlamento iraquí poco divulgada muestra que el reforzamiento de las relaciones de China con Bagdad podría ser la causa de la nueva estrategia estadounidense en la región.
Desde que Estados Unidos asesinó al general iraní Qasem Soleimani y al líder de la milicia iraquí Abu Madhi al-Muhandis a mitad del pasado enero, la explicación oficial ha sido que sus muertes eran necesarias para prevenir una vaga (aunque supuestamente inminente) amenaza de violencia hacia los estadounidenses, aunque el presidente Trump ha afirmado que «en realidad no importa» si Soleimani o sus aliados iraquíes suponían una amenaza inminente.
Ahora que parece que la situación entre Irán, Irak y Estados Unidos se ha suavizado, al menos de momento, vale la pena repasar el factor desencadenante de las tensiones entre estos dos países e Irán que han conducido hasta el asesinato de Soleimani ordenado por Trump con el fin de comprender uno de los motivos más subestimados a la hora de explicar la política de Trump con Irak: evitar que China expanda su posición en Oriente Medio. De hecho, se ha sugerido que la elección del momento oportuno para el asesinato se relaciona con el papel diplomático que estaba ejerciendo Soleimani en Irak y con su apoyo a Irak para recuperar su independencia con el petróleo, empezando por la firma de un nuevo gran acuerdo petrolero con China.
Aunque últimamente los medios de comunicación parecían muy preocupados por el alcance de la influencia iraní en Irak, los acuerdos recientes firmados por este país con China (especialmente en el sector petrolero) son responsables de gran parte de lo acontecido en Irak en los últimos meses, al menos según el primer ministro iraquí Adil Abdul-Mahdi, actualmente en funciones.
Al parecer, gran parte de la presión ejercida sobre el gobierno iraquí con respecto a China ha tenido lugar de manera encubierta y a puerta cerrada, manteniendo la preocupación de la administración Trump sobre el aumento de las relaciones entre China e Irak fuera del escrutinio público, quizás por temor a que un altercado público podrían agravar la «guerra económica» entre China y EE.UU. y poner en peligro las iniciativas para resolverla. En todo caso, y sean cuales sean las razones, las pruebas muestran que Estados Unidos está tan preocupado por la presencia china en Irak como con la de Irán. Esto se debe a que China tiene los medios y la capacidad para socavar espectacularmente no solo el control estadounidense sobre el sector petrolero iraquí, sino todo el sistema de petrodólares (¿?), del que depende directamente el estatus de Estados Unidos como superpotencia económica y militar.
Detrás del telón: un relato diferente de las tensiones EE.UU.-Irán
El primer ministro iraquí en funciones, Adil Abdul-Mahdi realizó una serie de observaciones en sesión parlamentaria el 5 de enero que, sorprendentemente, pasaron casi desapercibidas en los medios de comunicación. En esa sesión, en la que el Parlamento iraquí aprobó también la retirada del país de todas las tropas extranjeras (incluyendo las estadounidenses), Abdul-Madhi hizo una serie de afirmaciones que no fueron retransmitidas por televisión porque el presidente de la Cámara (Mohamed Al-Halbusi, que posee estrechos lazos con Washington) exigió que el video fuera cortado. Curiosamente, Al-Halbusy asistió a la sesión parlamentaria a pesar de que esta había sido boicoteada por los representantes suníes y kurdos, aliados suyos.
El secretario de Estado, Mike Pompeo, a la izda., camina junto a Al-Albusi en Bagdad, Irak, el 9 de enero de 2019 (Reuters)
Cuando la señal de video fue cortada, algunos parlamentarios allí presentes anotaron las observaciones de Abdul-Mahdi, que fueron enviadas al canal de noticias árabes Ida’at. Según dicha transcripción, Abdul-Mahdi afirmó que:
«Son los estadounidenses los que han destruido el país y sembrado el terror en él. Se han negado a acabar la reconstrucción del sistema eléctrico y otros proyectos de infraestructuras. Han negociado la reconstrucción de Irak a cambio de llevarse el 50 por ciento de nuestras exportaciones de petróleo. Así que me negué y decidir acudir a China y concluir un importante acuerdo estratégico con ella. Actualmente Trump está intentando cancelar este importante acuerdo».
Abdul-Mahdi continuó sus explicaciones señalando que las presiones de la administración Trump para que renunciara a las negociaciones y posterior acuerdo con China fueron creciendo con el tiempo, y que llegaron a proferir amenazas de muerte contra él mismo y su ministro de defensa:
«A mi regreso de China, Trump me telefoneó y me pidió que cancelara el acuerdo, a lo que me negué, y entonces me amenazó con [que se producirían] manifestaciones masivas para derrocarme. De hecho, las manifestaciones empezaron a producirse y luego Trump me llamó, amenazando con que se intensificarían en caso de que no cooperara y respondiera a sus deseos, en cuyo caso terceras personas [presumiblemente mercenarios o soldados estadounidenses] dispararían contra manifestantes y fuerzas de seguridad, asesinándoles desde las azoteas de edificios altos y de la propia embajada de EE.UU., con el fin de presionarme, someterme a sus deseos y cancelar el trato con China».
«No respondí y presenté mi dimisión como primer ministro. Pero, hasta el día de hoy, los estadounidenses siguen insistiendo en que cancele mi trato con China. Cuando el ministro de defensa declaró que el asesinato de los manifestantes había sido obra de terceras partes, Trump me telefoneó inmediatamente y me amenazó físicamente, junto con mi ministro de defensa, en caso de que volviera a mencionar a estas terceras partes».
Muy pocos medios de comunicación anglófonos informaron sobre los comentarios de Abdul-Mahdi. Tom Luongo, un analista independiente residente en Florida y editor del boletín informativo Gold Goats’n Guns, informó a MintPress de que probablemente el «asombroso» silencio mediático tras las declaraciones de Abdul-Mahdi se debía a que «nunca se produjeron en canales oficiales…» debido al corte del video y al hecho de que Trump está comportándose como ellos quieren que lo haga: está siendo beligerante con Irán y protegiendo los intereses de Israel en la zona».
«No van a contradecirle mientras les siga el juego», añadió Luongo, antes de continuar afirmando que, en todo caso, los medios de comunicación «lo guardarían para futura referencia… Si intenta abandonar Irak, si llega a pasar, lo utilizarán en su contra». «En Washington todo se aprovecha para sacar ventaja», añadió.
Dada la ausencia de cobertura en los medios y el corte en el video con los comentarios de Abdul-Mahdi, vale la pena señalar que las explicaciones que expuso en el video censurado no solo encajan con el desarrollo de los acontecimientos recientes de los que habla, sino también con las tácticas que ha empleado de forma encubierta la Administración Trump, especialmente desde que Mike Pompeo dejara la CIA para convertirse en secretario de Estado.
Por ejemplo, la delegación de Abdul-Mahdi a China finalizó el 24 de septiembre, y las protestas contra su gobierno que Trump presuntamente amenazó con fomentar comenzaron el 1 de octubre. Las informaciones sobre «terceras partes» abriendo fuego contra los manifestantes iraquíes tuvieron reflejo en los principales medios de comunicación, como la BBC, que afirmó:
«Algunos informes dicen que las fuerzas de seguridad abrieron fuego, pero una fuente en Karbala afirmó a la BBC que fueron tiradores desconocidos… y que uno de los muertos fue un guarda de una mezquita cercana que pasaba por allí casualmente. La fuente afirmó asimismo que se desconocía el origen de los disparos, pero que se habían efectuado tanto contra los manifestantes como contra las fuerzas de seguridad (subrayado añadido).»
En algunas protestas respaldadas por EE.UU. en otros países, como en Ucrania en 2014, también se verificó la existencia de una «tercera parte» que disparó contra manifestantes y fuerzas de seguridad.
Tras seis semanas de intensas protestas, el 29 de noviembre Abdul-Mahdi presentó su dimisión, solo unos días después de que el ministro de asuntos exteriores iraquí loara los nuevos acuerdos suscritos, incluyendo el programa de «petróleo por reconstrucción» firmado con China. Desde entonces, Abdul-Mahdi ha continuado ejerciendo como primer ministro en funciones, hasta que el Parlamento nombre a su sustituto.
Las afirmaciones de Abdul Mahdi sobre las presiones encubiertas recibidas por parte de la Administración Trump se ven reforzadas por el uso de tácticas similares contra Ecuador. En julio de 2018, la delegación estadounidense en la ONU amenazó a Ecuador con sanciones comerciales y la retirada de toda la ayuda militar si ponía en marcha una resolución de las propias Naciones Unidas para «promover, proteger y apoyar la lactancia materna».
El New York Times informó en la época que la delegación estadounidense pretendía promover los intereses de los fabricantes de leche de fórmula para bebés. Si EE.UU. está dispuesta a presionar de tal modo a las naciones que promueven la lactancia materna, con el fin de promocionar la fórmula para bebés, no es difícil imaginar que esas presiones bajo cuerda sean mucho más intensas si tratándose de un recurso mucho más lucrativo, como el petróleo.
En relación con las afirmaciones de Abdul-Mahdi, Luongo declaró a MintPress que cualquier persona de la Administración Trump pudo hacer esas amenazas a Abdul-Mahdi, no necesariamente el propio Trump. «Lo que no puedo afirmar es con seguridad es que haya sido Trump el que estuviera al otro lado del teléfono. A Abdul-Mahdi le resulta rentable políticamente culpar a Trump de todo. Pero pueden haber sido Mike Pompeo, o Gina Haspel quienes hablaran con él… Podría haber sido cualquiera; lo más probable es que fuera alguien que pudiera negarlo… Esto [las afirmaciones de Mahdi] suena creíble… Yo estoy absolutamente convencido de que Trump es capaz de proferir esas amenazas, pero no creo que vaya a hacerlas directamente. Pero serían totalmente consistentes con la actual política estadounidense».
Luongo afirmó también que la tensión entre Estados Unidos y el gobierno iraquí se inició semanas antes del acuerdo petrolero entre China e Irak. «Todo esto empezó cuando el primer ministro Mahdi inició el proceso de reapertura de la frontera entre su país y Siria, anunciada el mes de agosto. En septiembre se produjeron los ataques aéreos israelíes para intentar evitar la reapertura, ataques a las Fuerzas de Movilización Popular en el paso fronterizo junto con los atentados en la periferia de Bagdad… Todo esto provocó la cólera de los iraquíes… Entonces Mahdi intentó cerrar el espacio aéreo de Irak, pero no está claro si va a servirle».
En cuanto a qué tipo de ventaja política podría obtener Mahdi culpando a Trump, Luongo creía que «Mahdi puede aprobar todos los decretos que desee pero, en realidad, ¿hasta qué punto puede evitar que Estados Unidos o Israel hagan lo que consideren que tienen que hacer? Únicamente por vergüenza, por vergüenza diplomática… Para mí [Mahdi] resulta perfectamente creíble, porque mientras ocurría todo esto, probablemente Trump, o cualquier otro, ha estado intimidándole [a Mahdi] para lograr los contratos para la reconstrucción de los campos petroleros [en Irak]… Trump ha afirmado explícitamente: `Queremos el petróleo´».
Como señala Luongo, de todos es conocido el interés de Trump porque Estados Unidos se lleve una buena parte de los beneficios del petróleo iraquí. El pasado marzo, cuando estaban terminando un encuentro en la Casa Blanca, Trump preguntó a Abdul-Mahdi: «¿Qué pasa con el petróleo?» A lo que Mahdi respondió: «¿Qué quieres decir?» Y Trump: «Bueno, hemos hecho muchas cosas aquí, hemos gastado billones, y mucha gente está hablando de petróleo», lo que se interpretó como que Trump exigía una parte de los beneficios del petróleo iraquí a cambio del exorbitante coste de la presencia, ahora no deseada, de las tropas estadounidenses en Irak.
Una vez fracasada la propuesta de «petróleo por reconstrucción» de Trump, a favor de la de China, parece factible que la Administración Trump echara mano de las tácticas de la llamada «diplomacia gansteril» para intentar que Irak aceptara la propuesta de Trump, especialmente porque el trato con China era mucho más favorable. Mientras Trump quería la mitad de la producción petrolera a cambio de completar proyectos de reconstrucción (según Abdul-Mahdi), el acuerdo firmado por Irak y China concedería a esta el 20 por ciento de los ingresos por petróleo a cambio de reconstrucción. Aparte de la pérdida potencial de los ingresos petroleros iraquíes, hay muchas otras razones por las que la Administración Trump se siente amenazada por los recientes acuerdos chino-iraquíes.
El contrato petrolero China-Irak: ¿un preludio de algo más?
Cuando la delegación de Abdul-Mahdi viajó a Pekín el pasado mes de septiembre, el acuerdo de «petróleo por reconstrucción» era solo uno de los ocho acuerdos firmados de tipo financiero, comercial, de seguridad, de reconstrucción, comunicación, cultura, educación y asuntos exteriores, además del petróleo. No obstante, el acuerdo petrolero es con diferencia el más importante.
Según el mismo, empresas chinas acometerán diversos proyectos de reconstrucción a cambio de aproximadamente el 20 por ciento de las exportaciones de petróleo iraquí, unos 100.000 barriles diarios por un periodo de 20 años. Según Al-Monitor, esto es lo que afirmó Abdul-Mahdi: «Hemos acordado [con Pekín] establecer un fondo de inversiones conjunto, que financiará la renta petrolera», y añadió que el acuerdo prohíbe a China monopolizar los proyectos dentro de Irak y obliga a Pekín a trabajar en cooperación con compañías internacionales.
El acuerdo es similar a otro negociado entre esos mismos países en 2015, cuando Mahdi era ministro del petróleo. Ese año, Irak se unió a la Nueva Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative) mediante un acuerdo que también incluía el intercambio de petróleo por inversión, desarrollo y proyectos de construcción, y concedió a China varios proyectos. En notable similitud con los eventos actuales, el acuerdo se suspendió debido a «tensiones políticas y de seguridad» provocadas por los disturbios y el surgimiento del Estado Islámico en Irak, hasta que Abdul-Mahdi retomó la iniciativa el año pasado mediante los acuerdos firmados entre su gobierno y el de China en septiembre.