Entre Darwin y el fútbol, la historia demuestra que se puede retroceder a niveles tan elevados de racismo que la sociedad actual apesta. En un mundo donde crecen sin techo el odio a las minorías y la xenofobia, hay demasiado por hacer. La Copa Libertadores es hoy un muestrario de discriminaciones que suelen tener como blanco a los hinchas brasileños.
A la teoría de la evolución de Darwin habría que confrontarla con otra. Una que hable de la involución humana. Vivimos tiempos de ideas supremacistas, xenófobas, que se expresan sin filtro en el mundo real y tienen su tribuna ideal en el mundo virtual. El fútbol las replica. Las reproduce en gestos como el de un hincha de Boca contra los de Corinthians en la Bombonera. Fue el más reciente, pero no será el último. Lamentablemente.
Hubo otros episodios semejantes con hinchas de River, Estudiantes, Universidad Católica, Olimpia, Deportivo Cali y Emelec en esta Copa Libertadores. Siempre con brasileños discriminados. Los gestos racistas se castigan y cuantifican con multas aplicadas a los clubes. La Conmebol subió las penas económicas – de 30 mil a 100 mil dólares – y anuncia escarmientos como jugar sin público. Aunque no alcanza.
Tampoco parece que las sanciones de las instituciones deportivas a sus propios hinchas detendrán la ola de discriminación. River lo hizo con Gustavo Sebastián Gómez por tirarle una banana al sector donde estaban los simpatizantes de Fortaleza. Boca con Leonardo Germán Ponzo, que fue detenido en San Pablo en el partido de ida contra el Timao por sus gestos simiescos. La noche del martes, otro boquense lo imitó – es socio adherente – y una fuente del club ya anticipó que se le quitará la condición de tal. Además, a los dos primeros el ministerio de Justicia y Seguridad porteño también les aplicó la pena de no concurrencia a los estadios.
William, una de las figuras de Corinthians, se quejó a fines de abril de la baja fianza que pagó Ponzo para recuperar su libertad en Brasil: “Parece una broma. Un acto de racismo que vale 3 mil reales. ¿Hasta cuándo?”, se preguntó. Sabe muy bien de qué habla porque ya fue víctima de lo mismo. En febrero del año pasado, cuando todavía jugaba en el Arsenal inglés, denunció cómo lo acosaban en las redes sociales: “Mono”, “vuelve a la selva” fueron algunos de los insultos racistas que recibió.
Europa, la Vieja Europa del doble estándar en políticas migratorias – mide distinto a un refugiado ucraniano que a uno sirio o magrebí- , no es la excepción de esta peste que recorre el mundo a velocidad supersónica. Está comprobado que no alcanzan los castigos si no son acompañados por campañas que se sostengan con el paso del tiempo para terminar con estas prácticas.
En la Argentina estamos mal. “En 11 de los últimos 27 episodios racistas contra clubes brasileños en los últimos seis años estuvieron involucrados hinchas de equipos argentinos”. El dato lo aportó el periodista Roberto Parrottino en un documentado artículo de Tiempo Argentino.
En el Brasil de tantos clubes, jugadores e hinchas damnificados por el racismo pasa otro tanto. Agravado porque su presidente, Jair Bolsonaro, es el principal discriminador. Cuando era candidato en los comicios de 2018 declaró sobre la población negra de su país: “Pienso que ni siquiera sirven para procrear. Y hemos gastado en ellos más de mil millones de reales”. Lo votaron unos meses después. Los resultados de su política están a la vista.
Fuente: https://gustavojveiga.wordpress.com/2022/05/19/una-teoria-de-la-involucion/
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