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Unión Europea: los nuevos ejes del NO

Fuentes: Sin Permiso

Cumbre de la UE.- En el compromiso presupuestario provisional, Londres y Berlín coincidieron como hacía mucho que no lo hacían. París erró el cálculo, pero el Parlamento de la UE interpondrá su veto. Consuelo: la cumbre presupuestaria de la UE en Bruselas fue el comienzo, no el final de la pugna en torno a las […]

Cumbre de la UE.- En el compromiso presupuestario provisional, Londres y Berlín coincidieron como hacía mucho que no lo hacían. París erró el cálculo, pero el Parlamento de la UE interpondrá su veto.

Consuelo: la cumbre presupuestaria de la UE en Bruselas fue el comienzo, no el final de la pugna en torno a las finanzas de la Unión Europea. Esa comunidad de Estados se permite el lujo de una suprema autoridad presupuestaria escindida: el Consejo europeo y el Parlamento europeo tienen, los dos, la palabra. Los 27 jefes de gobierno presentes en el Consejo sólo pudieron acordar unánimemente de forma provisional -la cosa merece destacarse- el recorte del proyecto presupuestario de 960 mil millones de euros presentado por la Comisión de la UE. Los parlamentarios de la UE han dado a entender que no suscribirán ese compromiso a la baja. Su irritación rebasa las fronteras de partidos: va desde los conservadores del Partido Popular Europeo (PPE), hasta la alianza de partidos de izquierda socialista, pasando por los Verdes y la Alianza de Liberales y Demócratas europeos. El Presidente del Parlamento, Martin Schultz (SPD), ya dio la nota con su protesta durante la celebración de la cumbre de Bruselas.

Tras la fracasada cumbre presupuestaria de noviembre de 2012, esta vez la cosa no admite ya medias tintas. De no mediar un consenso sobre el próximo presupuesto de la UE -es decir, sobre los marcos financieros plurianuales (MFP) entre 2014 y 2020-, la unión de Estados deberá operar a partir de 2014 con presupuestos anuales. Lo que significaría que la batalla por los miles de millones volvería a tener lugar cada año, sin que se desdibujaran demasiado los frentes de combate. Los grandes contribuyentes netos -Gran Bretaña, Alemania y Holanda- insisten en elevar a rango de norma de la UE su política nacional de ahorro. Francia, Italia y otros miembros abogan por unas políticas de crecimiento y de estructuras adecuadas a la situación de crisis en que se halla la Unión. Tampoco la Comisión de la UE espera nada de un presupuesto de ahorro que paraliza a la federación de Estados para los próximos años: lo que quiere son inversiones comunitarias de futuro.

Defensa de las rebajas en las contribuciones

Los vencedores fueron, por lo pronto, los fanáticos del ahorro. Del billón propuesto inicialmente por la Comisión, quedaron 960 mil millones de euros -exactamente un 1% del PIB de la UE- para los próximos siete años, 12 mil millones menos que el compromiso que se preveía todavía posible en noviembre de 2012. La magnitud de la  sangría puede apreciarse en los 994 mil millones de euros en que se fijó el presupuesto de la UE para el período anterior (2007-2013). Salta manifiestamente a la vista la diferencia entre los 960 mil millones ahora acordados para obligaciones de pago de los países de la UE y los 908,4 mil millones habilitados para pagos en efectivo de la central de Bruselas: un hiato de 52 mil millones. En plata: conforme a eso, la Comisión de la UE tendrá que desembolsar en los próximos siete años menos que lo presupuestariamente dispuesto. Y como es harto sabido, los Comisarios no están para contraer deudas.

La Canciller Angela Merkel se jactó en Bruselas de haber defendido los medios que, procedentes del Fondo Regional de la UE, irán a parar a las regiones estructuralmente débiles del este alemán. El premier británico, David Cameron, estaba radiante con la «rebaja británica» -de, finalmente, 3,6 mil millones de euros-, obtenida sin la menor concesión de su parte. Ambos practican la política europea como política de intereses nacionales, y no pierden de vista las ventajas que eso reporta en la propia política interior. De modo que los alemanes -como los holandeses, los suecos y los austriacos- pueden considerarse también vencedores en la pugna por las rebajas contributivas. Tras larga brega, Dinamarca consigue asimismo un pequeño descuento.

Todos los demás -señaladamente Francia- se ven forzados a aceptar ese feo juego, mientras logren mantener sus intereses consolidados (subvenciones agrarias y excedentes procedentes del Fondo regional y del Fondo estructural). En la cuneta quedan las planeadas inversiones de la UE en infraestructura para transporte y redes transnacionales de energía y telecomunicaciones, en investigación y protección climática. Severos recortes por doquiera. También los funcionarios de la UE -blanco privilegiado de ataques populistas durante la preparación de la cumbre presupuestaria- tendrán que pechar con medidas de ahorro.

La aspirante a la UE Croacia -tiene que ingresar en julio- sabe ya que tiene que rebajar sus expectativas de ayudas comunitarias. Ni que decir tiene, por lo demás, que este presupuesto monta tanto como un veto indirecto a cualquier nuevo ingreso hasta 2020. Ya se trate de la resignada Turquía, ya de los estados balcánicos (Serbia, Montenegro y Macedonia), ya de un candidato como Albania: todos están en una lista de espera que puede dilatarse una década.

Eurobonos demonizados

¿Y qué pensar de esos 6 mil millones de euros reservados para el más perentorio problema de la UE, un exorbitante paro juvenil en la Europa meridional? Hace mucho que hay dineros disponibles del Fondo Regional de la UE para protegerse de ese desastre. Si hasta la fecha poco se había alcanzado, lo menos que cabe decir es que esos seis mil millones para siete años no resultan muy a propósito. Toda una generación puede quedar descolgada. Los parados entre 18 y 30 años en España, Grecia o Italia, pero también en Eslovaquia o Rumania, a menudo están bien y aun excelentemente formados: necesitan puestos de trabajo, no los onerosos cursos de reorientación formativa propuestos por la Comisión de la UE.

Indudablemente, el eje germano-francés ha aceptado, con este compromiso, profundizar los daños; la estrecha alianza germano-británica no es más que un eje del NO. Ni Merkel ni Cameron tienen nada parecido a una estrategia para la UE. Lo que les une es un fanático yerro cognitivo, y es a saber: que actuando cada quién para sí y todos de consuno pueden esquivar una crisis financiera y una recesión mundiales. Don’t waste a good crisis, no desperdicies una buena crisis, como dicen los británicos.

Merkel, Cameron y no en menor medida el jefe del gobierno holandés, Mark Rutte, no quieren perder la ocasión de imponer ampliamente en Europa el mantra neoliberal de la austeridad. Y por mucho tiempo. A ese objetivo sacrifican irresponsablemente el futuro de la Unión. El dogma de la austeridad amenaza ahora con dañar la colaboración entre los gobiernos nacionales y el Parlamento europeo. Con toda la razón exigen muchos europarlamentarios una reforma financiera de la UE que ponga fin a las rebatiñas por las contribuciones, al indigno juego de las rebajas y al resto de intereses creados. Para ello necesita la UE, ni que decir tiene, más «medios propios», es decir, impuestos propios. Tienen éstos que ir mucho más allá de los ingresos arancelarios y mucho más allá de la ocasional participación en el impuesto sobre el valor añadido. Un impuesto sobre las transacciones financieras a escala europea sería un comienzo. O podría reservarse a la UE el derecho a empréstitos propios, los famosos eurobonos demonizados por Berlín desde el estallido de la eurocrisis.

Según están las cosas, el Parlamento europeo no conseguirá ni una cosa ni otra. En el mejor de los casos, los diputados obtendrán algunas reformas, inveteradamente fallidas, en materia de práctica presupuestaria. Podrían pelear por el derecho a transferir al siguiente ejercicio presupuestario los dineros no gastados en el presente; o tratar de arrogarse el poder de ir revisando el plan septenal en curso hasta 2010. Desprenderse de lastres acumulados en el gris pasado, ya sería algo. Desgraciadamente, no lo bastante como para poner a salvo a la UE de una depresión mundial.

Michael R. Krätke, miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO, es profesor de política económica y derecho fiscal en la Universidad de Ámsterdam, investigador asociado al Instituto Internacional de Historia Social de esa misma ciudad y catedrático de economía política y director del Instituto de Estudios Superiores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido.
 
Traducción para www.sinpermiso.info: Amaranta Süss

http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=5740#