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Unión Europea, ¿sostenella o enmendalla?

Fuentes: Rebelión

La situación se va complicando. El miedo avanza y con ella y en parte por ella, avanza la entropía social, el desorden en los comportamientos, particularmente los económicos. El marco de la Unión Europea es puesto en cuestión, por más que los magníficamente retribuidos parlamentarios europeos y la pandilla de burócratas de la comisión europea […]

La situación se va complicando. El miedo avanza y con ella y en parte por ella, avanza la entropía social, el desorden en los comportamientos, particularmente los económicos. El marco de la Unión Europea es puesto en cuestión, por más que los magníficamente retribuidos parlamentarios europeos y la pandilla de burócratas de la comisión europea igualmente bien retribuidos quieran hacer ver que sirven para algo, al igual que el Banco Central Europeo, los ciudadanos lo dudan.

Hay defensores del mantenimiento de los pasos dados hacia la Unión Europea y en todo caso partidarios de profundizar esta con la cesión de soberanía en una federación europea y los que creemos que se ha pasado el arroz y toca hacer ordenadamente marcha atrás. Los signos de que la ciudadanía de muchos estados empieza a no ver interesante ser miembros de la Unión Europea, ya se ha manifestado en los resultados electorales de algunos estados, esto después de que los últimos avances se hicieran forzando un poco los caminos constitucionales para evitar que saliera algún no. De seguir con técnica similar para obtener una mayor integración, la ciudadanía se indignará, ahora que ya conoce esta vía.

Dar marcha atrás ahora no es fácil, pero puede acabar siendo menos sangriento para la gente que seguir el compás del baile europeo no teniendo las condiciones necesarias para bailar. Si se hace de manera coordinada con los principales países europeos puede conseguirse con unos daños relativamente controlados, con perjuicio para las multinacionales (empresas y entidades financieras), pero reforzando las empresas y el mercado domésticos. Ciertamente, habrá que asumir la pérdida de nivel de vida relativo, pero esto tiene que llegar de todas, pues Alemania no puede hacerse cargo de sus problemas domésticos y los de países del tamaño de España, Italia y Francia.

Las capacidades de producir de un país son limitadas y por más que empobrezcamos a sus habitantes para que paguen lo que deben, hay un punto a partir del cual no pueden generar los recursos para sobrevivir y pagar las deudas (uno no puede dejar de pensar que esto le puede llegar a Grecia o en algún otro). Si arruinamos a los ahorradores con impuestos y aumentando los precios de suministros básicos para cubrir los desastres de inversiones públicas y privadas que han hecho, arruinamos la generación de ahorro futuro. En todo caso, vale más que deje de pagar parte de lo que debe o con unos plazos dilatados y que sus acreedores, que son los propios bancos alemanes, franceses y de los Estados Unidos, y por este orden, encajen las consecuencias, que no hacer poner dinero de otros endeudados para salvar a Grecia (o Portugal o cualquier otro). Una Grecia con moneda devaluada podrá intentar salir del caos con soluciones de su propia gente o al menos aceptadas como propias y no impuestas. Que esta terapia deba extenderse a cualquier otro Estado de la Unión Europea habrá que ver en cada momento.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.