La semana pasada, Bear Sterns, la importante empresa financiera de Wall Street, declaró pérdidas por primera vez desde que fue fundada, en 1923. Esta situación está asociada con la crisis del mercado hipotecario de Estados Unidos, que marca la pauta del desenvolvimiento en el sector financiero desde hace ya varios meses. Desde entonces varias grandes […]
La semana pasada, Bear Sterns, la importante empresa financiera de Wall Street, declaró pérdidas por primera vez desde que fue fundada, en 1923. Esta situación está asociada con la crisis del mercado hipotecario de Estados Unidos, que marca la pauta del desenvolvimiento en el sector financiero desde hace ya varios meses.
Desde entonces varias grandes instituciones, entre ellas Morgan Stanley, Citibank y Merrill Lynch, han reportado grandes pérdidas. Algunas han perdido a sus directores, quienes, sin embargo, recibieron jugosas compensaciones económicas a pesar de la fragilidad que provocaron. Otras empresas dedicadas directamente a la concesión de préstamos hipotecarios han quebrado de plano.
La Reserva Federal y el Departamento del Tesoro, entre otros bancos centrales como el europeo, el canadiense y el suizo, han tenido que intervenir en el mercado inyectando grandes sumas de dinero para aportar recursos y permitir que los créditos sigan fluyendo. De la misma manera han estado administrando las tasas de interés, de modo que se prevenga una mayor incapacidad de los deudores para pagar y que no caiga el consumo de las familias. De otra manera, la crisis se manifestaría de manera severa y, con ella, la recesión en las grandes economías del mundo.
Todo esto se debe a la estrecha interconexión de las transacciones financieras en todas partes y a los efectos del rápido proceso de innovaciones financieras que han quedado al margen de las regulaciones estatales. El entorno es de gran especulación. ¿Se acuerdan de la «exuberancia irracional» con que Alan Greenspan caracterizó los excesos de las inversiones en el sector de la tecnología que llevó a la crisis de 2001?
Prácticamente cada día se advierte un verdadero vaivén en los indicadores financieros en las principales plazas. Así ocurre con los índices de precios de las bolsas de valores, con los tipos de cambio de las divisas más relevantes y con los estados de resultados de los últimos trimestres, no sólo de las firmas del sector, sino que alcanza igualmente a algunas corporaciones industriales, como ha sido el caso de General Motors. También se aprecia la volatilidad en los registros de otras variables económicas, como las tasas de desempleo y el consumo privado.
Los diarios informan cotidianamente sobre el estado de las cosas y eso ocurre de manera un tanto contradictoria, lo que pone de manifiesto la incertidumbre que existe entre los inversionistas. Grandes bancos con sede en Estados Unidos han recibido fuertes inyecciones de capital de empresas de otros países, como Arabia Saudita y China. En Inglaterra, el gobierno tuvo que intervenir un banco para prevenir la quiebra y el consiguiente efecto sobre las redes de transacciones de crédito.
El presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, ha rendido en las últimas semanas diversos testimonios ante el Congreso estadunidense, y en ellos, así como en las recientes minutas del Comité de Mercado Abierto, que decide sobre los niveles de las tasas de interés de referencia, se advierte que la situación, a pesar de las intervenciones que se han hecho, sigue siendo delicada.
El gobierno del presidente Bush ha propuesto un programa de ayuda a los deudores hipotecarios, pero los analistas consideran que será insuficiente. La cantidad de propiedades incautadas por falta de pago crece a diario, y los precios de los bienes raíces se reduce a lo largo de todo el país. Eso castiga adicionalmente al mercado de los inmuebles y reduce no sólo la capacidad de endeudamiento de las familias, sino su mismo patrimonio.
Es un río revuelto en el que los participantes tratan, a veces sin éxito, de sacar alguna ventaja, aunque sea temporal, pero el día de las cuentas en serio no podrá posponerse indefinidamente. La apuesta es que las distintas autoridades financieras nacionales involucradas y las entidades regulatorias del mercado podrán imponer algún orden y sobrellevar el desajuste de un mercado al que no se le puede devolver la ansiada disciplina que se supone debe tener por su propia naturaleza.
Los datos del crecimiento del producto estadunidense fueron favorables en el tercer trimestre. Lo mismo sucede con las recientes cifras del empleo, y hasta hay reportes de un aumento del consumo privado. No obstante, la inflación creció en el último periodo de reporte 4.5 por ciento, muy por encima de las expectativas.
Hay quienes sostienen que el ajuste a la baja se va a registrar en el primer semestre de 2008. Las estimaciones de Economist Intelligence Unit sitúan la tasa de crecimiento del PIB estadunidense en apenas 1.5 por ciento para el año entrante, frente a 1.9 del actual, mientras la tasa del consumo privado se estima en apenas 1.1 por ciento frente al 2.8 de 2007.
Luego de las vacaciones habrá nuevos indicios del derrotero del trance que se ha dado por las hipotecas de baja calidad que alentaron los excesos en los créditos hipotecarios y la algarabía de la especulación. En todo caso, esas condiciones generan, sin duda, nuevas formas de concentración de la riqueza.