La clave de bóveda de la arquitectura del capitalismo global contemporáneo es la política monetaria de la Reserva Federal.La actividad e intereses -manifiestos o subrepticios-de esta institución semipública constituyen el núcleo central de toda la estrategia hegemónica de EEUU. De hecho, atender a los mecanismos monetarios y bancarios pilotados por los “Chairsofthe FED” (especialmente los últimos, Greenspan, Bernanke, Yellen y Powell) puede resultar más clarificador e ilustrativo incluso que la continuidad de los discursos y maniobras, a veces erráticas, de la política exterior de los halcones de Washington, o de los propios inquilinos de la Casa Blanca. La razón es bien sencilla: la financiación del gasto militar exponencial del Pentágono depende de la colocación mundial de los bonos de deuda emitida por el Departamento del Tesoro. Y ello depende, en última instancia, de que haya mucha liquidez de dólares creados por la propia oligocracia bancaria estadounidense.
En este sentido, no se puede entender -siquiera fragmentariamente- las bases de la supremacía mundial militar, industrial o tecnología de EEUU sin las políticas de flexibilización cuantitativa (Quantitative Easing) que han dado lugar a las inyecciones de liquidez dineraria, una de las principales palancas usadas como respuesta a las crisis financieras de 2008 y en 2020. Ambos colapsos, a pesar de su diferente genética, guardan una semejanza: tuvieron como precedente unas fases de creación de dinero barato. En puridad, podría afirmarse que la crisis de 2020 es la consumación y potenciación de la de 2008, materializada en la misma política de más endeudamiento público y privado mediante dinero barato o incluso gratuito, con el que se ha estado comprando y dinamizando los inmensos pasivos estatales y corporativos. Estas expansiones de crédito basado en tipos de interés muy bajos o incluso nulos han permitido sostener precariamente la demanda, el empleo y el consumo interno con el objetivo de seguir inflando artificialmente Wall Street y los rendimientos del capital. Todo ha valido para evitar que se desinflara un sistema plutocrático y cleptómano basado en socializar las pérdidas a base de deuda de dinero fiat, privatizando a su vez los rendimientos de activos financieros titulizados, abstractos y derivados cada vez menos conectados a la realidad delos activos patrimoniales subyacentes y tangibles.
El poderío militar de EEUU desde los 70, con las crisis del petróleo y las alianzas militares con las petromonarquías arábigas posicionaron al dólar como la indiscutible divisa de reserva mundial, principalmente a raíz del monopolio monetario instaurado sobre el mercado petrolero. Los países exportadores de petróleo obtienen actualmente la mayor parte de sus ingresos de divisas en dólares por la venta del crudo. Por tanto, sus presupuestos estatales y el desarrollo de sus economías han quedado anudada al dólar e indirecta pero determinantemente a las directrices de la Reserva Federal, y por tanto a las políticas de gasto e inversión del Establishment.
Junto a este factor, la hegemonía del dólar se plasma igualmente en el endeudamiento público de muchos países latinoamericanos, cuyo origen hay que encontrarlo en la sumisión de diversos regímenes y de sus élites políticas y empresariales, que adoptaron dócilmente los postulados del Consenso de Washington. Argentina es el paradigma de país apabullado reputacionalmente por causa de unas élites políticas aviesas y apátridas que endeudaron irresponsablemente al Estado y cedieron la soberanía nacional efectiva a los acreedores angloamericanos. Sin la crisis de la deuda externa latinoamericana, desde comienzos de la década de 1980, no se puede entender la postración geopolítica del hemisferio sur americano dado que el grueso de estas deudas está nominado en dólares.
Como se refirió recientemente el insigne especulador Warren Buffet, en la reunión anual de accionistas de Berkshire Hathaway, transmitida por Yahoo Finance, el truco del sistema capitalista dominado por EEUU es que su gobierno puede «seguir pidiendo prestado en su propia moneda”, lo cual resulta sustancialmente diferente a lo que pasa con la gran mayoría de los países de la comunidad internacional. En efecto, el Gobierno de EEUU es dueño de la imprenta para pagar el dinero a los titulares de su deuda. Esto significa simplemente, como sostiene Buffet, que EEUU puede pagar cualquier deuda que tenga porque siempre puede imprimir dinero para hacerlo, mientras que los países subordinados, deben sus deudas en dólares.
En este sentido, la dolarización de la economía mundial supone básicamente que los países más dependientes del dólar no sólo pierden de facto su soberanía monetaria y su autonomía para plantear una política exterior independiente, sino que también quedan sustraídos del beneficio del señoreaje monetario de su banca central. Los casos más ilustrativos son los de Ecuador, El Salvador y Panamá, entre otros, al ser países que han adoptado el dólar como moneda legal.Sus gobiernos han transferido su política monetaria y por tanto el pilar de la política económica, a un país extranjero con otros intereses y necesidades. Esto significa que estos gobiernos han renunciado torpemente al derecho de señoreaje, es decir, a las utilidades que percibe la autoridad bancaria central por el derecho de emisión de la moneda.
Por esta razón, entre otras varias, la hegemonía económica de Estados Unidos ha conseguido prevaleceren el comercio mundial, al conseguir imponer su divisa coactivamente o mediante presiones veladas o manifiestas, aumentando así sus ingresos de señoreaje sin compartirlo o reembolsarlo parcialmente con las economías legalmente dolarizadas. Esta dinámica financiera se retroalimenta en beneficio de la potencia hegemónica norteamericana, al poder destinar sus flujos de capital fiduciario a los sectores que le permiten establecer los mecanismos del control geopolítico, como son la industria armamentística y de seguridad, elementos que le garantizan la primacía y el despliegue global de su arsenal bélico.
La hegemonía monetaria del dólar lleva sin tener rival más de medio siglo. El vasallaje financiero y la pleitesía geopolítica de tantos países hacia EEUU son fenómenos recíprocos. Mientras tanto, la Unión Europea no ha sido capaz de desarrollar una política exterior autónoma de Washington, en buena medida por sus ridículas capacidades militares, en comparación con las del Pentágono, pero también por la desidia y pusilanimidad de la eurocracia respecto a un posible proyecto de defensa común. Sin una política exterior sólida ni una política militar común europea resulta imposible que el euro pueda tener influencia suficiente para introducirse como moneda de reserva y pago internacional en los mercados estratégicos asiáticos y de América del Sur. El declive de la URSS en los años 80 y la postración de la UE en la última década confirman la tesis de que no se puede entender prácticamente ningún factorni variable de la geopolítica contemporánea sin considerar en el análisis la política de vasallaje financiero que ha venido aplicando EEUU desde la segunda guerra mundial hasta nuestros días.