En las últimas semanas hemos presenciado el recambio de la jefatura de dos de las instituciones mundiales más poderosas: el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI)
No es un espectáculo agradable. Confirma que las grandes potencias (Estados Unidos y Europa) están decididas a conservar los altos cargos en sus regiones, no sobre la base del mérito sino de la ciudadanía.
Vaya «democracia». Las potencias occidentales insisten en que los gobiernos y las instituciones no son democráticas o legítimas a menos que existan procesos democráticos, incluidas las elecciones, y especialmente cuando hay un recambio de un presidente o gobierno.
Pero parece que la democracia cesa cuando se trata de las instituciones y relaciones económicas internacionales. Éstas están controladas por las grandes potencias occidentales y quieren perpetuar su monopolio.
Estados Unidos y los países europeos controlan el cincuenta y tres por ciento de los votos del Directorio del FMI y también la mayoría accionaria en el directorio del Banco Mundial. Pueden así confabularse y llevar adelante la política que quieran.
Hace décadas se pusieron de acuerdo para que un estadounidense fuera el presidente del Banco Mundial y un europeo el director gerente del FMI. Y así ha sido desde entonces.
Esta práctica anticompetitiva ha rechinado a los países en desarrollo e incluso a algunos países desarrollados. Argumentaron que esos cargos deberían estar disponibles para ciudadanos de cualquier país miembro, y que habría que designar al más capaz, en función del mérito.
Pero el monopolio de Estados Unidos y Europa ha continuado, y continúa, como lo muestran los últimos acontecimientos.
La historia del nombramiento de Paul Wolfowitz como presidente del Banco Mundial, y aún más su abandono del cargo, deterioraron seriamente la imagen de la institución. Demostró cómo el presidente de Estados Unidos pudo nombrar a un compinche sin experiencia en administración de bancos ni en el proceso de desarrollo.
Pueden cometerse grandes errores cuando las designaciones no se hacen en función del mérito sino como recompensa a un amigo trasladándolo de otro trabajo -la guerra de Irak- en el que cometió desastres.
Después que Wolfowitz cayó en desgracia se habló de que era hora de que la candidatura del nuevo presidente del Banco Mundial estuviera disponible a ciudadanos de todo el mundo. Pero George W. Bush insistió en la vieja regla del club, de que se designara a otro estadounidense. Propuso a Robert Zoellick, los europeos aceptaron y ahora lo tenemos como presidente de la institución.
Luego, hace dos semanas, el director gerente del FMI, el español Rodrigo de Rato, sorprendió a todo el mundo anunciando que renunciaba.
Volvió a plantearse el tema de si su sucesor sería seleccionado por méritos entre candidatos de todo el mundo. Pero unos pocos días antes los países europeos habían propuesto al francés Dominique Strauss-Kahn, ex ministro de Finanzas socialista. Estados Unidos anunció su apoyo, por lo que todo indica que se quedará con el puesto.
«Es la segunda oportunidad que se pierde en los numerosos meses de reforma de la anacrónica gobernanza de las instituciones financieras internacionales», declaró Meter Chowla, del Proyecto Bretton Woods, con sede en Londres.
Pero altos funcionarios de algunos países en desarrollo, y al menos de un país desarrollado, han expresado su malestar por este proceso antidemocrático, así que es posible que todavía se encuentren escollos a la designación formal de Strauss-Kahn.
El club de los viejos amigos funcionó para lograr la unidad europea en torno a Strauss-Kahn. Fue elegido el 10 de julio en un desayuno de trabajo de los ministros de Finanzas europeos. El secretario del Tesoro de Estados Unidos, Henry «Hank» Paulson, confirmó que el nombramiento era una prerrogativa europea y que su país apoyaría a cualquier candidato europeo que tuviera una «estatura real».
El día antes de que los ministros de Finanzas europeos se reunieran, el nuevo ministro de Finanzas británico, Alistair Darling, declaró públicamente: «El cargo de director gerente (del FMI) debe ser ocupado siguiendo un proceso abierto. No creo que Europa pueda decir simplemente ‘ese puesto es nuestro y no estamos dispuestos a discutirlo con nadie más». Y después de la reunión dijo: «No nos sentimos obligados por esa discusión».
Algunos países en desarrollo y ciertas ONG exigieron que el proceso de selección fuera abierto. «Creemos que el proceso debe ser abierto y transparente y que la selección del candidato para reemplazar a De Rato debe basarse en el mérito y no en el continente o el país de origen de la persona», comentó el portavoz del ministro de Finanzas de Sudáfrica, Trevor Manuel.
Según Chowla, el Directorio del FMI había avalado previamente y de manera amplia las directrices establecidas en un informe de 2001 por un comité conjunto de las dos instituciones de Bretton Woods que analizaba los procesos de selección. Recomendaba un proceso abierto, basado en el mérito, dirigido no por la nominación nacional sino por un grupo asesor externo de personalidades eminentes.
La Estrategia de Mediano Plazo del FMI también reclamó mayor transparencia en el proceso de selección. El 9 de julio el Directorio confirmó que planea adoptar una decisión «de manera abierta y transparente» y acepta que «cualquier director ejecutivo puede presentar una nominación para el cargo, independientemente de la nacionalidad».
Funcionarios de países en desarrollo dentro del FMI indicaron que nuevamente están interesados en presentar un candidato, aunque no anunciaron nombres. Pero en la medida que los europeos y los estadounidenses tienen el cincuenta y tres por ciento de los votos en el Directorio del FMI, está visto que ganará el candidato europeo.
Esto muestra lo importante que es cambiar el sistema de gobierno del FMI y el Banco Mundial. En esas instituciones los países reciben «cupos» de acciones en función de los cuales se ponderan los votos.
Hay un proceso de reforma en marcha para dar a los países en desarrollo mayor participación en el FMI. Pero es lento e inadecuado. Y no ha sido lo suficientemente rápido como para impedir que continuara el monopolio en este último recambio de altos cargos en ambas instituciones.