Jugadores de fútbol que se rematan como si fueran ganado, maniobras de empresarios y espías para reclutar atletas y gigantes operaciones financieras. Todo huele a podrido. Créase o no. La semana pasada, en Buenos Aires, un jugador de fútbol de 25 años fue rematado. Sí, como lo leen, rematado en subasta pública y con todas […]
Jugadores de fútbol que se rematan como si fueran ganado, maniobras de empresarios y espías para reclutar atletas y gigantes operaciones financieras. Todo huele a podrido.
Créase o no. La semana pasada, en Buenos Aires, un jugador de fútbol de 25 años fue rematado. Sí, como lo leen, rematado en subasta pública y con todas las de la ley. El acto tuvo lugar en la sede de un Juzgado Nacional. El ser humano vendido se llama Emmanuel de Porras y su nuevo dueño es un club de la Serie C de la liga italiana.
«De pronto me invadió la nostalgia; respiré hondo y recuperé el mejor ánimo; después de todo, siempre existen seres más inteligentes que encontraron otros caminos -en este caso la expresión literaría- y lo contaron muchos antes y mejor que yo. Hace años leí «El centroforward murió al amanece», de don Agustín Cuzzani, y me conmoví. Es que en mis años de juventud y pasión futbolera no podía entender que se rematara a un jugador e ídolo del club, aunque fuese Cacho Garibaldi, creado por la pluma y la imaginación de Don Agustín, cuyo pase fue comprado por un millonario excéntrico para sumarlo a sus vitrinas como un trofeo más. Hace unas horas me enteré que Emanuel de Porras, de 25 años, un futbolista que comenzó en Ferro -en quiebra- y anda en la Serie C2, de Italia, siguió el mismo camino que Cacho Garibaldi; y no hace mucho, hubo otros casos. El pase de Porras salió del escritorio del Juzgado Nacional en lo Comercial número 13, por 70.000 dólares, y recaló en Italia; con él se fue la libertad de decidir nuestro propio destino».
Ese fue el comentario de un periodista deportivo del diario local La Nación, un medio que no se caracteriza por ser defensor de los derechos humano, sino todo lo contrario. Desde fines del siglo XIX hasta el presente justificó y dio pretensiones de Razón a cuanto golpe de Estado y genocidios se cometiera en este país.
Casi a la misma hora que se conocía la subasta pública del futbolista argentino, el diario cubano Granma difundía un artículo del convaleciente Fidel Castro, con el cual, una vez más, el líder latinoamericano «ponía el dedo en la llaga».
«¿Cuál ha sido el peor problema de los países pobres desde el punto de vista tecnológico y económico? El robo de cerebros. ¿Cuál desde el punto de vista patriótico y educativo? El robo de talentos», pregunta y responde el presidente cubano en la nota «La repugnante compraventa de atletas».
«Cuba, cuyos resultados y esfuerzos en el deporte amateur nadie puede negar, sufre más que cualquier otro país las mordidas de las pirañas. Véase cómo se comportan los tarifadores frente a la denuncia cubana. Cuando hablé de la mafia alemana y los millones de dólares que disponía para sobornar atletas cubanos, de inmediato se sintieron aludidos y declararon: no, no, nosotros no somos ninguna mafia», afirmó Fidel castro en referencia a os dos boxeadores que abandonaron su delegación nacional durante los recientes Juegos Panamericanos de Río de Janeiro, Guillermo Rigondeaux y Erislandy Lara.
Ambos atletas «utilizaron mediadores para entrar en contacto con la promotora alemana Arena Box Promotions, según declaró a un diario berlinés el turco-alemán, Ahmet Öner, jefe de la promotora», había afirmado la agencia alemana de noticias DPA.
El líder cubano, quien demostró contar con dotes de avezado periodista, realiza un implacable recorrido por la información internacional de esos días, para demostrar que, efectivamente, se trató de una operación de tipo mafiosa, con connotaciones de conspiración política.
Citó un cable de la agencia española Efe, fechado en Río de Janeiro el 26 de julio, que dice: » fui yo (Ahmet Öner) quien lo organizó todo, aseguró el propietario de la empresa Arena Box Promotions en declaraciones publicadas hoy por el diario Folha de Sao Paulo y en las que admitió haber pagado cerca de medio millón de dólares por la operación.»
Otro despacho de agencia, esta vez de la DPA, del día 24, sostiene: «la fuga ya estaba prevista para hace unos meses, con ocasión de un torneo en Ankara. Pero en esa oportunidad los cubanos acudieron con un equipo B, sin Rigondeaux, que era el que más le interesaba a Öner».
Tras recorrer otras informaciones sobre la cuestión, Fidel Castro concluye «vean cómo se ufanan de la fechoría cometida contra el país. Se conocía perfectamente que en boxeo Cuba obtendría casi todas las medallas de oro. Había que golpearla, y no solo compraron a dos de los atletas que tenían el oro asegurado, sino que golpearon la excelente moral de los demás atletas que siguieron defendiendo con valor sus medallas de oro. Hasta en los jueces influyó el golpe bajo. Con todo el dinero del mundo jamás habrían comprado a hombres como Stevenson, Savón o el fallecido Roberto Balado, que tan hermosa tradición legaron a la gloria del boxeo cubano. Ya tenemos, a pesar de todo, 44 medallas de oro».
Las maniobras contra el deporte cubano son de larga data, exactamente desde que la política para el sector comenzó a generar éxitos rutilantes. El caso de la subasta de deportistas en Argentina no refleja conspiraciones políticas contra un país en particular pero se inscribe en la misma lógica, en la lógica del capitalismo que ha convertido al mundo del deporte de alta competencia en un ámbito de negocios ilegales.
Veamos un caso ilustrativo que reveló la prensa uruguaya el 30 de agosto del 2006, según el sitio electrónico LR21, de Montevideo: La fiscal nacional en material penal Olga Carvallo, experta en lavado de dinero, dijo que esa actividad debe rastrearse en «el ámbito del fútbol o en las iglesias del tipo Pare de Sufrir».
La fiscal señaló que, según su experiencia, «los bancos cuidan la carrera de clientes y en el tema de la vigilancia del lavado del dinero, las instituciones financieras quedan atrapadas por el deber de la confidencialidad. En Punta del Este se construyen edificios cuyos apartamentos valen un millón de dólares y se venden mientras que los hoteles están vacíos. El dinero que se mueve para el lavado es varias veces superior a la deuda externa uruguaya; es pernicioso porque cuando compra distorsiona el mercado, no le importa tener que pagar un sobreprecio -lo que deja fuera de la competencia a los que tienen dinero limpio- con tal de entrar al circuito lícito y así blanquear el dinero de la droga».
«Del fútbol sabemos aparentemente todo. Que el jugador está dónde, cuánto gana, cuánto fue el pase y cuánto las comisiones, pero aun así hay jugadores que transferidos en cifras millonarias, que van a residir a villas en el Lago Di Commo (Italia) pero que no juegan ni un solo partido», añadió la fiscal uruguaya.
Otro caso, esta vez vinculado al fútbol argentino. Cuando hace unos años, el jugador Carlos Tévez fue transferido al Corinthians, de Brasil, la operación también estuvo vinculada con lavado de dinero.
Los medios de San Pablo se hicieron eco de las declaraciones del fiscal de esa ciudad, José Reinaldo Carneiro, según la cuales hubo «indicios fuertes de lavado de dinero» en la operación que llevó a Tévez de Boca Juniors a Corinthians, tras las negociaciones desarrolladas por el consorcio MSI y el club brasileño.
El grupo MSI, cuyo fondo de inversiones tiene su base en las Islas Vírgenes, es representado en Brasil por el iraní Kia Joorabchian, quien arribó a San Pablo un año antes de la operación, procedente de Londres. Joorabchian pudo ser expulsado de Brasil por irregularidades en su contrato de trabajo, en tanto se investigaban posibles vínculos con la mafia rusa y con otros empresarios acusados de lavado de dinero.
Otros tres argentinos, jugadores de River Plate, estuvieron en el punto de mira de MSI para llevarlos a Corinthians, aunque hubo quien dijo que el destino final sería el Chelsea de la Liga Premier de Inglaterra, propiedad del magnate ruso Roman Abramovich, señaló entonces la publicación digital Boletín Argentino.
El 3 julio pasado, la agencia Efe afirmaba que «la Gerencia de Control de Operaciones Especiales del Banco Central de Argentina inició la investigación en bancos y entidades de crédito de los movimientos monetarios de las cuentas del ex astro Diego Armando Maradona desde 2005, según el comunicado reservado número 13.033 de la entidad, difundido hoy por radio Mitre, de Buenos Aires».
Por su parte, el ex futbolista y presidente de la Unión Europea de Fútbol (UEFA), el francés Michel Platini, reconoció, en declaraciones al diario argentino Clarín, que «hoy, fútbol es sinónimo de droga, corrupción y lavado de dinero».
«El fútbol es parte de la sociedad. Por eso creo que debe haber una institución que defienda el deporte. Una institución política, sagrada, con facultades policiales. Una institución como las que defienden la economía, las finanzas, Internet: que proteja el deporte contra la corrupción, contra el lavado de dinero, contra el dopaje, contra el hooliganismo. Una instancia policial, con una política que proteja los valores fundamentales del deporte. Cuando yo comencé, el fútbol era símbolo de respeto y tolerancia. Ahora, es sinónimo de corrupción, de droga y de blanqueo de dinero. Los chicos no pueden ir más al fútbol. Hay que cambiar esta situación y hacer algo para terminar con esas hordas que vienen a pelear», dijo Platini.
A esta altura, quizá resulte oportuno recordar que, como oportunamente indicara la agencia Swisslatin, antes de comenzar el Mundial Alemania 2006, «fue vedado en Suiza el libro de los negocios sucios de la FIFA. Un tribunal de Zürich prohibió la publicación de Foul, una obra que deja mal parado al suizo Joseph Blatter», máxima autoridad del balón pie planetario.
«¡Foul! El Mundo Secreto de la FIFA: Sobornos, Falsificación de Votos y Escándalo de Entradas», fue escrito por el periodista británico Andrew Jenning, y pone en cuestión la presidencia de Blatter.
El autor del libro fue quien destapó el escándalo por la designación de Salt Lake City como sede de los Juegos de Invierno 2002. Jenning desnuda acuerdos de dudosa legitimidad plasmados por Blatter y su antecesor, el brasileño Joao Havelange.
En esas revelaciones también quedó involucrado el titular de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y miembro de la FIFA, Julio Grondona. Entre otras cosas, Jennings denunció que buena parte de los 2 mil 300 millones de dólares recaudados por los derechos de televisión del Mundial Alemania 2006 «no llegaron nunca a las arcas de la FIFA».
El periodista británico también denuncio a quien fuera íntimo colaborador de Blatter, Mohamed Bin Hamman, de Qatar, miembro del Comité Ejecutivo de la FIFA que se vio envuelto en un escándalo cuando en el Mundial de 2002 aparecieron entradas a su nombre (para el partido entre Argentina y Suecia) en el mercado negro.
Por supuesto hay más. En septiembre del año pasado, a poco de finalizado el Mundial de Alemania, la Federación Inglesa de Fútbol (FA) anunció que lanzaría una investigación completa sobre las denuncias, formuladas en un programa de la red de TV BBC, contra el entrenador del club Bolton, Sam Allardyce, por supuestamente recibir comisiones en trasferencias de jugadores.
Las denuncias contra Allardyce fueron formuladas por dos agentes de jugadores, quienes no sabían que sus testimonios eran registrados por cámaras escondidas. El programa Panorama se proponía mostrar la corrupción oculta en el fútbol inglés.
Uno de los agentes de jugadores, Teni Yerima, declaró haber dado «propinas» a Allardyce para asegurarse que las transferencias con sus jugadores ocurrirían sin problemas.
El otro agente, Peter Harrison, fue captado por la cámara afirmando que había pagado a un hijo de Allardyce, Craig, para poder tener acceso al entrenador de Bolton y cerrar negocios de transferencias.
También el año pasado, mientras se desarrollaba la máxima justa futbolera en Alemania, APM publicaba un artículo que puede ser útil recordar.
En «El fútbol es Cosa Nostra» afirmábamos que «un ajeno al mundillo futbolero, el líder libio Muammar Khaddafy, se dio el lujo de decir, el martes pasado, que la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA) transformó al deporte más popular del orbe en «un mercado de esclavos, que permite el reciclaje de dinero sucio». ¿Habrá sido su hijo, Al Saadi, ex jugador y actual dirigente de la FIFA, quien le pasó el dato al jefe de estado africano?
Es muy probable que Khaddaf haya dirigido sus dardos por ejemplo a los grandes auspiciantes del Mundial, entre ellos las firmas Nike y Adidas, que recurren al trabajo infantil en sus líneas de producción globales y descentralizadas.
Por aquél entonces en Buenos Aires se supo que decenas de talleres textiles clandestinos explotaban en condiciones de cuasi esclavitud a cientos de inmigrantes bolivianos. El caso estalló justamente porque esos talleres proveían a varias de las grandes marcas que se exhiben en los centros comerciales de lujo, entre ellas a las dos grandes firmas de indumentaria deportiva. Adidas, de origen alemán, logró la exclusividad en el Mundial 2006, mientras que Nike, su más firme competidora, optó por invertir en las grandes estrellas de los equipos con mayores posibilidades de éxito.
En el mismo artículo se recordaba que «un entusiasta del fútbol, el ex secretario de Estado de Estados Unidos Henry Kissinger, por ejemplo, estuvo al frente de una consultora instalada en Suiza para obtener fondos ilegales destinados a financiar los llamados «grupos de tareas» que operaron en América Latina a partir de las dictaduras instauradas en la región bajo la cobertura teórica de la doctrina de la seguridad nacional.
Esa consultora fue el germen de un pequeño estudio jurídico de Lucerna, Suiza, en el que por aquél entonces un oscuro secretario de la FIFA, Joseph Blatter -actual titular de la misma- montó la base de operaciones del llamado «club de sponsors» del fútbol mundial, el conjunto de empresas -cambiante por cierto- que se transformaron en auspiciantes oficiales de los torneos Mundiales.
Por eso consorcio pasaron firmas como las ya mencionadas Adidas y Nike, Coca- Cola, McDonald´s, Fuji, Kodak, Master Card y muchas otras marcas conocidas en el mercado mundial.
Se recordará que Italia, uno de los principales animadores de aquél Mundial, estaba envuelta en uno de los escándalos futboleros más impactantes de su historia, que terminó que severas sanciones para algunos de los clubes más poderosos.
El periodista argentino Ezequiel Fernández Moores contaba entonces en la revista Le Monde Diplomatique (edición argentina) que al director general del club Juventus, Luciano Moggi, lo llamaban por teléfono ministros y políticos de distinto signo, los principales directivos de la Federación Italiana de Fútbol (FIGC), dueños de clubes, árbitros, entrenadores, jugadores, policías y periodistas. Desde sus teléfonos celulares, Moggi decidía al ganador del campeonato acaso más famoso del mundo, el célebre «scudetto» italiano.
«Los jueces tienen en su poder más de cien mil grabaciones (telefónicas)» y se supone que la justicia italiana podrá entonces poner un poco de luz ante tanta oscuridad. Hasta allí llegaron los tentáculos. Los beneficiados (para integrar la escuadra nacional) eran los jugadores que aceptaban pasar a ser representados por la firma GEA, propiedad de Alesandro Moggi, hijo de Luciano. GEA tenía también entre sus accionistas a otros «hijos de»: de patones de clubes, de dueños de banca privada y de entrenadores, como Davide Lippi, vástago de Marcello Lippi, nada menos que ex director técnico de Juventus y actual de la selección», destacaba en su artículo Fernández Moores.
Pero el crimen también corre a gran velocidad, en las pistas del automovilismote de alta competencia.
En ese sentido, es más que ilustrativo el artículo de Juan Hernández Viqueiras, publicado en Diagonal, de España, el 20 de junio último, «Los opacos negocios financieros de la F-1». Vigueras es miembro de ATTAC y de Tax Justice NetWork. Autor de «Los Paraísos fiscales. Comó los centros offshore socavan las democracias», AKAL, 2005.
«Hace tiempo que en el mundo anglosajón se considera que la Fórmula 1 ha perdido su alma dominada por el gran pastel financiero, como apunta el Financial Times (25/5/2007) en su suplemento dedicado a The Business of Formula One, bajo el subtítulo «The Gran Prix». How big money fuels motor sport’s global competition (Cómo los millones alimentan la competición global del deporte del motor). El pasado año, la F-1 generó unos ingresos de mil millones de dólares, además de otros mil millones de los patrocinadores de los equipos y de los pilotos. Y sin contar otros negocios millonarios gracias a los mecanismos y oportunidades para el blanqueo de dinero sucio por su vinculación con paraísos fiscales reconocidos por la OCDE, comenzando por Jersey y Liechtenstein, donde el patrón de la F-1, el británico Bernie Ecclestone, tiene registradas sus sociedades offshore para gestionar los acuerdos comerciales, al margen de los pilotos y de las marcas. Así se entiende que Mónaco incumpla con su circuito urbano las normas de seguridad; y que los peligros de la arena y el viento y las altas temperaturas no hayan sido obstáculo para el circuito de Bahrein; o que el Gran Premio de San Marino tenga lugar en Ímola, fuera del territorio de esa microrrepública; toda una metáfora de cómo se hacen negocios en los centros offshore, que utilizan eventos como la F-1 para prestigiar su imagen exterior y atraer fondos», apunta Viqueiras.
Más adelante, el mismo artículo se refiere a las redes políticas que requieren esos negocios multimillonarios: «como subrayan los expertos, para asegurarse una competición en un país determinado, igual que sucede con tantos negocios de dimensión financiera internacional, la organización de la F-1 necesita de los favores del entorno político, con regulaciones flexibles y normativas favorables, sobre todo desde que la prohibición europea de la publicidad del tabaco ha reducido una parte importante de sus ingresos comerciales, la gran fuente de financiación de los campeonatos. Y los gobiernos locales tienen que pagar por el derecho a organizar un gran premio, incluso incentivando la concurrencia con actividades públicas complementarias a cargo de la hacienda pública. De ahí la exigencia de disponer de un circuito urbano en Valencia, con el atractivo adicional de estimular la especulación inmobiliaria y las subcontratas escalonadas».
Para hacerse una idea del tinglado financiero, hemos de tener presente que la gestión económica de la organización de los campeonatos se basa en el llamado concordato o acuerdo de reparto de los ingresos con los fabricantes, que perciben un 47 por; y en la gestión comercial que controla Bernie Ecclestone. Mientras la Federación Internacional de Automovilismo (FIA) es la propietaria de la F-1, la licencia de los derechos comerciales es controlada, casi en exclusiva, por este ex piloto multimillonario mediante una estructura de sociedades considerada por The Economist, como «un complejo plan de evasión fiscal».
Pero este entramado de sociedades instrumentales, además de facilitar «menores costes fiscales», permite la corrupción política mediante el pago de comisiones bajo cuerda, y los negocios sucios que burlan las legislaciones. De ahí que contribuyan de modo soterrado a socavar nuestras democracias perturbando la gestión decente de los gobiernos democráticos. Con los «descubrimientos» sobre Marbella ya sabemos cómo se lograron no sólo las recalificaciones de terrenos mediante sociedades en Gibraltar, sino también el reparto de miles de euros para aunar las voluntades de los concejales que votaron la moción de censura que cambió el equipo de gobierno del Ayuntamiento para que se aprobara lo que interesaba a los financiadores con socios en Liechtenstein.
Viquerías continúa explicando que «la gestión comercial de la F-1 mediante una cadena de sociedades en paraísos fiscales permite a Ecclestone disponer de mecanismos para entorpecer cualquier investigación judicial sobre previsibles ilegalidades. Para los acuerdos sobre los circuitos, dispone, entre otras sociedades, de Formula One Management (FOM), que hace semanas suscribió la prórroga de Montmeló en Cataluña; y de Formula One Administration (FOA) con la que se ha firmado el contrato para el nuevo Campeonato de Europa en Valencia».
«La propietaria de FOM es una sociedad denominada Petara registrada en la Isla de Jersey, que a su vez pertenece a FOA; y las acciones de estas sociedades anónimas pertenecen a Formula One Holdings Limited, propiedad a su vez de SLEC Holdings (acrónimo tomado del nombre de la mujer de Bernie, Slavica Ecclestone), otra sociedad de cartera domiciliada asimismo en Jersey, la cual a su vez pertenece a otra sociedad de Jersey denominada Topco Ltd, cuya propiedad se distribuye en un 75 por ciento de la firma CVC Capital Partners y en un 25 por ciento de Bambino Holdings (en wikipedia, en inglés, hay datos). Este 25 por ciento se gestiona mediante otra sociedad de fideicomiso denominada Bambino Trust, registrada en Liechtenstein, que tiene como dueños a la familia Ecclestone. Este multimillonario británico, que tiene como posible sucesor a Alejandro Agag, yerno de José María Aznar, sigue siendo el patrón de la F-1 que facilita los negocios, legales e ilegales, sobre la gestión comercial. Pero el verdadero propietario financiero es el grupo CVC Capital Partners, muy conocido en la Bolsa española, del cual se dice que es «un inversor invisible con mucha luz» que pertenece al poderoso Citigroup y que dispone también de una sociedad «de buzón de correos» en Jersey (CVC Capital Partners Advisory Company. P.O. Box 87. St. Helier) que cubre las operaciones financieras menos transparentes, incluidas adquisiciones especulativas de acciones», puntualiza el autor que exhibe ante la luz pública un capítulo mas del entramado mafioso del mundo deportivo de alta competencia.
Así estamos y no por obra de la casualidad.