En 1982 el físico austriaco Fritjof Capra publicó su libro «El Punto Crucial», describiendo éste, como el momento en que la inflación galopante, el desempleo, la crisis energética, la crisis de asistencia médica con el surgimiento de nuevas enfermedades, los desastres ambientales, la violencia social, la criminalidad incontrolada y la escasez de alimentos constituyen una […]
En 1982 el físico austriaco Fritjof Capra publicó su libro «El Punto Crucial», describiendo éste, como el momento en que la inflación galopante, el desempleo, la crisis energética, la crisis de asistencia médica con el surgimiento de nuevas enfermedades, los desastres ambientales, la violencia social, la criminalidad incontrolada y la escasez de alimentos constituyen una sola crisis. La denominó crisis de percepción y respuestas que exige un nuevo paradigma, una nueva visión de la realidad, una transformación de nuestros pensamientos, nuestras percepciones y nuestros valores para garantizar una respuesta más eficiente y transformadora.
Tomo prestado el titulo de Fritjof Capra para señalar que, más allá de la crisis de percepción, la sociedad capitalista moderna se encuentra en el punto crucial de una profunda crisis estructural. En su objetivo de mantenerse como centro hegemónico de poder, los EEUU han provocado una gama de conflictos que nos colocan al borde de un caos mundial y crea condiciones para provocar una guerra entre países. El golpe de estado en Ucrania, con sus consecuencias sociales y políticas, constituye una ofensiva contra Rusia como parte de una plataforma para la desestabilización política matizada con absurdas sanciones económicas impuestas en alianza con la decadente Unión Europea. El gendarme del planeta necesita frenar el surgimiento de un mundo pluripolar para perpetuar su nefasta hegemonía.
La estrategia del caos, impulsada desde EEUU, ha tenido terribles efectos sobre los pueblos de Irak, Siria, Sudan, Libia y otros países. El bombardeo de Israel contra la franja de Gaza se tradujo en un abominable genocidio. Una población menor a los 2 millones de habitantes, en un pequeño espacio densamente poblado, resistió cruentos ataques que destruyeron escuelas, centros de salud, 5 universidades y masacraron ciudadanos indefensos. No fue una batalla, fue el avasallante ejército israelí con el apoyo de EEUU que invadió y destruyó un pueblo indefenso como parte de la estrategia del caos.
En México utilizaron una supuesta guerra contra el narcotráfico como excusa para frenar las luchas y el avance del pueblo mexicano. Frente a la masacre de Ayotzinapa mantienen un silencio cómplice y sus voceros no se desgañitan como fervorosos defensores de los derechos humanos. Allí, su guerra de alta intensidad ha tenido un efecto perverso.
En cuanto a América Latina, EEUU ha comenzado a reacomodar su política. No hay cambios, solo un reacomodo estratégico. Recordemos que durante los últimos años han apoyado y coordinado 3 golpes de estado en la región (Venezuela, Honduras y Paraguay) con resultados frustrantes para sus objetivos. La guerra de alta intensidad con sus matices de guerra económica, desestabilización progresiva y golpe suave o continuado ha sido utilizada contra Venezuela y en Argentina con sus fondos buitres; ahora van por Brasil con acciones contra PETROBRAS, le quieren cobrar su protagonismo en el grupo BRICS y frenar los vínculos estratégicos de esta organización con los países de América Latina y El Caribe a través de UNASUR y la CELAC.
En los estertores del año 2014 EEUU se acerca a Cuba y agrede a Venezuela. Reanuda relaciones diplomáticas con La Habana y abre una posibilidad de poner fin al injustificado bloqueo económico. Al mismo tiempo anuncia sanciones contra Venezuela y aleja las posibilidades de retomar las relaciones diplomáticas. Simple, Cuba ya no es un objetivo inmediato, ahora Venezuela constituye su objetivo estratégico por su influencia en la integración de América Latina y su Soberanía sobre las reservas petroleras.
En el caso de Venezuela, la estrategia desestabilizadora impulsada por EEUU ha logrado un efecto inmediato con el apoyo de una oposición pervertida y postrada a las órdenes del Departamento de Estado, el Pentágono y el Congreso norteamericano. Así mismo, ha encontrado eco en empresarios parasitarios que buscan nuevas formas de acumulación de capital para apropiarse de la renta petrolera y en una ineficiente burocracia que penetró las instituciones y cada día se aleja más de los postulados de la Revolución Bolivariana. Sólo el pueblo ha demostrado una indeclinable lealtad Bolivariana al legado del Comandante Chávez. Estoicamente ha soportado la escasez inducida, las interminables colas, la especulación desmedida, la inflación y la pérdida del poder adquisitivo producto de una parálisis productiva en el contexto de la guerra económica.
La falta de respuestas y decisiones oportunas ha permitido que la estrategia desestabilizadora, impulsada por factores internos y externos, haya colocado el país en un «punto crucial» que se expresa en desequilibrios estructurales (propios del capital) como inflación, recesión, fuga de capitales, escasez de bienes fundamentales y parálisis de la producción lo cual pone en peligro el avance de la Revolución Bolivariana y frena el proceso de transición.
La parálisis de la producción en Venezuela no ha sido provocada por cambios en las relaciones sociales de producción, ni por decisiones del gobierno contra los empresarios. Los dueños de los medios de producción han articulado nuevas formas de acumulación de capital. En su empeño por apropiarse de la renta petrolera, los empresarios han propiciado una novedosa fuga de capitales con importaciones fraudulentas financiadas con divisas provenientes del Estado y sustentada en manejos cambiarios desde la banca privada reforzada por una indecorosa alianza con factores burocráticos que se han apoderado en las instituciones.
La respuesta oportuna pasa por establecer rigurosos controles estatales del comercio exterior y la banca. La banca privada no puede seguir manejando las divisas, ni el comercio exterior debe estar en manos privadas. Por su carácter estratégico, deberían estar bajo control absoluto del Estado. De allí se alimenta el mercado cambiario paralelo.
Políticas débiles y confusas, sin seguimiento ni control, no permiten que salgamos del «punto crucial». Un ejemplo palpable a nivel popular es la «Ley Orgánica de Precios Justos», próxima a cumplir un año sin los resultados esperados por los vaivenes en su aplicación. Necesitamos políticas contundentes para profundizar y ampliar la orientación anticapitalista y anti neoliberal de la Revolución Bolivariana. En caso contrario, el retroceso social se presentará como inevitable.
Por otro lado, el «punto crucial» nos conduce a un nuevo escenario económico, político y social que requiere la reunificación del chavismo, como fuerza social y expresión del naciente poder popular, para impulsar las decisiones, enfrentar sus consecuencias y darle el contenido social que requieren. Aquí no hay trasnochados, iluminados ni herederos absolutos. El momento histórico exige la participación activa de todos los hombres y mujeres comprometidos con la Patria, es obligación de los dirigentes garantizar la convocatoria y establecer los mecanismos de participación.
El nuevo paradigma lo sembró el Comandante Chávez, ubicando a Venezuela en el contexto nacional e internacional como vanguardia de un nuevo orden con sentido profundamente humano. El «punto crucial» debe conducirnos a políticas que permitan profundizar la Revolución Bolivariana y nos convoca a repensar el país para retomar el camino del entusiasmo colectivo como garantía de victoria.
@dariomorandy
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