Recomiendo:
0

Venezuela al centro del sur global: los sirvientes se alzan cantando

Fuentes: Rebelión

Hace pocos días los Estados Unidos presentó su nueva Estrategia de Seguridad Nacional. En el documento, exponen explícitamente el “Corolario Trump de la Doctrina Monroe”.

Desde 1823, dicha doctrina significó una política de sometimiento, expolio, intervencionismo e invasiones contra Latinoamérica. Esa doctrina fue dejada intencionalmente en un segundo plano comunicacional por los EE. UU. y sus lacayos del establishment latino, porque su explicitación va en contra de la disuasión de las relaciones públicas y la superestructura cultural usada como paso previo a dar rienda suelta a la violencia.

En los años ’80, tras el triunfo de la Revolución Sandinista en Nicaragua, el régimen de Ronald Reagan hizo creer a la opinión pública estadounidense que el pequeño país centroamericano, con un gobierno comunista, amenazaba directamente al suelo “americano”, tal como ahora se establece que Venezuela es un peligro con la argucia de ser epicentro del narcotráfico.

En 1986 estalló el escándalo conocido como Irán-Contra, se estableció judicial y políticamente que el gobierno de los EE. UU. vendió armas al país persa y financió a la guerrilla ultraderechista de los Contra a través del narcotráfico.

Actualmente, el régimen de los Estados Unidos acusa al gobierno de Venezuela de narcoterrorismo siendo ellos los que exhiben un abultado prontuario respecto al tráfico de drogas.

Ya que hacen explícito que Latinoamérica es su “patio trasero” podrían mencionar los motivos que hace de Venezuela apetecible para sus intereses geoestratégicos. Las reservas de hidrocarburos, oro, tierras raras y otras riquezas son el foco de la codicia imperial.

El hacerse con la potencialidad petrolera no solamente permitiría a los EE. UU. tener un negocio millonario, si no que, controlar el precio del crudo; pero, más trascendente aún, influir sobre la mantención del petrodólar como herramienta de dominio y hegemonía.

Las consecuencias de una derrota del chavismo a la luz de la Estrategia de Seguridad Nacional son enormes para toda Latinoamérica, pero también, para la construcción del mundo multipolar que ha venido avanzando en los últimos años.

Consagrará la repartición de tres áreas de dominio en lo que hemos denominado la tripolaridad, dejando a los Estados Unidos libre para la destrucción del movimiento social latino.

Venezuela se presenta como la frontera del sur global, un país que persiguiendo su soberanía construyó su destino desde la victoria del comandante Hugo Chávez frente a todas las imposiciones externas y las traiciones de las mismas fuerzas políticas de izquierda democrática (no olvidar que el gobierno del socialista Ricardo Lagos apoyó el golpe de Estado contra Chávez en 2002) acusándolo de dictador, y, que ahora, frente a la amenaza militar, callan o, peor aún, se suman al coro que les cuelga el mote de “narcoestado”.

La construcción del mundo multipolar encabezado por la narrativa rusa y china recibiría un golpe de martillo si no es capaz de defender a uno de sus aliados, un impacto emocional al conjunto del sur global, el que podría interpretar que la apelación por una humanidad más justa es solamente un engaño o retórica vacía.

Los Brics, con su objetivo de paulatina desdolarización del comercio y las reservas de divisas, sufrirían un golpe letal si los países que optan por comerciar en otras monedas son destruidos políticamente, o, lisa y llanamente, son invadidos.

Las implicaciones para los gobiernos de Cuba y Venezuela son evidentes con la doctrina Monroe 2.0, pero también para cualquiera de los países del “patio trasero” que podrán no ser invadidos, pero tendrán que soportar la carga económica imperial que los usará para pagar la deuda interna de los EE. UU. desestabilizando a toda la región, especialmente en los países con regímenes de derecha o ultraderecha donde se volverá aún más precaria la vida de sus poblaciones incitando a la rebelión popular.

No se requiere la presencia de un gobierno de izquierda radical para convertirse en blanco de los EE. UU., se amenaza al conjunto del sistema democrático, incluso a socios comerciales o aliados.

Recuérdese lo que está ocurriendo en estos momentos en las elecciones en Honduras con la intervención descarada de Trump a favor del candidato de su predilección.

La llegada de la oposición en Venezuela implicaría un neoliberalismo extremo y la persecución mortal de los chavistas, por lo tanto, un cambio de gobierno traerá el sufrimiento de una parte importante de la población, pero principalmente, un golpe a toda la resistencia.

Los regímenes que se alinean con Washington se sienten fuera de peligro, pero ¿saquen cuentas de lo que implica quedar en manos de quienes los tiranizan pudiendo imponerles aranceles en momentos en que mejoren sus condiciones económicas, superávit comercial o equidad con el país del norte?

La doctrina de seguridad estadounidense manifiesta que su intención es impedir los lazos entre los países latinoamericanos y China, en menor medida con Rusia. En los hechos, esto quiere decir que al hemisferio se le impondría no generar negocios estratégicos con la mayor economía del mundo en momentos que ésta plantea un trato comercial de igualdad.

Es un acto de miopía geoestratégica el pensar que los EE. UU. tendrá motivos para morigerar sus reclamaciones comerciales o no impondrá la sumisión total de las soberanías nacionales a sus propios intereses. En estos momentos, quiere decir que se redoblará el expolio de los países latinoamericanos para solventar la destruida economía estadounidense con una deuda que los amenaza existencialmente.

La guerra psicológica desatada contra Venezuela al plantar el 20% de la flota de EE. UU. frente a su costa no es menor, sin embargo, Venezuela resiste dejando a Trump pocas opciones ya que un ataque militar abierto destruiría la imagen que ha querido construir como el gran pacificador.

El plano militar desde la guerra en Ucrania ha variado notablemente, el énfasis no está en las grandes formaciones acorazadas. El uso de drones cambió radicalmente el campo de batalla. Los principales socios de Venezuela, China, Rusia e Irán son los mayores fabricantes de estos artilugios bélicos. No es difícil especular que al país caribeño se le ha suministrado suficientes drones como para ser un poder disuasivo relevante, dejándoles pocas opciones militares.

Venezuela refuerza sus lazos de cohesión interna, mientras, ofrece el ramo de olivo de la paz, devolviéndole la retórica pacifista a Trump. Crean canciones de paz para motivar al pueblo a no tener miedo, para no caer en el juego de la desestabilización psicológica.

El pueblo venezolano como muchos otros antes, se arma de fuerza y voluntad a través de la música, como lo hicieron los franceses durante la revolución cantando la Marsellesa, las canciones populares durante la Guerra Civil Española o la Internacional durante la Revolución Rusa.

Los sirvientes se alzan cantando contra los señores explotadores, recogiendo la tradición de una América Latina insurrecta, que ha construido su historia luchando por su independencia siempre amenazada por las potencias extranjeras.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.