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Venezuela: contextualización o complicidad

Fuentes: La Jornada

Mi nuevo vecino se las trae: carga una Mágnum 357, usa pantalones camuflados de combate, tiene un rottweiler listo para el ataque, oye a todo volumen rock pesado de Abdullah, y en el jardín de su casa instaló un mortero lanzagranadas cuyo ángulo de tiro apunta al tinaco de la mía. Ayer, en momentos que […]

Mi nuevo vecino se las trae: carga una Mágnum 357, usa pantalones camuflados de combate, tiene un rottweiler listo para el ataque, oye a todo volumen rock pesado de Abdullah, y en el jardín de su casa instaló un mortero lanzagranadas cuyo ángulo de tiro apunta al tinaco de la mía.

Ayer, en momentos que estacionaba su Hummer blindada H2 SUV, lo saludé con gesto amable de cabeza. Se quitó sus gafas ahumadas, miró de reojo mi Tsuru, y mientras el nervioso perrito husmeaba mis partes nobles preguntó con sorna si soy taxista.

El administrador del condominio asegura que es buena persona.

-¿Trabaja en Provida o algo así?

-Es dueño de un parque de gotcha. ¿Qué le inquieta?

-La leyenda de su camiseta: «si las armas matan, las cucharas engordan».

-Bueno… éste es un país libre. Si gusta, puede quejarse en la Delegación.

Lo siento. No debí empezar el artículo con una bronca propia de los avatares de la libertad individual y la iniciativa privada. Me disponía a retomar el tema de Radio Caracas Televisión (RCTV) y, al no tener más que añadir a lo dicho, consideré de mal gusto refritar los artículos de El País para salir del paso.

Pero aquí, veamos… acabo de recibir algunos datos glosados por Eva Golinger, abogada estadunidense que ha investigado la guerra sicológica de Washington contra Venezuela en los medios de comunicación. O sea, todo aquello que en el agitado debate «libertad de expresión sí-no-no sabe-no contesta», la «izquierda democrática» omite cuidadosamente.

Un novelista, que hizo una lanota con Salinas de Gortari, dice que Hugo Chávez ha invertido de 5 a 8 mil millones de dólares en «dádivas petroleras», y una retórica de «telenovela antimperialista que gusta todavía a muchos oídos latinoamericanos». Y un jilguero enemigo del «islamismo radical», pero que nunca supo de Peter Pérez, el sagaz detective de la colonia Peralvillo, se asombra «… de la complacencia de una parte sustancial de la izquierda, no sólo en México, sino en América Latina, frente a la gradual liquidación de las libertades políticas en Venezuela».

El novelista no dice en qué despilfarra Chávez los dólares. Y al jilguero le resultaría superfluo saber que el Grupo de Operaciones Psicológicas (conocido por sus siglas, GYPSY), dependiente del Comando de Operaciones Especiales del Ejército de Estados Unidos, tiene un presupuesto de 6.6 mil millones de dólares para desarrollar en los «países del mal » prototipos de publicidad en radio y televisión, documentales, propaganda pop-up en Internet, avisos y afiches.

Empresas contratadas por el GYPSY, como Science Applications Internacional Corp (SAIC, integrada por ex o actuales agentes de la CIA), creó en 1995 Informática, Negocios y Tecnología SA (INTESA), firma encargada de controlar «el cerebro» de la petrolera estatal de Venezuela, PDVSA.

«SAIC -escribe Golinger-… obtuvo un conocimiento íntimo del gobierno de Hugo Chávez, la cultura venezolana, sus debilidades e idiosincrasias, lo que es esencial para realizar operaciones sicológicas de manera efectiva: descalificación del gobierno vinculándolo con el narcotráfico, grupos terroristas, amenazas armamentistas, corrupción y acusaciones de ser violador de la libertad de prensa, de expresión, de asociación y de otros derechos fundamentales.»

Es decir, que en colaboración con medios privados venezolanos, los partidos políticos de oposición y organizaciones de la «sociedad civil», financiadas por Washington, se estimulan corrientes de opinión creando caos, conflictos, preocupación y miedo en la población.

El uso de fuentes anónimas de información no fundamentada es parte esencial de estas operaciones. El coronel James Treadwell, jefe del GYPSY, dice que no está permitido «mentir totalmente» (sic), pero sí recomienda distorsionar, alterar y manipular información veraz.

¿Cómo situarse, entonces, frente al eventual avance del «totalitarismo» prescindiendo del papel del imperialismo yanqui en Venezuela? ¡Uy!… veo que usé un término fuera de moda. Corrijo: ¿cómo situarse… (ídem) omitiendo que los mensajes de RCTV, Globovisión y Venevisión están pensados por los mismos hijos de puta que ahogaron a Chile en sangre en 1973?

El jilguero apunta: «Entre la izquierda autoritaria y la izquierda democrática hay un abismo de definiciones. Es el momento de formularlas». ¡Sale!… Definamos.

¿A quién le vamos? Arnold Habegger, fundador de la escuela económica de Chicago, acaba de elogiar al «socialista» Ricardo Lagos (El País , 14/3/07). Camilo Escalona y Jaime Naranjo, senadores del Partido Socialista de Salvador Allende, compararon a Chávez con Pinochet.

Si vamos a definir qué es la «izquierda democrática», limpiemos nuestra cabeza de paja, identifiquemos con claridad a los auténticos responsables del «totalitarismo» y no creamos que las ideas son anteriores a las cosas.

Me urge definir… Porque, vea usted: ¿quién habrá clavado, con un puñal, mi ejemplar de La Jornada de hoy en la puerta de mi casa?