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Venezuela, don Cebrián y su contribución al diálogo

Fuentes: Rebelión

«Para contribuir al diálogo» [1] es el título del discursito que don Cebrián-Nueva-Transición-Salvación-Del-Régimen-amigo se soltó el pasado lunes en la presentación en Barcelona de El País en catalán [2] Algunos breves compases de su intervención. Hace hoy 32 años, comentó el amigo de los dos Felipes, en un acto similar a este «aunque entonces gozáramos […]

«Para contribuir al diálogo» [1] es el título del discursito que don Cebrián-Nueva-Transición-Salvación-Del-Régimen-amigo se soltó el pasado lunes en la presentación en Barcelona de El País en catalán [2]

Algunos breves compases de su intervención. Hace hoy 32 años, comentó el amigo de los dos Felipes, en un acto similar a este «aunque entonces gozáramos de la presencia del presidente de la Generalitat» (¡habló del molt ex honorable en estos términos!), EL PAÍS lanzaba su edición catalana. Con singular modestia, como podrán comprobar, continuó. «Era aquel el primer esfuerzo de nuestro periódico para singularizarse como un órgano con cobertura en todo el Estado capaz de reconocer la singularidad explícita del principado en la construcción del mismo». Hay más autobombo: «Muchas veces me he visto obligado a recordar que los diarios, tal y como han llegado a nuestros días -me refiero a los diarios de calidad, referentes del diálogo político e intelectual en una comunidad-, forman parte del sistema de la democracia representativa. Pero eso no quiere decir que se integren en el aparato político del mismo, pues su influencia se ejerce desde la sociedad civil».

Y hay más, sin límite, la hybris en acción: «Un periódico como EL PAÍS es desde luego una institución, y nada tiene de extraño que se vea cortejado por los poderes públicos, en cuya casta, por utilizar una palabra de moda, se ve incrustado de una forma u otra. Pero además de una institución un periódico es sobre todo un periódico».

Vale, será eso. ¿Y cuál es su misión fundamental? La siguiente según don Cebrián, le cito de nuevo: «publicar la verdad de las cosas, muchas veces contra los intereses del poder que en demasiadas ocasiones ni coinciden con, ni sirven a, la voluntad y los deseos de los ciudadanos.» Como han leído, con todo el rostro del mundo. Añade líneas más abajo: «Deseamos que obtengan gracias a nosotros una información rigurosa y una opinión fiable, con puntos de vista diferentes y aun contradictorios, que les permitan ejercer su propio juicio, pero también con una orientación editorial coherente que responde a las señas de identidad del propio diario y de la empresa que lo sustenta.»

Queríamos también, y lo queremos aún, añadió igualmente, «representar una voz liberal y progresista en el seno de esta sociedad, anegada en gran medida su opinión pública por el oficialismo, el clientelismo y el conservadurismo.» ¡Para desternillarse de risa y no parar! ¡Liberal, progesista! Pero no sólo eso. Además, añadió, quieren: «que el internacionalismo (¡internacionalismo!) siga siendo una cultura de paz frente a los conflictos y desórdenes que en la historia europea han deparado los nacionalismos, y que la manipulación populista del sentir ciudadano acaba inexorablemente en la frustración y en la melancolía.»

No hace falta continuar. El teatro falsario periodístico-político en estado impuro. ¿Quieren un ejemplo de esta cultura de la paz, del progresismo, del buen hacer de El País de don Régimen-Cebrián? Basta leer o releer, sin demasiada atención, no vale la pena, un artículo de don Diego Enrique Arria Salicetti [3], economista, político, escritor y diplomático venezolano como afirma en Wikipedia.
Una breve presentación del susodicho:

«Consagrada personalidad pública en la política y la diplomacia, en el ámbito fue Diputado al Congreso, Ministro de Información y Turismo así como también detentó la Gobernación de Caracas, fue candidato independiente para las Elecciones presidenciales de Venezuela de 1978, mientras que en el ámbito internacional, destaca su rol como Director del Banco Interamericano de Desarrollo, Embajador venezolano ante la ONU, Presidente del Consejo de Seguridad y Secretario General Asistente y Consejero del Secretario General de la Organización de Naciones Unidas. Tras un retiro de casi una década, como personalidad pública, Diego Arria regresa una vez más a la política al unirse a la Mesa de la Unidad Democrática, siendo actualmente, militante activo de la oposición al gobierno de Nicolás Maduro. Igualmente, presentó su precandidatura para la Presidencia de Venezuela, compitiendo en las Primarias organizadas por dicha entidad política, quedando en cuarto lugar con el 1 % de los votos».

Ya se imaginan el material político que transita por las venas y arterias del ex embajador. El artículo en cuestión se titula «Venezuela busca silla en el Consejo de Seguridad» y se abre con las siguientes palabras: «Los Gobiernos de los países de América Latina y el Caribe miembros de la ONU están apoyando la candidatura de la tiranía comunista venezolana, creada por Hugo Chávez y continuada por su suplente, Nicolás Maduro, para que los represente como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad para el periodo 2015-2016. » [el énfasis es mío]
Semejante despropósito, afirma don Arria-1%, «que desdice del sentido de seriedad y de responsabilidad que supuestamente tienen estos Gobiernos con la paz y la seguridad internacionales», no podía presentarse en un peor momento, «cuando fuerzas emergentes de la mayor peligrosidad amenazan la paz y la seguridad que tanta unidad necesita para hacerles frente.» ¡Terror, horror y pavor! ¡Apretemos las filas! ¿Fuerzas emergentes de la mayor peligrosidad referirá a la «oposición venezolana» que él alimenta?

No queda aquí la cosa. Lo hacen, precisamente, continúa el ex embajador, «cuando el Consejo de Seguridad acaba de aprobar por unanimidad una resolución exigiendo a los países aprobar leyes que prohíban viajar al extranjero para unirse a grupos terroristas, o financiar esos esfuerzos», a pesar de saber, señala, que el régimen venezolano «es conocido por proporcionar pasaportes a individuos pertenecientes a grupos radicales de Oriente Próximo, incluyendo a Hezbolá. Tampoco ignoran su cooperación con los grupos narcoterroristas de las Fuerzas Armadas Revolucionarias Colombianas (FARC).» ¡Peor que el Eje del Mal! ¡Pero que la Bruja Avería!

Por la misma senda prosigue don Arria: lo más alarmante es que estos Gobiernos [habla por ejemplo ¡del colombiano!] no pecan por ignorancia. «Conocen el colapso de la democracia y del Estado de derecho, del linchamiento como modalidad judicial contra los disidentes, de la tortura y la persecución como política de Estado…» Y no sólo eso: «Tampoco ignoran que el régimen está bajo el control del Gobierno cubano, que sería el representante de facto en el Consejo.» Y hay todavía más: «También están al tanto que más de la mitad de la comunidad judía en Venezuela se ha visto obligada a abandonar el país por el acoso infligido a ellos después de que el régimen rompió relaciones diplomáticas con Israel, calificándolo de Estado genocida.»

No se equivoquen, concluye don Arria: «el régimen venezolano no es solo un enemigo declarado de Israel y de Estados Unidos». No, no es sólo eso. También es enemigo de «los principios y fines que rigen a la propia organización mundial». Esta infame realidad, finaliza, «junto con la inexistencia de la libertad de expresión, hace de Venezuela el peor y más descalificado candidato para representar a América Latina y el Caribe.»

¿Un ejemplo de esta falta de libertad de expresión? El artículo del propio ex embajador que nadie podrá leer hoy en Venezuela. Un ejemplo del talante liberal y más que progresista del diario de don Cebrián-fondos-buitre: la ininterrumpida publicación, sin réplica, de panfletos incendiarios, intoxicadores y desinformados de la derecha extremísima venezolana bien subvencionada, eso sí, con dólares made in USA.

Notas:
[1] http://elpais.com/elpais/2014/10/06/opinion/1412596092_686913.html
[2] ¿Qué hacía una compañera de la talla poliética de Ada Colau en un lugar de buitres y afines como ése?
[3] http://elpais.com/elpais/2014/10/06/opinion/1412595362_257885.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.