57 por ciento de los votantes venezolanos votarán por el NO en el referendo revocatorio contra el Presidente Hugo Chávez, mientras el 44 por ciento optaría por el SI. Este es el resultado de la última muestra representativa estadísticamente valida —no divulgada aún— que se ha realizado en el país. El triunfo del voto NO […]
57 por ciento de los votantes venezolanos votarán por el NO en el referendo revocatorio contra el Presidente Hugo Chávez, mientras el 44 por ciento optaría por el SI. Este es el resultado de la última muestra representativa estadísticamente valida —no divulgada aún— que se ha realizado en el país.
El triunfo del voto NO significa que el Presidente seguirá con su mandato constitucional hasta el año 2006, con posibilidad de reelección, mientras que el triunfo del SI acabaría con su mandato de manera inmediata.
El maestro del Libertador, Simón Rodríguez, advertía que toda revolución necesita el acicate de la contrarrevolución para avanzar. Y es difícil encontrar experiencia revolucionaria alguna, para la cual esta dialéctica no haya sido determinante para el desarrollo y desenlace de la revolución en progreso.
El previsible triunfo del Presidente Hugo Chávez en el referendo ratificatorio agudizará, por lo tanto, la contradicción entre las fuerzas revolucionarias y las del antiguo régimen, en esta batalla decisiva por el futuro de América Latina, de la Doctrina Monroe y del pueblo venezolano, a tal grado que probablemente la lleve a la violencia.
Ante la derrota institucional del 15 de agosto; ante la creciente deserción de las clases medias y del empresariado nacional e internacional de su cruzada contra Chávez; ante la cedulación de cinco millones de ciudadanos en 2004, que estaban fuera de los mecanismos electorales; ante la creciente consolidación de los ejes integrativos del Bloque Regional de Poder (BRP), Venezuela-Cuba y Venezuela-Argentina, y la consolidación de la política económica-social, Washington y su quinta columna prosiguen aceleradamente dos escenarios subversivos contra el Presidente.
El magnicidio resolvería de un solo golpe el problema de la Revolución Bolivariana. Aunque se notan varios talentos políticos, Hugo Chávez es, en este momento, insustituible en la conducción del proceso. Rodeado de un complejo universo de cuadros bolivarianos honestos, de fuerzas sobrevivientes de la Cuarta República, de un peligroso nuevo Miquelenísmo, de pensamientos ortodoxos de los sesenta, de inercias burocráticas y de las inevitables apariciones del oportunismo, el Presidente ha sabido mantener el curso sin abandonar la esencia humanística del proyecto y sin caer en radicalismos infantiles.
Si el referendo ratificatorio corre su camino institucional, será la ratificación de una revolución democrática exitosa indisolublemente vinculada a su Presidente, que le dará una legitimidad y un apoyo social fuera de lo normal. Este poder, a su vez, permitiría profundizar la política de cambios y superar obstáculos estructurales y de equipos de trabajo que han frenado el progreso posible de la revolución.
El «golpe quirúrgico» militar preventivo, que tanto encanta al complejo militar-industrial estadounidense y a la Casa Blanca, en su modalidad de asesinato político preventivo, sigue siendo, por lo mismo, la opción preferida de los operadores imperiales. Desbaratado, no hace mucho, el escenario de un ataque de un F-16 a una tribuna pública dominical de Aló Presidente, logró conjurarse otra operación de magnicidio recientemente, en esa cadena de sicariato político que no terminará, hasta que Bush se haya ido de Washington.
El segundo escenario, ya preparado con amenazas públicas de la Asesora de Seguridad Nacional de Bush, Condoleezza Rice, de voceros del Departamento de Estado y de editoriales del The Washington Post, es el intento de impedir o alterar el rumbo del referendo ante las evidencias de su derrota.
El mecanismo sería la abierta violación de la legislación electoral venezolana por uno de los aparatos propagandísticos de la derecha, como la televisora Globovisión o la empresa de telecomunicaciones CANTV, solo o en contubernio con la CNN u otros medios internacionales, para provocar la intervención del gobierno. Por ejemplo, Globovisión podría transmitir antes del cierre de las urnas la mentira, de que el SI estaría ganando o que el gobierno hace fraude, obligando a éste a aplicar la ley.
La CNN, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), Reporteros sin Fronteras, el Departamento de Estado y demás instituciones imperiales se harían eco de la mentira, de que el «tirano Chávez impidió el referéndum cerrando los medios de comunicación, porque estaba perdiendo». Esa campaña mundial trataría de lograr la aplicación de la Carta Interamericana de la Democracia del 2001; podría llevar, más adelante, a la confiscación de propiedades venezolanas en Estados Unidos, acto que sería respondido con el corte de suministro de petróleo, en una escalada internacional, cuyas consecuencias podrían llegar hasta a una fricción militar con Estados Unidos, o en la frontera con Colombia, donde el imperialismo está acariciando la idea de una balcanización del Zulia, tal como hico en 1903 con Panamá, posteriormente con Kuwait y hace una década en Yugoslavia.
El impedimento o la alteración del referéndum, acompañado por el obsceno espectáculo mediático internacional, sería ampliado en la noche del 15 de agosto con el regreso al foquismo violento urbano, probado en ocasiones anteriores por la subversión. En esta ocasión, sin embargo, asumiría un cariz más militar, sofisticado y brutal, dentro de la tónica anunciada por el expresidente socialdemócrata (AD), Carlos Andrés Pérez: La violencia será fuerte y corta.
En dos robos, la subversión ha conseguido 176 Kg. del explosivo plástico militar C-4 y cantidades adicionales de dinamita. No sería muy complicado, aprovechando la presencia de comandos paramilitares de diversa índole y procedencia en el país, volar algunas torres de alta tensión que suministran energía a Caracas, dejando, de esta manera, a la ciudad sin energía.
Otros blancos podrían ser las subestaciones de electricidad, o gaseoductos o los canales televisivos del Estado, como el Canal 8 o Vive TV. Previendo esos posibles ataques, incluyendo el uso de francotiradores, tal como sucedió durante la última subversión foquista en Caracas, habría que tener una adecuada protección militar de esos blancos tácticos.
Hasta podría pensarse en la habilitación de redes televisivas alternativas con puertos satelitales. Las transmisiones del INCE, por ejemplo, llegan a 24 países. La institución tiene 80 sedes en el país. Tiene las antenas y algunos equipos móviles, pero no se ha integrado la red que daría un tercer brazo telecomunicativo al gobierno bolivariano en caso de crisis.