La política exterior de un Estado es inseparable de la doméstica y por regla general una continuación de esta, como se observa en las relaciones internacionales de la Venezuela bolivariana. Toda vez que el proyecto del presidente Hugo Chávez se proponía una justa distribución de la riqueza y rescatar la soberanía y la autodeterminación necesariamente […]
La política exterior de un Estado es inseparable de la doméstica y por regla general una continuación de esta, como se observa en las relaciones internacionales de la Venezuela bolivariana.
Toda vez que el proyecto del presidente Hugo Chávez se proponía una justa distribución de la riqueza y rescatar la soberanía y la autodeterminación necesariamente tenía que quebrar con la subordinación del régimen anterior a los intereses geoestratégicos del imperialismo estadunidense. Aquel era gerenciado por una burguesía local parasitaria y corrupta a la que Washington permitía quedarse una parte del pastel petrolero a cambio de su incondicionalidad mientras mantenía sumida en la pobreza a la gran mayoría de la población.
Es natural, en consecuencia, que el proyecto bolivariano haya implicado un enorme desafío al orden neoliberal impuesto por Estados Unidos y sus aliados. Por una parte, ha privado a Washington del control de los hidrocarburos de Venezuela, una herejía intolerable siendo Caracas el sexto exportador mundial y probablemente el poseedor de las mayores reservas de crudo del planeta. Por otra, al canalizar la renta petrolera hacia programas educativos, sanitarios y productivos de gran impacto social, como son las distintas «misiones» del gobierno venezolano, ha sentado un paradigma, que no sólo le proporciona un imbatible apoyo interno de masas, sino que despierta una cada vez mayor admiración y esperanza en América Latina, el Caribe y entre los pobres de todas partes.
Inspirado en Bolívar y en la tradición del tercermundismo revolucionario, Chávez comprende que un proyecto como el que impulsa exige la cooperación y la solidaridad con los pueblos hermanos de la región y con los demás pueblos y Estados sometidos a la explotación, las presiones y la agresión imperialistas.
Por eso ha trabajado incansablemente por la integración latinoamericana, lanzando la iniciativa liberadora del ALBA frente al ALCA recolonizador que propugna Estados Unidos, incorporando a Venezuela al MERCOSUR y poniendo la riqueza petrolera y gasífera venezolana en función del desarrollo y el bienestar de las naciones de la región. Petrocaribe, la Operación Milagro- que está devolviendo gratuitamente la visión a cientos de miles de latinoamericanos-, el Banco del Sur y el Gasoducto del Sur se inscriben en este esquema. Pero la solidaridad venezolana ha ido más lejos y hecho llegar combustible a precios preferenciales a los pobres en Estados Unidos por que para Chávez, un auténtico internacionalista, ellos también son sus hermanos.
Chávez quiere un mundo más justo donde una sola potencia no se arrogue el derecho a decidir el destino de las demás naciones y todavía está por analizar en toda su magnitud la valiosa contribución que ha hecho para democratizar las relaciones internacionales de nuestra época y transformarlas de la unipolaridad a la multipolaridad.
Chávez revitalizó la OPEP, que estaba moribunda, y estrechó relaciones con todos los países exportadores de hidrocarburos, entre ellos Rusia, Irán y Angola. Por primera vez Venezuela tiene una política exterior propia, que incluye a Africa, Asia y el Medio Oriente. Su enérgica condena a la agresión yanqui a Irak e israelí a Líbano le ha ganado un enorme prestigio en el mundo y entre los árabes, como se pudo apreciar en su reciente visita a Siria. Su última estancia en China ha dado un impulso espectacular a la cooperación con el gigante asiático.
La alianza con Cuba ha sido uno de los pasos más audaces y revolucionarios de la Venezuela bolivariana. Más allá de propiciar una fecunda interacción multiplicadora de las potencialidades de ambas revoluciones, su saldo de solidaridad humana es un ejemplo del tipo de nexos ajenos al mercantilismo que deben prevalecer entre los pueblos. Otro tanto puede afirmarse de sus lazos con Bolivia.
La Venezuela bolivariana es una colosal fuerza impulsora de la integración y de las luchas populares en América Latina y de la solidaridad con el movimiento altermundista. Ello le ha granjeado el odio de los bushistas, que trabajan a tiempo completo para derrocar a Chávez. Pero también la ha dotado de una creciente solidaridad internacional, como se habrá de corroborar en los próximos días en La Habana, en la XIV cumbre del Movimiento de los No Alineados. Nadie se extrañe si pese a la tenaz oposición de Washington Venezuela es electa al Consejo de Seguridad de la ONU. Pocos países se lo han ganado tanto.