1. La reforma constitucional y la votación en bloque La propuesta de la reforma constitucional es heterogénea. Hay clausulas que no tienen sentido, como la extensión del período gubernamental de seis a siete años; varias asignan más poder a organismos en la base social; otras aumentan el poder del Ejecutivo, y uno de los vacíos […]
1. La reforma constitucional y la votación en bloque
La propuesta de la reforma constitucional es heterogénea. Hay clausulas que no tienen sentido, como la extensión del período gubernamental de seis a siete años; varias asignan más poder a organismos en la base social; otras aumentan el poder del Ejecutivo, y uno de los vacíos principales se observa en la falta de definición de la institucionalidad económica postcapitalista.
El procedimiento democrático adecuado para actuar ante esta heterogeneidad propositiva hubiera sido la votación clausula por clausula, no en bloque. Lamentablemente, ninguna instancia del Estado decidió imponerla, pese a que el espíritu de la democracia participativa obligaba hacerlo.
2. Los tres ejes de identidad y realización del Socialismo del Siglo XXI
La teoría científica y el movimiento social del Socialismo del Siglo XXI se constituyen sobre tres ejes de identidad y realización: 1. el desarrollismo democrático regional, que es el eje post-neoliberal; 2. la economía de equivalencias y la democracia participativa en las cuatro relaciones sociales constitutivas del ser humano, que es el eje post-capitalista; 3. la alianza estratégica republicana entre los Estados progresistas y los movimientos sociales, que es el eje de poder decisivo de la democracia participativa.
3. El carácter de clase del proceso venezolano
Lo que caracteriza el proceso venezolano hoy día es el eje uno y, en menor medida, el tres. La Revolución venezolana es esencialmente, hasta el día de hoy, un proceso de desarrollismo nacional, comparable al de los generales Lázaro Cárdenas en México y Juan Domingo Perón en Argentina. Este proceso se nutre, al igual que el desarrollismo histórico, de dos nobles raíces: la (nueva) revolución nacionalista latinoamericana y la atención a las masas desprotegidas, o sea, la cuestión social.
Tiene, sin embargo, cuatro diferencias considerables frente a la experiencia histórica: a) no es corporativo, como el desarrollismo de Cárdenas y Perón, sino más democrático; b) no solo es nacional, sino también regional; c) dispone de extraordinarios ingresos estatales, que lo estabilizan y, d) actúa en un entorno mundial cualitativamente diferente.
4. ¿Es socialista la Revolución Bolivariana?
Como hemos explicado en otro contexto, se puede definir el Socialismo del Siglo XXI de múltiples maneras, como justicia, amor o soberanía nacional. Sin embargo, la economía política utiliza un criterio de rigor para distinguir una formación social clasista (basada en clases sociales) de otra, en este caso el socialismo del capitalismo, referente a la forma en que la clase dominante se apropia del excedente económico colectivo.
En la sociedad capitalista esta forma es la relación salarial monetaria y asimétrica entre los dueños de los medios de producción y los trabajadores, dentro del proceso de acumulación motivado por el valor de cambio y la ganancia. En una sociedad postcapitalista, esta forma específica es la apropiación de la riqueza social creada, por todos los trabajadores, vía el valor y el principio de equivalencia, dentro de un proceso democráticamente determinado de generación de valores de uso.
En Venezuela, la economía política del gobierno ha sido nacionalista, desarrollista y popular, lo que es extraordinariamente positivo. Ha sido, por lo tanto, anti-neoliberal, pero no anti-capitalista. Ninguna de las medidas tomadas contradice o trasciende el marco de la crematística de mercado, ni las nacionalizaciones ni el reparto del ingreso petrolero vía los consejos comunales.
Dejando intacto la economía de mercado crematística, el Presidente podría entregar todo el excedente económico consumible a la población y reducir el horario de trabajo a dos horas y no generaría una nueva civilización, sino una sociedad rentista-consumista de alto nivel, y todas las apelaciones a la ética no cambiarían en nada el rumbo de este proceso. El avance sobre el eje dos, la institucionalidad específica postcapitalista, que tiene su centro en la economía, decidirá por lo tanto si el proceso bolivariano nos lleve a otra civilización, o no.
5. Los enemigos del Socialismo del Siglo XXI
El avance sobre el eje dos, el Socialismo del Siglo XXI, se enfrenta a tres enemigos principales. Los primeros son los discípulos de la cultura política de Stalin, una cultura política intelectualmente bruta, represiva y calumniadora, que se diseminó por el mundo por los partidos comunistas respectivos. Los segundos son los panegiristas de los aparatos estatales y de la Nueva Clase Política que rodean a los presidentes populares y aplauden entusiastamente hasta sus errores, con tal de no perder las prebendas — o acelerar su caída. «Los de cuello blanco y pañuelo rojo», los llaman en Venezuela o, también, los del «Chavísmo sin Chávez».
El tercer sector es la extrema derecha internacional, representada por Aznar, que entiende muy bien que el único enemigo estratégico real que tiene a nivel mundial es el Socialismo del Siglo XXI, por sus dos ejes: a) la nueva revolución nacionalista latinoamericana, que junto con la cuestión social, constituye la esencia del desarrollismo democrático regional, y que amenaza las materias primas mundiales en manos de las corporaciones transnacionales; b) porque la única alternativa económica coherente y estratégica a la civilización capitalista que existe es el Socialismo del Siglo XXI.
6. Votar por el «Sí»
Considerando los pros y contras del «Sí» y del «No», los ciudadanos venezolanos deberían votar por el «Sí»; no porque es una buena opción, sino porque es el mal menor. Los peligros estructurales, que emanan del sistema de conducción del proceso, del manejo de la economía y de los errores en la construcción de la institucionalidad postcapitalista, son reales y vuelven el proyecto bolivariano inestable; pero, perder en este momento el Palacio de Miraflores, significaría concederle un nuevo triunfo a la alianza oligárquica-imperial y la Doctrina Monroe.
La historia patriótica de América Latina desde la Guerra de Independencia, es la historia de la lucha entre el desarrollismo latinoamericano —Bolívar, el Dr. Francia, Perón, Allende, los Sandinistas, Chávez— y el eje oligárquico-imperial. Durante doscientos años, los desarrollistas siempre han perdido las batallas. Hoy tenemos la posibilidad de ganar y la obligación moral de triunfar.
Esta es la suprema razón para votar por el «Sí».