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Venezuela y el separatismo zuliano

Fuentes: La Jornada

Tras el fracaso de las distintas opciones para deslegitimar al gobierno del presidente Hugo Chávez (golpe de Estado, guerra mediática, sabotaje petrolero, magnicidio, desconocimiento de resultados electorales), algunos sectores de la oposición «democrática» de Venezuela han empezado a enarbolar la causa de la «zulianidad». Antes que sentimiento cabalmente arraigado, la «zulianidad» está siendo alimentada por […]

Tras el fracaso de las distintas opciones para deslegitimar al gobierno del presidente Hugo Chávez (golpe de Estado, guerra mediática, sabotaje petrolero, magnicidio, desconocimiento de resultados electorales), algunos sectores de la oposición «democrática» de Venezuela han empezado a enarbolar la causa de la «zulianidad».

Antes que sentimiento cabalmente arraigado, la «zulianidad» está siendo alimentada por Rumbo Propio (RP), movimiento de señores superdemocráticos que pretenden, según dicen, convertir el rico estado petrolero de Zulia (con capital en Maracaibo, segunda ciudad del país), en «el Hong Kong de América Latina» (sic).

RP resulta poco «original»: cree en el «liberalismo clásico verdadero», entiende la derecha como «el lado político que defiende y escucha a los derechos y libertades humanas, individuales y económicas», y está (faltaba más) «… contra los totalitarismos de cualquier índole y de cualquier lado».

En las elecciones presidenciales de noviembre pasado, RP apoyó al gobernador del estado Manuel Rosales, quien en abril de 2002 respaldó abiertamente el golpe del empresario Pedro Carmona. En su equipo de campaña, Rosales contó con la ayuda de dos personajes: el comisario Henry López Sisco (agente de la CIA y responsable de varias masacres durante el gobierno de Jaime Lusinchi, 1984-88) y el patético Teodoro Petkoff, ex guerrillero que asegura ser incomprendido por «izquierdas y derechas».

El clima separatista de RP y los «patriotas zulianos» se expresa en vallas de publicidad, camisetas estampadas con mapas que presentan a la «república independiente», artículos de prensa, páginas web y confusas declaraciones de académicos escogidos que manipulan la historia de la subregión.

El escritor Luis Britto García recuerda que durante el golpe de abril de 2002 el comentarista Víctor Manuel García (un firme partidario de la «globalización») gritaba por televisión: «¿Por qué no? ¡Bolívar independiente! ¡Cojedes independiente! ¡Zulia independiente!»

El 26 de octubre de 2003, el periódico antichavista La Verdad entrevistó a Julio Portillo, director de la Escuela de Ciencias Políticas de la Universidad Rafael Urdaneta (privada). En el texto, el profesor apoya la idea de una «región autonómica antes que independiente»; luego se contradice y subraya las «semejanzas» de Zulia con Québec y Panamá. Finalmente, Portillo propone un referendo consultivo sobre la independencia, con el «argumento» de que Zulia sería una nación «… por sus riquezas» (sic).

En 2005, la directora de Ciencias Políticas de la Universidad del Zulia, Lucrecia Morales, exhortó a deslindar el estado de «este gobierno» (Chávez) y hacerlo por la vía de la «emancipación definitiva». Y los genios de Washington esperanzados, creyendo que la «zulianidad» podría conducir a una independencia tipo Panamá (1903) sin haber aprendido nada, al parecer, de su derrota en Playa Girón (Cuba, 1961).

Explotando el mezquino espíritu de los nacionalicidas, el embajador de Washington en Caracas, William Bromfield, emprendió una serie de visitas al gobernador Rosales. En Maracaibo dijo: «Hace 25 años viví dos años en la ‘República independiente y occidental del Zulia’, y sé perfectamente lo que significa estar en un clima de calor» (sic).

Poco antes de las elecciones, Bromfield habló de abrir un consulado y de la posible firma de un convenio «bilateral» (sic) de Zulia con Estados Unidos. Las declaraciones de quien ya es visto como el jefe de la «oposición democrática» en Venezuela, causaron un amplio rechazo entre diputados y políticos. El diario VEA, de Caracas, dejó entrever un posible plan «… para crear unas fronteras artificiales que den paso a un Estado sin patria entre Venezuela y Colombia, cuya misión es secuestrar al Zulia y entregarlo con una independencia eufemística a los agentes de la Casa Blanca…»

Bromfield, en todo caso, no anda errado: bañados por las aguas del lago Maracaibo, tres ricos estados venezolanos (Zulia, Mérida y Trujillo) limitan con tres departamentos estratégicos de la vecina Colombia: Guajira, César y norte de Santander, insertos en la guerra contrainsurgente del Pentágono.

El separatismo zuliano debe ser tomado en serio. Antecedentes no faltan: en 1928 el financista estadunidense William Buckley promovió un complot aceitero para separar el Zulia; en 1916, el gobernador Venancio Pérez Soto derrotó una intentona secesionista promovida por las compañías petroleras de Estados Unidos; en 1869, tras desconocer al presidente José Ruperto Monagas, el gobernador Venancio Pulgar fue derrotado y acabó refugiándose en un navío británico que «por casualidad» observaba el alzamiento.

El separatismo zuliano es un cuento real de piratas ilusionados con liquidar el proyecto bolivariano de Chávez. La eventual independencia política del Zulia causaría una crisis de alcances impredecibles, guerra civil incluida. ¿Cuántos gobiernos de América Latina estarían dispuestos a apoyar esta aventura separatista?

Ninguno. Bueno, en principio…