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Las caras ocultadas del poliedro

Venezuela y la revolución bolivariana

Fuentes: El Viejo Topo / Rebelión

«Reflexiones sobre la Feria del Libro en Venezuela» es el título de una nota, fechada en diciembre de 2006, que Francisco Fernández Buey [FFB], el autor de La gran perturbación, escribió -en Caracas y en Barcelona- al ser invitado por los organizadores de la II Feria Internacional del Libro de Venezuela. La primera de sus constataciones: «ningún medio […]


«Reflexiones sobre la Feria del Libro en Venezuela» es el título de una nota, fechada en diciembre de 2006, que Francisco Fernández Buey [FFB], el autor de La gran perturbación, escribió -en Caracas y en Barcelona- al ser invitado por los organizadores de la II Feria Internacional del Libro de Venezuela.

La primera de sus constataciones: «ningún medio español, que yo sepa, hizo la más mínima referencia a este acontecimiento cultural. Tal vez porque las editoriales y personas invitadas tampoco suelen aparecer en los suplementos literarios de nuestros periódicos. He aquí los nombres: El viejo topo, la más antigua de las revistas alternativas de nuestros pagos; Txalaparta e Hiru, dos editoriales de Navarra y el País Vasco que han prestado particular atención al pensamiento crítico y en particular a lo que se produce en América Latina; Literastur, un joven proyecto asturiano muy vinculado a la Semana Negra de Gijón, entre cuyos inspiradores está el escritor chileno Luis Sepúlveda. Pero allí estaban también los grandes editores con sede en España: Planeta, Santillana, Ediciones B, Debate y algunos más».

La primera diferencia, importante en opinión de FFB, respecto de lo que se podía observar en otras ferias libreras apuntaba a temas de igualdad y del poder del dinero: «allí, en Caracas, en el Parque del Este, todos, grandes y pequeños tenían el mismo espacio, aproximadamente los mismos estantes. Esto hace un panorama también distinto al de otras Ferias: al ser todos iguales no se topa uno, ya de entrada, con la brutalidad que supone la hegemonía absoluta del dinero y del mercado; y, por tanto, predominan en conjunto los pequeños, los alternativos, las editoriales jóvenes con voz propia, los editores que en otros lugares sobreviven entre los márgenes y los subterráneos». Una diferencia ésta que no fue obstáculo para que jóvenes y mayores expresaran allí, en la FILVEN, «su reconocimiento a otros grandes, no grandes del mercado sino grandes en la creación ensayística y poética, casi ignorados cuando no silenciados en España». Tres fueron los ejemplos señalados por el autor de Marx (sin ismos) de ese reconocimiento: «el escritor cubano Miguel Barnet, del que tanto aprendimos, también aquí, en la década de los sesenta, a propósito de los cimarrones; el poeta venezolano Ramón Palomares, «el de la erupción primigenia del alma humana», seguramente más conocido hoy en Italia que en España; el poeta brasileño-amazónico Thiago de Melo, amigo y traductor un día de Neruda y venerado ahora por los jóvenes latino-americanos que defienden el ecologismo social».

Cuba fue el país invitado a la FILVEN y Ernesto Guevara el mito revolucionario recordado. Allí vimos, prosigue FFB, «la vitalidad creativa, en la poesía, en el ensayo, en el documental, en la canción y en la danza, de la Cuba actual, y la capacidad organizativa de los intelectuales cubanos, cosas de las que se habla aquí mucho menos que de políticas de transición y politiquerías varias. Vimos las últimas publicaciones sobre el «Ché» y escuchamos, de labios de estudiosos y de compañeros suyos en la guerrilla, cosas nuevas que no sabíamos y cosas viejas que aún hay que recordar sobre lo que fue su vida y lo que fue su proyecto revolucionario, entre ellas la aportación más reciente de Paco Ignacio Taibo II, basada en múltiples conversaciones y entrevistas con todos los que fueron sus compañeros y en una reflexión personal tan seria como desenfadada». FFB añadía otra constatación, una de sus creencias más firmes: «después de tantos y tantos intentos de desmitificación interesada y después de tantos cambios como se han producido en el mundo desde su muerte, la figura del «Ché», el aventurero asmático, el revolucionario constante, el crítico del socialismo frío y el debelador del imperialismo, ahí sigue, intacta, conmoviendo a unos y a otros: a unos por lo que hubo en él de carácter libérrimo; a otros por la solidez de sus convicciones».

Había allí, en la FILVEN, podían verse muchos libros sobre el socialismo publicados en varios países de América Latina. Mejores y peores. Allí estaban las últimas publicaciones del Consejo Latino-Americano de Ciencias Sociales (CLACSO) sobre filosofía política, ciencias sociales y movimientos sociales (por lo general desconocidas en nuestras librerías). Y allí había también «un montón de folletos y libros libertarios que mantienen la memoria de la tradición anarquista hispana, más viva, parece, que en la Península». Tal vez, proseguía el FFB con mayor punta irónica y afable, «no se sepa bien todavía en Venezuela qué puede ser eso del socialismo bolivariano y cristiano del siglo XXI, anunciado por Chávez, pero saben dónde informarse. Y saben, sobre todo, que no hay nada que aprender de la vieja orientación eurocéntrica que toma el nombre del socialismo en vano». Nada. Ellos, añadía, «saben reírse y se ríen, con toda la razón, de los medios de comunicación de la irónicamente llamada «madre patria» que habitualmente denominan «socialdemócrata» a la oposición antichavista (apoyada e inspirada, ay, nada menos que por Mayor Oreja y la FAES)».

Lo que se pudo escuchar en las largas sesiones del Encuentro de Editores en la FILVEN fue una proliferación, imposible de enumerar, «de proyectos interesantísimos que conectan sin duda con las cosas innovadoras que se dicen y se hacen en Bolivia, en Perú, en Chile, en Colombia, en Argentina». Esas cosas conectaban «con un proyecto cultural y educativo venezolano que discurre paralelamente a las «misiones» sociales: poner a disposición de los de abajo lo que hasta hace poco sólo podían leer unos pocos de los de arriba». Nada era más llamativo para un europeo que observar en la Feria «las colas de cientos de personas esperando recoger los dos tomos de Los miserables, de Víctor Hugo, editados para la ocasión por la Agencia Estatal en varios cientos de miles de ejemplares para regalar al pueblo».

La observación, insólita en España (en la que «hasta los bancos y cajas de ahorros dejaron de regalar libros hace años»), llevaba a una última reflexión que FFB planteaba en forma de pregunta: «¿no se va a invertir, a partir de ahí, lo que ha sido hasta ahora la relación tradicional entre España y América en la industria del libro? Es cierto que las transnacionales del libro con sede en España son muy poderosas y dominan la distribución, pero a nadie se le escapa que el precio al que estas empresas venden en América Latina es insostenible, fuera del alcance de una población amplia que empieza a leer. Eso va a hacer difícil mantener los índices de exportación actuales».

De producirse una cosa así, se acabaría «sustituyendo la hegemonía de las transnacionales hispánicas del libro, limitando su mercado competitivo al libro de bolsillo». Ya entonces estaba en curso «un proyecto muy elaborado para hacer en Venezuela ediciones de gran tirada, impensables aquí, que cuenta, además, con la experiencia de Monte Ávila, cuyo catálogo es excelente, y con la voluntad innovadora de «El perro y la rata», una editorial creada hace un año». Si el proyecto llega a cuajar, concluía el amigo de la revolución bolivariana, tal vez viéramos » un movimiento de la industrial del libro en lengua castellana inverso al que hemos conocido durante décadas». ¿Podría ser eso parte del llamado socialismo del siglo XXI? ¿Podría volver a darse un fenómeno como el que se produjo con las publicaciones en lenguas extranjeras de la Unión Soviética y China en las décadas centrales del siglo XX? «En cualquier caso, de cuajar ese proyecto entre los aliados latino-americanos de la Venezuela actual, tendríamos una interesante traducción del ideario bolivariano en el plano cultural. De eso se habló también en la FILVEN. Convendría tomar nota. Tomándola, tal vez disminuiría la cháchara eurocéntrica sobre «populismo» y empezáramos a hablar en serio de Estado educador. Que, para europeos no eurocentristas del siglo XXI, es tanto como hablar de renovación del proyecto ilustrado».

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«Caudillismo, caudillos y líderes políticos en América Latina» es el título de un excelente artículo que Marcos Roitman Rosenmann publicó en La Jornada a finales de marzo de 2013. ¿Fue Chávez un caudillo? La descalificación ha sido abonada urbi et orbe por la derecha venezolana Veamos su fundamento; tomo pie en el trabajo de MRR.

Los caudillismos siempre han sido aborrecidos señala Roitman. «Su aparición se vincula al ejercicio autocrático del poder, en el que proliferan el miedo y la represión. Su correlato, la figura del caudillo. Un personaje deleznable como el régimen que preside». Los caudillos suelen ser considerados seres enfermizos, con delirios de grandeza, sueños faraónicos y proyectos imperiales, «sujetos que acumulan un poder desmesurado, sin control y al margen de las instituciones». Por lo demás, los caudillos «nunca han gozado de buena prensa, sobre todo cuando su definición se homologa a dictadores sin escrúpulos». Si echamos un vistazo al siglo XIX latinoamericano, recuerda MRR, «el apelativo se adjudicó a figuras como Juan Manuel de Rosas en Argentina y Facundo Quiroga, tan bien descritos por Domingo Sarmiento en Facundo, civilización o barbarie».

Existe, al menos en América Latina, otra perspectiva de análisis, la que vincula «el caudillismo a las montoneras, llaneros o cimarrones, identificándolo como un movimiento social cuasi espontáneo y popular». En Venezuela, prosigue MRR, «el movimiento de los llaneros, durante la segunda república, 1813-1814, hace mérito a la definición. La figura controvertida de su caudillo, José Tomás Boves, apodado «El león de los llanos», aglutinó a las clases populares y los campesinos pobres». Déspota o un caudillo popular, según las versiones, «Simón Bolívar lo inmortalizó con el mote de Azote de dios. En cualquier caso, se enfrentó a la oligarquía criolla que lo detestaba». Si el caudillismo es un movimiento social, los propios caudillos acaban negando su esencia. «Imponen su voluntad por medio de favores y privilegios, abriendo una brecha infranqueable al reprimir el movimiento».

Para la historiografía oficial y la sociología académica el caudillo se asocia además a grandes propietarios terratenientes. «Oligarcas y caciques regionales que mutaron disputando el poder del Estado. … Preocupados por mantener el poder, el caudillo, siempre actuó en defensa de los intereses de las clases dominantes. Su aparición, en algunos casos, estuvo motivada por una crisis de legitimidad y un miedo hacia las revoluciones populares». El prototipo de caudillo en América Latina, observa MRR, está «en la figura de Rafael Leónidas Trujillo, conocido como «El jefe», cuyo poder omnímodo, en República Dominicana, lo ejerció desde 1930 hasta el día del magnicidio, el 30 de mayo de 1961″. Desde luego, otro ejemplo de caudillo, se hacía llamar así, fue el dictador y golpista Francisco Franco. MRR recuerda que las monedas de curso legal en España, durante unos 40 años, «traían su efigie con el lema «Francisco Franco, caudillo de España por la gracia de Dios»». Tanto Trujillo como el golpista africanista «se hicieron nombrar «generalísimos» y se valieron de una supuesta personalidad carismática para urdir sus redes de privilegio, exclusión y muerte».

Caudillos, dictadores y dictadores-caudillistas poseen rasgos comunes, apunta MRR. «Todos se proclaman salvadores de la patria. Cuando ejercen el poder se encuentran libres de ataduras éticas, morales y, sobre todo, político-institucionales». Se consideran héroes, en ocasiones, «librando una cruzada contra el maligno, muchas veces representado, como no podía ser de otra manera, en el siglo XX y XXI, por el marxismo, el socialismo, el comunismo o ideologías disolventes de la civilización occidental, la familia, la patria y Dios».

La América latina, sostiene MRR, lleva dos siglos de vida independiente «y aún destila escritores, científicos sociales y publicistas que etiquetan cualquier proceso político popular, antiimperialista y anticapitalista como el resurgir de un populismo encabezado por un caudillo». Llevados por un rechazo a los movimientos populares como motores del cambio social, «se descalifica, caricaturiza y declara obsceno a líderes políticos cuya autoridad radica en la capacidad de convencimiento en las urnas y no en un discurso populista o un quehacer caudillista. Lo nacional-popular incomoda». Los publicistas del nuevo caudillo confunden, manipulan y pierden rigor teórico y político.

Con un tono neutral-valorativo dicen mantener las distancias, pero, para MRR, «confunden caciques, caudillos y caudillos con líderes políticos y liderazgo social». El líder, a diferencia del caudillo, autócrata por excelencia, «sobresale por la capacidad de conducción, siendo sus cualidades a destacar la rectitud, la moral, la virtud ética de poder y el respeto a sus conciudadanos». El carisma y la personalidad influyen. En el caso del líder «se disuelven y trasforman en legitimidad cotidiana». El líder no se limita a administrar: «es precursor, tiene la capacidad de transformar el orden constituido. Su liderazgo deviene autoridad participante». Es, en términos zapatistas, un mandar obedeciendo lo que identifica el liderazgo. «Así se complementa con un papel activo de la ciudadanía, al contrario que el caudillo que disuelve y reprime la participación popular».

Liderazgos políticos afincados en proyectos democráticos escasean en el mundo, concluye finalmente MRR. Hay pocos, muy pocos en América Latina y en el mundo. De ahí su relevancia cuando surgen. «Los líderes se impregnan de la historia de sus países, recorren el territorio, hablan con su gente, escuchan y saben interpretar los anhelos de justicia social, las demandas de los trabajadores, las mujeres, la juventud y los pueblos originarios».

Por ello, por todo ello, cuando se asociaba y se asocia «a Hugo Chávez con un movimiento caudillista y se le adjetiva como caudillo se está cayendo en un despropósito». No ha sido ni un caudillo ni un «jefe» de un movimiento caudillista». Nada de eso. Hugo Chávez ha sido un líder, un estadista para su pueblo y para América Latina «Apegado a la Constitución, respetuoso de las libertades públicas, civiles e individuales, nunca estuvo por encima de las leyes ni reprimió, torturo, exilió o mando asesinar a miembro alguno de la oposición. Todos, rasgos inherentes a los caudillos y sus regímenes».

Definitivamente Hugo Chávez fue otra cosa, una cosa muy distinta. Por qué a pesar de lo señalado, conocido y vivido se le sigue llamando «Caudillo» es un asunto básico y elemental de sociología y política… y de lucha de clases.

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Se ha intentado «Ridiculizar al Chavismo» ha señalado Rafael Rico Ríos.

«¿Quién puede creer que se pueda inocular un cáncer?» «Momificar a un presidente es endiosarlo y fanatizar una ideología, es de culturas primitivas». «Se ha mentido sobre la salud de Hugo Chávez», «El gobierno de Maduro trata de engañar al pueblo para mantenerse.» «Secretismo»,»fetichismo», «fanatismo, «necrofilia»,»Paranoia». Éstas son, señala RRR, algunas de las ideas que los medios de intoxicación comerciales han difundido y difunden continuamente sobre Venezuela. «Centran el debate del Chavismo en hechos anecdóticos sin profundizar en lo que realmente está en juego en el país petrolero: Una feroz lucha de clases entre una mayoría históricamente excluida y un sector de la población acomodada, rica y blanca que sometieron al país en lo económico, político y social llevándolo a dramáticos índice de pobreza cercanos al 60%».

Esos mismos medios de comunicación comerciales intentan «invisibilizar la construcción de esta nueva sociedad tratando de dar una visión distorsionada del país: No tienen más que descontextualizar algunas frases del gobierno para moldear una imagen esperpéntica y ridícula del Chavismo». Aprovechan, cómo no, «que un gobierno popular no tiene exquisitos asesores de imagen que les indiquen lo que es mediáticamente oportuno. Si se está construyendo un proyecto para las mayorías no se necesita recurrir al engaño y a la seducción como si vendieran cosméticos».

La estrategia comunicacional de estos medios ha estado centrada en torno al menos tres ejes principales: embalsamar a Chávez, la acusación de inocular el cáncer y las «mentiras» sobre el estado de salud de Hugo Chávez.

Las aclaraciones de RRR sobre esas acusaciones: «El día que Maduro anuncia la posibilidad de embalsamar a Chávez, había impresionantes colas kilométricas de más de 10 horas para visitar los restos mortales del Presidente. Familias enteras, personas mayores, niños y niñas de todas las edades, personas enfermas, cientos de miles que pasaron la noche esperando a ver a «su Presidente». Ese día, bajo un sol tropical, deshidrataciones, desmayos y fuertes emociones, un grupo importante de la cola derribó una valla de protección al grito de «¡Queremos ver a nuestro Presidente!». Este hecho motivó la decisión, quizás precipitada e improvisada, de embalsamar a Chávez para tratar de conservar sus restos más tiempo y dar el derecho a esa multitud de expresar su sentimiento de gratitud y dolor por la pérdida de lo que para ellos ha sido un símbolo de lucha y liberación». Desde los grandes medios se comenzó a ridiculizar esta idea, a presentarla como un proyecto faraónico de culto desmesurado al «Caudillo» idolatrado. La pregunta de RRR: «Nos guste o no, y rompiendo los habituales prejuicios eurocéntricos, ¿por qué un gobierno democrático no va a atender el reclamo que demanda un importante sector de su población?».

La posible inoculación del cáncer, prosigue RRR, «no es una acusación conspirativa que mantiene ocupado a todo el Chavismo. Sólo algunos han considerado esta posibilidad y no es un debate de primera línea en los foros políticos del país. Maduro ha insistido «en que sólo se trata de una posibilidad, que no hay pruebas y que simplemente lo van a estudiar». Las aclaraciones ya no son recogidas en grandes portadas por los medios comerciales. Por supuesto. «¿Acaso no es lícito, e incluso obligatorio y responsable, que quieran estudiar si existe esa posibilidad? ¿O es que deberían ocultar que se va a hacer una investigación? Los mismos grupos que denunciaron el «secretismo» del gobierno con la información del estado de salud del presidente Chávez son «los que ahora se escandalizan y afirman que «deberían de ser más discretos» y llevar la investigación «en secreto», ¿por qué esa investigación sí tiene que ser en secreto?».

En cuanto a las mentiras del gobierno sobre la salud de Chávez, hay que recordar que en los tres meses posteriores a «la cuarta operación a Hugo Chávez, se emitieron más de treinta comunicados oficiales del gobierno venezolano». En estas comunicaciones se indicaba claramente que peligraba su salud y que había que «prepararse para lo peor». «Si preguntabas a cualquier ciudadano venezolano, chavista o no, era consciente del grave riesgo de la operación a la que se había sometido. Nunca se dijo que el peligro estuviera superado aunque, como es lógico, había llamadas a la esperanza, como sucede con la enfermedad de cualquier ser querido». Los medios comerciales, El País en primera línea, y desde el principio, «lo presentaron como un pronóstico fatal, no porque informaran mejor, sino por el sensacionalismo de la noticia».

La estrategia de los medios de comunicación comerciales, concluye RRR, «en un momento de crisis global, con la amenaza mundial de recesión, crisis energética, en un país con la mayor reserva de petróleo del mundo, donde una opción política va a impedir el saqueo indiscriminado de estos recursos, está muy clara: «ridiculiza y ridiculiza para que esos subversivos no sean tomados en serio»». Lo hicieron en el caso de Hugo Chávez y lo seguirán haciendo con cualquier gobierno no sumiso que se mantenga fiel a sus ideas. «No hay nada más digno y respetable que el sentimiento de esperanza de millones de personas que son capaces de adivinar los miserables objetivos de la propaganda que protege los intereses de los poderosos. Y no hay nada más aterrador para estos poderosos que un pueblo sea consciente de su explotación, luche para liberarse y que pueda convertirse en un ejemplo para otros pueblos».

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Para Horacio Duque, de la izquierda tradicional venezolana -«mejor, desde su entraña misma»- surge la nueva izquierda: «La del Caracazo antineoliberal de 1998, la de la rebelión militar de 1992, la del MBR/200, la del MVR, la del Polo Patriótico, la de Hugo Chávez, la de las 3 raíces, la del PSUV, la del PCV (sXXI), la de la Liga Socialista, el Movimiento Independiente Ganamos Todos, la Unidad Popular Venezolana, los Independientes por la Comunidad Nacional, la del Proyecto Nuestra América (PNA/M-13 Abril), Ana Karina Roter (AKR), Nueva Expresión antiimperialista, Conexión Social, la del CRA y el Libertario, la de los círculos bolivarianos, la de los consejos comunales y la de los TUPAMAROS».

Esta izquierda venezolana del siglo XXI tiene entre sus éxitos y conquistas los siguientes: la Constitución participativa de 1999; las leyes de pesca, tierras y petróleos del 2001; la derrota del golpe fascista del 11 de abril del 2002 que pretendía instaurar una dictadura como la de Pinochet; el rescate de la renta petrolera y de PDVSA; las Misiones sociales en salud, educación, tierras, empleo, desarrollo, ambiente, derechos de la mujer, derechos de los indígenas, derechos de los afros descendientes; la solidaridad y apoyo a Cuba socialista y los gobiernos populares de Bolivia, Ecuador y Nicaragua; su apoyo incondicional a la paz en Colombia; los Consejos comunales, los comités del agua, de tierras y planificación popular; el Estado comunal; el Socialismo del siglo XXI; la reducción de la pobreza, la desigualdad y la miseria; la igualdad; la democracia participativa actuante, más eficaz, con procesos electorales limpios y transparentes.

Y, además, un héroe revolucionario como HUGO CHÁVEZ FRÍAS y, probablemente, el triunfo de Nicolás Maduro el próximo 14 de abril, el día de nuestra República.

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No es fácil olvidarse, pocos periodistas presentes en el briefing celebrado en Washington la mañana tras el intento de golpe contra Chavez el 12 de abril del 2002 lo han hecho, de las palabras de Thomas Dawson, el portavoz del FMI cuando dio la bienvenida al gobierno golpista de Pedro Carmona, el jefe de la asociación empresarial Fedecamara. Sus palabras: «Estamos dispuestos a trabajar con el nuevo Gobierno». En Madrid hay periodistas que tampoco se olvidarán de aquel briefing, una semana antes del secuestro presidencial, cuando Francisco González (BBVA) dijo, pletórico y feliz, que los días de Chávez estaban contados

Francisco González sigue siendo presidente del BBVA. Por supuesto.

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Presidente Hugo Chávez Frías: «Si uno pudiera volver a nacer y pedir dónde, yo le diría a papá Dios: Mándame al mismo lugar. A la misma casita de palmas inolvidable, el mismo piso de tierra, las paredes de barro, un catre de madera y un colchón hecho entre paja y goma- espuma. Y un patio grande lleno de árboles frutales. Y una abuela llena de amor y una madre y un padre llenos de amor y unos hermanos, y un pueblito campesino a la orilla de un río».

 

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría y del CEMS (Centre d’Estudis sobre els Movimients Socials de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; director Jordi Mir Garcia)

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.