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Reflexión tras un debate universitario en Madrid

Venezuela y los jóvenes universitarios europeos, si…pero no

Fuentes: Rebelión

Hace unos días asistí a una charla realizada en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, de la cual soy estudiante. En la reunión se trató de exponer y debatir la situación y el proceso de cambio social que actualmente se desarrolla en la República Bolivariana de Venezuela. En […]

Hace unos días asistí a una charla realizada en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid, de la cual soy estudiante. En la reunión se trató de exponer y debatir la situación y el proceso de cambio social que actualmente se desarrolla en la República Bolivariana de Venezuela.

En la mesa se encontraban compañeros de la facultad miembros de la asociación Contrapoder, Luis Alegre Zahonero, coautor del libro Comprender Venezuela y un joven profesor mexicano de la Universidad Católica Andrés Bello -que fue contratado en la Universidad Bolivariana de Venezuela como profesor-. Se inició la mesa redonda con una sucinta crónica del proceso histórico venezolano desde los Pactos de Punto Fijo pasando por el Caracazo y luego se describió el proceso revolucionario actual. Sin duda fue sorprendente la detallada enumeración de las desventajas del proceso revolucionario que parecía ser, sin proponérselo, el núcleo duro de las intervenciones -algunas de las cuales, fueron esgrimidas por el joven profesor mexicano-.

Ciertamente, todo proceso revolucionario y toda interpretación de la realidad merecen una fuerte dosis de pensamiento crítico. Ante todo si tomamos en cuenta que el socialismo que se propugna en Venezuela no es un estampado en una camiseta, ni la importación de fenómenos históricos pasados, sino un proceso revolucionario que se caracteriza por su creatividad, valentía y pensamiento estratégico a largo plazo. A pesar de ello, la caracterización que mis compañeros hicieron de la situación actual en Venezuela me resultó desconcertante. Su análisis partía de conocidos supuestos que están enmarañados de ideas liberales y reformismo postmoderno. Las primeras menciones sobre las desventajas del proceso se referían a un excesivo personalismo del líder, una burocracia desbocada y corrupta, un cúmulo de «nuevos socialistas» que asumen el proyecto sin tener convicciones o que se suben a la ola revolucionaria por conveniencia u oportunismo, una rotunda verticalidad en las políticas y proyectos sociales, el desgaste del entusiasmo popular, la existencia de un radicalismo político que se traduce en «fundamentalismo ideológico» con respecto a la posición política o a la fidelidad al líder y un largo etcétera.

Mis compañeros de Contrapoder se llegaron a preguntar como, tiempo atrás, hicieran los liberales «de izquierdas» con respecto a Fidel, ¿qué pasaría si Chávez no estuviera? El análisis propuesto se basaba en una descripción del Estado venezolano como «liberal», ya que no están en contra de la propiedad privada, las empresas nacionalizadas no fueron expropiadas al capital, etc. Los jóvenes mencionaron que en Venezuela es posible mantener el estado de derecho que se creó a través de la nueva Constitución con una oposición «responsable». Se piensa que en América Latina -y particularmente en Venezuela, después de un golpe de estado, un golpe a la empresa PDVSA y un Referéndum Revocatorio Presidencial, todo esto en dos años- es posible que la oligarquía más rancia, saqueadora y aliada del imperialismo junto a la burguesía compradora y burocrática se resignen a abandonar el poder y los privilegios porque, sencillamente, lo exige el nuevo estado de derecho. Creen que en Venezuela, es posible crear una «oposición responsable» y un sistema de partidos garantizado por el estado de derecho sin que existan intentonas golpistas apoyando, claro está, el sistema de partidos ideado por Sartori como la mejor expresión de pluralismo. Se olvidan que bajo el capitalismo, en Venezuela tanto como en España, aún las sociedades se dividen en clases sociales y el hecho de que existan partidos de distintos colores no significa pluralismo democrático sino que las distintas fracciones de la burguesía tienen muchas veces intereses contradictorios; aunque siempre se ponen de acuerdo cuando los de abajo se empiezan a organizar. Otro error frecuente es pensar que esa oposición responsable y ese sistema de partidos, son formas de pluralismo político y no la estrategia mejor diseñada por el liberalismo para que los trabajadores nunca puedan participar y dirigir económica, política y militarmente un cambio revolucionario que pueda transformar la sociedad desde sus raíces.

Desde mi punto de vista, muchos son los «pro-revolucionarios», especialmente los jóvenes europeos, que se desorientan al hablar de fundamentalismo o radicalización política-ideológica, ya que para ellos no existe lucha de clases, ni creen que en Venezuela se esté dando un proceso revolucionario a largo plazo. Lamentablemente, tampoco saben apreciar esta polarización de la revolución que se está forjando, que es un vivo ejemplo de que la gran mayoría del pueblo es conciente del camino que está trazando para construir el socialismo. La radicalización política no es para estos jóvenes europeos la expresión de un desarrollo dialéctico de la lucha de clases. Antes bien, fundamentalismo político y culto al líder. La sombra del «demonio comunista» que se encargaron de difundir y alimentar el liberalismo y la socialdemocracia -bajo un supuesto «Estado de Bienestar»-, persiguen estos tópicos como si fueran fantasmas y no se dan cuenta de que en realidad son sus propios fantasmas y no los del pueblo venezolano.

Sin que aparentemente se den cuenta, su posición los coloca del otro lado, precisamente porque tampoco saben que en un proceso revolucionario no puede existir sino violencia política. No puede haber sino radicalización y liberación de los oprimidos que necesariamente -para afianzar la revolución- deberán dirigir sus fuerzas liberadoras contra las fuerzas opresoras en mayor o menor grado; contra las oligarquías de sus respectivos países. Oligarquías a las que, a veces, la única responsabilidad que se les puede exigir es la de cumplir las leyes que ellos mismos aplicaron a los demás.

Tampoco entienden los futuros politólogos y sociólogos el significado del llamamiento a un partido único de la izquierda. Se muestran temerosos de que este llamamiento de lugar a un partido único o a la dictadura del proletariado. Pero se trata de una cuestión vital para los pueblos latinoamericanos, imprescindible para someter a esa oligarquía, transformar la sociedad en todos sus ámbitos con los instrumentos e instituciones necesarios y crear una nueva sociedad en base a otro tipo de relaciones sociales, políticas y culturales. Mis compañeros llegaron a apoyar el surgimiento de una «nueva izquierda» que haga de oposición al proyecto de partido propuesto por Hugo Chávez, según dijeron, para afianzar mejor la «democracia». Parece que el poder unificado del pueblo no encaja en el movimiento de multitudes ni en las buenas formas liberales. La necesaria transformación social a través del Estado en manos de la clase trabajadora, es para ellos un problema porque el poder está en otra parte. No hace falta transformar las instituciones y ponerlas al servicio de los oprimidos y explotados, sino dialogar pacíficamente y crear una comunidad de individuos; la suma de todos y todas en libertad nos llevaría a construir un paraíso terrenal donde no hace falta sino saber convivir en paz y democracia.

Bien es cierto que, estas posiciones que se solidarizan con la revolución venezolana que comienzan a poner un pero detrás de otro, tomaron en cuenta los cambios que se están consiguiendo a través de las misiones alimentarias, educativas, de salud, proyectos cooperativos, vivienda; pero también aquí empiezan a hacer más hincapié en el verticalismo, en la institucionalización del proceso de cambio, en lo negativo que puede ser el culto al líder, en la falta de control de los proyectos y la corrupción, que en el sentido profundamente antiliberal de estas propuestas. Como si los problemas que surgen al llevar a cabo estas misiones, proyectos cooperativos o la gestión de recursos en general fuera pura y exclusivamente responsabilidad del gobierno y no parte de una cultura «clientelista y corrupta» fomentada por décadas de gobiernos lacayos que intentaron comprar el hambre popular con migajas. Discurso ya oído en boca de liberales, socialdemócratas y golpistas. También reconocen que la ley del Referendo Revocatorio es algo inusual hasta en los países llamados democráticos y por tanto algo muy valioso para la participación política popular; por lo cual defienden la Constitución y el estado de derecho que amplió de manera rotunda la participación del pueblo. Desde mi punto de vista, se hace un falso diagnóstico si no se entienden esos cambios como parte de un conjunto de transformaciones revolucionarias a largo plazo.

¿Qué es si no la expropiación de los latifundios para crear una nueva propiedad social? ¿Por qué crear una nueva universidad para el pueblo? ¿Por qué reconocer que el pueblo tiene el poder de someter al gobierno a referendo y dejar claro que todo depende de su decisión? ¿En qué país la Constitución prohíbe de forma explícita el «uso de armas de fuego y sustancias tóxicas para enfrentar manifestaciones pacíficas», limitando «la acción represiva de los cuerpos policiales y de seguridad»? [1] ¿Acaso la Constitución no es suficientemente clara cuando expresa que «ante las graves desviaciones del sistema político y a la corrupción desmedida, se incluye la prohibición de optar a cargos de elección popular a aquellas personas que hayan sido condenadas por delitos cometidos durante el tiempo en que ejercieron las funciones públicas, así como otros delitos que afecten el patrimonio público»? [2] ¿Qué decir sobre uno de los instrumentos fundamemtales de la oligarquía y burguesía latinoamericanas así como de los gurúes financieros, bancas y multinacionales para expoliar al pueblo, el grosero endeudamiento externo? ¿No establece la Constitución «un límite al endeudamiento de acuerdo con la ley», no está claro que ahora, «los ingresos ordinarios tienen que ser suficientes para cubrir los gastos ordinarios, es decir, el Estado no puede endeudarse para cubrir el servicio de intereses de la deuda»? [3] ¿Qué decir de un sistema socioeconómico que incluye principios de justicia social y solidaridad, que plantea que el Estado «tiene un papel fundamental como regulador de la economía para asegurar el desarrollo humano integral»; al tiempo que señala que «el mercado no es un fin en sí mismo, sino un medio para satisfacer las necesidades colectivas»? [4] ¿ Son éstas las características principales de un sistema económico liberal? ¿No se fomentan desde el Estado y la Constitución una amplitud democrática que impone «limitaciones importantes a la conformación de cúpulas partidistas y a la estructuración vertical de organización política que lejos de fomentar y desarrollar la cultura y los valores propios de la democracia han obstaculizado su profundización»? [5] Todos estos elementos son fundamentales para señalar la magnitud del proceso revolucionario en Venezuela.

La mayoría de mis compañeros parecen debatirse en la angustia porque no comprenden el proceso dialéctico del pueblo venezolano y su gobierno. Creen que -como les ha sucedido a casi todos los que eran de izquierda en Europa- todo cambio debe ser armónico y pacífico defendiendo al individuo; no pueden defender la dictadura del proletariado porque estarían oprimiendo a la oligarquía y a la burguesía golpistas que también está formada por individuos. Según les han enseñado hay que conservar la «individualidad» para ser libres al estilo europeo. Para ellos, es necesario mantener la libertad individual por encima del sujeto social. Esto significa que antes que transformarse en sujeto social, en un sujeto revolucionario que construye la sociedad del futuro -para lo cual es necesario, de momento, un Estado y unas instituciones- y es parte de ésta y por eso se somete a ésta, prefieren conservar su individualidad. No sumarse al proceso revolucionario sino crear proyectos «alternativos» que les permitan crear «su comunidad» porque eso les permite mantener «su libertad individual». No se tiene en cuenta la opinión de la mayoría aplastante del pueblo que apoya al proceso revolucionario, sino que se les dice que para ser libres, antes deben aprender a ser «individuos».

En esta charla, que me sirve de punto de partida para analizar la evolución del pensamiento de los jóvenes estudiantes de Políticas y Sociología, se tenía la intención de hablar sobre la cuestión del partido -lo cual se mencionó de forma clara-; pero la presencia de un par de escuálidas lo impidieron. Fue entonces cuando tuvieron que reconocer ante la falta de respeto al proceso revolucionario de Venezuela -por parte de la derecha irresponsable que calificó el proceso de «dictadura» y dijo que los pobres y campesinos no sabían nada y repetían todo lo que se les decía- que ellos también apoyarían el «fundamentalismo». Ante la evidencia objetiva y práctica que se dio en la conferencia, mis compañeros también reconocerían que la sociedad se divide en clases y que existe la lucha entre estas clases sociales. Asimismo también se arriesgarían a defender el proyecto de partido, pues, con una derecha golpista hay que defenderse.

Algunos de nosotros como latinoamericanos -y creo que buena parte de mis hermanos continentales estarán de acuerdo conmigo- creemos que sin una unidad del pueblo organizado no hay revolución, y sin una profunda transformación revolucionaria de la sociedad tampoco habrá justicia social, ni participación política, ni libertad. Porque nuestra libertad, se construye en base a un proyecto social del cual formamos parte como sujetos sociales que avanzan construyendo la historia. Los jóvenes europeos universitarios parecen situarse, como les ocurrió a sus padres tiempo atrás, con la distancia del intelectual que observa, opina y aconseja sin correr mayores riesgos que ser rebatidos en algún que otro foro público.



[1] Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999): «De los derechos políticos y del referendo popular, Cap. IV» p. 18-19

[2] Ídem nota anterior.

[3] Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999): «Del sistema socioeconómico-Título VI, Cap.IIDel régimen fiscal y monetario, Sección primera» p. 63

[4] Constitución de la República Bolivariana de Venezuela (1999): «Del sistema socioeconómico-Título VI, Cap.IDel régimen socioeconómico y de la función del Estado en la economía» p. 61-62

[5] Ídem nota 1.