1. Introducción Este trabajo intenta problematizar el cambio en el mapa político venezolano a raíz de la eclosión del bipartidismo en la década del 90. Se buscará no escindir esta esfera de la «económica», desarrollándose un análisis cronológico para poder sistematizar las principales variables que aquí entran en juego: la aparición de nuevos actores, los […]
1. Introducción
Este trabajo intenta problematizar el cambio en el mapa político venezolano a raíz de la eclosión del bipartidismo en la década del 90. Se buscará no escindir esta esfera de la «económica», desarrollándose un análisis cronológico para poder sistematizar las principales variables que aquí entran en juego: la aparición de nuevos actores, los cambios en la coyuntura a nivel internacional y nacional, y las diversas caracterizaciones al respecto.
Se trabajará en primer lugar con un pantallazo del denominado «Pacto de Punto Fijo» para luego pasar a estudiar el derrumbe del mismo y los motivos que influyeron en este suceso. ¿Qué papel jugó aquí la reforma del Estado que se desplegó a lo largo y ancho de América Latina? ¿Cómo intervinieron en Venezuela las recomendaciones de los organismos multilaterales de crédito y que repercusiones tuvo a nivel político-social? ¿Cuál fue el rol del gobierno de Carlos Andrés Pérez y que significó el Caracazo desde esta perspectiva?
Luego de esto intentaremos problematizar la relevancia que tiene la aparición de estos nuevos actores en el mapa político: ¿Qué implicancias tiene, por caso, la rebelión cívico-militar de febrero de 1992 en el marco de la eclosión puntofijista? ¿Cómo entender la figura de Chávez en este período? ¿Qué significa la emergencia de estos liderazgos en un contexto regional caracterizado por gobiernos neoliberales?.
Una vez enumerado esto y analizando los sucesivos gobiernos del propio Chávez, nos preguntaremos, ¿Representa éste el ideario de «neopopulismo» característico de los 90 ó más bien tiende a diferenciarse de experiencias como las de Fujimori o Menem? ¿Existe un proceso de «democracia delegativa» tal como caracterizan algunos autores? ¿Hay un reflejo «antipolítico» en la elección de Chávez? ¿Cómo entender la reforma constitucional de 1999 y su articulado sobre la «libertad económica» en un contexto regional signado por, en mayor o menor medida, privatizaciones sobre sectores claves de la economía?
Buscaremos discutir esta y otras categorías a lo largo del siguiente trabajo, con la premisa de tratar de llegar con la mayor exhaustividad posible a la actualidad venezolana, para así poder también preguntarnos:¿Cómo puede analizarse la reciente emergencia del PSUV en la arena política venezolana? ¿Es este un mero reflejo de las aspiraciones de Chávez o intenta ir, mediante su organización, más allá de las aspiraciones inmediatas de su líder?.
Avancemos, entonces, en búsqueda de la respuesta a estas cuestiones.
2. El puntofijismo como la representación más cabal del bipartidismo venezolano clásico: una introducción
La intención de este apartado es sistematizar a grandes rasgos las características principales del bipartidismo entre Acción Democrática (AD) y COPEI, a la luz de mostrar cómo lo que algunos autores han denominado el «espíritu 23 de enero» ha influido largamente en la vida política venezolana desde 1958 en adelante.
Para ser justos a nivel histórico, vale decir que además de Rómulo Betancourt (AD) y Rafael Caldera, el Pacto de Punto Fijo fue firmado también por Jóvito Villalba (URD). Dicho pacto comprometía a los firmantes, tal como afirma González Fuentes, a «asegurar la estabilidad del régimen naciente, manteniendo una estrategia cooperativa para resolver los problemas relacionados con la gobernabilidad, y respetando los resultados de los comicios, como base de la alternabilidad política»1. Es necesario aclarar, sin embargo, que más allá de la presencia de URD, dicho pacto se basaba mayoritariamente en la correlación de fuerzas entre AD-COPEI, sumando además a otros actores «extra-partidarios» -pero con notoria influencia- como ser el sector empresarial (a través de Fedecamaras), la organización mayoritaria de los trabajadores (a través de la CTV), las Fuerzas Armadas y la Iglesia.
Desde el punto de vista de José Molina, de la Universidad del Zulia, entre 1958 y 1973 el sistema de partidos presenta «una alta inestabilidad electoral, lo que permite caracterizarlo como débilmente institucionalizado»2. Al decir de Molina, es durante este periodo que surgen y desaparecen con rapidez nuevos grupos políticos, aunque el principal eje de confrontación política sigue siendo entre AD-COPEI. El autor marca, además, un elevado número de volatilidad electoral, que tiene influencia en la «débil institucionalización» que ve a lo largo de este periodo: con un promedio de 31% de volatilidad medida según el índice de Pedersen, Venezuela tendría niveles similares a los países que Mainwaring y Scully (1995) califican como de bajo nivel de institucionalización en el sistema de partidos (Bolivia, Ecuador, Perú y Brasil, en el periodo que consideran).
El periodo que va de 1973 a 1993 es caracterizado por Molina como de un bipartidismo atenuado, en tanto la distancia ideológica entre las principales fuerzas políticas (AD-COPEI) es poca, tendiendo a coincidir en el espacio de la centro-derecha. Es interesante destacar que, para el autor, la legitimidad de los partidos como tales «comienza a declinar progresivamente a partir del inicio de la crisis económica producida por la aguda reducción del ingreso petrolero a comienzos de los años ochenta, la incapacidad de los gobiernos para atenuar sus efectos sobre la población, la insatisfacción creciente de esta y su cada vez mayor conciencia de la corrupción y el clientelismo»3.
Hacia 1993 se revela, al decir de Sonia Gonzalez Fuentes, una fase de dealingment a raíz de la erosión de los vínculos partidistas: se da un menor impacto, según el análisis desplegado por la autora, en la identificación partidaria, ya que «aquellos que se identifican con AD y COPEI son más susceptibles de traicionar a sus partidos»4. Esto se traduce, según la autora, en que variables coyunturales tales como la evaluación personal de los candidatos, o la evaluación sobre el estado de la economía suplantan a los vínculos partidistas como factor de la decisión de voto. Veamos más a fondo las variables socio-económicas de este período, para ver si estas influyen en el cambio del mapa político y de que forma lo hacen.
3. El segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez y su significado a nivel regional; las implicancias que tuvo en la política (y economía) venezolana
«No se trata, como hacen los neoliberales, de convertir a los pobres en mendigos con programas sociales compensatorios…¿Qué es una política compensatoria? Un colchón frente a las políticas de shock. Un colchón que se coloca en el suelo para cuando una persona le dé con el bate de béisbol en la frente. Para que no se lastime está el colchón»
Hugo Chávez en el IMFC, Buenos Aires, 18 de agosto de 20035
El texto de M. Victoria Murillo llamado «Del populismo al neoliberalismo : sindicatos y reformas de mercado en América Latina» resulta muy claro respecto a «El Gran Viraje» que el adeco Carlos Andrés Perez da una vez que llega a su segundo mandato. Allí Murillo señala que durante su primer periodo de gobierno en los años ´70, Perez «había extendido la intervención estatal, estableciendo salarios mínimos y hecho más difíciles los despidos»6. De ahí que este haya sorprendido tanto a la oposición como a sus propios seguidores cuando hacia febrero de 1989, tras asumir el poder por segunda vez, anuncie una liberalización comercial regada de ajustes macroeconómicos y reformas estructurales del Estado.
Sin embargo, el caso venezolano muestra un contrapunto que Murillo expone respecto a la respuesta por parte de los aliados sindicales: mientras en Argentina y México las principales confederaciones de trabajadores (CGT y CTM, respectivamente) apoyaron los planes de reforma estructural, la Central de Trabajadores Venezolanos (CTV), controlada por AD, «respondió a este cambio de política organizando la primera huelga general de la historia de Venezuela, seguida por una serie de manifestaciones y otras huelgas que boicotearon muchas de las reformas de Perez en el sector social y laboral»7.
Resulta muy interesante el análisis que la autora da a raíz de esta convocatoria a una huelga general: al ver que tras los anuncios de Perez de reformas se produjeron disturbios urbanos que pusieron en evidencia una insatisfacción general por parte de la población, los dirigentes sindicales de AD convocaron a dicha huelga por temor a perder el control de la CTV en manos de aquellos partidos de la oposición que rechazaban abiertamente las reformas. Se produjo, entonces, una tensión entre la lealtad al partido y la supervivencia de los lideres, que «dividió a los dirigentes sindicales de AD entre aquellos provenientes de la CTV y que eran favorables a la huelga, y aquellos con cargos designados en el partido y que se oponían a la movilización»8.
3.a. El Caracazo como el despertar de un pueblo. ¿Reforma o recorte del Estado en América Latina?
El 27 de Febrero de 1989 no fue un día más en la vida de los venezolanos. Aquella mañana, tras conocerse un excesivo aumento del combustible y del transporte público -entre otras exigencias del FMI que enumeraremos más adelante- hubo una instantánea rebelión que se plasmó en masivos saqueos en las principales ciudades del país9. Ante ello el gobierno decidió establecer el toque de queda y ordenó una brutal represión, lo que produjo más de 500 muertos de aquellas mayorías pobres que habían irrumpido en escena.
Es preciso repasar el programa que el gobierno de Carlos Andrés Pérez firmó bajo el pretexto de obtener, por parte de los organismos multilaterales de crédito, 4.500 millones de dólares en los sucesivos tres años:
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Determinación de la tasa de cambio en el mercado libre de divisas y realización de todas las transacciones con el exterior a la nueva tasa flotante.
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Liberación de los precios de todos los productos a excepción de algunos alimentos de la canasta básica alimentaria.
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Anuncio del incremento gradual de las tarifas de servicios públicos como teléfono, agua potable, electricidad y gas doméstico.
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Aumento inicial de las tarifas del transporte público en 30%.
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Aumento anual en el mercado nacional durante tres años de los precios de productos derivados del petróleo, con un primer aumento promedio de 100% en el precio de la gasolina.
Creemos que estos cinco puntos reflejan a las claras el programa con el cual los organismos multilaterales de crédito vinieron a imponer condiciones a los países que nos encontramos bajo el sur del río Bravo. Esto puede rastrearse sin tapujos y con una honestidad brutal en el informe del Banco Mundial titulado «América Latina y el Caribe: Diez años después de la crisis de la deuda». Allí se habla de un nuevo modelo basado en la orientación hacia el mercado y de la generación de un nuevo consenso que implicaría, desde esta óptica, cuatro aspectos principales: estabilidad macroeconómica, apertura del comercio, menor participación del Estado a nivel económico y un «alivio» de la pobreza.
Sin embargo, luego de marcar los aspectos principales, el texto alega que «en algunos casos la reforma se ha efectuado con gran rapidez, mientras que en otros el proceso ha sido lento y, a veces, incluso vacilante (…) Los problemas políticos que han experimentado recientemente Guatemala y Venezuela también han intensificado hasta cierto punto la incertidumbre de estos procesos»10. Porque entendemos que fueron precisamente estos «problemas políticos» los que han provocado ese despertar del pueblo venezolano es que traemos la palabra del sociólogo y politólogo argentino Atilio Borón; en su crítica a la concepción de «reforma del Estado» este es muy claro al decir que «bajo ese nombre se ocultó una política mucho más pedestre: recorte brutal del presupuesto público, despido masivo de funcionarios del Estado, y dramático recorte de los derechos laborales de los sobrevivientes. Vista en perspectiva histórica, a esto se ha reducido la tan mentada «racionalización» del sector público promovida por los gobiernos del G7, el FMI, el Banco Mundial, el BID y llevada a cabo por los gobiernos de la región»11. Analizaremos esto más a fondo posteriormente.
3.b. La irrupción del MBR 200 y el «por ahora no pudimos» del 92. El papel de las FAN y el comienzo del fin del bipartidismo.
Creemos que el principal «problema político» al cual hacía referencia el informe del Banco Mundial que citábamos con anterioridad tiene que ver con lo sucedido el 4 de febrero de 1992. Esa madrugada explotó una rebelión cívico-militar comandada por el entonces coronel Hugo Chávez Frías y, según este, «la protesta popular se desató cuando el pueblo se dio cuenta que un grupo de militares estaba junto a él. En ese momento el pueblo pasó de esa situación en ebullición reprimida a una etapa de expansión explosiva. Esa rebelión militar fue, creo, la más grande de la historia venezolana»12.
La magnitud que ejemplifica Chávez en su alocución se condice mas con el peso cualitativo que cuantitativo del despliegue, teniendo en cuenta que se movilizaron sólo 6 mil hombres (es decir, el 10% de los efectivos), pero que pudieron producir combates simultáneos en el Palacio de Miraflores, la Residencia Presidencial la Casona, y en otras ciudades como Valencia, Maracay y Maracaibo. La ausencia sin previo aviso de La Causa R, importante desprendimiento del PCV (Partido Comunista Venezolano) que venía trabajando los preparativos de la insurrección, significó un duro golpe para Chávez y los rebeldes, quienes decidieron rendir las armas rápidamente.
El destino de estos estaba sellado: la prisión. Allí el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR-200) se fortaleció notoriamente, a tal punto que, al decir del propio Chávez, «tanto Caldera como La Causa R trataron de capitalizar la Rebelión del 4 de febrero a su favor»13. Esto obedece a que, mientras en el Congreso Nacional todos los oradores de AD y COPEI censuraban los sucesos del 4 de febrero14, Caldera trataba de mostrarse crítico con el cuadro global de la situaci ón , viendo al movimiento militar como un deterioro del régimen democrático. A su vez La Causa R, olvidando su ausencia en los hechos, comenzaba a manejar la prisión de los insurrectos como un botín propio, haciendo lobby para que estos puedan candidatearse en las elecciones de diciembre de 1993.
Para ese entonces Carlos Andrés Pérez había salido eyectado de la presidencia acusado de corrupción, asumiendo fugazmente en su lugar Ramón Velásquez. De ahí la importancia de la inminencia de unos comicios como los de fines de ese año, en tanto el panorama electoral se mostraba muy abierto. La posición del MBR-200 al respecto fue la de plantear la abstención activa, que se resumía, tal como cuenta Chávez, en tres consignas: «no a los partidos, no a las elecciones, si a la propuesta alternativa de constituyente popular» 15 . Más allá de la elevada abstención que se visualizó, Caldera -ex COPEI y candidato de Convergencia- resultó electo presidente, tras lo cual Chávez y los suyos salieron de prisión indultados.
El objetivo, una vez recuperada la libertad, fue el de recorrer el país planteando la necesidad de la Constituyente, a tal punto que se dio una maduración de esta idea. Durante 1994 y 1995, el MBR-200 se propuso no dejar de ir a ninguna ciudad, pueblo, barrio, o campamento, lo que terminó provocando la conformación de coordinadoras locales y regionales. Además, según el propio Chávez, «comenzaron a aparecer experiencias incipientes aun en aquellos tiempos. De ahí viene la idea de los comités bolivarianos, de los comités constituyentes. La idea es que fuesen instrumentos de organización del movimiento popular (…) nuestra estrategia había sido bien estudiada. Y dentro de ella siempre estuvo presente la necesidad de buscar esos contactos con movimientos de izquierda en Venezuela» 16 .
Es importante, asimismo, analizar el panorama durante los años 96 y 97 y las discusiones respecto a la temática de la abstención. Alrededor de 100.000 consultas sobre la pertinencia o no de que Chávez fuera candidato se hicieron durante esos años, logrando gran aceptación por el «Si». Dentro del MBR 200 no dejaron de aflorar contradicciones en cuanto a la idea de presentarse a las elecciones venideras, aunque finalmente prim ó la postura de avanzar estratégicamente por el camino pacífico. Chávez fue claro al respecto, al afirmar que «las elecciones eran para nosotros la ventana táctica dentro de la estrategia»17. Dicha estrategia, claro está, era la convocatoria a la Asamblea Constituyente.
4. La elección de 1998, la Nueva Constitución y la aparición de la idea de la democracia participativa.
«…en cuanto al concepto de esta democracia liberal, creo que pasó su tiempo y es un fenómeno que se presenta en unos países con unos picos más altos que otros. Creo que es el fin, también, de un paradigma, la democracia liberal y su época».
Hugo Chávez Frías, entrevista con Agustín Blanco Muñoz, 1998.
La llegada al gobierno de Hugo Chávez Frías significó el primer golpe certero al neoliberalismo en su matriz «institucional» en América Latina, justo en el momento de mayor auge del mismo en la región. Si bien puede tomarse a la revuelta antiglobalización de Seattle o, por caso, al levantamiento zapatista de 1994 en el sureste mexicano como referencias claras en la lucha frente a esa «larga noche»neoliberal, lo cierto es que sólo la elección de Chávez resultó una respuesta al mismo en el marco de la «democracia liberal» que el otrora coronel se imponía dejar atrás.
Así fue que la propuesta que más veces reiteró este en su campaña fue la necesidad de convocar a un proceso constituyente para, tal como gustaba expresar, «refundar el país». Aquí se instalaba como eje nodal programático el abandonar la idea de democracia liberal representativa para instalar, tal como afirma Lander, «un modelo político de democracia participativa que tuviese al pueblo como protagonista»18.
El referéndum consultivo sobre la necesidad o no de convocar a una Asamblea Nacional Constituyente fue categórico: el 87,75% respaldó la propuesta de Chávez, obteniendo a la vez un elevado porcentaje de apoyo para sus candidatos a integrar dicha Asamblea Nacional, lo que le dio al gobierno la posibilidad de diseñar «un modelo constitucional sin necesidad de mayores negociaciones con la minoría»19.
Sin embargo, y volviendo al intento de abandono de la idea de democracia liberal representativa, el nuevo modelo político que surge tras la reforma constitucional no reemplaza a esta sino que la complementa con otras diversas modalidades de participación. Es necesario, una vez analizado este limite, marcar la importancia y relevancia de los mecanismos de participación que si contempla el nuevo texto, en contraposición con la Constitución del 61, heredera del pacto puntofijista.
Así el articulo 62 de la Constitución del 99 plantea como obligación del Estado facilitar la generación de condiciones para que el pueblo pueda participar en la formación, ejecución y control de la gestión pública. El artículo 70, siguiendo dichos lineamientos, plantea una diversidad de formas de participación cuya enumeración considero relevante:
«Son medios de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía, en lo político: la elección de cargos públicos, el referendo, la consulta popular, la revocación de mandato, las iniciativas legislativa, constitucional y constituyente, el cabildo abierto y la asamblea de ciudadanos y ciudadanas cuyas decisiones serán de carácter vinculante, entre otros; y en lo social y económico: las instancias de atención ciudadana, la autogestión, la cogestión, las cooperativas en todas sus formas incluyendo las de carácter financiero, las cajas de ahorro, la empresa comunitaria, y demás formas asociativas guiadas por los valores de la mutua cooperación y la solidaridad«.
Una vez trazado esto se puede enumerar la importancia, en cuanto democratización, que surge de la posibilidad de establecer referéndums populares de carácter consultivo en todos los niveles de la organización política, merced el articulo Nº 71. A su vez, la posibilidad de revocatoria de mandatos de todos los cargos de elección popular que se desprende del articulo Nº 72 resulta de una importancia crucial en este aspecto, siendo un hecho inédito en una carta magna. El propio Chávez, en el año 2004, fue sometido a dicha elección de revocatoria de mandato, tras los intentos de desestabilización que la derecha le asestó, intento de golpe mediante y sabotaje petrolero, en 2002 y 2003. Las urnas lo dieron victorioso nuevamente, tal como sucedió en 14 de las 15 elecciones que disputó en los últimos 11 años.
4.a. La visiones posteriores a la Reforma Constitucional del 99. ¿El «retorno del líder» y el «hiperpresidencialismo»? ¿La des-institucionalización total del sistema de partidos?
Resulta interesante y hasta sugerente dar ahora lugar a las diversas interpretaciones sobre el primer periodo de Chávez al frente del Ejecutivo, si bien ya hemos ido marcando algunas cuestiones que considerábamos pertinentes esbozar de acuerdo a lo que fue la Reforma Constitucional. Alfredo Ramos Jiménez, por caso, caracteriza este periodo como de un clivaje encarnado en la oposición «democracia de partidos/democracia plebiscitaria». Una vez planteado esto, el autor alega que «la constitución sociológica de una democracia plebiscitaria marca para Venezuela la época del ´retorno del lider´, fenómeno que ha caracterizado en la década de los 90 a una cuantas experiencias neopopulistas en varios países: el Perú de Fujimori, el Ecuador de Bucaram y mutatis mutandis, la Argentina de Menem»20.
Nos parece preciso marcar algunos limites respecto a esta formulación y algunas críticas al enfoque que propone el autor. No creemos que este periodo de Chávez al mando del Ejecutivo pueda ser equiparable a fenómenos como los de Fujimori o Carlos Menem por varias razones. En primer lugar creemos que la orientación ideológica dista de ser similar más allá de intentar etiquetarlos bajo el mismo rótulo (neopopulismo, según el autor). Pero, más allá de eso, consideramos que mediante la Constitución del año 1999 se introduce un articulado que termina privilegiando no una forma meramente plebiscitaria, como afirma despectivamente Ramos Jiménez, sino que apuesta verdaderamente a lograr una mayor participación popular, tal como hemos analizado en el apartado anterior.
Creemos también que la creación de las misiones por parte del Ejecutivo en simultáneo con la reforma muestra como se busca responder a los principales problemas sociales sin tener que esperar cambios administrativos de fondo. Esto es bueno remarcarlo para no terminar haciendo una «fetichización» de las instituciones cuando hay necesidades acuciantes en la población, a la vez de evitar un parate de las mismas por cuestiones burocráticas a nivel estatal. De ahí que se busquen programas que brinden respuestas urgentes a necesidades como la alfabetización (Misión Robinson); el apoyo a los estudiantes secundarios (Misión Ribas), y a los universitarios (Misión Sucre); la atención médica primaria (Misión Barrio Adentro); la generación de empleo (Misión Vuelvan Caras); o la entrega de tierras a los campesinos (Misión Zamora).
Nos preguntamos, entonces, ¿qué tipo de «hiperpresidencialismo» es el que realiza un «by pass» de su estructura para darle nacimiento a misiones sociales –amplias y no focalizadas– que garanticen las necesidades básicas de la población? ; ¿puede compararse el «neopopulismo» de Menem, que rifó las empresas estatales «a puertas cerradas, sin transparencia alguna y bajo generalizadas sospechas de corrupción»21, con la participación popular permanente que impulsó -e impulsa- el «neopopulista» de Chávez?.
Sonia González Fuentes plantea una concepción similar a la de Ramos Jiménez, aunque va un poco más allá que éste. Al decir de la autora, «el empeoramiento de las condiciones económicas, y el aumento de la exclusión social conforman el caldo de cultivo para que el nuevo caudillo incursione en la política y sea legitimado por el colectivo descontento con los actores tradicionales (…) Calificadas como «democracias fachadas», «democraduras o dictablandas» o «democracias delegativas», estos regímenes se caracterizan porque el gobernante asume poderes extraordinarios y gobierna por decreto, marginando a las instituciones democráticas. El presidente es la encarnación de la nación, y se cree autorizado a gobernar como considere conveniente»22.
En este sentido se pueden retomar los planteos de Gabriela Ducatenzeiler y Philip Oxhorn en el texto «Democracia, autoritarismo y gobernabilidad en América Latina». Estos, parándose en O´ Donnell y su tesis de la democracia delegativa en nuestra región, verifican una carencia de instituciones capaces de articular y representar intereses, con una debilidad en particular de los partidos políticos. Para Ducatenzeiler y Oxhorn, «la actual e histórica debilidad de la democracia en América Latina es el resultado del subdesarrollo de la sociedad civil y de las distorsiones creadas por la ausencia de instituciones fuertes que puedan mediar y regularizar las luchas de poder»23.
Sin embargo, luego de ello los autores plantean que intelectuales como O´ Donnell, Malloy y Torre, no hacen mención alguna al rol que juegan en un régimen democrático las constituciones y otras instituciones en la limitación de las prerrogativas del Ejecutivo. Desde este aspecto resulta más interesante que nunca volver a retomar el análisis que hemos desplegado de los principales puntos de la Constitución del 99.
Volvemos a preguntarnos, entonces: ¿Qué otro país de nuestra región plantea la posibilidad de revocatoria de mandato en todos sus cargos mediante la carta magna? ; ¿Es esto parte de un estilo «que combina la antipolítica y el neopopulismo», tal como Rivas Leone expone despectivamente?; ¿O significa, acaso, un límite infranqueable a la democracia delegativa, en tanto su premisa básica es, según Ducatenzeiler y Oxhorn, que el que ganó las elecciones pueda gobernar el país como mejor le parezca?.
4.b. La «libertad económica» en la Constitución del 99, a la luz de lo acontecido en los últimos años. El papel de «lo político».
El artículo 302 de la Constitución del año 1999 resulta trascendental a la hora de repensar la política estatal respecto a la llamada «libertad económica» y los alcances de la misma. Es que, según dicho artículo:
«El Estado se reserva, mediante la ley orgánica respectiva, y por razones de conveniencia nacional, la actividad petrolera y otras industrias, explotaciones, servicios y bienes de interés público y de carácter estratégico. El Estado promoverá la manufactura nacional de materias primas provenientes de la explotación de los recursos naturales no renovables, con el fin de asimilar, crear e innovar tecnologías, generar empleo y crecimiento económico, y crear riqueza y bienestar para el pueblo»
La importancia del mismo reside a la luz de los hechos acontecidos en los últimos años, y también en la coyuntura regional en la cual se introdujo este articulado. Podemos visualizar, en los últimos años, la nacionalización de sectores claves de la economía venezolana en la vía de lograr un «desarrollo autónomo» a nivel económico. De ahí que pueda diferenciarse, tal como lo hizo el prestigioso economista Eduardo Lucita del colectivo Economistas de Izquierda (EDI), en dos oleadas de nacionalizaciones durante los mandatos de Chávez 24 . Mientras que la primera oleada estuvo orientada al sector de servicios, telefonía, electricidad y comunicaciones, la segunda está centrada en sectores de la producción tales como la siderurgia (con el emblemático caso de la acería Sidor como punta de lanza), las cementeras (decisivas para el sostenimiento de un plan nacional de viviendas), y las usinas lácteas.
Esto contrasta claramente con la correcta denuncia de Lander de que «con la notoria excepción de la política petrolera, durante los primeros años de gobierno no hay ni una propuesta integral de modelo de desarrollo ni una política económica que sea consistente con el radicalismo del discurso político»25. Creemos que, en consonancia a la radicalización del proceso se dio también un cambio en cuanto a la orientación económica, tomando como eje nodal lo propuesto en la Reforma Constitucional del 99, pero orientándolo de acuerdo a las necesidades básicas de la población de allí en más (y sobre todo, como decíamos antes, en los últimos años).
Mabel Thwaites Rey es muy clara respecto a los alcances de la política neoliberal, que se contrapone indudablemente al articulado que hemos analizado anteriormente. De acuerdo a esta autora, dentro de la visión neoliberal «el radio de acción de lo político debería limitarse a lo mínimo indispensable, dejando libres a las fuerzas de mercado para que organicen a la sociedad conforme a un óptimo social que resultará, precisamente, de ese libre juego»26.
Teniendo en cuenta la antitesis que respecto al paradigma neoliberal configura Venezuela desde 1998 a esta parte, nos resultan llamativas conclusiones como las de José Antonio Rivas Leone. Para este autor el «neopopulismo» venezolano, del que también hablaba Ramos Jiménez, va de la mano de un pragmatismo desideologizado. De ahí que pueda decir que «la antipolítica y los outsiders representan el mesianismo, el neopopulismo, la democracia plebiscitaria, el autoritarismo e incluso la anarquía al prescindir de organizaciones estables, fuertes y disciplinadas, así como también no contar con programas políticos, sociales y económicos. Por consiguiente, la alternativa viable para nuestras democracias, frente al avance de la antipolítica y otras tendencias, es precisamente el imperante ¨reforzamiento de la sociedad política¨ a través de los partidos políticos; por supuesto, dicha tarea implica su reinserción y redimensión como actores centrales de la lucha democrática» 27.
¿No es, acaso, extraño caracterizar como «antipolíticos» a actores que se proponían -y se proponen hoy más- ampliar el radio de acción de «lo político»? ; ¿Cómo entender desde la arena «antipolítica», por ejemplo, la reciente conformación del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV)?. Suponiendo que le otorgamos -en primera instancia- el beneficio de la duda a Rivas Leone en cuanto al supuesto «pragmatismo» de Chávez a nivel partidario en sus primeros años de gobierno28, no nos queda menos que descartar la tesis de lo «antipolítico» en cuanto a su búsqueda de una economía autónoma, abierta, participativa, en las antípodas a las premisas básicas del modelo neoliberal y a los mandatos de los organismos multilaterales de crédito.
5. El sistema de partidos venezolano a partir de la irrupción del PSUV. El «socialismo del siglo XXI» y sus implicancias teórico-políticas.
«Cada día estoy más convencido…de que es necesario derribar el capitalismo. Sin embargo, el capitalismo no se puede terminar por sí mismo sino a través del socialismo, un socialismo real con igualdad y justicia. También estoy convencido de que es posible hacerlo desde la democracia, pero no desde la clase de democracia impuesta por Washington.
Tenemos que reinventar el socialismo. No puede ser la clase de socialismo que vimos en la Unión Soviética, sino que se desarrollará cuando construyamos un nuevo sistema construido desde la cooperación y no desde la competición».
Hugo Chávez, discurso en el Foro Social Mundial, Porto Alegre, Brasil. Enero de 2005
Este apartado intentará desmenuzar la «trayectoria partidista» de Chávez desde el Movimiento V República a esta parte, haciendo hincapié en la conformación del PSUV como momento disruptivo de este proceso. El MVR nace en una coyuntura típica bien determinada: las elecciones para la Asamblea Constituyente del año 1999 y los procesos electorales del 2000. A pesar de los sucesivos triunfos, los problemas no tardaron en llegar, tal como el propio Chávez marca en la entrevista que le realizó Harnecker. Es que el haberse preparado para algo estrictamente táctico mermó la estrategia, y «producto de esta situación, fuimos sintiendo que el MVR se fue burocratizando y alejando de las masas (…) Empezaron a surgir elementos preocupantes, por ejemplo, la gente se quejaba mucho en las regiones de que no había dirigentes a la altura de las necesidades, de que había muchas divisiones internas, rivalidades»29.
Para abril de 2001, entonces, Chávez anuncia el relanzamiento del MBR-200 en la necesidad de generar un movimiento de masas: este pasaba a ser entendido no como un partido (ni como un patrimonio de partido alguno) sino como el propio pueblo organizado defendiendo la revolución. Allí aparece por primera vez la idea de los Círculos Bolivarianos como núcleos básicos del MBR-200, encontrándose en ellos militantes del V República, del PCV, del PPT, y, por sobre todas las cosas, gente sin partido. Este relanzamiento, sin embargo, no anuló la vida del propio MVR, aunque por la cabeza de Chávez siguió rondando la idea de efectivamente constituir un partido «que esté a la altura del proceso»30. Es decir, un partido que, al decir del nacido en Barinas, «debería comenzar a transformar el concepto y la praxis del gobierno»31
Es fundamental, en este sentido, situar el debate que se comenzó a generar a raíz del concepto del «Socialismo del Siglo XXI», esbozado como punta de lanza del discurso de Chávez en el estadio Gigantinho de Porto Alegre, en el marco del Foro Social Mundial de 2005. Es que, como bien dice José Antonio Hernández, «se puede acusar a Chávez de lo que sea, pero además de su valentía, ha mostrado una evolución política muy importante, sobre todo en un momento de arremetida a nivel mundial contra las ideas de genuino socialismo y comunismo a raíz de la caída del régimen totalitario estalinista en la Unión Soviética. Este es un paso muy importante, que no le van a perdonar la burguesía ni el imperialismo»32.
La creación del PSUV, entonces, se da como un anhelo hacia finales de 2006, tras ganar el chavismo las elecciones presidenciales de diciembre de ese año. Para ese entonces, Chávez llam ó a aquellas agrupaciones que lo respaldaban a dejar de lado los colores y las siglas, ya que «partido unido es lo que requiere la revolución, no una sopa de letras, con lo cual estaríamos cayéndonos a mentiras y engañando al pueblo»33.
La primera prueba de fuego del mismo se dió con el intento de Reforma Constitucional de fines de 2007, lo que constituyó la primera (y única) derrota de Chávez del 98 a esta parte. Este articulado que perdió por escaso margen proponía no sólo una intervención estatal a nivel económico, sino que establecía por ley nuevas clasificaciones de propiedad además de la privada, como ser la pública, social, colectiva y mixta (articulo 115). Las cuestiones laborales también tenían preponderancia en los ejes nodales de la reforma: el articulo 87 llamaba a la creación de un fondo de seguro social para todos los venezolanos que sean empleados por sí mismos o que se encuentren en el sector informal. Este punto es de gran importancia por las magnitudes que el trabajo informal presenta en toda Venezuela (y en especial en Caracas y sus barrios humildes, abarrotados por carros donde gran parte de la población, en especial jóvenes, venden sus productos). Además, el articulo 90 abogaba la disminución de la semana laboral de 44 a 36 horas semanales, en lo que hubiera sido un hito a nivel internacional en las conquistas de los trabajadores.
Más allá de la derrota puntual, que mereció diversas interpretaciones sobre el momento inadecuado 34 en el cual se formuló la idea de Reforma, el PSUV siguió su camino organizándose en más de 22 mil batallones a lo largo y a lo ancho del país. De ahí que haya podido conseguir 17 gobernaciones en las elecciones regionales del año 2008, recuperando el control de los estados de Aragua, Guaricó y Sucre. Asimismo, en enero de este año el PSUV consiguió un amplio triunfo a raíz de la enmienda constitucional para lograr que Chávez pueda postularse nuevamente a la presidencia. Es interesante la reflexión que al respecto tiene para hacer Modesto Guerrero, asesor de la embajada venezolana en Buenos Aires y promotor del propio PSUV, en cuanto a que la posible reelección de Chávez «no ahoga el desarrollo del poder popular, porque ese poder popular tiene una vida más o menos propia, relacionada con él y otras mediaciones. Pero con dinámica bastante independiente. Es algo que se escapó porque el propio Chávez lo potenció al comienzo y ya es muy difícil cortarlo: Es una tendencia al poder popular que se manifestó en la abstención del voto chavista de diciembre de 2007 y en el voto castigo a gobernadores y alcaldes chavistas no queridos en noviembre de 2008 y dentro del PSUV a candidatos rechazados» 35 .
Desde este punto de vista sigue siendo difícil sostener la tesis de lo » antipolítico » que pregonan Rivas Leone y Ramos Jiménez sobre un pueblo que precisamente es de los pocos que, a escala mundial, ha resignificado la idea de socialismo. Para el historiador argentino Miguel Mazzeo la actualidad venezolana nos permite reflexionar, por ejemplo, sobre el papel que debe jugar un gobierno popular: «¿Se le puede pedir a un gobierno popular que construya el hombre nuevo? ¿Se le puede pedir a un gobierno popular que construya el socialismo? Yo creo que no. Pero si se puede lograr que un gobierno popular no interfiera en dicho proceso» 36 . Es interesante como el gobierno pasa, desde este punto de vista, a un papel subsidiario en cuanto a la construcción de un proyecto emancipador del que el pueblo es el verdadero gestor. ¿Hay algo más distante de la denominada » democracia delegativa » que esto?
Quisiera finalizar este apartado rebatiendo la idea de José Molina acerca de que «los nuevos partidos, a pesar del apoyo popular que eventualmente han conseguido sus lideres emblemáticos, están encontrando difícil su consolidación organizativa y la construcción de lealtades partidarias duraderas» 37 . Es primer término esta caracterización sobre el sistema de partidos venezolano podría desplegarse sobre otras latitudes de América Latina en torno a la idea de un cambio en la representación política misma. Sin embargo, podríamos afirmar que la irrupción y consolidación del PSUV -que cuenta en actualmente con más de 7.000.000 de miembros- constituye algo novedoso en el mapa político venezolano: es el primer partido que verdaderamente se afirma tras la caída de AD-COPEI, tanto a nivel organización interna como a la vista de los demás actores políticos de la sociedad. La reciente conformación de las denominadas patrullas de trabajadores en reemplazo de los antiguos batallones demuestra precisamente que la organización se fortalece y que entiende a las formas organizativas como biodegradables 38 .
6. Algunas conclusiones a modo de cierre y reflexión.
En palabras de Modesto Guerrero «la más importante conquista es que llegamos a diez años. Rompe un promedio histórico. Hace dos años hice el estudio de duración de todos los gobiernos de naturaleza similar al de Chávez que tuvo América latina en el siglo XX. ¿Sabes el resultado que me dio? Que el promedio de duración de este tipo de gobiernos que rompe con el imperialismo no pasó de los 5 años. Excepto Cuba, claro» 39 . Por supuesto que estos diez años, tal como hemos visto a lo largo de este trabajo, no fueron algo lineal ni nada por el estilo. Significaron, por sobre todas las cosas, un intento cabal por superar el penoso legado del neoliberalismo, probablemente más tibio en un principio y luego con un ímpetu cada vez mayor.
El propio Guerrero nos habla de varias «revoluciones segmentadas» en estos años, sobre todo en referencia a ámbitos como el de la salud y el de la educación. Luego afirma que «desde 2003 hasta 2008 se construyeron más puentes, metros, redes fluviales, casas, fábricas tradicionales y de punta tecnológica, escuelas, universidades, hospitales, mercados estatales, que en cualquier período anterior» 40 . Es que todas estas conquistas sociales van en contra de la máxima neoliberal que pregonaba un adecuamiento a los mandatos externos para, de esta forma, poder ingresar en el Primer Mundo.
De hecho la «teoría del derrame», bandera de la «redistribución» neoliberal, cayó por su propio peso en América Latina: si al inicio de este periodo en América Latina el 1% más rico obtenía un ingreso anual 237 veces superior al del 1% más pobre, con la maduración del ajuste esta diferencia creció a 417 veces 41 . Incluso si quisiéramos tomar el único caso a nivel mundial de un país que pudo pasar del subdesarrollo al desarrollo tendríamos que hablar de un sostenido fortalecimiento del mercado interno: tal es el caso de Corea del Sur, en contraposición a la clásica «receta» que nos trataron de imponer en los países latinoamericanos durante la etapa de la reforma del Estado.
Es que en América Latina se dió, tal como claramente afirma Robert Castel, un aumento de la incertidumbre debido a la existencia de «franjas de la población ya convencidas de que han sido dejadas en la banquina, impotentes para cambiar su porvenir en un mundo cada vez más cambiante» 42 . Es interesante contraponer esto que marca el autor con el proceso de inclusión social que vivió Venezuela en estos diez años y que Guerrero despliega en las líneas anteriores.
Algunos analistas, como Thais Maingon, hablan sobre un discurso manipulador y populista de Chávez mientras que «sigue el aumento del desempleo, la inseguridad y el crecimiento de hogares en situación de pobreza» 43 . Esta información va en contra de la que brinda el Ejecutivo y es respaldada, entre otros organismos, por la CEPAL 44 . La reducción de la pobreza general de 48,1% en 1998 a un 33, 1% en 2008 45 significó que cuatro millones de venezolanos hayan abandonado la banquina a la que hacía referencia Castel. Significa, además, un duro golpe a las políticas focalizadas que intentó promover el neoliberalismo y que trajeron como corolario un aumento de la brecha entre aquellos que más y menos tienen, tal como Borón sintetizó en su critica a la «teoría del derrame». Junto a este, pensamos que «una estrategia posneoliberal de salida de la crisis tiene que partir del reconocimiento de las insalvables limitaciones que caracterizan al desarrollo del capitalismo en la periferia» 46 . Ese es el desafío que precisamente se propone al poder repensar hacía adonde va el «socialismo del siglo XXI» y que implicancias tiene respecto al derrumbe de los socialismos «realmente existentes».
Creemos haber demostrado que la idea de «democracia delegativa» y «antipolítica» distan mucho de lo que realmente sucede en Venezuela y que son simplificaciones que muchas veces se producen a raíz de una falsa escisión entre la esfera económica y política. Este es un vicio que hemos tratado de evitar a lo largo de la exposición, por lo cual decidimos intercalar lo organizativo-partidario con los sucesos económicos, tanto locales como regionales.
Creemos, a su vez, que hemos podido demostrar que la caída del puntofijismo no representó en absoluto una crisis a nivel institucional como plantearon los voceros neoliberales y todos aquellos que temen la expresión continua de las clases subalternas (a las que Lander llamó irónicamente «clases peligrosas») en la vida cotidiana de la sociedad venezolana. Afirmamos que constituyó una crisis de representación provocada por la irrupción en escena de aquellos que ya no querían más ser representados sino partícipes de la vida política cotidiana.
Para finalizar, esperemos haber cumplido aquello que nos proponíamos en la introducción a este trabajo, abriendo el espacio para debates tan necesarios como impostergables en la coyuntura regional actual.
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* Juan Manuel Karg es Politólogo de la Universidad de Buenos Aires, UBA.
Bibliografía:
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Notas:
1 González Fuentes, Sonia. «Desconfianza política: el colapso del sistema de partidos en Venezuela», Unidad de Políticas Comparadas (CSIC, Madrid).
2 Molina, José. «El sistema de partidos venezolano: De la partidocracia al personalismo y la inestabilidad. La des-institucionalización y sus consecuencias». Universidad del Zulia / Universidad de Michigan.
3 Ibíd.
4 Ibíd.
5 Al respecto ver «Venezuela Bolivariana. Integración latinoamericana y cooperativismo» Ediciones desde la gente, Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Buenos Aires, 2004.
6 Murillo, Maria Victoria. «Del populismo al neoliberalismo: sindicatos y reformas de mercado en América Latina». En «Desarrollo Económico», Vol. 40, Nº 158 (julio-septiembre de 2000).
7 Ibíd.
8 Ibíd.
9 Hay quienes han argumentado, y con razón, que el mote «Caracazo» simplifica la verdadera magnitud de los sucesos, ocultando la naturaleza generaliza y nacional de la rebelión.
10 Banco Mundial. «América Latina y el Caribe: Diez años después de la crisis de la deuda», Pág. 26, 1992.
11 Borón, Atilio. «Estado, Capitalismo y Democracia en América Latina», Pág. 20, 2008.
12 Chávez Frías, Hugo. «Un hombre, un pueblo», entrevista de Marta Harnecker, Pág. 18. Editorial de Ciencias Sociales, Cuba
13 Ibíd., Pág. 20.
14 El colmo de ello fue la alocución de David Morales Bello, dirigente nacional de AD, quién llegó a lanzar en el recinto la consigna «mueran los golpistas«.
15 Ibíd. Pág. 21.
16 Ibíd. Pág. 24
17 Ibíd. Pág. 25
18 Lander, Edgardo, «Izquierda y populismo: alternativas al neoliberalismo en Venezuela»
19 Ibíd.
20 Ramos Jiménez, Alfredo. «Partidos y sistemas de partidos en Venezuela», en «El asedio a la política»
21 Borón, Atilio. «Socialismo del Siglo XXI. ¿Hay vida después del neoliberalismo?», Pág. 56, Ediciones Luxemburg, 2008.
22 Ibíd., Pág. 22.
23 Ducatenzeiler, Gabriela y Oxhorn, Philip. «Democracia, autoritarismo y gobernabilidad en América Latina», Pág. 36..
24 Eduardo Lucita, «La renacionalización de la acería Sidor», véase online en http://www.dariovive.org/notas/lucita1.html
25 Ibíd.
26 Thwaites Rey, Mabel. «Tecnócratas vs. Punteros», en «Entre tecnócratas globalizados y políticos clientelistas. Derrotero del ajuste neoliberal en el Estado argentino», Pág. 104, Ediciones Prometeo, 2005.
27 Rivas Leone, José Antonio. «Transformaciones y crisis de los partidos políticos. La nueva configuración del sistema de partidos en Venezuela», Pág. 16, Universidad de Los Andes – Instituto de Ciencias Políticas, Barcelona, 2002.
28 Esta idea de pragmatismo puede rebatirse velozmente con declaraciones de 1998 del propio Chávez. En una entrevista con Heinz Dieterich, y refiriéndose a la parte ideológica que lo diferenciaba del primer peronismo, Chávez alegaba que «el peronismo si tuvo un fuerte impulso popular, pero igual era otro tiempo, eran otras raíces y yo no estoy seguro de que Perón haya tenido un proyecto ideológico de fondo. Yo creo que hay una diferencia profunda, no en el hombre, no me quiero parar en el hombre. No estoy seguro de que Perón y su movimiento hayan organizado de verdad, de manera firme y sólida, un movimiento popular que hubiese estado ideologizado». Ver Dieterich, Heinz. «Hugo Chávez, con Bolívar y el pueblo. Nace un nuevo proyecto latinoamericano». Pág. 141. Colección Política, Editorial 21, 1999.
29 Ibíd., Pág. 103.
30 Ibíd., Pág. 108.
31 Ibíd., Pág. 109.
32 Antonio Hernández, José. «No hay burguesía patriota», entrevista de Juan Manuel Karg, Patricio Klimezuk y Carlos Gustavo López Pombo. Vease online en: http://www.dariovive.org/notas/mella2.htm
33 «Chávez destaca importancia de partido unido en Venezuela», Jueves 18 de enero de 2007. Vease online en: http://psuv.blogspot.com/2007/01/chvez-destaca-importancia-de-partido.html
34 Véase al respecto: Roberto Viciano Pastor y Rubén Martínez Dalmau , «Los problemas de una postura crítica frente a la reforma constitucional», 2/12/2007.
35 Guerrero, Modesto. «Nuestro mayor triunfo es haber sobrevivido 10 años», véase online en: http://www.lineacapital.com.ar/?noticia=41247
36 Miguel Mazzeo, presentación del libro «Venezuela, ¿la revolución por otros medios?», textos para la militancia popular, varios autores.
37 Ibíd.
38 Es decir que si cumplen un tiempo determinado y no están a la altura de los objetivos pre-determinados son reemplazadas para darle mayor dinamismo a la organización.
39 Ibíd.
40 Ibíd.
41 Al respecto ver Borón (2008)
42 Castel. Roberto. «La inseguridad social, ¿Qué es estar protegido?», Pág. 67, Ediciones Manantial.
43 Maingon, Thais. «La sentencia del desastre», en «El asedio a la política», Pág. 510.
44 Al respecto recomendamos la nota: http://www.rnv.gov.ve/noticias/?act=ST&f=4&t=90280
45 Ver Chávez Frías, Hugo. «Mensaje anual ante la asamblea nacional», 11 de enero de 2008.
46 Ibíd.
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.