Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
El debate sobre qué fuerzas son las que determinan la política estadounidense hacia Oriente Próximo recorre el espectro político habitual: Por un lado, la mayoría de escritores progresistas y neoconservadores, académicos y periodistas defienden que el complejo militar-industrial y los intereses de las Grandes Compañías Petrolíferas son las fuerzas que más influyen a la hora de moldear esa política. Por otra, un pequeño grupo de escritores conservadores e izquierdistas y unos cuantos académicos han identificado al que algunos denominan Lobby Sionista o de Israel y otros refieren como Configuración del Poder Sionista (ZPC, en sus siglas en inglés) como la influencia que predomina a la hora de decidir las políticas estratégicas estadounidenses hacia Oriente Próximo.
Mientras el debate sube de tono acerca de quién y qué intereses nos llevaron a la guerra de Iraq y a la escalada de confrontación con Irán, no hay mejor prueba de las posiciones en conflicto que la propuesta venta estadounidense de equipamiento militar a Arabia Saudí por valor de 20.000 millones de dólares.
El Pentágono, dirigido por el Secretario de Defensa Robert Gates, se mostró de acuerdo con la venta; fue apoyado por el Presidente Bush, el Vicepresidente Cheney y, al menos tácitamente, por toda la rama del ejecutivo, incluido el Consejo de Seguridad Nacional. Todas las grandes compañías petroleras multinacionales, refinadoras e importadoras estadounidenses, europeas y asiáticas se manifestaron a favor de mejorar la capacidad defensiva militar del mayor productor de petróleo del mundo, ya que cada año es allí donde se realizan operaciones comerciales y se obtienen beneficios financieros por valor de cientos de miles de millones de dólares. El Mando estadounidense en Oriente Próximo (CENTCOM), que tiene las mayores bases aéreas y sistemas de apoyo logístico estratégicos en Arabia Saudí, no podía hacer otra cosa más que apoyar la adquisición saudí de un sistema defensivo de reconocimiento aéreo de última tecnología.
Arabia Saudí es, a nivel mundial, el mayor y más fiable suministrador de petróleo a EEUU. Arabia Saudí ha sido un aliado incondicional de EEUU -más como estado clientelista- en todas las intervenciones militares y sucedáneos de guerras de EEUU, desde la co-financiación de los fundamentalistas musulmanes anti-soviéticos en Afganistán, el ataque contra Yugoslavia, el apoyo de la separación de Bosnia y Kosovo, las dos Guerras del Golfo y la actual confrontación con Irán, hasta su oposición ante todos y cada uno de los regímenes izquierdistas o nacionalistas en los últimos sesenta años. Desde la perspectiva de los intereses imperiales estadounidenses, del dominio e influencia en Asia, los Balcanes y especialmente en Oriente Próximo, uno pensaría que una venta militar a la monarquía saudí por valor de 20.000 millones de dólares sería automática y abrumadoramente apoyada por el Congreso estadounidense.
Eso es especialmente correcto, porque una venta de 20.000 millones de dólares generará miles de empleos nuevos y reducirá el inmenso déficit comercial. En el reciente encuentro de la OPEC, los saudíes se opusieron firmemente a inundar el mercado con cientos de miles de millones de devaluados dólares que actualmente mantienen como reservas extranjeras, ni siquiera quisieron entrar a discutir el tema.
No hay mayor contraste desde el punto de vista costes-beneficios que comparar Arabia Saudí con Israel. Israel está subvencionado por EEUU, que le ha dado unos 120.000 millones de dólares en los últimos treinta años, mientras Israel se dedica a competir, como segundo mayor exportador de armas, con el complejo militar-industrial estadounidense, costándole así a EEUU puestos de trabajo y suministros de materiales no estratégicos para la economía estadounidense. En efecto, Israel tiene acceso directo a la tecnología militar más actualizada que EEUU financia, vendiéndola después a sus clientes. Esto supone un duro contraste con la relación servil de Arabia Saudí con EEUU. Israel ha demandado y recibido constantemente el apoyo y financiación estadounidenses para sus guerras y su ilegal colonización de la tierra palestina, contando con el apoyo inquebrantable de EEUU en su repudio del derecho internacional y sus numerosas violaciones de los mandatos de Naciones Unidas. Mientras Arabia Saudí sirve para apoyar la economía estadounidense y es un suministrador estratégico de petróleo, Israel exprime a la economía estadounidense y se asegura su petróleo a costa de ella. Al comienzo de 2007, toda la configuración de poder sionista se movilizó para bloquear la venta de armas y tecnología militar estadounidense a Arabia Saudí. Las presiones sionistas fueron tan intensas y su control sobre el Congreso tan evidente para la Casa Blanca y el Pentágono que el Secretario de Defensa Gates ni siquiera trató de contrarrestar la campaña del ZPC en el Congreso estadounidense. En lugar de intentarlo, se fue derecho al centro de control de la ZPC en Israel y no fue con las manos vacías. Intentó convencer a Israel de que llamara a sus perros de presa estadounidenses a cambio de una ‘donación’ de unos 30.000 millones de dólares en dádivas militares estadounidenses a Israel durante los próximos diez años. Olmert aceptó la oferta de Gates: Los EEUU habían pagado el precio pero aún así la ZPC no soltó a sus rehenes del Congreso. Convencieron al Presidente Bush y al Secretario Gates de que Israel amordazaría a los Presidentes de las Organizaciones Judías Estadounidenses Importantes para que permitieran que siguiera adelante la venta a los saudíes. Pero no cumplieron la promesa. ¿Y por qué iban a cumplirla? El Presidente Bush no pudo retirar la bien publicitada recompensa a Israel; estaba ya incluida en los proyectos legislativos. No pudo tomar represalias: el Congreso controlado por la ZPC se opondría a todas y cada una de las medidas en contra.
Por eso Bush y Gates siguieron adelante y enviaron el proyecto de ley al Congreso autorizando las ventas por 20.000 millones de dólares a Arabia Saudí, una economía de mil billones con un ejército de pacotilla que depende completamente de su protector militar estadounidense.
Inmediatamente, la ZPC reunió a sus autómatas 190 miembros del Congreso para que firmaran una carta oponiéndose a la venta. La ZPC formuló la posición que apareció plasmada en la carta y supervisó su borrador con la colaboración de sus correligionarios en el Congreso. Los miembros sionistas del Congreso Shelley Berkeley y Anthony Weiner se unieron con Michael Fergurson. Los sio-con reivindicaron, muy justificadamente, que podían movilizar a las tres cuartas partes del Congreso en cualquier cuestión que afectara a la ‘seguridad’ de Israel. Todos los think tank importantes e independientes del ejército se enfrentarían a este argumento alegando que Israel es la única potencia nuclear en la región, tiene la mayor y más sofisticada tecnológicamente fuerza aérea y sistema de misiles, mientras que Arabia Saudí y todos los Estados del Golfo tienen problemas incluso para controlar a los lanzadores de bombas de nivel local.
Hay dos resultados probables que demuestran ambos categóricamente que es la ZPC quien dicta las políticas en Oriente Próximo.
Las ventas militares no subirán al avión.
La venta militar se aprobará bajo la condición de que Israel tenga conocimiento de todos los detalles y pueda modificar u omitir cualquier parte del acuerdo.
La ZPC pudo incluso actuar con mano dura con gentes del Congreso que tienen toda una vida haciendo carrera promoviendo agresivamente los intereses de las Grandes del Petróleo (BO, siglas en inglés) y del Complejo Industrial Militar (MIC, siglas en inglés), para que cambiaran sus lealtades y votaran contra la venta de armas a Arabia Saudí: el socio estratégico de las BO y el mejor cliente allende los mares del MIC. Los miembros del Congreso de estados con BO, como Texas, y los estados con grandes industrias militares, como California, apoyaron la carta perjudicando a sus electores y a los financieros de sus grandes campañas. Las débiles presiones de las BO y del MIC a favor de la Casa Blanca fueron aplastadas por la fuerza avasalladora de la ZPC en el Congreso.
Los importantes sindicatos de la AFL-CIO (*), así como los trabajadores del metal, maquinistas, trabajadores químicos y del sector petrolífero, trabajadores de las industrias eléctricas, con todos sus puestos de trabajo en juego, no protestaron, ni para desafiar siquiera a la ZPC, demostrando así el alto nivel de influencia sionista sobre los jefes de los sindicatos. El punto obvio es que el Congreso y la AFL-CIO son instituciones colonizadas ambas por la ZPC.
La quid de la cuestión no está en si los EEUU deberían vender o no armas a Arabia Saudí (yo me opongo a todas las ventas de armas y al MIC y a las BO de todo el mundo). El tema fundamental es si nosotros, los ciudadanos, los representantes elegidos y los sindicalistas de los EEUU, podemos liberarnos de la colonización extranjera para decidir en cualquier tema. La cuestión es si somos o podemos ser una nación libre e independiente o los súbditos de una diminuta elite poderosa que actúa para un poder extranjero.
El discurso sobre las propuestas ventas de armas por valor multimillonario a una enriquecida potencia militar de tercera demuestra una vez más que los intereses israelíes tienen prioridad sobre los intereses geopolíticos, puestos de trabajo y comercio estadounidenses. En segundo lugar, el discurso confirma que el estado israelí dicta las relaciones políticas estadounidenses en Oriente Próximo a través de su conducto en EEUU: la ZPC. Finalmente, rebate a los geopolíticos sionistas y a los ‘expertos militares’ y del ‘petróleo’ que encubren a la ZPC culpando falsamente a las Grandes del Petróleo de políticas a las que éstas se oponen porque perjudican a sus socios estratégicos.
Mediante chantajes y engaños, los israelíes consiguieron una propina extra de 30.000 millones de dólares para los próximos diez años, traicionando a ‘su’ presidente al soltar a su Quinta Columna para que bloqueara las ventas militares a los saudíes. Y si Bush se atreviera a quejarse, se verá incluido en la lista de ‘anti-semitas’, la única lista honorable donde figuraría en todos sus ochos años en el cargo.
N. de la T.:
(*) AFL-CIO: Federación Americana del Trabajo y Congreso de Organizaciones Industriales, es la mayor federación de sindicatos de EEUU, compuesta por 54 sindicatos nacionales e internacionales (canadienses, entre otros) que representan a más de 10 millones de trabajadores.
Noticia en inglés:www.globalresearch.ca/index.php?context=va&aid=7442