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Verde…

Fuentes: Página 12

La discusión sobre la propensión a tener dólares por parte de los argentinos con capacidad de ahorro se ha intensificado en las últimas semanas. El tema se abordó desde las motivaciones, influencia en el valor del tipo de cambio y su impacto en la actividad económica, la necesidad de desdolarizar segmentos como el inmobiliario. Sin […]

La discusión sobre la propensión a tener dólares por parte de los argentinos con capacidad de ahorro se ha intensificado en las últimas semanas. El tema se abordó desde las motivaciones, influencia en el valor del tipo de cambio y su impacto en la actividad económica, la necesidad de desdolarizar segmentos como el inmobiliario. Sin embargo, sólo marginalmente se analizó otra cuestión que, si bien atañe al mediano y largo plazo, no debería dejarse de lado. Se trata de la declinación relativa que va teniendo la divisa estadounidense en la economía global. Lenta, pero muy persistente.

La influencia del dólar en el mundo, y en América latina en particular, más allá de que en la mayoría de los países de la región, singularmente en Brasil, no existe la «fiebre verde» como aquí, tiene más de medio de siglo vigencia. Ocurre desde que Estados Unidos fue uno de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, desde que en 1971 pateó unilateralmente el esquema de tipos de cambio fijo establecido en Bretton Woods y convirtió al dólar en moneda hegemónica. Esto le permitió a Estados Unidos cubrir sus déficit, financiar sus guerras e imponer al resto del mundo un dominio monetario que en su criterio le correspondía por ser el guardián del nuevo orden internacional. A un costo altísimo para los demás, con un beneficio tremendo para la primera economía mundial y su sector financiero, que pasó a dominar al resto de los agentes económicos.

La actual crisis global supone, entre otras cuestiones, una transformación muy profunda de ese orden.

La semana pasada, en una reunión en Montevideo de la Aladi, la Cepal y la CAF, se analizó que en el orden político se evalúa el fin de la pretensión de unipolaridad que Washington y sus aliados creían inmutable a partir del colapso del comunismo soviético. En lo geopolítico, se evidencia un desplazamiento de la hegemonía occidental hacia el Oriente, ciclo que no se veía desde el cambio del poder del Mediterráneo hacia el Atlántico, hace cinco siglos. Y en lo económico, el hecho de que en pocos años el comercio Sur-Sur será mayor al flujo Norte-Norte.

En esa reunión, el secretario general de la Aladi, el argentino Carlos «Chacho» Alvarez, y el director de la División de Comercio Internacional e Integración de la Cepal, el chileno Osvaldo Rosales, aludieron al hecho de que en pocos años -se estima en 2014- por primera vez en la historia el comercio Sur-Sur superará al tradicional Norte-Norte en volumen de transacciones.

Las cifras, que tras la reunión publicó la revista y el portal Dang Dai, son las siguientes: en 1985, el comercio Sur-Sur representaba sólo 6 por ciento del comercio mundial, y el Norte-Norte daba cuenta de casi dos terceras partes (63 por ciento). Para 2010, el Sur-Sur ya se había multiplicado por cuatro, al alcanzar el 24 por ciento, y el Norte-Norte había retrocedido al 38 por ciento. La crisis mundial, con epicentro en el Norte (Europa, Estados Unidos y también Japón), hará que en breve ese flujo sureño por primera vez se ubique como principal tracción del comercio mundial. No hace mucho tiempo las previsiones de organismos internacionales proyectaban ese cambio recién en 2030. Será en pocos años. En ese marco, cuando dos países del Sur intentan aumentar su comercio (por ejemplo, Argentina y Angola, pero hay varios otros ejemplos), la ola mediática tradicional no dice una línea del fondo del tema, aunque no ahorra en gastos para ir a cubrir esos acuerdos y quedarse en la narración de anécdotas y superficialidades.

¿Por qué influye esta cuestión comercial en la hegemonía del dólar? Porque cada vez se opera menos en la moneda norteamericana y por lo tanto habrá menos demanda de ella. La segunda y la tercera economías mundiales, China y Japón, desde este mes empezaron a hacer transacciones bancarias en yuanes y en yenes, evitando el dólar. El intercambio en bienes y servicios de los dos gigantes asiáticos es monumental. Son, respectivamente, el primero y el cuarto exportador mundiales (en el medio se ubican Alemania y Estados Unidos). Del total que importa Japón, más del 20 por ciento proviene de China, lo cual es el doble de lo que importa de Estados Unidos. A su vez, de lo que China le vende al mundo, 8 por ciento se dirige a Japón. El 60 por ciento del intercambio sinojaponés se pactaba en dólares hasta ahora, por lo tanto pagaba esa intermediación y beneficiaba indirectamente a Estados Unidos. Eso ya no ocurrirá así.

Si, como probablemente sucederá, la decisión de Beijing y Tokio se extiende al Asia Pacífico, región con la cual la imbricación comercial de ambos se eleva casi a la mitad del total, en promedio, y en la cual hay varios acuerdos subregionales, como el de Asean, la demanda de dólares será todavía inferior.

En el terreno comercial mundial, aunque de menor importancia relativa, otros socios siguen ese camino desdolarizador. Argentina tiene con Brasil un sistema de pagos en moneda local, lo que permite voluntariamente a importadores y exportadores de ambas naciones pagar y cobrar respectivamente las transacciones comerciales en pesos y reales, a través de las bancas centrales que se encargan de la intermediación cambiaria. Es un sistema incipiente, que en 2011 no llegó al 2 por ciento del total de un comercio bilateral que ronda los 40.000 millones de dólares anuales y en el cual tienen un fuerte peso relativo grupos transnacionales que se mueven en la economía global dolarizada. Pero un tercio del comercio argentino-brasileño corresponde a operaciones menores a los 10 mil dólares, de modo que el sistema podría ir siendo cada vez más aceptado por las empresas ajenas a la cúpula de exportadores transnacionales.

Además de otros ejemplos de comercio en monedas locales, también en algunos mercados internacionales o en reservas monetarias el billete verde va destiñendo. Por ejemplo, en el petróleo. Varios países petroleros están buscando cotizar su producción en otra moneda distinta del dólar, algunos con mejor suerte que otros. Saddam Hussein quiso intentarlo y poco después Irak fue invadido y él, derrocado por tropas estadounidenses. Varios países árabes, aun la propia OPEP institucionalmente, estaban mutando o evaluando mutar hacia la cotización en euros, aunque la crisis europea y de la propia moneda común congeló esa posibilidad.

Lo mismo sucede con las reservas monetarias. No obstante, un factor que justamente la crisis del euro revela y que hace más lento el declive del dólar es la ausencia de una moneda global alternativa. El G-20 comenzó a discutir el asunto en sus primeras reuniones tras el estallido de la crisis en 2008, pero, como pasó con otras iniciativas prometidas, aquella idea se fue desdibujando por la presión norteamericana, la debilidad europea y la ausencia -todavía- de pretensiones mayores por parte del yuan, al menos en lo inmediato.

En materia de inversiones extranjeras directas, las de flujo Sur-Sur ya son casi 50 por ciento del total, con China por sí sola representando 30 por ciento, de acuerdo con la Cepal. El dólar ya no es necesariamente el patrón de esas radicaciones.

Finalmente, el mercado de créditos mundiales también irá disminuyendo la necesidad de dólares. Por lo ya expresado, el mayor peso relativo del Asia Pacífico puede ir desinflando esa demanda y haciendo que se acepten otras monedas. Según un reciente informe del banco español BBVA, 58 por ciento del crecimiento mundial entre 2011 y 2021 será aportado por esa región, y América latina proveerá casi 8 por ciento, bastante teniendo en cuenta que Norteamérica lo hará en 10,5 por ciento y la Unión Europea, en 5. Y para 2030, sólo China y la India, que hoy expresan más de dos tercios del crecimiento mundial, representarían 30 por ciento del PBI mundial.

Asia Pacífico ya es la segunda región con más comercio con América latina, luego de Estados Unidos. Ese comercio asiático-latinoamericano es el más dinámico: en 2006-2010 creció sólo con China al 33 por ciento anual, contra el 1 por ciento del que aumentó el concretado con EE.UU.

Todos estos datos auguran una menor demanda mundial de dólares como moneda de reserva y referencia de todo tipo de intercambios. Desde luego no será algo inmediato ni esa divisa va a desaparecer. Cuando Gran Bretaña perdió su hegemonía mundial, la libra dejó también su reinado, pero hoy mantiene un poderío importante, aunque limitado a un territorio específico. Salir del dólar no es fácil. Hasta el gobierno de Rafael Correa en Ecuador, que heredó una dolarización, quiere pero sabe que no puede aún dejar ese esquema.

Tampoco esas cifras penetrarán en el miedo de los argentinos que atesoran dólares porque sí o porque los reclaman para viajar, remesar o comprar una vivienda. Una larga historia de años de inflación y traumáticas híper, de corralitos, de mentiras sobre «apostar al dólar» o sobre «el que puso dólares cobrará dólares», de ilusiones del «1 a 1» o del «deme dos» caló profundo en la conciencia colectiva de vastos sectores.

Pero si América latina profundiza sus transformaciones, avanza más decididamente en su proceso integracionista, lo cual incluye más y mejores relaciones financieras, comerciales y coordinación monetaria, y articula con estrategia e inteligencia el reformateo mundial en marcha, quizás el horizonte del ahorro, el comercio o las inversiones en dólares en algún momento no demasiado lejano dejen de ser la opción principal.

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/cash/17-6043-2012-06-16.html