El director debutante Rodolfo «Fito» Pochat se sube al tren «Alma- Hospital de Niños» y atraviesa 1500 km, partiendo de Buenos Aires. El destino final será Pampa Blanca, en Jujuy. Un viaje hacia una Argentina de necesidades básicas insatisfechas, en la que un grupo de profesionales de la salud pone el pecho ante la nada […]
El director debutante Rodolfo «Fito» Pochat se sube al tren «Alma- Hospital de Niños» y atraviesa 1500 km, partiendo de Buenos Aires. El destino final será Pampa Blanca, en Jujuy. Un viaje hacia una Argentina de necesidades básicas insatisfechas, en la que un grupo de profesionales de la salud pone el pecho ante la nada e intenta actuar sobre una población con niños desnutridos, chagásicos, pobres de toda pobreza. Pochat entremezcla la geografía del paisaje con los habitantes y se interroga sobre los alcances y limitaciones del trabajo. Coproducción argentino-española, Un tren a Pampa Blanca recibió el Premio a la Mejor Opera Prima en el último Festival Internacional de Documentales Santiago Alvarez in Memoriam, en Cuba. Pochat es egresado de la Enerc, dependiente del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales, y ha trabajado como director de canales de cable (The Big Channel y Solo Tango). En charla con Página/12, el director comparte detalles del film, que se estrena hoy en el Espacio Incaa Km 0 (Gaumont) y en el Arteplex Belgrano.
-¿Por qué decidió hacer este documental?
-Al comienzo del proyecto, el tren no funcionaba; estaba en reparaciones. Recorrí los pueblos para ver cómo vivían y cuáles eran sus necesidades. El tren funciona desde hace treinta años. Sin embargo, aún se requieren soluciones de fondo, que no son sólo responsabilidad de un gobierno determinado. Son problemáticas económicas y sociales, de las que la salud es sólo una parte. El equipo de profesionales tiene buenas intenciones. Es valorable el hecho de que les presten atención a poblaciones alejadas de la mano de Dios. Sin embargo, son conscientes de sus limitaciones y del hecho de que una visita de tres días no alcanza a resolver la problemática de la salud. Aportan su granito de arena y su presencia es un llamado de atención.
-¿Cómo logró intimidad con los pobladores?
-Relacionarme con la gente y lograr intimidad con ellos para poder contar su problemática resultó un verdadero desafío. El director no puede abusar del poder ante los entrevistados. Traspasar la línea sería vulnerar sentimientos. Con algunos establecí una relación muy estrecha, como es el caso de Adriana, una chica que estaba embarazada. Ella estaba esperando turno y yo intervine para que se la atendiera rápido. La acompañé en la ambulancia hasta el hospital de Perico y presencié el parto, como muestra la película. Era su tercer parto. Sus hijas anteriores eran de padre desconocido y las había tenido en su casa, en condiciones sumamente precarias. Adriana me permitió superar preconceptos. Yo no la culpaba de su embarazo, pero sí pensaba que las campañas de divulgación de los métodos anticonceptivos por parte del Estado son insuficientes. El problema no era, sin embargo, el Estado. Estas mujeres tienen un fuerte deseo de quedar embarazadas. No tienen trabajo, familia, ni educación; rara vez reciben la alimentación necesaria y sólo desean ser madres. Este sentimiento arraigado culturalmente les da sentido a sus vidas y construyen su mundo alrededor de él.
-El racismo aflora en varios testimonios…
-Me impresionaron los comentarios racistas, la discriminación de pobres contra pobres. Pero algunos no lo quieren ver porque los que allí viven no son compatriotas. Todavía hay gente que cree que esto se resuelve impidiendo la entrada de los bolivianos a la Argentina.
Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/5-21531-2011-04-28.html