La Nueva Canción Chilena, en un contexto de esperanza entre los pueblos oprimidos, buscó recuperar aspectos propios de la cultura autóctona, fusionándolos con la sensibilidad de la época que no cerraba los ojos ante la realidad imperante, entre las voces que destacaron en este movimiento artístico la de Víctor Jara adquiere hoy una relevancia suprema al cumplirse 50 años del Golpe Militar, el asesinato de Salvador Allende, el derrocamiento del Gobierno de Unidad Popular y el establecimiento de la sangrienta dictadura de Augusto Pinochet.
Víctor Jara surgió de los sectores populares, conoció la pobreza y las necesidades sociales, e inició una carrera artística que lo llevó del teatro a la música. Se vinculó con los procesos políticos del proletariado y se adhirió a la Unidad Popular que encabezaba Salvador Allende, cuyo proyecto representaba al socialismo y alcanzó el poder tras su victoria lectoral. La voz de Jara fue eco del contexto de reivindicación social y marginación, representó el compromiso social de los artistas e intelectuales de su tiempo, él mismo lo expresó en su canción “Manifiesto”, donde dice: “Yo no canto por cantar / ni por tener buena voz, / canto porque la guitarra / tiene sentido y razón”. Ese mismo compromiso e insumisión sería después del Golpe Militar castigado por los fascistas que lo asesinaron sin un atisbo de humanidad, su cuerpo fue hallado el 16 de septiembre de 1973.
Las letras de las melodías de Jara ayudan a comprender el devenir del movimiento de Unidad Popular, y su proyecto socialista que buscaba sumarse a los procesos de liberación ya iniciados por la Revolución cubana en 1959, lo que puede palparse en “A Cuba”, una melodía que causó reacciones violentas de los grupos fascistas que ya preparaban el golpe, uno de los estribillos dice: “Si yo a Cuba le cantara, / le cantara una canción / tendría que ser un son, / un son revolucionario, / pie con pie, mano con mano, / corazón a corazón”. Además, les cantó al Che Guevara y a otros revolucionarios como Camilo Torres, quienes marcaron la línea ideológica que el cantautor seguiría.
En sus melodías, Víctor reconoció una de las características fundamentales de todo revolucionario, un sentimiento de amor que va más allá de las relaciones de pareja y familiares, y que se dirige al otro u otra, es decir, un posicionamiento donde hace suyo el sentir de los oprimidos, en “Te recuerdo Amanda”, recrea ese sufrimiento por el sacrificio que conlleva la conciencia de quienes dejaron todo –incluida su vida- para luchar por la libertad. Asimismo, en “El derecho de vivir en paz” hace mención de otras resistencias internacionales contra la violencia imperialista de los Estados Unidos y otras potencias, “Indochina es el lugar / más allá del ancho mar, / donde revientan la flor / con genocidio y napalm; / la luna es una explosión / que funde todo el clamor. / El derecho de vivir en paz”.
Tras el Golpe Militar fue detenido y torturado, se le condujo al Estadio Chile –que hoy lleva su nombre- y ahí vivió sus días finales, sintiendo el odio fascista al amor por la humanidad. Antes de su muerte escribió sus últimos versos que dicen: “¡Qué espanto produce el rostro del fascismo! / Llevan a cabo sus planes con precisión artera / sin importarles nada. / La sangre para ellos son medallas. / La matanza es un acto de heroísmo”. La voz de Víctor Jara hoy vive, porque es libertad.
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