Giorgos Kallis. Economista, ecologista político e investigador griego afincado en Barcelona y especializado en decrecimiento, publicará en breve la edición en castellano de su último libro, ‘The Case for Degrowth’ (Polity Press, 2020).
A finales de 2021 varios medios de comunicación españoles publicaron la misma noticia. El Cercle d’Economia de Catalunya —una organización empresarial que funciona como grupo de presión en la región— manifestaba su profunda preocupación ante las políticas económicas de la Generalitat. El comunicado, difundido poco después de la paralización de la ampliación del Aeropuerto de El Prat, alertaba de la peligrosa “apología del decrecimiento” que conduciría al conjunto de la sociedad a la ruina.
Tildado de irresponsable e incompatible con una sociedad próspera, el texto no aclaraba sin embargo en qué consistía este pensamiento decrecentista. Y esto, precisamente —en qué consiste y en qué condiciones puede ser posible el decrecimiento— es el objeto de estudio de investigadores como Giorgos Kallis (Atenas, 1972).
Kallis es un economista, ecologista político, investigador y activista. Doctorado en política medioambiental por la Universidad del Egeo, reside desde 2010 en Barcelona, donde trabaja en la Institució Catalana de Recerca i Estudis Avançats (ICREA). En las calles de su barrio, Gràcia, encuentra no solo ecos de una ciudad isleña en su Grecia natal; también el espacio necesario para seguir pensando. Ha publicado, entre otros títulos, Límites: Ecología y libertad (Arcadia, 2021), Decrecimiento. Vocabulario para una nueva era (Icaria, 2015) y The Case for Degrowth (Polity Press, 2020), que muy pronto tendrá su edición en español de la mano e Icaria.
Para algunos el decrecimiento es solo “una corriente de pensamiento irresponsable”; para otros, una realidad que ya está aquí y a la que tendremos que adaptarnos. Me gustaría comenzar preguntándote cómo debemos entender el término. ¿Es una teoría política?, ¿una forma de vivir?, ¿algo que está sucediendo?
Son todas las anteriores. Pero “todas las anteriores” no es una respuesta satisfactoria, y menos viniendo de un científico. La mejor forma de entender el decrecimiento es en el sentido de un marco que la comunidad de científicos y activistas usamos para explicar las crisis y proponer soluciones. Este marco sugiere que lo que conecta las diferentes facetas de la actual crisis ecológica, económica y social es el propósito ciego de más y más crecimiento económico, algo que está enraizado en las sociedades capitalistas. Esta búsqueda del crecimiento es la causa del cambio climático, la razón de los recortes de austeridad y el motivo del crecimiento de las desigualdades. La alternativa es diseñar una sociedad que haga más con menos, una sociedad que sepa cómo prosperar sin crecimiento.
El capitalismo desvaloriza esta labor porque es crucial para el crecimiento que el trabajo de cuidados se mantenga barato, como un supuesto regalo de la naturaleza
Este año se cumplirán cinco décadas desde la publicación del informe Los
límites del crecimiento. Elaborado por el Instituto tecnológico de
Massachusetts en 1972, el documento alertaba sobre la existencia de un límite
de carga del planeta. ¿Se cumplieron sus predicciones? ¿En qué punto estamos
ahora?
Es difícil decir si las predicciones se han vuelto verdaderas. Estamos entrando
en el escenario business as usual del informe, el cual
predecía que el colapso empezaría justo ahora*. Pero no soy un profeta, y no
puedo decir si vamos a vivir un colapso el año que viene o dentro de varios
años. Soy un científico y lo que sé es que estamos destruyendo el clima, algo
que en el momento del informe no se sabía. Y que, a no ser que limitemos el
crecimiento desde ya, la vida en el planeta se volverá invivible, antes o
después.
En uno de tus libros más divulgativos, A case for degrowth,
intentas desmontar el mito del crecimiento perpetuo como algo inherente a la
condición humana. En su lugar, se pone en valor el trabajo de mantenimiento,
tradicionalmente asociado a las mujeres y a los cuidados. ¿Nos hemos olvidado
de mantener?
Es imposible que nos olvidemos de mantener, porque si lo hiciésemos no
estaríamos aquí. Pero hemos desacreditado el valor de este trabajo, sin el cual
ni nosotros ni ningún ser humano existiría. El capitalismo desvaloriza esta
labor porque es crucial para el crecimiento que el trabajo de cuidados se
mantenga barato, como un supuesto regalo de la naturaleza.
También sugieres que la pandemia puede ser una oportunidad para desmontar
este mito del crecimiento como cualidad humana, dada la capacidad de las crisis
para modificar verdades establecidas. ¿Hoy en día sigues pensando lo mismo?
Es difícil darle sentido a todo lo que ha pasado estos dos últimos años, al
menos mientras estemos todavía inmersos en ello. He leído a varios filósofos
pontificando esta o aquella conclusión de la pandemia y lo encuentro bastante
superficial. Lo que sí sé es que la era que está comenzando con esta pandemia
no será la misma que la que había antes. Vivimos en una era de límites, pero no
sabemos cómo limitarnos a nosotros mismos. Entendemos estos límites como un
obstáculo para nuestra libertad, cuando en realidad la libertad requiere de
límites. Quizás la pandemia pueda catalizar un cambio de pensamiento, pero dado
el caos de opiniones y comportamientos a nuestro alrededor, tampoco me hago
muchas ilusiones.
Yo puedo imaginar el fin del crecimiento, pero el asunto no es poderlo imaginar o no, sino empezar a poner en práctica alternativas que puedan ayudarnos a imaginar.
Se dice que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. ¿Es posible imaginar el fin del crecimiento?
Sí, aparentemente es incluso más difícil imaginar el fin del crecimiento, cuando incluso los socialistas que imaginan el fin del capitalismo están ansiosos por defender que el crecimiento será incluso más rápido con el socialismo. Yo puedo imaginar el fin del crecimiento, pero el asunto no es poderlo imaginar o no, sino empezar a poner en práctica alternativas que puedan ayudarnos a imaginar. No podemos imaginar lo que no existe.
Una creencia popular en relación con el decrecimiento es la de que es una
postura antitecnológica. ¿Lo es? ¿Cuál sería tu posicionamiento respecto al
potencial de la tecnología para mitigar los efectos de la crisis climática y de
recursos?
¿Qué es la tecnología? Si por tecnología entendemos las herramientas que
utilizamos para fabricar cosas, nada puede ser antitecnológico. El
decrecimiento constituye una crítica de tecnologías específicas y, sobre todo,
a la creencia de que todos los problemas tienen una solución tecnológica. Esto
no significa estar en contra de las tecnologías en general. Las tecnologías de
energías renovables, por ejemplo, son vitales. Los trenes y las bicicletas,
también. La cuestión es qué tipo de tecnologías, para quiénes, y cómo.
En 2015, la primera gran encíclica del papa Francisco afirmaba que el
cambio climático era un “asunto moral” para la Iglesia Católica. ¿Encuentran
las posturas decrecentistas un apoyo en sectores religiosos?
La encíclica Laudato Si fue un texto brillante. Nos recordó
nuestros límites como humanos. Esta no es solo una idea ecológica, es una
sabiduría que varios movimientos espirituales y religiosos han mantenido
durante siglos. Lo mejor de la religión es precisamente eso: el recordatorio de
nuestra fragilidad y nuestra interconectividad como humanos.
El decrecimiento constituye una crítica de tecnologías específicas y, sobre todo, a la creencia de que todos los problemas tienen una solución tecnológica. Esto no significa estar en contra de las tecnologías en general.
Últimamente vemos muchas noticias que se pueden relacionar con el alcance
de los límites de extracción del planeta: la subida del precio de los
combustibles, la escasez de chips y de componentes tecnológicos… En la
mayoría de los casos, sin embargo, aparecen vinculadas a crisis coyunturales.
¿Crees que los medios de comunicación informan correctamente de la situación
global que vivimos?
No es fácil entender las causas tras el aumento de los precios de la energía
actualmente. Yo soy escéptico respecto de las afirmaciones que culpan a la
transición hacia las energías renovables, primero porque no veo que dicha
transición esté en marcha todavía; y, segundo, porque tras los combustibles
fósiles existe gran interés en divulgar ese mensaje. Por supuesto, no puedo
descartarlo. Yo desearía ver historias en los medios de comunicación que nos
alertaran de la complejidad del momento en el que vivimos y de la tragedia de
nuestras decisiones, en lugar de cuentos simplificados donde todo es blanco o
negro.
También has hablado de algunos problemas que puede tener el uso del término
decrecimiento. Sobre todo en contextos no occidentales, hablar de revertir el
crecimiento puede hacer pensar automáticamente en pobreza. ¿Puede utilizarse
algún otro término que no tenga esta connotación?
“Bienes comunes” es un buen término. Habla de nuestra interdependencia y
nuestra habilidad humana para cooperar. La cooperación es un atributo
indispensable para nuestra supervivencia como seres humanos. Dicho esto, pienso
que es valioso mantener la palabra “decrecimiento” en la medida en que nos
recuerda que no podemos querer nuestra tarta entera y al mismo tiempo
comérnosla. Y que nosotros en el Norte Global, empezando con nuestros
caballeros del 1% y del 0,1%, tenemos que reducir dramáticamente nuestra
producción y nuestro consumo, así como nuestro uso de energía y recursos. Hasta
ahora, yo no he encontrado una palabra mejor para mantener este recordatorio
sobre la mesa y evitar sugerir que existan salidas cómodas ante una situación
que es realmente terrible.
Quizás la pandemia pueda catalizar un cambio de pensamiento, pero dado el caos de opiniones y comportamientos a nuestro alrededor, tampoco me hago muchas ilusiones
Cuando hablamos de la crisis climática y de recursos, parece reinar el
negacionismo cotidiano, incluso entre la población informada. ¿Es una cuestión
de escala porque el problema es demasiado complejo para asimilarlo? ¿O
simplemente hay una negativa tajante a modificar nuestro modo de vida?
Tal vez lo último. Tal vez, incluso, la sospecha de que esta crisis, como
cualquier otra, será utilizada por aquellos que están arriba para generar
beneficio y controlar a la gente que está abajo. Pero no termino de entender
por qué dices que el negacionismo prevalece. La mayor parte de las encuestas
muestra que la inmensa mayoría de la gente acepta que hay un cambio climático y
que algo debe hacerse con urgencia al respecto. La población simplemente no ve
que se haga nada, y tiene sospechas cuando los gobiernos les dicen que tienen
que pagar por la transición mientras el 1% hace viajes a la luna. Yo no culpo a
la gente por eso.
¿Qué le dirías a una persona que está abiertamente en contra del
decrecimiento como planteamiento, como análisis y como modificación de los ritmos
vitales? ¿Es posible un decrecimiento global que no cuente con su apoyo?
No espero que todo el mundo esté de acuerdo en todo, y eso es sano, forma parte
de la esencia de la democracia. Yo simplemente le pediría a esta persona que
escuchase lo que tenemos que decir sin prejuicios, estando abierta a cambiar su
mentalidad si lo que decimos va cobrando sentido a medida que nuestro mundo
cambia. Ningún cambio social ha contado jamás con un 100% de apoyo. Pero me
gustaría convencer a esta persona para que apoyase un cambio que es necesario.
Por supuesto, yo estaría abierto a escuchar lo que él o ella tiene que decir
también. Siempre estoy abierto a cambiar mis ideas.
*El informe, encargado por el Club de Roma al MIT en 1972, postulaba varios escenarios posibles para la humanidad. Entre ellos, el denominado “business-as-usual” (en el cual no se toman medidas y todo sigue “como hasta ahora”) pronosticaba un colapso económico, medioambiental y demográfico antes de 2070.