Nacido en 1870, Lenin ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Kazan pero se graduó en San Petersburgo como alumno libre hasta titularse de abogado a los 21 años. Probablemente, durante ese período adquirió sus primeros conocimientos de economía. Entretanto tomaba contacto con los círculos de estudio marxistas, combinando las lecturas y […]
Nacido en 1870, Lenin ingresó a la Escuela de Derecho de la Universidad de Kazan pero se graduó en San Petersburgo como alumno libre hasta titularse de abogado a los 21 años. Probablemente, durante ese período adquirió sus primeros conocimientos de economía. Entretanto tomaba contacto con los círculos de estudio marxistas, combinando las lecturas y debates con el trabajo de organización y apoyo a grupos obreros, siempre en peligro de caer en manos de la policía zarista.
El joven Lenin puso a prueba su aprendizaje al enfrentarse a las escuelas económicas rusas de la época, especialmente con la más influyente el «populismo». Su primer artículo a los 23 años Nuevos movimientos económicos en la vida campesina, basado en un cuidadoso examen de datos estadísticos, estuvo destinado a rebatir las teorías que negaban la posibilidad del desarrollo del capitalismo en Rusia. Dentro del mismo tema en 1983 publica A propósito del llamado problema de los mercados donde se confronta con la teoría de Sismondi y poco más tarde, con la visión socialdemócrata en El contenido económico del populismo y su crítica en el libro del señor Struve. En estos ensayos reveló su identificación con la obra económica de Marx, su conocimiento de los clásicos, de los socialistas utópicos y de sus contemporáneos rusos. En 1897 Lenin fue deportado a Siberia donde permaneció tres años, lo que le permitió completar una de sus obras más significativas, El desarrollo del capitalismo en Rusia. En este libro analizó la génesis y evolución de las relaciones capitalistas en el país y el carácter multisectorial de la estructura económica del imperio zarista, característica común a diversos países atrasados, a tener en cuenta como realidad esencial en la transición al socialismo. Después del triunfo de la revolución de octubre siguió trabajando con esta tesis, analizando las diversas estructuras en Rusia, – la patriarcal, la terrateniente, la pequeña producción y la capitalista, – a las cuales agregó otras nuevas, que surgían de la revolución, el capitalismo de estado y el socialismo. Esta obra estimuló a los marxistas latinoamericanos para estudiar el surgimiento del capitalismo en nuestro continente, la necesidad de acabar con el latifundio y otras relaciones semifeudales y diseñar las bases de la reforma agraria, materias de encendidos debates entre historiadores y economistas.
La siguiente publicación importante apareció en 1916, en vísperas de la Revolución de Febrero y se convirtió en un clásico: El imperialismo, fase superior del capitalismo. No era un tema inédito, sino también investigado por otros autores, entre ellos Hilferding, Rosa Luxemburgo y Hobson, a quienes el revolucionario ruso tuvo en alta estima. En El Imperialismo Lenin sintetizó los nuevos fenómenos, fue más lejos que sus antecesores y obtuvo nuevas e importantes deducciones. La concentración de la producción y del capital, la formación de los monopolios, la constitución del capital financiero y la oligarquía financiera, la exportación e inversión de capitales en el exterior, la formación de consorcios capitalistas internacionales de capitalistas para repartirse el mercado y los recursos mundiales, fueron los rasgos económicos que descubrió Lenin para definir esta etapa. Fue, además, un análisis integrado de economía y política. A más de 90 años de aparición de esta pequeña e influyente obra, el tiempo ha corroborado los rasgos esenciales de la etapa del capitalismo que surgió a fines del siglo XIX y comienzos del XX, con importantes diferencias con respecto a la etapa que le correspondió vivir y analizar a Marx y Engels. De estas características se desprendieron conclusiones políticas como la definición de países dominantes y dominados. Clasificó a estos últimos en colonias, semicolonias y estados dependientes, entre los que incluyó a los países latinoamericanos. El imperialismo…dio sustento científico a los movimientos de liberación nacional que surgieron en el siglo XX, donde el antiimperialismo se convirtió en bandera de lucha popular, a veces armada y otras, pacífica, por la independencia económica y política de las naciones atrasadas. El movimiento involucró a la mayor parte de la humanidad que está concentrada en Asia, Africa y América Latina. La obra estimuló la investigación económica y social sobre los mecanismos de la dependencia, las relaciones entre centro y periferia, el intercambio desigual y las estrategias de liberación nacional. El imperialismo, fase superior explica la competencia por la supremacía mundial entre las grandes potencias, lo que condujo a guerras de conquista por el reparto del mundo, a las dos grandes guerras mundiales del siglo xx y al militarismo crónico, un rasgo determinante de nuestra época. La nueva etapa de la globalización capitalista, transnacional y neoliberal, iniciada en los años sesenta y acentuada a partir de la disolución de la URSS y de los regímenes socialistas de Europa Oriental, si bien trae consigo una serie de nuevos fenómenos no contradicen en lo esencial las conclusiones de la visionaria obra de Lenin.
La Revolución de Octubre fue la primera de la historia en la que se intentó construir una sociedad socialista desde la perspectiva delineada por Marx y Engels. Como es sabido, ninguno de ellos se dedicó a elaborar modelos sobre el tema, aunque dejaron sugerencias y anticipaciones valiosas que se transformaron en tarea práctica de las siguientes generaciones. Le correspondió a Lenin ocupar durante siete años la jefatura del primer gobierno revolucionario soviético. En tal virtud se abocó a tareas económicas y políticas muy concretas para sacar al país de la bancarrota. Líder político, serio estudioso de la realidad rusa y mundial y principal orientador del movimiento comunista mundial, su respetabilidad creció en medio de gigantescas dificultades, tales como la primera guerra mundial, en la que Rusia estuvo a punto de ser derrotada, la guerra civil desencadenada por la contrarrevolución, la intervención armada de los ejércitos de las grandes potencias, la destrucción material, la anarquía y el hambre que esas calamidades impusieron al pueblo ruso. Además, tuvo que lidiar con las diferencias entre los bolcheviques y dedicar tiempo a los ardorosos debates que se manifestaban a cada paso. Al momento de su muerte Lenin ya era reconocido en Rusia como su dirigente indiscutido, y en el mundo, como estadista respetable para unos y revolucionario original para otros. Su obra histórica fue poner en práctica por primera vez las tesis teóricas de Marx y Engels. El fundador de la URSS tuvo que ser organizador práctico, pensador original, polemista acucioso, estudioso de múltiples disciplinas, entre ellas, la estrategia militar, la macroeconomía, la organización y las técnicas de la producción y la administración. En la historia de la teoría y práctica del socialismo, un lugar imprescindible lo ocupan sus trabajos teóricos, resoluciones gubernamentales, informes, discursos y folletos de divulgación, puestos a prueba por la vida, ratificadas o rectificadas según fuera el caso.
En cada uno de sus análisis económicos, Lenin parte siempre teniendo muy en cuenta, la correlación de fuerzas existente entre las clases y organizaciones políticas actuantes en el cuadro mundial y nacional, así como las contradicciones antagónicas y no antagónicas, las principales y las secundarias entre las clases y segmentos sociales. En sus primeros planteamientos, tan pronto asumido el poder, dejó establecido que una cosa era la toma del poder político y la consolidación del nuevo estado soviético, la declaración de objetivos de la revolución, la promulgación de las primeras leyes y decretos y la proclamación de los nuevos derechos sociales; y otra cosa, más difícil que la primera, la construcción de la economía socialista. La primera era tarea de corto tiempo, la segunda demoraría decenios, teniendo en cuenta el inmenso atraso cultural y material de la sociedad rusa, empeorado por las guerras y sus consecuencias. Lenin introdujo la distinción, dentro de la revolución, entre los métodos revolucionarios y los métodos reformistas, indicando cuándo correspondía aplicar unos y cuándo los otros. Hasta hoy muchos no consiguen entender esta diferencia y confunden los métodos reformistas con el reformismo.
Desde el inicio de la revolución bolchevique, Lenin apunta a implantar como tarea colectiva de los trabajadores, el registro y control riguroso de los flujos económicos, el cuidado de los bienes comunes, la lucha contra el despilfarro, etc. Entre esos escritos sobresale La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla(1917) donde expone, en vísperas de la revolución de Octubre, el programa económico de carácter democrático-revolucionario (no socialista, pero encaminado hacia allá) para salir de la crisis. En Cómo debe organizarse la emulación(1917) propone el reemplazo de la competencia capitalista por el de «emulación social»; o sea, «el despliegue masivo del espíritu emprendedor y la iniciativa audaz» de los trabajadores; plantea el rol constructivo que deben cumplir los medios de comunicación destacando los buenos ejemplos y las soluciones prácticas en cada centro de producción y en cada rincón del país; la batalla por la organización del trabajo, la necesidad de contratar especialistas burgueses y aprender de ellos; y la exigencia de la nueva disciplina, la disciplina consciente en el trabajo. En las Tareas inmediatas del poder soviético, (1918) estos temas están analizados detalladamente, pues los veía como asuntos que tienen un valor permanente para toda revolución que se inspire en el socialismo en la que el protagonista irremplazable es la clase trabajadora. En Una gran iniciativa (1919) destaca el significado moral y político del trabajo voluntario en «los sábados comunistas» que se llevaba a cabo en las salas cunas, jardines infantiles y comedores populares, a los que denomina «brotes» de la nueva sociedad que hay que cuidar, pues, advierte «ningún modo de producción ha echado raíces inmediatamente, sin una larga serie de fracasos, errores y retrocesos». Lenin defiende aquí la tesis fundamental de que el socialismo sólo puede triunfar irreversiblemente en base a una mayor productividad del trabajo que en el capitalismo; por lo tanto, la capacitación, la instrucción, los conocimientos, la cultura general, los valores altruistas de los obreros manuales e intelectuales, ayudados por los medios de producción más modernos, son elementos indispensables para lograr esa mayor productividad.
En 1921 se manifestó un gran descontento entre los obreros por la situación económica que no mejoraba, Rusia y los pueblos vecinos estaban agotados, continuaba el hambre y el desempleo masivo. Estalla la rebelión de Kronstad y otras rebeliones campesinas. Por otro lado se perfila el fin de la agitación revolucionaria en el resto de Europa. Ya no se puede esperar el triunfo de la revolución alemana con la que los marxistas rusos contaban para construir juntos el socialismo. Había que emprender el camino solitario de colocar los cimientos de la nueva estructura social. Lograda la victoria en la guerra civil, la reconstrucción económica pacífica en el país más devastado de Europa pasaba al primer plano. Lenin concluye que los métodos económicos del comunismo de guerra caracterizados por la imposición administrativa y obligatoria, los métodos semimilitares, deben ser revisados.
Al plantearse el tema de la organización económica de la sociedad emerge el papel de los sindicatos. Estalla una intensa polémica entre distintas posiciones. Lenin formula aquí las importantes tesis de que «la política es la expresión concentrada de la economía» y que «la política debe tener prioridad sobre la economía». Por tanto los problemas de la producción y distribución, de la administración de las empresas, del rol de los sindicatos etc, sólo pueden ser abordados correctamente con un enfoque acorde con los intereses del proletariado y sus aliados – inmediatos y lejanos – y con los objetivos políticos del período. (Por su parte, es lo mismo que hace la burguesía según sus intereses de clase, aunque muchas veces lo oculte, o aparezca repudiando «la política» -naturalmente la de sus adversarios- y presentando el punto de vista liberal-capitalista como si fuera técnico, el único científico, al margen de las clases, apolítico) Las distintas tesis sobre los sindicatos consistían en que, para unos se debía incorporarlos al estado como un apéndice institucional y, en algunos casos, bajo régimen militarizado; para otros, había que entregarles la dirección total de la economía. Lenin recordó que el estado soviético no era sólo un estado obrero, sino obrero-campesino, siendo el campesinado abrumadoramente mayoritario. Un estado extremadamente burocratizado, herencia del zarismo e influenciado por la tendencia de los nuevos dirigentes a resolverlo todo por órdenes o decretos. Los sindicatos agrupaban sólo a una parte de la población, había que contar con otras organizaciones masivas, especialmente en el campo. Los sindicatos debían ser un contrapeso a los abusos inevitables de la burocracia contra los trabajadores de base. Los sindicatos debía permitir a los obreros ejercer sus derechos de libre autodeterminación, elección de sus dirigentes, negociación colectiva, derecho a huelga, etc, defender las necesidades locales o sectoriales de los trabajadores pero siempre en resguardo de los intereses del conjunto del pueblo, de la sociedad, de la nación y del estado. Los sindicatos debían ser una escuela práctica de socialismo, de formación de cuadros para la dirección del país, tener una efectiva participación en las empresas, en la economía local, regional y a nivel del estado. Sabemos que aquí, como en otras materias, más tarde Stalin reemplazó el enfoque leninista por el suyo, consistente en el sometimiento de los sindicatos al estado, una adaptación de las tesis de Trotski en el debate contra Lenin.
Un año antes de la crisis de Kronstad, Lenin comienza a plantear la revisión de algunas tesis anteriores formuladas por él mismo, la necesidad de un repliege urgente para salir de la profunda crisis económica y afianzar el poder político del nuevo régimen. Uno de estos temas es el de las concesiones al capital extranjero según el cual, bajo determinadas condiciones, éste es autorizado a explotar los enormes recursos naturales del país, el carbón, el petróleo, minerales, bosques y tierras vírgenes en el territorio ruso, particularmente en Siberia. Europa está semidestruida y ávida de materias primas, EE.UU y Japón están interesados, pero todos vacilan, no quieren todavía legitimar la República soviética. Lenin explica las razones políticas y las ventajas económicas de las concesiones al capital extranjero que no significan ingenuidad ni menos traición a los principios socialistas. Está consciente de los peligros de restauración del capitalismo, advierte que habrá que vigilar a los concesionarios, pero a la vez, refuta los prejuicios dogmáticos de sus oponentes. Aunque las expectativas de utilizar el sistema de concesiones no se materializaron plenamente, Lenin se mantuvo firme en considerarlas un medio necesario o al menos complementario para la modernización de la economía socialista.
En 1921 el viraje se concentra en la revisión de la requisa obligatoria de los excedentes de la producción campesina, medida dura pero indispensable para ganar la guerra contra las potencias extranjeras. Lenin constata los cambios operados en el campo luego de la expropiación de los terratenientes y de la nacionalización de la tierra. Llega a la conclusión que para la construcción socialista es necesario contar con los campesinos medios, que ahora constituyen la mayoría, respetando y estimulando su interés personal, su pequeña producción, garantizando su diferenciación económica. Propone reemplazar la requisa por el impuesto en especie, con lo cual, los campesinos podrán disponer, luego del pago de impuesto en especie, de todo el excedente productivo para comercializarlo libremente, lo que llega hasta el 90% de lo producido. Sabe que la libertad de comercio va a aumentar el número de campesinos ricos, los capitalistas agrarios (kulaks) «pero no hay que luchar contra esto con medidas prohibitorias sino con la fuerza unida del estado«, (Informe al X Congreso del PC de Rusia) mediante «procedimientos de control y contabilidad estatal». (Instrucciones a las instituciones locales soviéticas) El estado socialista también va a comerciar, va competir con los comerciantes privados para llevar los alimentos a las ciudades y los medios de consumo y de producción al campo. Este ha de ser un intercambio socialista normal, según sus palabras, de lo que se deduce su reconocimiento de un mercado socialista. Sin embargo Lenin está consciente de que la libertad de comercio va a engendrar desigualdades, fomentar el capitalismo y crear el peligro potencial de restauración del poder político del capital. Pero considera como un peligro aún mayor, si el descontento de los campesinos se profundiza y se rebelan contra el poder obrero. La libertad de comercio para la pequeña burguesía urbana y rural, la admite como un retroceso, necesario y transitorio, aunque para él esa transitoriedad puede durar «uno o dos decenios». Sin embargo, si la libertad de comercio fomenta el aumento de la producción agropecuaria y mejora la situación de los campesinos y de los obreros, el poder soviético se afianzará. Las ciudades recibirán más alimentos, las fábricas estatales tendrán más materias primas agrícolas y podrán contratar más obreros cesantes, el comercio y el trasporte se reanimarán, el estado tendrá más recursos y reservas. Así, en efecto ocurrirá en los años siguientes.
A este viraje que incluye las concesiones al capital extranjero, el impuesto en especie, las cooperativas de consumo y las de pequeños productores, contratos del estado con los comerciantes privados para vender y comprar a comisión, el arriendo a capitalistas de fábricas de la industria liviana, la constitución de empresas mixtas del estado con privados, tanto extranjeros como nacionales, a todo este conjunto de medidas se la denominó Nueva Política Económica. (NEP) Explicándola de manera general, Lenin la consideró una nueva estructura que se introducía en el sistema económico soviético y que denominó capitalismo de estado. En ningún momento Lenin renuncia al objetivo estratégico de construir el socialismo. En diversos trabajos, entre ellos, Acerca del infantilismo izquierdista (1918) explica qué entiende por capitalismo de estado, concebido como un paso intermedio, transitorio, del capitalismo hacia el socialismo, en las condiciones existentes en Rusia. El capitalismo de estado no fue una invención de Lenin. Se había formado en Alemania y otros países, especialmente durante la primera guerra mundial. Recuerda que en 1918, en la polémica con los «comunistas de izquierda» él mismo había sostenido que en las condiciones de Rusia habría sido mejor no adelantarse, sino haberse quedado en el capitalismo de estado durante un tiempo, para luego pasar al socialismo. Hace hincapié que lo suyo no es el estado dominado por los monopolios privados. En Rusia, ahora existe un estado de nuevo tipo, revolucionario, el poder soviético, donde gobierna, la clase obrera en alianza con los campesinos, alianza dirigida por el partido comunista, donde la burguesía está desplazada por completo del poder político. Así, un capitalismo que es subordinado al estado, un estado dirigido por la alianza obrera-campesina cuyo fin es construir la sociedad socialista, será necesariamente un capitalismo limitado, controlado, vigilado, encauzado, según sus propias palabras. Un control no sólo desde arriba, sino especialmente desde abajo, donde los trabajadores cumplan un papel importante. Lenin enumera además los resortes económicos del estado soviético que le permiten encauzar al país: la tierra es propiedad del estado, las fábricas de la industria pesada son empresas estatales, el comercio exterior es monopolio de estado, los trasportes principales, los bancos son también estatales. A la vez exige que las empresas estatales deben funcionar a base de la autogestión financiera, o sea «que cada empresa trabaje sin pérdidas y sea rentable«. A lo anterior había que agregar otro resorte importante del estado que Lenin no consideró en ese momento porque recién estaba en pañales: la introducción por primera vez en la historia de un plan general científico para el desarrollo a largo plazo de la economía nacional, fundado en la modernización y la electrificación del país, el conocido Plan Goelro.
Antes de morir en enero de 1924, Lenin alcanzó a ver, después de año y medio de su puesta en práctica, los primeros resultados exitosos de la NEP. Un año antes escribió su artículo Sobre la cooperación, donde esbozó su propuesta de organizar a toda la población en cooperativas, tanto en las ciudades como en el campo. Es a través de las cooperativas cómo cada pequeño campesino podía colaborar en la construcción socialista. Propone que se les otorgue ventajas especiales como créditos preferenciales, ayuda por las malas cosechas, asistencia para elevar la cultura y los conocimientos de sus miembros. Así se pasaría gradualmente de una economía de pequeños productores individuales y aislados, a una agricultura colectiva moderna de producción en gran escala. Las formación de cooperativas y la incorporación de los campesinos a ellas, debía respetar el principio de la voluntariedad y contar con el apoyo económico del estado. Otros escritos finales de Lenin muestran su profunda preocupación por el papel negativo de la burocracia heredada del zarismo. Alerta insistentemente que en el estado obrero hay una tendencia a la expansión del aparato administrativo, a sobreponerse sobre la democracia. Insiste en el mejoramiento del aparato del estado, en su eficiencia, su reducción y abaratamiento y en la necesidad de reforzar la inspección y el control del mismo.
En 1923 se pasó del impuesto en especie al impuesto en dinero. En 1925 la producción de la agricultura estaba saliendo de su profunda depresión, llegando al 87% del nivel alcanzado antes de la guerra (1913). Por su parte, la gran industria, en manos del estado se recuperó hasta el 87% del nivel de anteguerra, mientras el número de obreros alcanzó al 90%. (Historia de la URSS, II.tomo, pag 168) En 1927 la producción agropecuaria alcanzó el 100% del nivel de 1913. (pag 210) Durante la NEP se reestableció la circulación monetaria, se controló la hiperinflación y se estabilizó el valor del rublo, materias financieras sobre las cuales Lenin demostró amplios conocimientos. Se puso en circulación el rublo-oro que se llegó a cotizar en las bolsas de otros países. En 1927 comenzó la construcción de grandes centrales eléctricas y aparecieron nuevas ramas especialmente de la industria pesada. A fines de 1928 se habían firmado 49 contratos con grandes firmas capitalistas extranjeras, entre ellas la Ford que, a cambio de la compra de sus automóviles, se comprometía a prestar asistencia técnica gratuita. Por primera vez se logró una balanza comercial con el exterior positiva, (pag 188) lo que, en ausencia de servicios de deuda y mayores desembolsos en divisas permitió acumular y constituir una importante reserva estatal en oro.
Siguiendo las indicaciones iniciales del Lenin en el llamado plan Goelro, después de su partida se confeccionó y puso en ejecución el Primer Plan Quinquenal (1928-32) destinado a la industrialización del país, especialmente la creación de las ramas básicas de la industria pesada, electrificación, siderurgia, maquinarias, etc. Sin embargo, en ausencia suya las metas de este Plan constituyeron una marcha forzada, una fuerte tensión sobre los escasos recursos disponibles, en desmedro de las necesidades más vitales de la población. Esto fue observado por dirigentes políticos y economistas quienes previeron las consecuencias negativas de sacrificios extremos por largos períodos. Fue el momento en que se inició la persecución contra los críticos, impulsada por Stalin y sus incondicionales. Si bien, el éxito del Plan fue indiscutido pues se cumplieron y sobrepasaron las metas, el resultado tuvo un alto costo social, para los trabajadores de la ciudad y el campo. Como consecuencia se deterioró la alianza con los campesinos, cuyo concurso para la edificación socialista Lenin consideraba esencial. Peor aún, en vez de seguir la orientación leninista de no usar medidas prohibitivas contra los campesinos ricos y los campesinos medios, sino emplear el control económico del estado y la vigilancia de los obreros y campesinos pobres para combatir la especulación, Stalin planteó «la liquidación de los kulaks como clase», concepto antimarxista que significó arrestos, campos de trabajo forzado, deportaciones en masa y fusilamientos que ocasionaron millones de víctimas. Lenin había advertido que las cooperativas sólo podían funcionar a base de la libre voluntad de los campesinos. Stalin en cambio, impuso la colectivización forzosa, la entrada obligada en los koljoses, sin que muchos campesinos estuvieran convencidos de sus ventajas. El resultado fue que la agricultura soviética permaneció crónica e innecesariamente retrasada durante largos períodos, los koljosianos fueron privados de iniciativa propia y de interés en la producción colectiva, lo que se tradujo en recurrentes crisis alimenticias, escasez de materias primas, racionamiento, colas, mercado negro e importaciones innecesarias.
A comienzos de los años treinta, el tipo de construcción pacífica socialista que Lenin sintetizó después de muchos tanteos y experiencias fallidas, fue abandonado. En su lugar se implantó un sistema administrativo, burocrático, autoritario, de ordeno y mando que reinó por tres decenios. El estudio objetivo de la realidad económica fue reemplazada por el subjetivismo, el dogmatismo y el voluntarismo de unos pocos. Las ciencias sociales sufrieron las consecuencias. Entre ellas la economía política, la sociología y el derecho, las ciencias humanas cayeron en la esterilidad. Las primeras críticas al estado de las ciencias sociales las formuló por primera vez públicamente Anastas Mikoyan en un memorable discurso en el XX Congreso del PC de la URSS. Por eso en los años posteriores, cada vez que se abrió la posibilidad de rectificar el rumbo, se volvió a Lenin, en busca de inspiración. Ya no fue su culpa de que esas reformas fracasaran o quedaran a medio camino, ni menos del colapso que hundió al socialismo burocrático.
La contribución de Lenin a la teoría y práctica de la economía socialista es considerable. No se trata de que todas y cada una de sus apreciaciones conserven un valor científico. Pero se pueden enumerar algunas de sus tesis y sugerencias que hoy siguen siendo valederas, sobre todo para los países atrasados y dependientes:
– la construcción de una economía nacional, independiente y no subordinada a las potencias imperialistas, sin renunciar al uso del capital extranjero;
– la necesidad de un largo período histórico para construir el socialismo, que implica varios decenios de crecimiento sostenido para dotarse de fuerzas productivas y una productividad del trabajo cercanas a los países más desarrollados;
– la necesidad de utilizar los logros de la ciencia y la técnica más avanzada, aún al costo de ciertas concesiones a los capitalistas y estados extranjeros;
– el empleo tanto de las relaciones e instituciones monetarias y mercantiles, así como de una planificación de la economía nacional, especialmente a largo plazo;
– la participación consciente y activa de los trabajadores y sus sindicatos en las tareas económicas de la nación;
– la alianza y colaboración a largo plazo entre las clases obrera y campesina, junto con intelectuales y sectores urbanos de pequeña y mediana producción y el carácter voluntario, no forzado de la incorporación a las cooperativas;
– el dominio por el estado de los puestos de mando de la economía nacional, incluida la propiedad estatal de empresas y sectores estratégicos, combinados con métodos de capitalismo de estado; el freno a la burocracia y la reducción y economía del aparato administrativo del estado
– la prioridad de la política sobre la economía; el cálculo objetivo de la correlación de fuerzas, nacional e internacional, entre partidarios y contrarios del socialismo, la necesidad de garantizar el poder político, ante conspiraciones y amenazas externas. No menos importante fue su tesis de que cada pueblo debía buscar y encontrar sus propias variantes para el tránsito hacia el socialismo.