Don Regan, consejero delegado de Merrill Lynch, permanece al lado del presidente Reagan mientras éste pronuncia un pequeño discurso. Pero debe estar demorándose más de la cuenta, por lo que Don, que comienza a impacientarse, se acerca al presidente de los EEUU con cara seria y le espeta con tono firme: «Date prisa». Ronald Regan […]
Don Regan, consejero delegado de Merrill Lynch, permanece al lado del presidente Reagan mientras éste pronuncia un pequeño discurso. Pero debe estar demorándose más de la cuenta, por lo que Don, que comienza a impacientarse, se acerca al presidente de los EEUU con cara seria y le espeta con tono firme: «Date prisa». Ronald Regan asiente y procede, con aire obediente, a agilizar su intervención. La escena puede verse en la última película de Michael Moore, Capitalismo, una historia de amor, que se estrenará el próximo 20 de noviembre en España, y donde el cineasta la utiliza como metáfora de la relación entre el poder financiero y el poder político: unos mandan, otros obedecen.
Pero no se trata sólo de la opinión vertida por un director de cine. Más al contrario, se trata de una creencia que está consolidándose entre amplias capas de la población occidental, especialmente a partir de la crisis y de sus planes de rescate. Desde entonces, son frecuentes las noticias que resaltan las intensas uniones entre los poderes político y económico. Así, medios estadounidenses han resaltado cómo el gobierno económico de Reagan estuvo directamente inspirado por las doctrinas que emanaban de Merril Lynch, cómo muchos altos cargos de los últimos tiempos provienen de Goldman Sachs (es el caso de Henry Paulson, Lawrence Summers o Mark Patterson), cómo hay que haber trabajado en los más influyentes grupos financieros para acceder a un puesto en
Así lo cree Juan Carlos Monedero, profesor de ciencia política de
Además, como señala el periodista Pascual Serrano, autor de Desinformación. Cómo los medios ocultan el mundo (Ed. Península), no se trata sólo de que quienes tienen el dinero influyan enormemente a la hora de decidir quiénes accederán al poder, sino que también «controlan el margen de maniobra de los elegidos. El intento fallido de Obama, y antes de Hillary Clinton, de reformar el sistema sanitario de su país es una muestra más de cómo las grandes empresas están impidiendo que los representantes políticos lleven a cabo su programa. Lo que es aún más palpable en un asunto como este, en el que los políticos tienen a su favor a gran parte de la ciudadanía». En este sentido, y como sintetiza Monedero parafraseando una vieja afirmación, estamos en un escenario político en el que «el partido sustituye a la sociedad, el comité central al partido, el secretario general al comité central y los bancos que financian ese entramado al secretario general».
Pero no se trata de una creencia que esté cuajando sólo en un sector político determinado, el de la izquierda, sino que abarca todo el ámbito de las ideas. Para alguien como Javier Ruiz Portella, director de la editorial Áltera, que proviene de un entorno opuesto al de Monedero o Serrano, también resulta evidente que «el peso del capital financiero resulta totalmente decisivo en la política. Y el mejor ejemplo son las escandalosas operaciones de rescate que han llevado a cabo los Estados a partir del momento en que la famosa mano invisible de Adam Smith no ha funcionado». Para Ruiz Portella, lo más llamativo es que «se les están regalando cifras mareantes a entidades financieras que dan beneficios en sus cuentas anuales».
Probablemente porque el asunto de las subvenciones a los bancos haya influido en la opinión pública, pero lo cierto es que las críticas a esta presencia del capital financiero han venido de todos los ámbitos, no sólo desde los políticamente concienciados. En Estados Unidos, hubo una gran resistencia a estos planes de rescate lideradas por los republicanos, pero en la que también destacarondemócratas. La más relevante, la congresista Marcy Kaptur, (gran estrella de la película de Michael Moore) una mujer con casi tres décadas de experiencia en
Para los expertos consultados resulta evidente que en el contexto político contemporáneo, hecho de suspicacias y de escándalos de corrupción, este tipo de actuaciones habrá de generar consecuencias. Y la primera de ellas es la creciente desconfianza respecto del sistema en sí. Para Monedero, «hablar de democracia capitalista es una contradicción en los términos. La esencia de la democracia es el igualitarismo mientras que la del capitalismo es el enriquecimiento de los más aptos. Y son dos lógicas que sólo pueden acercarse ocasionalmente en lugares muy concretos y en momentos históricos muy concretos». Según Portella, el descontento actual «tiene que ver con una crisis profunda que cuajará, si los efectos de la crisis son más duros de lo que han sido hasta ahora, en nuevas concepciones políticas que hasta ahora han estado en los márgenes».
Para Antonio Arcones, presidente de
Así, Arcones niega que estemos ante un momento de crisis del capitalismo. «Es brutal que a un sistema como el nuestro, en el que la participación de las diferentes administraciones en el PIB es de más del 40% y donde la regulación lo abarca todo, se le pueda llamar capitalismo. Dicen que la crisis es consecuencia del liberalismo extremo cuando estamos en una economía intervenida». En consecuencia, las transformaciones políticas que augura Arcones a partir de esta crisis deberían estar focalizadas en la defensa de los pequeños «de los autónomos, del profesional, del pequeño empresario», y habrían de dirigirse hacia «la drástica reducción de tamaño de un Estado que cada vez trata de intervenir más en nuestras actividades y que pretenden cobrarnos más impuestos».
Fuente: http://www.cotizalia.com/en-exclusiva/wall-street-domina-mundo-20091107.html