He oído ya tantas veces al ministro Alfredo Ferrero y al viceministro De La Flor, plantear la pregunta, que fácilmente podría concluir que el problema del Perú en los próximos años podían ser los cajones de este producto verde amontonados por todas partes y los peruanos consumiendo espárragos de día y de noche como amenaza […]
He oído ya tantas veces al ministro Alfredo Ferrero y al viceministro De La Flor, plantear la pregunta, que fácilmente podría concluir que el problema del Perú en los próximos años podían ser los cajones de este producto verde amontonados por todas partes y los peruanos consumiendo espárragos de día y de noche como amenaza el ministro.
Yo pensaba que otras eran las necesidades y prioridades del país. Pero gracias a Ferrero Diez Canseco estamos cambiando la perspectiva. Sobre todo cuando se permite decir que por unos cuantos productos agrícolas, no vamos a detener el TLC. Sólo que esos «cuantos» ocupan el 80% de la superficie del campo y emplean al 90% de la mano de obra, mientras el espárrago y otros productos de agroexportación con futuro dentro del TLC, cubren el 3.5% del hectareaje cultivado y absorben no más del 2% del empleo agrícola.
Por el espárrago y no más de 12 productos que cubren el 90% de las exportaciones peruanas a los Estados Unidos estamos enfrascados en una discusión sobre como vamos a poder salvar a los productores de maíz, arroz, trigo, azúcar, algodón, al punto que el gobierno ahora les ofrece 20 millones en subsidios para compensar los 180 mil millones que se aplican en el norte, dado que tampoco nuestra contraparte admite salvaguardas, franjas y otros mecanismo de protección de mercado al alcance de países como el nuestro.
Por los espárragos, mangos, uvas y confecciones textiles, al lado de los minerales que siguen siendo el grueso de nuestras ventas a los Estados Unidos (42%), estamos además en una negociación para que no nos suban bruscamente el precio de las medicinas, no le quiten las cuotas de compras gubernamentales a las microempresas, no se reduzcan aún más los derechos de los trabajadores, no se bajen los niveles de protección ambiental, no se afecte la biodiversidad peruana y se apropien de nuestros productos originarios, no sometan al Estado peruano a juzgados internacionales en sus controversias con empresas extranjeras, etc.
Alguien cree que cuando Estados Unidos se mete a la negociación de un TLC y se encuentra con la presión de los grupos de interés que ven un riesgo en la entrada de productos extranjeros sin aranceles, las autoridades les contestan: ¿y qué nos vamos a hacer con las computadoras o los automóviles?, ¿nos la vendemos nosotros mismos? No. Lo que dicen es que los países andinos son el territorio de la coca y que Estados Unidos debe influir directamente allí, que éste es también el área de acción del Plan Colombia, y que aliados con los andinos del lado del Pacífico y con Chile, se puede proyectar mejor la estrategia para derrocar a Chávez en Venezuela y quitarle pretensiones autonomistas al MERCOSUR. Y por si fuera poco, países como el nuestro, tienen minerales, hidrocarburos, pesca y sobre todo reservas de agua potable.
Que puedan vendernos una y otra cosa, o comprarnos algunos productos, es secundario. Más importante es que encajemos en su idea del mundo y que la nuestra se vaya diluyendo. El asunto de los espárragos es por eso muy significativo. Porque señala el rol que nos han asignado en la división internacional del trabajo agrícola: nos quieren como proveedores de los platos de entrada y de postre de los mercados sofisticados del norte. Que nuestras mejores tierras les brinden estos deliciosos complementos mientras ellos dominan los mercados masivos. Los espárragos no tienen una demanda explosiva que jale la agroexportación peruana más de lo que ya lo ha hecho. Con más espárrago se nos caerían los precios y quebrarían los productores, tal vez sólo con un 15 o 20% más de lo que hoy se ofrece. Pero la pregunta tal vez sea la opuesta: si los espárragos tuvieran que pagar el arancel de Estados Unidos, más o menos sobre 5%, ¿perderían por eso acceso al mercado gringo y tendríamos que comérnoslo toditito como sostiene el ministro?
La verdad, la verdad, es que se vendería casi lo mismo. Por el nivel de ingreso y el número limitado de los compradores potenciales. Lo mismo que vimos con las confecciones textiles que ocuparon el mercado de Estados Unidos aún fuera del sistema del ATPA, al que recién entraron en el 2002, cuando tomó el nombre de APTDEA. La dramatización de la situación posterior al vencimiento de este acuerdo en el 2006, si es que no se firma el TLC, es una manera de aturdir al país para entrar al juego del gobierno de Bush, con argumentos tan apabullantes como «se firma sí o sí, o dejó de llamarme Alejandro Toledo», «cualquier TLC, es mejor que un no TLC» (Alfredo Ferrero), que son los fundamentos científicos del apuro y las crecientes concesiones con las que vienen actuando los negociadores peruanos.
Pesar espárragos a un lado y el reto de la economía es tan desproporcionado que no puede ser tomado en serio. Mucho más si más de la mitad de las exportaciones de este producto y otros semejantes van hacia Europa y Asia, sin necesidad de TLC alguno. A angustia esparraguera del ministro y viceministro, que esconde su interés por favorecer a los mineros y otros grupos de mayor envergadura, grafica al actual gobierno como un agente de lobby d intereses particulares capaces de manipular el mercado que dicen que es libre, para favorecer a sus protegidos. Eso es el TLC.
Pero también es un paquete inmenso de superbeneficios y protecciones al capital transnacional, que jamás hubieran sido aceptados, si no vinieran envueltos como una inevitable consecuencia de nuestra transformación en otorongo o jumento exportador.
Y, a todo esto: ¿qué nos hacemos con Ferrero, De La Flor y Toledo?, ¿por qué no los exportamos?