Las empresas propiedad de sus trabajadores tienen menos desigualdad salarial, mayor seguridad laboral, mayor satisfacción en el trabajo, lazos más fuertes con la comunidad y mayor capacidad de recuperación durante las recesiones económicas. El modelo debe extenderse.
David Moscrop, de Jacobin, habló recientemente con Alex Hemingway, economista jefe y analista de políticas de finanzas públicas del Canadian Centre for Policy Alternatives sobre su nuevo informe, «Expanding Democratic Employee Ownership in Canada: policy options» (Ampliar la propiedad democrática de los empleados en Canadá: opciones políticas) y por qué ahora podría ser el momento de que los trabajadores financien la propiedad de los medios de producción.
DM. ¿De qué hablamos cuando hablamos de empresas de propiedad democrática?
AH. En su forma más básica, estamos hablando de empresas que son propiedad y están controladas por las personas que trabajan en ellas, en lugar de por un conjunto más reducido de propietarios de capital. Esto puede adoptar diferentes formas y estructuras. La forma tradicional es una cooperativa de trabajadores, que es una forma de propiedad colectiva. Su funcionamiento puede variar mucho.
Puede operar de una manera relativamente plana, no jerárquica, o puede tener una jerarquía más tradicional con directivos que son — y esta es una distinción importante— elegidos y revocables por el resto de los trabajadores. Así, los trabajadores tienen más control y comparten el valor de lo que producen. En este modelo, normalmente las cooperativas de trabajo asociado parten de cero, pero a veces se crean mediante la reconversión de empresas ya existentes.
El otro modelo que me gustaría destacar, y que es bastante interesante, es el llamado fideicomiso de propiedad de los trabajadores. Se trata de un modelo bastante potente que permite a un fideicomiso adquirir una empresa en nombre de sus empleados. Y lo importante es que esto ocurre sin que los trabajadores paguen nada de su bolsillo. En su lugar, los propietarios salientes de la empresa acuerdan recibir pagos diferidos que proceden de los beneficios de la empresa a lo largo de varios años. Después, los beneficios empiezan a llegar a los trabajadores.
Se trata de una forma más indirecta de propiedad de los trabajadores, en la que éstos forman parte del consejo de administración de la estructura fiduciaria. El fideicomiso está más alejado de las operaciones cotidianas de la empresa, que en teoría podría seguir funcionando de la misma manera si así lo decidieran los fideicomisarios. En la práctica, sin embargo, se tiende a ver cómo surgen mecanismos de participación cotidiana de los trabajadores a nivel operativo, y eso es importante para hacer realidad los beneficios de la propiedad democrática de los empleados.
DM. ¿Por qué estos modelos no son más comunes en Canadá?
AH. Existen obstáculos para la creación de empresas democráticas propiedad de los trabajadores, y son de varios tipos. Es muy útil contar con estructuras jurídicas claras que permitan la creación de este tipo de empresas, por lo que en Canadá estamos en proceso de aprobar una ley federal que creará una estructura fiduciaria de propiedad de los empleados en este país. Así que eso dará una nueva opción para la creación de empresas propiedad de los empleados. Además, los propietarios que quieran vender sus empresas a sus empleados podrán beneficiarse de una desgravación fiscal sobre las ganancias.
Otra serie de obstáculos, más amplios, a la propiedad de los empleados es el acceso al capital. Obviamente, los trabajadores no disponen de mucho capital, casi por definición. Si quieren crear una cooperativa de trabajo asociado, a menudo se encontrarán con que los bancos y otros prestamistas están menos familiarizados con los modelos democráticos de accionariado asalariado en Canadá, porque no hay muchos. Esto puede dificultar el acceso a la financiación. Necesitamos intervenciones políticas para solucionar este problema.
También surgen problemas de acción colectiva cuando se intenta crear una cooperativa de trabajo desde cero. Crear cualquier empresa es un reto y normalmente requiere mucho trabajo por parte de un grupo relativamente pequeño de personas al principio. Por ello, las cooperativas de trabajo asociado no ofrecen una forma fácil de compensar ese trabajo inicial y el riesgo inherente al mismo.
Los empresarios tienen un incentivo para estructurar sus negocios como empresas convencionales propiedad de inversores. Una forma de superar este reto de la acción colectiva es convertir las empresas existentes en propiedad de los empleados en lugar de empezarlas desde cero. Pero otra es contar con instituciones que puedan ayudar a apoyar e incubar nuevas empresas democráticas propiedad de los empleados. Y eso es lo que vemos en las jurisdicciones donde estos modelos tuvieron especial éxito. Hay organizaciones sectoriales, empresas de servicios empresariales que ya están creadas para ayudar a las empresas propiedad de los trabajadores y a las cooperativas de trabajo asociado, lo que facilita mucho su puesta en marcha. Y también hay capital público que se pone a trabajar —capital paciente— para permitir la puesta en marcha de este tipo de empresas desde una perspectiva financiera.
DM. Una vez que una empresa se convierte en propiedad de los trabajadores y es controlada por ellos, parecen surgir dos categorías de beneficios. Uno es el económico, tanto para el trabajador como para la sociedad en general, y el segundo es el valor inherente del control democrático sobre el lugar de trabajo. ¿Qué aspecto tienen estos beneficios en la práctica?
AH. Lo que vemos es que las empresas propiedad de sus empleados conducen a una menor desigualdad salarial, a una mayor seguridad laboral dentro de esas empresas y a una mayor remuneración de los trabajadores, ya que participan de las ganancias.
También vemos que las empresas propiedad de sus empleados son más resistentes durante las recesiones económicas. Suele ocurrir que los trabajadores se unen y tratan de evitar los despidos. En esas situaciones, pueden decidir que todos van a reducir temporalmente sus horas y su salario para capear el temporal. Así que existe ese factor de resistencia. Además, cuando las empresas son propiedad de sus empleados y están más arraigadas en la comunidad, los propietarios son, por definición, parte de esa comunidad y están más comprometidos con los intereses de la comunidad en general.
No es de extrañar que haya más satisfacción laboral en las empresas propiedad de los empleados; resulta que estar alienado de tu trabajo en el sentido marxiano no es tan bueno para la satisfacción laboral. A los trabajadores les gusta tener cierto control sobre su vida cotidiana en lugar de estar a merced de los caprichos de un jefe que no rinde cuentas. Y prefieren que se les pague el valor íntegro de su trabajo. No es de extrañar, por tanto, que en Estados Unidos tres cuartas partes de los encuestados digan que prefieren trabajar en una empresa propiedad de sus empleados, y que esa preferencia sea transversal a todos los partidos.
La investigación económica también muestra que las empresas de empleados son igual o más productivas que las empresas convencionales una vez que se pusieron en marcha. Y, de nuevo, esto tiene sentido si pensamos en la motivación de los trabajadores para contribuir a una empresa que es realmente suya.
DM. En el informe, escribes: «Generalmente damos por sentado, al menos en principio, que todo el mundo tiene derecho a opinar y, desde luego, a votar sobre lo que hacen nuestros gobiernos. Pero en las empresas y lugares de trabajo que rigen muchas de nuestras horas de vigilia (…) estos derechos democráticos mínimos están en gran medida ausentes».
También señalas que los ingresos en el modelo privado se concentran en los propietarios y no en los trabajadores. ¿Por qué los trabajadores y el país en general tardaron tanto en dar prioridad a un cambio hacia empresas bajo propiedad y control de los trabajadores?
AH. Creo que se debe a algunas de las barreras de las que hablábamos antes. Como hemos visto en las encuestas, existe un gran interés latente entre los trabajadores por este tipo de modelo. No es fácil empezar de cero y, sobre todo, no es fácil cuando eres una persona de clase trabajadora sin el capital necesario para poner en marcha una empresa. Creo que desde el punto de vista del trabajador, es bastante sencillo en ese sentido.
En los últimos años hemos visto surgir en Canadá a la Canadian Coalition for Employee Ownership (Coalición Canadiense para la Propiedad de los Empleados), que cuenta entre sus miembros a muchos propietarios de empresas. Hay una parte del capital que está interesada en este modelo. Creo que muchos propietarios de empresas que podrían jubilarse en los próximos años están pensando en sus planes de sucesión y no quieren necesariamente vender su empresa a una gran empresa o a un competidor, y puede que no tengan hijos a los que quieran traspasársela o que quieran hacerse cargo de la empresa.
Las encuestas realizadas a estos propietarios muestran que muchos de ellos están interesados en vender a sus empleados. Por lo tanto, hay una gran oportunidad en este país para la expansión de las empresas propiedad de sus empleados. Y combinado con la introducción de esta nueva estructura jurídica de fideicomiso de propiedad de los empleados, este proceso de conversión será más fácil y más atractivo para los propietarios de empresas. Se combinará con la desgravación fiscal de las ganancias, al menos durante los próximos años, ya que en este momento se trata de una desgravación temporal.
DM. Me parece que hemos llegado a un punto crítico. Con la jubilación de los boomers se va a producir un cambio generacional en el capital y el control de las empresas. ¿Cómo derribar las barreras institucionales y psicológicas que impiden que prospere el accionariado democrático de las empresas?
AH. Es una pregunta interesante. Creo que parte de la respuesta está relacionada con muchas de las otras luchas que son necesarias en este momento, ya sea por la organización sindical o la lucha por la redistribución de la riqueza a través de algo como un impuesto sobre la riqueza. En parte, se trata simplemente de seguir construyendo centros de poder de la clase trabajadora para luchar por este tipo de prioridades en el sistema político.
Creo que el terreno es fértil en muchos aspectos, algunos de los cuales se derivarán de la jubilación de los boomers, otros de la reciente evolución política. Pero también estamos en esta era de desigualdad extremadamente alta. Creo que hay una creciente polarización social y política y una desilusión con las instituciones, por lo que creo que hay una apertura para algunos cambios fundamentales en la forma en que funciona nuestra economía. Para muchos trabajadores no es difícil imaginar que la vida podría ser mejor con la propiedad y el control de la empresa en la que trabajan.
Creo que uno de los aspectos más interesantes de la introducción de la estructura fiduciaria de propiedad de los empleados en Canadá es que en el Reino Unido tuvo mucho éxito en poco tiempo. Ahora hay cientos de empresas propiedad de empleados creadas en ese país cada año desde que se introdujo el modelo en 2016. Y creo que la expansión de ese sector puede, con suerte, autorreforzarse y crear una nueva base de recursos para el poder de la clase trabajadora y dar luchas complementarias al movimiento sindical y los movimientos sociales.
Creo que no hay duda de que si el accionariado asalariado democrático es capaz de alcanzar un día una masa crítica en Canadá, va a empezar a preocupar bastante al gran capital. Así que, como en cualquier otra lucha, se trata de tener esa base de poder de la clase trabajadora organizada para sostenerla e impulsarla.
Traducción: Pedro Perucca
Fuente: https://jacobinlat.com/2024/05/06/y-si-los-trabajadores-fueran-duenos-de-sus-lugares-de-trabajo/