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Entrevista a Roland Denis, exviceministro de Planificación del gobierno Hugo Chávez

«Ya es tarde para la crítica, este gobierno está muerto»

Fuentes: La Iguana

Roland Denis es un revolucionario crítico, pero no de la camada más reciente, sino de una que lleva años de disidencia, luego de haber sido viceministro de Planificación a principios del gobierno del comandante Hugo Chávez. Licenciado en Filosofía, antiguo militante del movimiento Desobediencia de los años 80, este hombre que en su adolescencia dejó […]

Roland Denis es un revolucionario crítico, pero no de la camada más reciente, sino de una que lleva años de disidencia, luego de haber sido viceministro de Planificación a principios del gobierno del comandante Hugo Chávez.

Licenciado en Filosofía, antiguo militante del movimiento Desobediencia de los años 80, este hombre que en su adolescencia dejó de usar el oligarca apellido Boulton, explicó en entrevista exclusiva para LaIguana.TV dónde se originan las desviaciones que, en su concepto, arrastra el proceso revolucionario venezolano.

A continuación, una versión del diálogo que Roland Denis (Caracas, 1958) sostuvo con el periodista Clodovaldo Hernández:

-¿Qué se siente el haber desmentido el aserto marxista según el cual «el ser social determina la conciencia social»?

-¿Haberlo desmentido… cómo es eso?

-Sí, porque usted ha logrado tener una conciencia social distinta a su ser social.

-¡Ah, ahora entiendo la pregunta! Primero que nada, eso es un determinismo marxista, muy propio de Marx y de su época, del positivismo de su época y de todos los determinismos. Todo se ha dialectizado y se ha hecho mucho más complejo. El ser social determina la conciencia social, pero la conciencia social también puede determinar el devenir del ser social. En mi caso, simplemente me dio la gana de abrirme de mi clase social… o mejor dicho, no fue porque me dio la gana, sino porque me encontré en el camino ventanas de la vida que se abren, seres que uno se encuentra, escenarios, cruces de personajes que, obviamente, si no me hubiese topado con ellos, mi trayectoria hubiese sido otra. Aparecieron realidades, circunstancias que, poco a poco, me fueron enamorando de otra opción de vida. Eso es todo.

-Algunos analistas dicen que la Revolución entra en crisis a partir de la muerte del comandante Hugo Chávez, pero de usted puede decirse que es disidente desde mucho antes de ese hecho. ¿En qué momento sintió que el proyecto comenzó a desviarse?

-Hay que recordar que este proyecto comenzó a forjarse en los años 90, a través de una interacción que se fue generando entre un líder y el movimiento popular, entre un movimiento militar y los movimientos sociales que venían gestándose desde los años 80. Eso derivó en una síntesis feliz hasta el punto de que se logró la toma del poder. Pero la crisis ya estaba en su corazón porque en esa suma de movimientos había elementos muy contradictorios con el propósito revolucionario. La opción de Chávez de optar por la vía electoral tuvo mucho apoyo, pero también muchos cuestionamientos. Entre los grupos críticos estuvimos nosotros, por una razón obvia: la creación de una opción electoral amplia iba a traer como consecuencia la entrada dentro al proyecto de cambio revolucionario de una cantidad de sujetos que lo harían con un criterio netamente oportunista. Eso, frente a continuar en la opción insurreccional, provocaba un debate difícil. Finalmente gana la opción electoral y el movimiento popular se convierte en gobierno, pero lleno de una cantidad de cruces con las viejas castas políticas, con mafias sindicaleras, con una izquierda reformista, con una cuerda de batequebraos, como se dice, que solo andaban buscando cargos, procurando ser parte de lo que vino a continuación, que fue el gran saqueo de la renta. Esos sectores se pusieron a hablar el lenguaje de los movimientos sociales, que Chávez adoptó y del que se convirtió en un ícono, pero en realidad no compartían las ideas concretas. Se limitaron a imitar el lenguaje bolivariano, de género, soberanista, independentista, pero el conjunto de las fuerzas que aparentaban impulsar la Revolución estaba plagado de agentes oportunistas. También había un componente militar que sí, tenía una posición nacionalista, pero desde una posición ideológica francamente de derecha, que se fue develando con las posiciones que asumieron hombres como (Jesús) Urdaneta, (Luis Alfonso) Dávila, (Jesús Acosta) Chirinos, etcétera. Fue un movimiento muy heterogéneo y diverso, pero no en el buen sentido de la palabra, sino que esa heterogeneidad, esa diversidad, que en otras situaciones son características tan bonitas, en este caso jugó como un elemento terriblemente regresivo.

-¿La desviación comienza entonces desde muy temprano?

-Sí. Y se nota con los grandes fenómenos de corrupción, con el famoso Plan Bolívar 2000. Pero la crisis no es tanto la corrupción en sí misma, sino la impunidad que también comienza a manifestarse desde el principio. Y también comienza a expresarse la actitud de ciertos militares que se creen dueños de un poder que, en realidad, no era de ellos, sino de la sociedad y del movimiento popular. El hecho de que la crisis comience temprano no niega que haya habido, paralelamente, hechos muy hermosos, como el fenómeno constituyente, la dinámica de los movimientos populares, la defensa del país frente a la enorme conspiración oligárquica que vino desde afuera y desde adentro. Eso fue hermosísimo, reflejó cohesión, de multiplicación de organizaciones populares, pero eso que estaba pasando le dio mucho miedo, no solamente a los oligarcas y a la gente que pensó que le iban a quitar su carrito o que le iban a llevar a sus hijos a Cuba. También asustó a los oportunistas que se habían internado en el movimiento. Allí comienza esa gran diatriba que alcanza su máxima expresión en la presidencia de Nicolás Maduro.

 

La ruptura

Roland Denis atribuye al comandante Chávez la responsabilidad de no haber sabido manejar el poder que los movimientos populares le endosaron. «José Vicente Rangel, durante su etapa como vicepresidente, manejó internamente los hilos del poder, elevando personajes que no tenían ninguna base, quienes a su vez crearon sus propias tribus de poder».

-¿Por qué cree que no supo manejar el poder?

-Tuvo muy poca autoridad, en el fondo, a pesar de ser un personaje de apariencia muy caudillista y hasta autoritaria. O tuvo poca autoridad o lo fueron neutralizando. En eso no solo trabajaron los personajes internos, sino yo diría que hasta los propios cubanos. Eso permitió que entraran más y más personajes siniestros, que el Estado se hiciera más y más burocrático, que las redes de corrupción resultaran cada día más fortalecidas, y el proyecto como tal comenzó a cambiar su visión. Chávez, al final de su vida, trató de corregir las deformaciones, siendo muy autocrítico, pero ya era muy tarde, ya se estaba muriendo. Ese discurso del golpe de timón fue un último intento verborreico, pero ya no había tiempo.

 

-Cuando usted estuvo en el Ejecutivo, como parte del equipo de Felipe Pérez Martí, ¿qué vio allí adentro? ¿cómo fue esa experiencia de gobierno?

-Bueno, fue una experiencia de no-gobierno porque ocurrió en 2002-2003 y en esos momentos casi que nos quedamos sin gobierno, de hecho, tumbaron a Chávez. Cuando él regresó sí hubo una experiencia interesante porque comenzaron a tener un nivel decisivo de influencia los movimientos populares organizados, multiplicados, fortalecidos y hasta envalentonados en contra de esa reacción tan dura que había tenido la derecha. El equipo al que yo pertenecí estaba montado en la idea de reconstruir el gobierno y, a la vez, cambiar el Estado, mantener la economía y adelantar un plan transformador impulsado no por la renta estatal sino por las fuerzas revolucionarias. Fue un momento muy bonito. Por ejemplo, en pleno paro petrolero, fuimos capaces de coordinar los recursos populares para darle de comer a buena parte de Caracas, que ya se estaba quedando sin alimentos. Fue una experiencia de gobierno realmente revolucionaria.

 

-¿Y qué pasó entonces?

-Era obvio que había gente que ya estaba trabajando en la otra agenda. La presión adentro era tremenda. Había un componente personal muy determinante. Por ejemplo, un personaje increíblemente negativo de este proceso ha sido Jesse Chacón, no solo por el tema de la corrupción, sino porque empezaron a crear un espectro ideológico de un populismo barato, inmediatista, despilfarrador, sin estrategia alguna, donde lo único que vale es salvar el camino inmediato. Pero él es solo un ejemplo. Lo que quiero decir es que el mundo estaba incidiendo sobre nosotros para crear de nuevo todas las relaciones que la IV República ya había creado para garantizar el control de nuestras riquezas. Hay que entender cómo nos miran desde fuera. Nosotros, cuando hablamos de Europa, de Estados Unidos, de los grandes países del mundo, decimos que son imperialistas, pero también vemos lo que producen, el campo civilizatorio que generan. Pero, ¿cómo nos miran ellos a nosotros? Bueno, je, je, je, como un pedazo de tierra con un poco de negritos y de indiecitos fastidiosos encima, y piensan que deben quitarnos esa tierra porque aquí hay riquezas .

 

-¿Usted mantiene contacto con quien era el ministro de Planificación de aquella experiencia de gobierno suya, Felipe Pérez Martí?

-Felipe es muy amigo mío, pero él se pasó totalmente a la derecha. Incluso está en un movimiento que yo le he criticado muchísimo, a favor de una supuesta Constituyente originaria que yo no sé qué coño significa. Me imagino que una constituyente originaria será la que hicieron los primeros humanos, por allá en África o, en nuestro país, el Congreso de Angostura. En todo caso, detrás de ese planteamiento absurdo se esconde un movimiento dentro de la derecha para plantear la reforma de la Constitución de 1999, pues saben que contiene muchas trabas para la entrega final, que va más allá de los recursos petroleros, de la renta y del arco minero, que ya se hizo con el chavismo, que lo está haciendo Nicolás. Para la siguiente fase, necesitan cambiar la Constitución en el sentido reaccionario, conservador. Y Felipe, inocentemente, les está haciendo el juego, lo cual considero muy lamentable porque yo lo quiero mucho, para mí es una gran persona.

 

«Esto se acabó»

Integrante de un equipo denominado Otra Política /Frontal 27, Roland Denis tiene una visión bastante pesimista acerca de lo que está por ocurrir en Venezuela en los próximos tiempos. Él considera que el gobierno de Maduro ya es de derecha y que se está preparando el terreno para que las fuerzas propiamente neoliberales tomen el poder.

-¿Es inevitable que venga un gobierno encabezado por los líderes políticos de la derecha?

-Inevitable no hay nada. Se está preparando una transición que se ve clarita. Lo que pasa es que la derecha, que yo no sé dónde comienza y dónde acaba, pero digamos que la derecha más visible, es muy torpe. Entonces mantiene una actitud de que «yo te voy a sacar del poder y al día siguiente amaneces preso». Y frente a eso, la otra gente dice: «No, yo tengo aquí 17 años y tú no me vas a meter preso, a menos que me tumbes». En ese sentido tienen mucha razón Nicolás, Diosdado y todos ellos. Pero, por otro lado, se está preparando todo para la transición. Eso puede apreciarse, por ejemplo, en las políticas de Petróleos de Venezuela o en materias como el Arco Minero y en los planes gasíferos… Ya desfalcaron totalmente al país entre escuálidos y chavistas. Se han sacado esas cuentas, lo ha dicho hasta el FMI: desde los años 80 para acá se han recibido alrededor de 500 mil millones de dólares y eso está por encima de las reservas del país más rico de la OPEP, que es Arabia Saudita, y de muchos países sumados. Ahora, esa centrífuga de dinero no se detiene allí, sino que el mundo entero mira con gula toda la región petrolera de la Faja del Orinoco y la zona del Arco Minero. Esa gula está metida dentro del Estado, a través de políticos que han estado trabajando muy bien para alcanzar ese objetivo.

 

Para el entrevistado, se trata de una conspiración exitosa, que ya lleva muchos años en desarrollo, luego del fracaso del primer intento, que fue netamente oligárquico e imperialista. «Una parte de esa conspiración ha sido bloquear todos los planes de desarrollo que teníamos. Bloquearon los proyectos para las industrias agrícola, química, farmacéutica, básica, pesquera, la pequeña industria. Todos los elementos que estaban proyectados han fracasado. Lo único que se puede mostrar como un logro es eso que siempre han sabido hacer los italianos: poner un ladrillo sobre otro para construir un edificio, pero eso no es absolutamente nada si se le compara con el proyecto inicial que teníamos, y no nos ayuda mucho a dejar de ser un país rentista».

-¿Culpa de eso a los sucesores del equipo del que usted formó parte en el Ministerio de Planificación?

-Bueno, luego del bloqueo de todos esos proyectos, se puso allí un ministro para justificar ideológicamente una fuga gigantesca de capitales y preferir estratégicamente la importación frente a la producción nacional. Ese ministro fue (Jorge) Giordani, quien implantó un modelo nefasto que todavía está aplicándose hasta llevar al sistema cambiario al caos total. Ahora se ha entrado a otra etapa, que está muy bien representada por la política del Arco Minero. Yo defendí el Arco Minero en un primer momento porque era una propuesta de movimiento minero de la región, pero esto que se ha hecho es otra cosa: negociar con las grandes corporaciones, monstruos gigantes de la minería más devastadora del mundo, tipo Barrick y otras parecidas. Ahí está clarito: la conspiración ha tenido éxito porque ellos están negociando la riqueza minera más importante del mundo, mientras nosotros estamos ocupados aquí buscando dónde comprar una harina Pan o un pote de margarina. Hay que reconocerles ese éxito en neutralizar la conciencia y la rebeldía revolucionaria desde adentro, no por las redes escuálidas. Fue muy bien jugado.

 

-¿Cuáles son las posibilidades de recuperación del movimiento popular? ¿Hay que pensar en tocar fondo, pasar algunos años y procurar volver con un nuevo proyecto? ¿O estamos condenados a asumir la senda del neoliberalismo, por la que transita el mundo entero?

-El devenir humano es tan impredecible que yo no puedo dar ninguna respuesta certera al respecto. Lo que puedo decirte es que la recuperación de las fuerzas populares puede tardar mucho, pero también puede venir en dos semanas porque siguen latentes las semillas de un movimiento popular gigantesco, que además tiene más experiencia, que ya no es tan inocente como lo era hace veinte años y que podría despertar en cualquier momento. Ahora, yo soy pesimista. Creo que va a ser un proceso largo, de reconstrucción muy difícil porque hay una pérdida de confianza, una pérdida de acumulación de fuerzas, de aquel pueblo que acompañaba el proceso. Eso fue lo que lograron, desapegar totalmente la fuerza social del espíritu revolucionario. Recuperar ese puente es realmente jodido. Tal vez sí haya regiones donde eso sea posible, no tanto en Caracas, que es una ciudad absolutamente intervenida y corrompida por la burocracia. Yo creo en los movimientos rurales y semi-rurales que giran alrededor de ciudades importantes en el centro-occidente, Barinas, los Andes y algunos puntos de Oriente. Allí hay experiencias no solo de elementos revolucionarios, en el sentido tradicional del término, sino también de pequeños propietarios y nuevas iniciativas. Cuando uno ve ese tipo de expresiones se convence de que el pueblo no está muerto, que para matarnos totalmente van a tener que eliminarnos de verdad.

 

-¿Qué rol tiene gente como usted en ese trabajo de reconstrucción?

-Nos toca explicar, con capacidad autocrítica, qué fue lo que pasó claro y raspado, con la verdad en la mano. Eso puede ayudar a renovar un pensamiento, un espíritu, pero eso será tarea de nuevas generaciones, que están naciendo, que no vivieron las viejas épocas, algunos ni siquiera vivieron el 2002, sino que comenzaron a estar activos a partir del chavismo tardío. Esas generaciones están muy confundidas porque casi todos ellos quedaron moldeados con cuatro o cinco símbolos que ahora mucha gente odia. Por ejemplo, eso de «aquí nadie habla mal de Chávez» no era antes una orden dictada por un déspota en un programa de televisión, sino un lenguaje propio de la gente. Eso ya se perdió. Ya es muy tarde para la crítica, ya este gobierno está muerto, y tiene que renacer otra cosa. ¿Cómo va a renacer, cuáles van a ser sus tiempos y sus espacios? Nada de eso se sabe.

 

-Volvemos a la pregunta: ¿viene entonces un gobierno de derecha?

-Lo que se está negociando todos los días, de una manera franca, porque las mesas de diálogo son para eso, es una manera de traspasar el poder. El diálogo significa que el gobierno está dispuesto a dejar el poder en manos de la derecha goda, de la godarria, representada por los sifrinitos de Altamira y, específicamente, a un personaje al que le están construyendo una especie de épica personal, que es Leopoldo López, quien podría ser el llamado a ocupar el mando, luego de unos personajes de transición que podrían ser desde (Manuel) Rosales hasta (Henri) Falcón, qué sé yo cuál. En todo caso, eso se está negociando, igual que nuestro subsuelo, la entrega final de todas nuestras riquezas, luego de cuatro décadas de hablar de nacionalizaciones y de cuanta paja pueda haber. Eso es lo que se está moviendo y allí participan muchas conexiones: la de (Álvaro) Uribe, la de la ultraderecha mundial; la conexión republicana de Estados Unidos; y la del neoconservadurismo ruso, que viene internándose dentro del continente americano a través de pensadores, algunos muy interesantes, por cierto, y que tienen mucha influencia en la nueva derecha europea, que no es liberal y que empiezan a penetrar acá mismo, y eso se ve muy claro en discursos como el de Diosdado Cabello. Insisto en lo mismo: en todos estos movimientos se ve cómo al mundo entero le interesa Venezuela, pero no la Revolución Bolivariana, sino las riquezas y los negocios gigantescos que pueden hacer. Sobre todo esto estoy escribiendo algo que espero sea mi último aporte para entender lo ocurrido.

 

-¿Por qué el último?

-Porque ya he pasado demasiadas cosas. Mi rollo con Chávez comenzó en 2004, luego de unos artículos en Aporrea, de donde, por cierto, también salí. Yo nunca dejé de apoyar a Chávez, pero no me iba a calar que la relación con él fuera de dirigente a caudillo. Nosotros somos hijos de Chávez, pero Chávez también fue un hijo nuestro. Nosotros le enseñamos muchas cosas. Yo siempre busqué una relación mucho más horizontal con el mando, pero fue un fracaso completo. Luego aparecieron las trabas burocráticas y las mafias que me sacaron absolutamente de todo, incluso de los medios públicos. Ni Vanessa Davies, que es como una hermana, que combatimos juntos y a quien adoro, se atrevió a darme espacio cuando estaba en puestos de mando comunicacional.

 

-¿Los movimientos disidentes del chavismo tienen alguna posibilidad de asumir la conducción política de la Revolución?

-No, no creo, son movimientos muy pequeños, con poca fuerza. El grueso del movimiento chavista está del lado del PSUV. Esa fue la gran operación de captura del movimiento popular y fue concluida con éxito.

Fuente: http://www.laiguana.tv/articulos/51508-roland-denis-critica-gobierno-muerto