El proyecto Debian es la asociación de un grupo de personas en el mundo que han hecho causa común para crear y poner a disposición de usuarios y usuarias de un sistema operativo -sí, para computadoras- libre. Es decir, libre de patentes de las empresas monopólicas. Como suele suceder en el ambiente tecnológico, las mujeres son minoría; pero las pocas que hay en Latinoamérica son argentinas y aquí cuentan las ventajas de esta libertad que se está imponiendo no sólo en ámbitos privados sino también en los sistemas operativos estatales.
Ellas son once en el mundo. En un mundo (el de la tecnología Debian) que, todavía, es de hombres. Para muestra basta decir que ellos, en cambio, pasan los mil. A pesar del contexto enunciado, en nuestro país, hasta el año pasado, las mujeres fueron mayoría (dos mujeres y un hombre). Están asociadas, implementan y fomentan el software libre, incentivan la participación de otras mujeres: Son las desarrolladoras del sistema Debian. El proyecto Debian es un sistema operativo (o sea un conjunto de programas y utilidades que posibilitan que una computadora funcione) de software libre para computadoras, basado en el sistema operativo Linux (con utilidades GNU, por eso se llama Debian Linux/ GNU). El software libre da libertad a los usuarios para efectuar modificaciones, distribuir copias libremente, mejorar el sistema y dar además herramientas útiles a usuarios y usuarias (a través de sus desarrolladores). También bastaría decir sobre él que la tendencia mundial se encamina a su uso y que el propio candidato presidencial demócrata de los Estados Unidos acaba de manifestar su decisión (en caso de convertirse en presidente) de instalar en todas las oficinas federales el sistema de software libre Open Office (compatible y competidor de Microsoft Office). El software libre ya es utilizado, además, en la administración gubernamental de Brasil y Ecuador.
Margarita Manterola es la primera mujer desarrolladora de Debian (Debian Developer) en Argentina. «Me encargo de ensamblar la distribución, tomar programas que ya existen y prepararlos para que sean fáciles de usar entre sí», cuenta. Cuando ella pasó las innumerables pruebas a fin de que le otorguen el título de Desarrolladora, eran apenas tres en el mundo. Luego de crearse la asociación internacional Debian Women, el número a nivel mundial casi se cuadruplicó. En la actualidad hay cuatro estadounidenses, tres españolas, una australiana, una alemana y las dos argentinas. Margarita atribuye al porcentaje inverso, en cuanto a género, que se dio en nuestro país a una «casualidad», pero admite: «Supongo que sí hay una parte de inclusión digital hacia las mujeres en Argentina que influye. Es notorio que somos el único país latinoamericano con mujeres debian developers. Creo que es una muestra de que en nuestro país, si bien existe el machismo discriminador, es mucho más leve que en otras partes del continente. El año pasado -cuenta Marga, como la conocen en el ambiente- tuve la oportunidad de viajar a Chile, y aun cuando hubo una charla especialmente orientada a mujeres y software libre, casi no había chicas que participen del movimiento de software libre. Mientras que acá no me cuesta nada pensar en varias mujeres de todo el país que participan activamente en el desarrollo de software o la difusión de la filosofía libre. Prácticamente todos los LUGs (grupos de usuarios de Linux o Linux users groups) que conozco tienen una o más mujeres que participan activamente, y no por ser la ‘novia de'».
El proyecto Debian Women, al que adhiere desde que era colaboradora (y las desarrolladoras eran sólo tres), ayudó a Marga «a perder el miedo a preguntar. Puede parecer una pavada, pero en los ámbitos de Debian, antes de que existiera Debian Women, hacer una pregunta ‘newbie’ (o sea de novata) solía ser muy mal recibido y uno podía estar varias horas tratando de darle forma a la pregunta para que no la tomaran a mal». Imposible no recordar al respecto la conocida anécdota de una de las fundadoras del movimiento que cuenta que cuando trabajaba en un centro de asistencia tecnológica telefónica, quienes llamaban le pedían que les pase con el técnico, dando por hecho que si ella era una mujer debía ser la telefonista.
La asociación Debian Women de la que habla Marga favoreció el cambio desde su creación, en marzo de 2004 cuando fue cofundada por un icono del software libre europeo, la española Amaya Rodrigo. Entre la asociación circula el comentario de que el cambio más palpable es que en los eventos informáticos las remeras de promoción han dejado de parecer camisones. Una adaptación estética pero inclusiva en un mundo que, hasta hace poco, era exclusivamente masculino.
Marcela Tiznado es la otra «mujer Debian» en Argentina pero, para ella, no es importante estar asociadas en una «rama femenina» porque dice que siempre fue bien recibida en los ámbitos tecnológicos. Tiznado está más preocupada por el hecho de que quienes están en los primeros años de las universidad son habitualmente tentados con puestos de trabajo con un sueldo «interesante» (debido al déficit en el sector) y que eso hace que los alumnos o alumnas no terminen sus carreras, aunque sí reconoce que debería incentivarse la presencia de chicas. «En los encuentros Debian, por ejemplo, vos mirás y es: pibes, pibes, pibes y una chica. Que es la novia de uno de ellos», dice Marcela. Su recorrido, en cambio, fue distinto a estos ejemplos. A ella el tema del software -contradiciendo a las teorías machistas que indican que a las mujeres los trabajos técnicos no les interesan- la atrajo desde muy chica: «A los 15 años me dieron a elegir entre la fiesta, un viaje o la compu. Obviamente, fue la computadora», cuenta. Ahora, cuando en su celular titila la luz roja que indica que uno de los clientes a los que les mantiene el sitio está en problemas, trata de acordarse de esa pasión. Porque ella, al igual que la mayoría de las desarrolladoras de Debian, vive de «mantener funcionando sitios de otra gente»; con software libre, claro. «Es como ser médico», compara (y su enunciado es acorde a los tiempos cada vez más virtuales que preanuncian los especialistas) «nada más que en vez de estar cuidando vidas, estás cuidando información».
El tiempo de trabajo que es necesario invertir en el proyecto Debian es uno de los factores que alejan a las simpatizantes a encarar el traspaso de simples colaboradoras a desarrolladoras. Pero, por otro lado, dice Marcela, «nadie, tampoco ninguna empresa, administra mi tiempo a diario. Mi trabajo es libre y -salvo en las urgencias- mis horarios los manejo yo».
Margarita Manterola resalta la labor internacional de Debian Women a la hora de difundir entre las mujeres los pros y contras de participar de este proyecto y de manejar el software libre. Para ella lo fundamental es que cambió la predisposición del resto de los desarrolladores de Debian hacia las mujeres. «En este momento se ha logrado un clima de respeto igualitario que -creo- es envidiado por la mayoría de los proyectos de software libre», concluye.
Más información: www.debian.org