Recomiendo:
0

¿Zer ordu da Jon Juaristi?

Fuentes: Rebelión

Ignoro qué problemas pueda tener Jon Juaristi con el euskera, el tiempo y Alcobendas, pero que el vocal de la Academia Vasca de la Lengua haya llegado a la conclusión de que «el euskera no sirve ni para dar la hora en Alcobendas» o nos sitúa frente a un idiota, engreído para más señas, o […]

Ignoro qué problemas pueda tener Jon Juaristi con el euskera, el tiempo y Alcobendas, pero que el vocal de la Academia Vasca de la Lengua haya llegado a la conclusión de que «el euskera no sirve ni para dar la hora en Alcobendas» o nos sitúa frente a un idiota, engreído para más señas, o nos retrata a un engreído que derivó en idiota.

Y es que, en el entendido de que Juaristi paseara por esa villa madrileña y, de improviso, un alcobendense le requiriese la hora en su lengua vernácula, sólo a un engreído se le podía ocurrir dársela en vasco. Y si el azar, siempre veleidoso, hizo que quien le pidiera la hora fuera un vasco y, además, se la exigiera en euskera, no se explica que un vocal de la lengua vasca dejara sin respuesta la demanda, a no ser que, también, fuera un idiota, esté de más en la Academia o que ambas posibilidades se dieran la hora y la mano.

El hecho, en cualquier caso, pone en evidencia las escasas miras de futuro del pueblo vasco y, en consecuencia, el exiguo bagaje de su lengua. Si los vascos hubieran convertido su país en un sacro imperio en el que nunca se pusiera el sol, y de su identidad hubieran hecho una unidad de destino en lo universal, ese alcobendano que hoy se esfuerza en aprender inglés, tal vez, en la esperanza de poder olvidar el castellano, seguro que habría resuelto la incertidumbre horaria de Juaristi y satisfecho su curiosidad, pero los vascos, en su aldeana e incorregible vocación, siguen conformándose con que se les permita hablar su lengua en sus casas, en sus pueblos… y así les va.

No me extrañaría que, cualquier día, se aboquen los vascos a descubrir el mundo y a llevar a Alcobendas la civilización y el progreso, y fracase el desembarco de tan heroica gesta por culpa del euskera y del reloj.

Tampoco su incontinencia con el tiempo, el euskera y Alcobendas fue el único desbarre que el académico publicó en su columna del ABC, ni ha sido Jon Juaristi el único ilustrado que, en estos días, refuerza la teoría del eslabón perdido.

Que ojalá me perdone Bertold Brech por parafrasear su célebre cita pero también hay hombres que se desbocan un día y son bobos, hay otros que desbarran un año y son imbéciles, hay quienes desvarían muchos años y son muy estúpidos, pero los hay que son necios toda la vida: esos son los canallas.

Y de este surtido catálogo, últimamente, tenemos diarias referencias. Cuando no es una eminente diputada que insiste en llamar «tontitos» en el Congreso de los Diputados a los disminuidos físicos, es un excelso filósofo que declara haberse divertido mucho con el terrorismo.

Anda todo el rebaño desbocado, Juaristi sólo ha sido el último en salir a la palestra. Agregaba en su artículo el bocón de la Academia Vasca que si ha aceptado ser vocal de la misma no es, obviamente, porque el euskera sirva para dar la hora en Alcobendas, como ha quedado demostrado, que ni para eso es útil la lengua vasca, sino porque se divierte mucho chinchando. Si Savater disfrutaba con el terrorismo a Juaristi lo que le divierte es el euskera. Una buena razón para no desairar a Patxi López, a quien debe su último nombramiento.

Eso sí, él «nunca le ha sacado un céntimo al euskera». A lo que sí le está sacando beneficio este nacionalista español, que por tal se tiene y como tal ejerce, al margen de sus devaneos sionistas, es a su bien pagada desvergüenza que en los últimos años lo ha llevado a formar parte del Patronato de Honor de la Fundación para la Defensa de la Nación Española (DENAES), a dirigir el Instituto Cervantes, a la cátedra de Filología Española en la Universidad del País Vasco, a la del Rey Juan Carlos I en la New York University, a la cátedra de Pensamiento Contemporáneo de la Fundación Cañada Blanch en la Universidad de Valencia, a la dirección de la Biblioteca Nacional de España, a la cátedra de Literatura Española en la Universidad de Alcalá de Henares, a la dirección general de Universidades e Investigación de la Conserjería de Educación de la Comunidad Autónoma de Madrid, y a otros ilustres pesebres en el estado español en los que siempre habrá un cargo, un premio nacional y una espléndida soldada que recompense tanta fervorosa inmundicia.

Lástima que entre tantas dádivas, honores y agasajos recibidos no haya habido nadie que le hiciera llegar a este pobre infeliz un reloj en euskera.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.