A sus 35 años, alto y delgado, con su imponente estatura se pavonea sutilmente irradiando una confianza matizada con cierta humildad, que no sucumbe a su apuesta apariencia y carisma natural. Es el líder de un bloque de 55 diputados de la Asamblea Nacional venezolana. Dadas todas las apariencias, su personalidad y su importante posición […]
A sus 35 años, alto y delgado, con su imponente estatura se pavonea sutilmente irradiando una confianza matizada con cierta humildad, que no sucumbe a su apuesta apariencia y carisma natural. Es el líder de un bloque de 55 diputados de la Asamblea Nacional venezolana. Dadas todas las apariencias, su personalidad y su importante posición deberían atraer a todos los medios corporativos estadounidenses sensacionalistas que escuchan atentamente cada palabra, ansiosos de captar imágenes de los diputados y sus seguidores para hacer de ello una «noticia».
Sin embargo, para ellos y para Washington existe un problema. Héctor Rodríguez es el líder del bloque minoritario de 55 diputados chavistas (Bloque de la patria), como resultado de las elecciones legislativas del 5 diciembre de 2015, que llevaron al PSUV, Partido Socialista gobernante, a perder su mayoría en la Asamblea Nacional.
Rodríguez se opone a la mayoría de lo que ha llegado a ser la ‘Asamblea Nacional burguesa’, parafraseando las palabras de Nicolás Maduro en una conferencia en Caracas, dirigida a invitados nacionales e internacionales, el 7 marzo de 2017.
Según la composición del Congreso de Estados Unidos, la minoría, ya sea democrática o republicana, se opone a la mayoría. Sin embargo, esta «oposición» está siempre al interior del marco del statu quo capitalista, preservando así el Estado racista como vestigio de la esclavitud, negando el genocidio de los pueblos indígenas (aún vigente de diferentes maneras) y sacrificando a la clase trabajadora en el altar de la globalización capitalista, componente clave de la política exterior basada en la agresión imperialista y las guerras.
En los sistemas parlamentarios, como en Canadá o Gran Bretaña, el consenso del establecimiento agrega un vergonzoso sesgo británico al pasatiempo de la «oposición» que, de no ser tan trágica, sería una comedia. En estos países del Norte, la «oposición leal» (como se reconoce formalmente) puede sentirse libre para oponerse en la medida que sea leal a la Jefa de Estado que, en el caso de Canadá y Gran Bretaña, es la Reina de Inglaterra.
No obstante, la lealtad de Rodríguez está del lado de la Revolución Bolivariana y nada más. El pasado 6 marzo participó en Caracas en un encuentro más íntimo con delegados de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en defensa de la Humanidad. Este encuentro tuvo lugar en un salón del edificio de Asuntos Exteriores. La reunión se desarrolló naturalmente hacia un intercambio entre los participantes y el diputado. Fue tan absorbente, que se dejó a un lado la banalidad de tomar notas para dar cuenta del irrefutable contenido o del estilo de la mejor tradición chavista exhibida por Rodríguez, demostrada progresivamente por el presidente Nicolás Maduro y otros líderes.
La discusión cubrió varios temas. Uno de ellos fue, por ejemplo, una explicación increíblemente lúcida acerca del punto de vista de la Revolución Bolivariana, de la cual hace parte el bloque de diputados, basada en palabras y acciones, en oposición al imperialismo y al capitalismo estadounidense. La revolución es flexible en cuanto a las tácticas, por ejemplo, para negociar con la mayoría de miembros de la Asamblea Nacional pro capitalista y pro Estados Unidos, con el fin de esforzarse para lograr una solución pacífica a la crisis. Pero, cuando se trata de los principios y los objetivos, no hay concesión posible.
No es de extrañarse que, quienes en el Norte confían en los medios corporativos, nunca escuchen hablar acerca de esta «oposición», tal como la personifica Rodríguez. Esta censura tiene lugar a pesar de que los medios del establishment deben estar en serios aprietos, a la cacería de una nueva imagen que reemplace aquella de los políticos fosilizados e insípidos que en su mayoría constituyen la Asamblea Nacional. Washington y sus medios prefieren morir en el olvido político venezolano, aunque deberían prestar atención formal a la «oposición», como lo hacen fielmente no solamente en otros países sino también, por supuesto, en el Congreso de Estados Unidos. Si alguna vez centraran su atención en la oposición de Venezuela frente a la mayoría de la Asamblea Nacional, sin duda alguna Rodríguez y otros diputados se robarían el ‘show’.
Otro rasgo distintivo de la oposición ejercida por la Revolución Bolivariana es que, su rechazo al statu quo se define más por lo que está a favor de que en contra. Los objetivos de la Revolución Bolivariana abarcan la igualdad social y económica, la vivienda, la alimentación, la salud, la educación, la cultura, los deportes y la democracia participativa y protagonista, esencia misma de todo lo bloqueado por el imperialismo y el statu quo neoliberal.
Aquellos de nosotros que alcanzamos consciencia política en los años 1960, nos sentíamos en casa a medida que el diputado se enfocaba en el imperialismo, los gringos y los yanquis, mientras planteaba con gran claridad lo que ya sabíamos. El conflicto no es con el pueblo de Estados Unidos, debidamente representados en aquellos días en Caracas, sino más bien con los círculos del poder de quienes, como decían Martí y Bolívar, cada uno a su manera, «parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad» (Bolívar).
Por su parte, Estados Unidos está reduplicando su destino reprensible, en tanto que los pueblos del Sur luchan por librarse de las ataduras del poder militar y económico más impositivo y agresivo de la historia de la humanidad (o, seguramente, desde el fascismo de la Segunda Guerra Mundial), representados por Republicanos y Demócratas. Resultó esperanzador escuchar al Presidente Maduro aquella noche memorable en Caracas, diciendo la verdad: Venezuela no había sido tan atacada por ningún presidente estadounidense como lo fue durante los ocho años de Obama. Pensemos en ello detenidamente y veremos que es cierto.
En este contexto, la intransigente oposición bolivariana al imperialismo estadounidense no es un asunto de poca importancia. Actualmente, Venezuela ocupa el primer plano contra el imperialismo estadounidense, escribiendo así otro capítulo en la historia mundial contemporánea, como lo hicieran la Revolución Cubana y Fidel Castro para la salvaguardia de su soberanía, de la dignidad y del sistema social que eligieron.
Por su parte, Rodríguez guio la audiencia deliberada y cuidadosamente, mirándonos fijamente y repitiendo como si probara nuestra determinación, que mientras la batalla se encuentre aun principalmente en el ámbito de las ideas, de ser necesario -solo de ser necesario- Venezuela también combatiría militarmente. No hay duda que si es forzada a hacerlo, la Revolución Bolivariana resistirá también de esa manera. Es por ello que toda la humanidad debe estar hoy día, mucho más que nunca, al lado de Venezuela.
Durante el intercambio con Rodríguez se destacó su profunda convicción política, iluminada por su claridad teórica, expresada no solamente por medio de ideas y palabras. Cuando las ideas y las palabras se combinan con la acción, éstas se convierten en una fuerza material en la sociedad. La fuerza material significa que las ideas se hacen parte orgánica de la sociedad: las ideas en las mentes de los individuos como Rodríguez y otros líderes y activistas son socializadas a todos los niveles, avanzando así en un movimiento común de una gran diversidad. Sí, diversidad -pero siempre y sólo al interior de un amplio marco de un chavismo diverso.
Así, la minoría en la Asamblea Nacional -y quizás la minoría del 40 por ciento, o quizás la mitad de la población, dentro de las arenas movedizas de la sociedad venezolana- representa el futuro de Venezuela y de toda la región. Una fuerza material como la Revolución Bolivariana no puede ser sofocada. Puede sufrir adversidades, pero no puede ser eliminada.
No obstante, el chavismo no es un movimiento electoral sino una revolución en gestación y en constante redefinición, hasta el punto de organizar sin temor revoluciones al interior de la revolución, esforzándose por hacer esto conjuntamente con el pueblo a todos los niveles. Con este enfoque fresco, característico y único de la Revolución Bolivariana, la irresistible fuerza material del socialismo para reemplazar al capitalismo y a la dependencia extranjera, se enraíza y crece en la sociedad venezolana y en su escena política.
Arnold August es periodista y conferencista canadiense, el autor de los libros Democracy in Cuba and the 1997-98 Elections y Cuba y sus vecinos: Democracia en movimiento Es miembro de la Red de Intelectuales, Artistas y Movimientos Sociales en Defensa de la Humanidad Twitter: @Arnold_August FaceBook
Fuente: Cuba en Defensa de la Humanidad
http://cubaendefensadelahumanidad.blogspot.ca/2017/03/la-oposicion-en-venezuela-de-la-que.html