A comienzos de 1999 el pueblo ecuatoriano recibió por la espalda varias puñaladas, asestadas por el presidente Jamil Mahuad, quien ascendiera al poder con el apoyo declarado del Partido Social Cristiano. La mayor herida fue la declaratoria de feriado bancario, dictada para proteger a la banca chulquera que había saqueado los bolsillos de la clase […]
A comienzos de 1999 el pueblo ecuatoriano recibió por la espalda varias puñaladas, asestadas por el presidente Jamil Mahuad, quien ascendiera al poder con el apoyo declarado del Partido Social Cristiano. La mayor herida fue la declaratoria de feriado bancario, dictada para proteger a la banca chulquera que había saqueado los bolsillos de la clase media y de los más pobres, para engorde y felicidad de un club de grandes banqueros, con Aspiazu, los Isaías, etc.,etc., a la cabeza.
Al reabrirse los bancos usureros, habiéndose dictado el cambio del dólar por 25 mil sucres, ahorristas y cuentacorrentistas vieron esfumarse de golpe su dinero. Hubo entonces puertas y vitrinas rotas, lamentos multitudinarios ante los bancos, paros cardíacos y suicidios. Un drama peor que si erupcionara el Cotopaxi. Acto seguido se dio la estampida de migrantes en todas las direcciones: Estados Unidos, Canadá, Italia, España, Australia y otras latitudes. Hombres y mujeres fugaban del país en busca del pan y de fortuna. Casas desoladas, pueblos desiertos, abuelos súbitamente encargados de la crianza de los nietos, esto y mucho más fue la secuela del genocidio económico ejecutado por Mahuad y sus aliados.
En esas circunstancias, cuando la ciudadanía estaba golpeada y aturdida por el drama, el gobierno de Mahuad ejecutó un crimen de lesa patria: la entrega de la base de Manta al Pentágono norteamericano, que dispondría durante diez años renovables de un enclave militar que venía a sustituir las bases perdidas en Panamá por la acción del general Omar Torrijos y el altivo pueblo panameño. La base de Manta venía tratándose detrás de bastidores por el gobierno entreguista y los norteamericanos, con la participación decidida de la Comisión de Asuntos Internacionales del ‘honorable’ Congreso Nacional, presidida por Heinz Moeller, alta figura del Partido Social Cristiano y de muchas instituciones oligárquicas de Guayaquil, tales como la Junta de Beneficencia. Para aprobar el convenio entreguista, Moeller y sus muchachos se pasaron la Constitución por la suela de sus zapatos, cuando ella prohibía expresamente la entrega de territorio nacional a cualquier país extranjero, especialmente para fines militares.
Esto no fue óbice para que el canciller Benjamín Ortiz, democratacristiano y exdirector del diario Hoy, proclamara reiteradamente que la Comisión estaba en su pleno derecho de negociar la entrega de la base, con absoluta prescindencia del Congreso, pues supuestamente la finalidad de este acto de traición nacional tenía el inocente objeto de combatir el narcotráfico mediante inspecciones y monitoreo aéreo. Así lo estipulaba la letra del convenio, pero los norteamericanos asentados en la base de Manta extendieron de inmediato sus prerrogativas sobre las aguas territoriales de Ecuador en desvergonzado pisoteo de nuestra soberanía nacional.
Con ello vino una serie de asaltos a barcos de pescadores ecuatorianos por parte de los célebres ‘marines’ yanquis, el hundimiento de naves sin justificación alguna y la total desaparición de otras, como fue el caso del barco pesquero Jorge IV, el 5 de junio de 2002, y que ha sido señalado por los pescadores manabitas y la ciudadanía como obra de los norteamericanos, que además se adjudicaban el derecho de detener a migrantes ecuatorianos.
Las familias de las víctimas no han sido hasta ahora debidamente escuchadas por los gobernantes, pese a que el presidente Rafael Correa tuvo la valentía y la dignidad necesaria para declarar terminado el convenio entreguista en 2009, sin reclamo alguno ni prórroga como querían los vendepatria. Volveremos sobre el tema en próximas entregas, especialmente para apelar a la memoria colectiva en favor de las familias de los desaparecidos bajo la impunidad y soberbia del militarismo yanqui y sus testaferros criollos.
Además, les recordaremos a los lectores que el tal convenio fue un pacto bélico ilegal e inmoral, que fue declaradamente usado por los gringos para intervenir en la guerra interna de Colombia y empujar a Ecuador a ese infierno.
Fuente: http://galarzajaime.blogspot.com