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Lecciones ecuatorianas

Fuentes: La Jornada

El método de análisis marxista nunca fijó el camino del socialismo con pautas válidas para cualquier época y lugar. Por esto, nada más tautológico que hablar de revolución radical. Toda revolución es reformista, y va de menos a más. Claro, siempre que pueda. El aspecto radical de los cambios sociales, marcha ligado con la violencia […]

El método de análisis marxista nunca fijó el camino del socialismo con pautas válidas para cualquier época y lugar. Por esto, nada más tautológico que hablar de revolución radical. Toda revolución es reformista, y va de menos a más. Claro, siempre que pueda.

El aspecto radical de los cambios sociales, marcha ligado con la violencia de clase. Cosa que no figura en la agenda de los revolucionarios responsables, sino en la de los que se niegan a repartir el pastel de las riquezas, y cierran todos los canales de expresión y participación, criminalizando la protesta social.

¿Conciencia de clase? El neoliberalismo (que innegablemente ha sido algo más que un modelo económico), centrifugó el concepto tal como se entendía a mediados del siglo XIX. Si viviera, Marx se vería en figurillas para identificar con claridad el sujeto histórico de la revolución. Ya no hay burgueses y proletarios como los que Diego Rivera mostraba en sus murales.

Marx vería que con un simple enter en las computadoras del mal, los obreros con prestaciones sociales, derechos sindicales, salario móvil y estable, pasan a ser trabajadores informales en un abrir y cerrar de ojos. No obstante, a pesar suyo, seguiría siendo marxista: haría propuestas acordes con el siglo de la nanotecnología, la decodificación del genoma humano, la física de las partículas elementales.

Científicamente (subrayo), Marx explicó cómo funciona el capitalismo y, políticamente (subrayo), intuyó la alternativa estratégica: el socialismo. Y cuando veía que la realidad no cerraba con sus ideas, en lugar de angustiarse o recurrir a un sicólogo, barajaba los naipes.

Fidel tiene mucho de Marx. En una ocasión recordó que, estando en México, le sorprendió la tenacidad del Che para llegar a la cima del Popocatépetl. Fidel aseguró que recibió una gran lección: hay que intentarlo. Y a su vez, el Che recibió otra gran lección de Fidel: fue cuando, en la Sierra Maestra, el argentino miraba con cara de pocos amigos a los políticos que se acercaban al líder de la revolución, para dialogar, establecer alianzas, lograr acuerdos.

¿Cómo impulsar los cambios cuando sus actores se enconchan en lo chiquito de los desafíos? Algún día, se escribirá la historia del narcisismo izquierdista. Tendrá 15 mil volúmenes de mil páginas cada uno.

El socialismo marca un rumbo estratégico. Mas de ahí a creer que basta con el enunciado, restan los cómo. En teoría, abundan los cómo. El mío, se lo aseguro, es el mejor de todos. Pero en la praxis, los únicos socialismos radicales que existieron, fueron los de Stalin, Mao, Pol Pot y Kim Il Sung. No es difícil imaginar por qué. Los cómo, les tenían sin cuidado.

En 1979, con un gran titular en el periódico oficial, los comunistas chinos anunciaron al mundo el inicio de las cuatro modernizaciones. Muy chinamente, Beijing Informa, reprodujo las palabras de Deng Xiaoping: el error está en la izquierda.

Genial. Si en las familias ideológicamente esclarecidas, la polémica sinosoviética había causado divorcios en masa, y millones de sus niños fueron pasto de las fieras del sicoanálisis, el giro chino hacia la modernidad japonesa fue más inquietante: muchos descubrieron que el acostarse con todos al unísono, tenía sus ventajas hedonistas.

Diez años después, la bandera del zar volvió a ondear sobre el Kremlin. Años en que algunos camaradas decían te lo dije, cuando en realidad tratabas de recordar si alguna vez se habían atrevido a decir algo. Otros empezaron a sostener que el imperialismo y el fascismo eran inventos de los totalitarismos. Y otros más, morralito new age al hombro, marcharon tras nuevas parusias revolucionarias.

¿Y los cómo? No dudo que existan. Mas siguiendo a Marx, sería bueno barajar los naipes otra vez. Porque en América Latina, la conciencia democrática ha crecido de un modo exponencial y en relación proporcionalmente inversa con el presupuesto militar anual de Estados Unidos: un billón de dólares, mil millones de millones.

¿Usted cree que los gringos seguirán permitiendo la consolidación de gobiernos populares en América Latina? El cuadro histórico revela 200 años de confrontación entre un gran espacio nacional-popular, y un gran espacio liberal-conservador. Y en ambos, siempre han circulado izquierdas y derechas, abajos y arribas.

La intentona golpista de Ecuador demostró que se puede estar abajo y a la izquierda, y apoyar aventuras fascistoides que están arriba y a la derecha. Los axiomas de izquierda que no delimitan sus alcances, suelen rodearse de horizontes que desaparecen frente a los primeros empellones de la realidad.

Luego, políticamente hablando, la dicotomía reforma o revolución es falsa. A mí me gusta, faltaba más, la segunda opción. ¿Y? Soplar y hacer botellas no es fácil. Digamos que requiere, para el caso de marras, de ingenio político. Ojo: no dije que requiere de ingeniería.

Los cambios sociales avanzan si se construyen alianzas estratégicas. Avanzan, si las políticas de izquierda, reformistas o radicales, son capaces (sin hacer trampas) de sumar para impulsarlos.

http://www.jornada.unam.mx/2010/10/13/index.php?section=opinion&article=029a1pol