Es hasta cierto punto normal que las personas que vivieron sojuzgadas bajo el franquismo, que fueron educadas bajo ese régimen terrible en la resignación y el silencio llegaran, a través de los años, a adorar a aquel que les robó la juventud, la libertad, el pensamiento libre, el espíritu de crítica y la propia vida […]
Es hasta cierto punto normal que las personas que vivieron sojuzgadas bajo el franquismo, que fueron educadas bajo ese régimen terrible en la resignación y el silencio llegaran, a través de los años, a adorar a aquel que les robó la juventud, la libertad, el pensamiento libre, el espíritu de crítica y la propia vida plena a la que tenían todo el derecho. El síndrome de Estocolmo no sólo existe para los que han sido secuestrados por una banda terrorista, también se da en pueblos enteros sometidos a la brutalidad, el chivateo, el robo, el asesinato masivo, la tortura y diversos procesos de aculturización llevados a cabo con tanta sangre fría como maldad y alevosía. También podemos explicarnos hoy por qué miles de personas decentes se enrolaron en las filas de Falange, la Sección Femenina, La Organización Juvenil Española o la Adoración Nocturna: En aquel régimen macabro y sanguinario había que sobrevivir y el terror lo fue tanto que muchas personas no vieron más salida que la de integrarse para escapar a la persecución o simplemente abrirse camino en la vida. No todo el mundo nace para ser héroe, aunque los hubo y se les sigue tratando como a delincuentes en esta democracia tan democrática de que gozamos: Los maquis, héroes en Europa, villanos en España. Empero, lo que es inadmisible es que treinta y seis años después de la muerte del criminal más contumaz de nuestra historia, haya chavales y jóvenes de quince, dieciocho o veinte años que digan que son franquistas, que defiendan a esa bestia dando razones como la de que hizo muchos pantanos porque eso es una prueba irrefutable de que la escuela española en general no ha sido capaz de explicar a los jóvenes quien fue esa alimaña, porque eso prueba que la prensa española no ha sido capaz de informar sobre los crímenes monstruosos del tirano, porque nadie ha sido capaz de decirle a esos chavales en treinta y seis años que Hitler construyó la mayor red de autopistas de Europa, acabó con el paro en Alemania, preparó un cochecito muy mono -el escarabajo- para los trabajadores arios y acabó con la emigración de alemanes, mientras que durante el franquismo, sin entrar en otro tipo de cuestiones, cuatro millones de españoles se vieron obligados a abandonar su patria para buscar trabajo en los cinco continentes, millones de españoles vieron desaparecer su dinero por ser republicano, se restauró, sobre todo en el medio rural, el «derecho de pernada» que daba opción a los señoritos y caciques de siempre a hacer lo que les viniera en gana con el personal a su servicio, mayormente con el femenino, se regresó a la Edad Media al conferir carácter estatal a la religión católica, cuyos miembros no sólo podían decidir sobre la vida ultraterrena de los súbditos, sino que tenían en sus manos el futuro terrenal de sus paisanos según su particular opinión y entender. Ambas dictaduras la alemana y la española, fueron criminales, genocidas y bárbaras, la diferencia es que aquella, la de los germanos fue derrotada y juzgada, que en Alemania no se puede hacer apología del nazismo por muchas autopistas que hiciera Hitler, mientras que en este bendito país se sigue hablando de las bondades de ese eslabón perdido que se llamó Franco porque hizo con mano de obra esclava los pantanos diseñados desde hacía años por el «loco del agua» y que se habrían hecho de manera mucha más decente y eficaz si en España hubiese continuado existiendo un régimen constitucional como el republicano.
En 1982 Felipe González ganó las elecciones con una amplísima mayoría absoluta que le habría permitido, tras el fracaso estrepitoso del golpe de Estado del 23 de febrero de 1981, haber encarado de raíz la segunda transición, que indudablemente tendría que haber pasado por la secularización total del Estado, eliminando cualquier tipo de subvención a la Iglesia Católica, la formación de unas fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado plenamente democráticas, la anulación de todas las sentencias de cárcel, exilio, deportación o muerte dictadas por Franco y sus compinches felones, la condena formal de todos aquellas personas que participasen activamente en la dirección del golpe de Estado de 1936 y la tipificación en el código penal de la apología del franquismo como delito muy grave. La tarea era ingente, pero también la ocasión era propicia, se hicieron muchas cosas como la formidable tarea del Narcis Serra en Defensa, pero se olvidó el poder terrenal de la iglesia, se dejó ese tema para otra ocasión, como también el examen de las grandes fortunas formadas al calor de la corrupción franquista, cosa que ha estudiado estupendamente bien Mariano Sánchez Soler en su libro «Ricos por la Patria». También se dejó para mejor ocasión, al igual que se postergó la rehabilitación de la resistencia antifranquista española, especialmente de los maquis, y de los cientos de miles de personas asesinadas, desaparecidas, exiliadas, torturadas, humilladas, arruinadas y sometidas que dejó un régimen que fue capaz de quitar miles de niños a sus padres para entregárselos, con la ayuda de la iglesia en muchas ocasiones, a padres de «buena familia» para que les extirpasen desde pequeños el terrible virus del comunismo.
No tenemos un museo de los horrores del franquismo, pero les aseguro que habría para llenar tres o cuatro valles de los caídos, ese engendro que se hizo construir el asesino para estar más cerca de Dios, que según sus monedas fue quien le nombró caudillo de España porque era muy gracioso. Ni la Iglesia católica española, ni la banca española, ni el principal partido de la oposición, ni muchas de las fortunas más grandes de este país, que se hicieron durante el franquismo, han pedido perdón por su apoyo al régimen criminal. Es más hoy, cuando se cumplen setenta y cinco años de aquel golpe de Estado protagonizado por militares acostumbrados a matar moros a destajo en el Norte de África, por curas medievales y por oligarcas acostumbrados a vivir del Estado y sus prebendas, los franquistas siguen presentes en todas las instituciones, los seudohistoriadores revisionistas cuentan una y otra vez -vendiendo miles de libros- las mentiras de la Causa General, una causa en la que se acusaba de rebelión a quienes habían sido leales y por ello se les torturaba, se les fusilaba y se les quitaban todos sus bienes. Eso en un país decente, en un país que tuviese un poco de dignidad, de amor propio, sería impensable, pero ya ven, Esperanza Aguirre nos ha contado en su televisión, porque es suya, de nadie más, que Franco fue un gran hombre, ese hombre, por eso seguimos siendo el único país de Europa Occidental que idolatra a un criminal fascista. Será que España es diferente, de verdad.
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