Por Carl Sagan… por la falta que nos hace. Nada de lo que sucede en el mundo en estos momentos guarda comparación con lo que se ha revelado el día de elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América. No quiero referirme a lo que pueda implicar para el pueblo cubano estos próximos cuatro años. […]
Por Carl Sagan… por la falta que nos hace.
Nada de lo que sucede en el mundo en estos momentos guarda comparación con lo que se ha revelado el día de elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América. No quiero referirme a lo que pueda implicar para el pueblo cubano estos próximos cuatro años. No cambiaría mucho. Después de más de cuarenta años llenos de odio y hostilidad, la revolución cubana cuenta paradójicamente con las mejores armas para enfrentarse a estos cuatro años y los próximos cuatro milenios, aunque ese país persista en lo mismo… A fuerzas de privaciones, organización y valentía mi pueblo está vacunado contra el imperio. Dicen que «nuestros valerosos disidentes» anduvieron en la Oficina de Intereses, donde se sometieron a las elecciones norteamericanas y donde naturalmente salió electo Bush con más del 80%. No se cansan de ofrecernos motivos de desprecio. Su incultura y su servilismo contribuyen también a esta fortaleza.
Tampoco me referiré a la desgracia que entraña esta reelección para el Medio Oriente por el infortunio de poseer petróleo. Sí, no voy a referirme a mis cien mil coterráneos asesinados en una guerra incomprensible, donde ni capturan al malo, ni gana el bueno.
Con una simple proporción matemática ya sabremos cuantos estarán condenados a muerte, sin la asistencia de la defensa. Trataré de no pensar en estas líneas en los horrores que deberá padecer la niñez en Palestina, donde de forma casi infantil le han augurado un apoyo incondicional a Sharon y a sus propósitos nazis. Ni tampoco a Nuestra América, que tendrá que seguir lidiando en su primer punto de la agenda con las presiones de la Casa Blanca para cualquier asunto, y así deberán los presidentes de nuestros países votar con ella o enfrentarse con seriedad so pena de exterminio, por cualquier nueva estupidez.
No lo haré porque existe un ignorado doliente, vanidoso y crédulo que es la primera víctima de los largos años de corrupción espiritual del gobierno de ese país: El pueblo norteamericano… Sí, the people. Este pueblo debía elegir al emperador del mundo. Allá en Roma los esclavos no votaban, de seguro somos nosotros los esclavos. La pequeña diferencia en esta comparación es que «el pueblo libre» de aquellos principios tenía más cultura que el pueblo libre actual. Al menos aquellos les hacían caso a sus filósofos y pensadores. Bruto llegó al extremo de matar a Julio César. Mal o bien, los problemas de estado se tomaban con mayor seriedad.
Nos guste o no, esa gente que llenó las calles de los Estados de la Unión llevaba en sus dedos las escasas esperanzas de la humanidad por aspirar a ese eufemístico mundo mejor, que dicen posible. Los norteamericanos tendrían que votar en nombre de las decenas de miles de hombres que van a morir en la guerras, por las decenas de miles de niños que en estos cuatro años no alcanzaran a decir «mamá». Tendrían que votar por si estamos o no dispuestos a cuidar del cielo y del mar, tendrían que votar por si seguiremos o no infestando nuestro hogar común con todo tipo de armas. Tendrían que votar por si en lugar de ofrecer el gasto público a los bombarderos y bombas inteligentes seríamos capaces de invertir más en ciencias: Hubiésemos inventado de seguro la cura del cáncer, la vacuna del SIDA o al menos abaratado el costo de su tratamiento. Incluso con esa capacidad y esos recursos, el pueblo norteamericano nos hubiese pudiese regalar la fascinación de ver con nuestros ojos el comienzo del Universo, en el proyecto Supercollider Superconductors. Allí veríamos alucinados como se funden y combinan todas las leyes que rigen al Universo, en aquel grito de explosión. Caerían de rodillas poetas, filósofos y políticos en un abrazo de amor al ratificar este milagro, este esfuerzo descomunal de la creación, que estamos asesinando.
Esas personas llevaban a las urnas la esperanza de miles de millones de personas, de hormigas, de electrones y estrellas que aspiran a no ser destruidos.
Mas no tenemos derecho a exigirles algo para lo que no están preparados. Son víctimas, más que nosotros. Solicito un instante de piedad para el pueblo de los Estados Unidos.
Y no es que piense que la otra opción era mejor. Para nada. La campaña del partido demócrata era la misma, pero con «otros métodos». Kerry tuvo la desvergüenza de decir que hubiese atacado a Irak sabiendo que no tenía armas de exterminio en masa. Pero el NO a Bush era ya un buen síntoma de recuperación de la salud.
Mucho mejor hubiese sido la abstención. Pero no. Bush alcanzó la mayoría popular más importante que cualquier otro presidente desde 1988. De alguna manera podríamos pensar que hay millones de personas cómplices de los horrores vividos estos cuatro años. Pero no, no son dueños de sus actos. Ellos son como nosotros: tienen dos brazos, aman a sus hijos, lloran a sus muertos tal como el resto de la humanidad. ¿Por qué entonces, frente a las evidencias, frente a un hombre valiente y carismático como el Michael Moore quien consiguió una audiencia impresionante con su Fahrenheit 9/11, no saltaron intrigados y trataron de averiguar la verdad? ¿Por qué no vieron como nosotros las fotografías espantosas de los presos de la base naval de Guantánamo o de o de Abu Ghraib? Por qué no se preguntaron por las armas de destrucción masiva que motivó la guerra a ese país? Esas armas que con desprecio total a su inteligencia, Bush trató de encontrar en su cajón, donde de seguro esconde sus soldaditos de plomo y sus cowboys de pasta. ¿Por qué no mira la niña palestina acribillada por un sionista con 25 balazos? ¿Y Emron? ¿Y el 11 de Septiembre? ¿Cómo puede confiar un pueblo en un gobierno que permitió que unos cuantos fanáticos secuestraran un par de aviones de línea frente a sus narices y acabaran con el emblemático Trade Center? ¿Necesitan lentes, o Internet, o televisores? No ¡pobre pueblo! Necesitan cultura, hábito de razonar y curase de su hedonismo crónico.
Claro está si creo que de verdad el presidente George W. Bush habló con Dios, yo también votaría por él. Sería curioso preguntarle en qué idioma habló. ¿En arameo, hebreo o latín? También sería prudente saber si habló con el hijo de Dios, aquel hijo de Palestina que murió en manos de los judíos o tan sólo habló con el Dios del Torá
Pero tomemos por ejemplo el tema del aborto, uno de los temas más mencionado en la contienda electoral El derecho o no a interrumpir el embarazo. Veremos como hasta éste nos convoca a las verdadera tragedias del planeta:
¿Qué se defiende? Se defiende la vida sin dudas.
Dice Carl Sagan «Hoy por hoy no hay derecho a la vida en ninguna sociedad. (…) Criamos animales de granja para su sacrificio, destruimos bosques, contaminamos ríos y lagos, hasta que ningún pez pueda vivir en ellos, matamos ciervos y alces por deporte, (…) cada día provocamos la extinción de una especie. Todas estas bestias y plantas son seres tan vivos como nosotros.» ¡Ah claro! ¿Se trata de la vida humana? Sigue Sagan: «Esa protección no reza para la decena de miles de niños menores de cinco años que mueren cada día en el planeta por causa de inanición, deshidratación, enfermedades, y negligencias que habrán podido evitarse.»
Los votantes del día 2 de noviembre tan preocupados por el aborto, no pensaron una sola vez en los «daños colaterales» que asesinan sus gobernantes con los impuestos de sus propios sueldos. Va y tienen razón y esos niños no merecen llamarse seres humanos. Vienen al mundo con el único objeto de servir de ajuste para sofisticadas armas norteamericanas.
Les han robado la capacidad de decidir sus propios intereses. Han enfermado a ese pueblo. A mi juicio la primera herida que el mundo debe sanar es la herida de muerte contra el alma del pueblo norteamericano. Creo que hemos sido egoístas. Nuestros niños se mueren de hambre, caen bajo las bombas, los bebés norteamericanos son abducidos al nacer: pero no por extraterrestres… O sí. A estos infames deberíamos expulsarlos de la Tierra, pues ni la respetan, ni se sienten comprometidos con los resortes más elementales de su existencia. Los niños crecen sin saber la responsabilidad que contraen al ser ciudadanos del país que gobierna el mundo. Mueren los norteamericanos sin tener otra preocupación que la de no haber podido cambiar el auto al año anterior.
No siempre fue así. «De lo más vehemente de la libertad nació en días de gloria los Estados Unidos», dijo José Martí, el primer hombre sobre la Tierra que delató el peligro de esa región del mundo, y tal vez uno de los que más la amó.
Estados Unidos tuvo líderes científicos en el poder. Jefferson fue uno de ellos. ¿En qué instante del tiempo giró su rumbo esa nación generosa en se acrisolaron las ciencias y las artes, y quien generó más amor por la palabra libertad?
No sé y la culpa no debe ser sólo de ellos. Por alguna extraña razón interna culpo también a aquel otro engendro del Este en cuyas manos se pensó alguna vez que el mundo se equilibraba. Falso. El mundo entró en total oscuridad cuando la URSS y Estados Unidos aceptaron con entusiasmo la coexistencia pacífica. Se enfermaron y nos contaminaron con las pestilencias de un lado y del otro. Quien gobernó la Tierra en aquel entonces fue el dogmatismo feudal disfrazado de socialismo y la creciente mentalidad de mercado y la prepotencia. No eran dos polos opuestos ¡No! ¡Basta ya! Eran dos monstruos con puentes ocultos de colaboración. Se hizo patente cuando la Crisis de los Cohetes del Caribe. De igual manera todos somos culpables.
Carl Sagan ha sido uno de mis profetas. Destinó su vida y su inteligencia a enseñar a su pueblo la responsabilidad de ser norteamericano y de ser morador de la Tierra. Sus películas y sus libros llenan de lágrimas de maravilla nuestras retinas. Impartió clases de poesía enseñando ciencias. Debo a este hombre mi creciente deuda por la naturaleza. Cuando voy al mercado es él quien me impide tomar una bolsa de plástico de más que hará trabajar a la naturaleza miles de años en su reabsorción.
En algún momento la ex-URSS y Estados Unidos hablaron que podían juntar esfuerzos si la Tierra era amenazada por invasores alienígenos. Al respecto dijo Sagan en su libro Miles de Millones: «Estamos en peligro, no necesitamos invasores alienígenos… Ya hemos generado riesgos suficientes por nuestra cuenta. (…) Nuestros enemigos comunes son de personificación más laboriosa, más difíciles de odiar. (…) La integración de fuerzas contra estos nuevos adversarios nos obliga a realizar un decidido esfuerzo de autoreconocimiento, porque nosotros mismos somos responsables de de los peligros que ahora afrontamos.»
Carl Sagan no era comunista y amó a Estados Unidos como el mejor de sus ciudadanos. Vivió orgulloso de los padres fundadores de esa nación. Decía: «Jefferson fue uno de mis primeros héroes, no por sus intereses científicos (aunque le ayudaron mucho a moldear su filosofía política), sino porque él casi más que nadie, fue responsable de la extensión de la democracia por todo el mundo. La idea (…) es que ni los reyes, ni los curas, ni los alcaldes de grandes ciudades, ni los dictadores, ni una camarilla militar, ni una conspiración de facto de gente rica, sino la gente ordinaria, en trabajo conjunto debe gobernar las naciones.»
Y ahora a menos de diez años de la muerte de este hombre… ¿quién gobierna la patria de Thomas Jefferson y de Carl Sagan? ¿Qué le han hecho a la gente ordinaria de ese país? Porque no sólo hubo record de participación, y no sólo el partido republicano ganó cuatro sillas más en el Senado de cuatro extremistas religiosos del Sur, sino y sobre todo Bush ganó el voto popular: Este gobierno cuenta con el apoyo de la mayoría los norteamericanos.
Carl Sagan lo predijo de alguna forma. En todos sus libros, en todas sus frases, en cada palabra insistía en la necesidad del escepticismo. Al pueblo norteamericano le han robado la voluntad de largo alcance. Ellos votan por el tinte del cabello o la marca de la licuadora o muchísimo peor: los han convencido que están bajo amenaza nuclear. Su función es consumir patatas fritas y beber coca cola frente a un film de terror o un partido de football.
Sus dirigentes se encargan de cuidar el Universo por ellos. Tan sólo deben pagar unos impuestos y votar cada cuatro años. El mundo no existe. Irak y Afganistán no existen. Los cien mil civiles muertos son mentira. Si fuese cierto estarían Spider-Man, Batman y Superman para protegerlos. África a punto de desaparecer es mentira. Los terroristas que son los actuales extraterrestres planean una guerra nuclear contra América con todo y platillos voladores. Para cuidar a América de ese peligro se necesita a un presidente como el reelecto.
El analfabetismo científico, dice Sagan en «El mundo y sus Demonios», es del 98 % en Estados Unidos. Esos son los que decidirán nuestro futuro.
Según James Petras, «Bush es un fundamentalista cristiano quien, para horror de la comunidad científica, proclama la historia bíblica de la creación en forma literal mientras fustiga las bases del conocimiento científico sobre la evolución como se enseña en escuelas secundarias y universidades». Pero George W. Bush no es cualquier presidente. Es el presidente del país más poderoso del universo conocido; dueño de las más altas tecnologías y dictador mundial de formas de conductas. Pasa su enorme tiempo libre (libre?) jugando tal vez nintendo y, entonces ¿ quién va a civilizar a quién? ¿Quién está civilizado realmente?
No sabremos nunca, como diría Carl Sagan, hasta qué punto la ignorancia contribuyó al declive de la antigua Atenas, pero las consecuencias del analfabetismo científico son mucho más peligrosas en nuestra época que en cualquier época anterior. La humanidad está demasiado cerca de los productos de la ciencia, pero demasiado lejos de entender su trascendencia, peligros o beneficios de ésta.
Sagan predijo lo que está sucediendo en Estados Unidos. Confió que el pensamiento científico, que el hábito de razonar y cuestionar salvarían la esencia de ese país. «De otra forma la gente habrá perdido la capacidad de establecer sus prioridades aferrados a los cristales mágicos y pirámides y consultando nerviosos los horóscopos, incapaces de discernir entre lo que les hace sentir bien y lo que es cierto, nos iremos entonces deslizando casi sin darnos cuenta en la superstición y la oscuridad», sentencia el astrónomo norteamericano.
De hecho ya el popular presidente de Estados Unidos hace uso de sus facultades y anuncia a menos de dos días de su reelección la privatización del seguro social, la reforma del código tributario y la intensificación de la guerra en Irak.
Moore sigue los pasos de Carl Sagan. Como muchos intelectuales y artistas, se presentó a pie de urna con sus cámaras de filmar, con su dinero, prefirió no ganar un premio a ver si su discurso convencía. Trató de entregarle su pensamiento a su patria.
Apeló a los mismos resortes. Fahrenheit 9/11 es un documental científico, concreto y didáctico. Señala preguntas y esboza respuestas abiertas.
No sé si Moore leyó a Carlos Marx alguna vez, pero termina su documental diciendo que «las bases de la alta sociedad sólo son posibles sobre la base de la pobreza y la ignorancia».
Ahí está: La pobreza la ponemos nosotros, el resto del mundo pobre y desamparado… Me temo que la ignorancia la ponen los ciudadanos de los Estados Unidos de América que de alguna manera el pasado día 2 de noviembre apostaron por un gobierno que no tiene la capacidad de velar por nosotros ni por ellos mismos.
No quiero ser pesimista. Por eso debemos proponernos como tarea urgente colaborar con Moore y con tantos otros que a estas alturas deben andar pensando lo mismo que nosotros. El pueblo norteamericano fue protagonista en el cese de la guerra de Viet Nam, allá en aquella milagrosa década del 60. Conquistemos de nuevo a sus talentosos periodistas, politólogos, artistas, científicos y obreros. Hagámosle escuchar una vez más a ese pueblo las notas de Imagine de Lennon, o hagamos que se proyecte el Gran Dictador en una pantalla gigante situada en las ruinas del Trade Center, o convoquemos a Walt Whitman en una batalla urgente y mancomunada por recuperar la mente de esos hermanos que el día 2 de noviembre ratificaron que se han tragado pez, anzuelo y plomada y que son hoy depositarios de la mayor farsa que se haya impuesto jamás a comunidad alguna en la historia.