Traducido del inglés por Nora Fernández.
Después de una larga reflexión con una querida amiga sobre algunas dificultades que encontró el 2017, terminó con la frase típica, «esperemos que el 2018 sea un año mejor». No sé por qué esta frase me suena a fracaso y desesperanza. Es una frase que mucha gente repite año tras año incluso aunque profundamente dentro de sí saben que es una falsa forma de optimismo con la que nos consolamos, como un niño asustado canta en el callejón para distraerse de la oscuridad. Es una forma de encontrar consuelo sobre la realidad de que la mayoría de nosotros somos rehenes en manos de unas pocas élites económica y políticamente opresivas que nos sofocan. Por lo tanto, vayamos directamente a las malas nuevas sin engañarnos más: 2018 no será un año nuevo ni feliz mientras estemos gobernados por los mismos belicistas que buscan destruir todo lo que nos es significante y bello en nuestra hermosa Tierra.
A quienes controlan el poder les encanta que nos agarremos a ese falso optimismo año a año, en vez de rebelarnos contra estas gastadas celebraciones. Les encanta ver millones de consumidores sin mente atacar los mercados para comprar y consumir más regalos brillantes y resplandecientes, como si fueran señales genuinas de amor y preocupación entre nosotros. Les encanta cuando nos callamos y seguimos como si tal cosa mientras «esperamos un año mejor». Por eso, declaremos fuerte y claro: ¡No somos felices! Y que no hay nada nuevo en estas celebraciones tradicionales secuestradas por la gente de negocios que las han reducido a nada más que una excusa para consumir bienes. Necesitamos cambiar, rebelarnos como hizo Jesús en el templo cuando echó, con rabia justificada, a todos quienes allí vendían y compraban. Navidad y Año Nuevo no deberían ser una dosis temporal de heroína que apacigua a la gente y los pone a consumir bienes, ir de vacaciones o sentarse con la familia y amigos a cenar en las mesas de la trivialidad o a presumir «logros» o a compartir historias patéticas sobre «cambiar el mundo.»
Así, el asunto más importante que hay que considerar mientras nos aprontamos a enterrar el cuerpo de otro precioso año es: ¿Puede un año nuevo ser realmente feliz con toda la injusticia que pasa en el mundo bajo nuestra mirada? No es un asunto analítico o académico. Es una realidad oscura que debería ser penosamente obvia para cualquier persona que tenga un corazón que late. Si hay alguna exactitud en las palabras de William Faulkner «el pasado nunca está muerto. No es ni pasado», entonces sigue que el 2018 no será un año feliz mientras las causas de la miseria humana, guerras y destrucción existan, y mientras tantos humanos mantengan la boca y ojos cerrados frente a la injusticia por razones temporales y ganancias patéticas.
El Nuevo Año no será feliz mientras quienes emprenden guerras económicas y guerras con bombas no asuman su responsabilidad por sus crímenes contra la humanidad. 2018 no será un año feliz o nuevo mientras continuemos esclavizados por leyes discriminatorias promulgadas por quienes tienen suficiente dinero y poder para quebrarlas todas cuando se les ocurra. 2018 no será un buen año mientras no hagamos responsables a quienes piensan que tienen derecho a desalojar y arruinar millones de vidas humanas; o cortar pedazos de países como pedazos de tela según sus caprichos, creencias religiosas, o intereses políticos. El año que viene no será feliz mientras tantos de nosotros nos hagamos los ciegos frente a las atrocidades cometidas contra millones de vidas humanas preciosas en Siria, Irak, Libia, Yemen, Palestina… la lista puede seguir. El nuevo año no será feliz mientras aceptemos pasivamente el hambre y sufrimiento de millones de vidas humanas inocentes sujetas a las más inhumanas sanciones económicas impuestas sobre ellos como las que se impusieron al pueblo iraquí durante 13 años. Como se está haciendo hoy a millones de inocentes humanos en Rusia, Corea del Norte e Irán. Y, por si acaso, los países antes mencionados no son «nombres sucios» que temamos pronunciar, escribir, o simpatizar con ellos, como los opresivos poderes occidentales y la propaganda nos quieren hacer creer. Cada país es suelo sagrado haya una sola vida humana inocente habitándolo. Y como iraquí-estadounidense sé que los llamados relatos de expertos que prepararon el camino la guerra de Irak fueron totalmente falsos. Por lo tanto, tampoco tengo razón para creer en la propaganda similar que hoy se promueve acerca de los países arriba mencionados. Como tantos otros en el mundo, estos países están llenos de vidas preciosas y personas inocentes que desean un mundo más tolerante.
¿Feliz Año Nuevo? ¡Oh, queridos amigos, esta frase es como una daga que se introduce pulgada a pulgada en el pecho cada vez que la oigo! No sé por qué me recuerda las palabras de Erich Maria Remarque en Sin Novedad en el Frente Occidental, «Dulces sueños aunque truenen las armas». Esta época del año se debería revisar esta frase y ser «¡Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo aunque truenen las armas!». Deberíamos mostrarla en cada casa, cada escuela, cada taller y en cada esquina de cada calle para recordarnos la triste realidad humana ante la que continuamos parados inmóviles, incapaces de emprender acciones valientes.
¡Oh, amigos, no celebremos las fiestas tradicionales que ya no significan nada para nosotros! Encontremos un nuevo día de celebración para celebrar cada vida humana. Terminemos con las celebraciones que nos imponen las clases dirigentes políticas y religiosas alrededor del mundo. El 2018 dejemos de consumir. Dejemos de matarnos. Dejemos de hacernos la guerra. Dejemos de imponernos sanciones económicas entre nosotros. Dejemos de cerrar fronteras en la cara de las personas. Terminemos con todos los falsos, caros, brillantes y bien envueltos regalos de indiferencia. Trabajemos más en el regalo humano más precioso posible: escucharnos entre nosotros.
¡Oh, amigos, por favor, no me pregunten sobre resoluciones para 2018! Los puedo defraudar porque no tengo planeado ir al gimnasio, seguir una dieta orgánica saludable, comprar un auto nuevo, remodelar la cocina o hacer un crucero de lujo. Mi resolución para el 2018 es, a pesar de mi angustia, continuar creando puentes con mi alfabeto para ayudarnos a superar los inconmensurables odio, racismo y desigualdad en este solitario planeta. Resolvámonos a unir a la humanidad de forma genuina, no en la forma artificial y explotadora por medio de la cual los promotores de globalización tratan de convertir este mundo en una pequeña villa para que los selectos ricos y poderosos controlen y roben. Y mientras tanto, hasta que la humanidad comience a andar en esa dirección, quizás no deberíamos desearnos un Feliz Año Nuevo. Dado los eventos desalentadores de 2017 y años anteriores, 2018 será solo una continuación del dolor y sufrimiento si continuamos actuando con la misma mentalidad. Así que permítanme declarar fuerte una vez más: no soy ni feliz ni hay nada nuevo bajo el sol.
Louis Yako es un escritor iraquí-estadounidense independiente, poeta, antropólogo cultural, periodista e investigador.
Fuente: https://www.counterpunch.org/2017/12/29/2018-wont-be-new-or-happy-either/