Olvidados recuerdos del Bloque Golpista El 30-S hubo un difuso y multiforme Bloque Golpista, integrado esencialmente por: policías fascistas, cuyo discurso estuvo atravesado por un anticomunismo pedestre, miembros y aliados de Sociedad Patriótica y otras fuerzas de extrema-derecha que hasta el 2008 lideraron la Comunidad de Inteligencia en FFAA y Policía, representadas en el país […]
Olvidados recuerdos del Bloque Golpista
El 30-S hubo un difuso y multiforme Bloque Golpista, integrado esencialmente por: policías fascistas, cuyo discurso estuvo atravesado por un anticomunismo pedestre, miembros y aliados de Sociedad Patriótica y otras fuerzas de extrema-derecha que hasta el 2008 lideraron la Comunidad de Inteligencia en FFAA y Policía, representadas en el país por el coronel Mario Pazmiño, expulsado de las filas militares por decisión del presidente Correa un año antes, y en el exterior (Miami), por ‘el mariscal‘ Gustavo Lemus, tenebroso alfil de la guerra sucia de los 80as durante el régimen de Febres Cordero.
A esos sectores, que fueron el ‘centro de gravedad‘ del golpe, se sumaron grupos civiles de extrema derecha (algunos de ellos agredieron el canal público); el indigenismo ‘talibán’ (sobre todo una mediática dirigente política que minimizó el grave atentado cometido, y que ese día nos desayunó con que además era hermana de uno de los policías golpistas en el parlamento); el sector más obrerista, ligado a la CIOSL, del gremio sindical del sector público; y finalmente las izquierdas de los 90as: el MPD, con mayor fervor callejero junto a los patrulleros policiales, y Pachakutik, en la sombra, intentando la opción paraguaya en el Legislativo, sin lograrlo. Todos esos sectores fueron algunos de los protagonistas más visibles de la asonada golpista al coincidir en un objetivo: el derrocamiento, o la desaparición, incluso física y a como dé lugar, de Rafael Correa.
«Lo reivindicativo», es decir la supuesta desaparición de ciertas conquistas corporativas de la Policía Nacional, fue tan solo un pretexto del bien labrado plan de golpe de Estado que igual que en Bolivia, se prendió como una espoleta, pero no llegó a culminar debido a varias fallas sucesivas no contempladas, que impidieron el éxito esperado por los golpistas.
En casi todas las previas conspiraciones cívico-militares vividas entre 1996 (para echar a Bucaram) al 2004 (cuando tramaron un fallido «Coupe d’état» a Gutiérrez, sin lograrlo), en que participaron muchos de los que el 30-S actuaron, se consideraba la buena marcha de un golpe de estado si había una gradual disputa territorial del epicentro geográfico (Quito) y se daba la ocupación del aeropuerto internacional de la capital, que fue uno de los elementos que se manifestaron el 30-S.
La alianza para organizar los planes conspirativos de un golpe nunca es del día anterior, sino que comienza mucho antes del 30-S. Recuerdo haber pasado a cierta funcionaria gubernamental información confidencial de los ‘movimientos’ en cuarteles de El Oro durante las semanas previas al golpe, pero no hubo reacción alguna, sino luego del 30-S.
El analítico rompecabezas del intento de golpe de estado, lastimosamente aún no ha podido ser armado del todo, luego de 4 años de sucedido. Siendo la conspiración una operación multifocal, planificada tiempo atrás, y de precisión quirúrgica más o menos bien elaborada en lo logístico, no lo pudo ser en sus resultados.
Hay la posibilidad de que el golpe estuviera previsto por lo menos un mes antes, y desde otros lugares del país; finalmente, para la semana previa al 30. Pero se jugaron dos circunstancias por las cuales los conspiradores decidieron aplazarla: La primera es que debían tener un justificativo potable que legitimase el objetivo escondido en la protesta reivindicativa, y eso resultó la Ley de Empresas y Servicios Públicos y el veto la noche previa del 29 de septiembre.
Pero eso no fue nada más que la justificación mediática y política para encender un dispositivo ya alistado y ejecutar un plan operativo que debió estar organizado meses antes, para descargarse como una operación golpista de envergadura a nivel nacional, pues erradamente gobierno y aplaudidores de oficio únicamente han mirado, desde el 2010 a hoy, el escenario del cuartel policial donde empezó el asunto y el hospital de la Policía, sitios ambos donde el presidente era vejado y secuestrado en los hechos, sin observar ni admitir todo lo que pasaba en el resto del territorio citadino y nacional: en varios puntos del país se dieron sincronizados saqueos, a las mismas horas, empujados por policías en alianza con lumpen y delincuentes en Guayaquil, persecuciones, caída de celulares, tomas de puntos neurálgicos y asaltos a bancos, de manera orquestada y sincronizada. Sin hablar de las golpizas, represiones planificadas y la imposición del vacío de autoridad (la ciudad sin fuerza pública) en el resto de Quito, y no solo en la avenida Mariana de Jesús.
Uno de los principales operadores, el líder de Sociedad Patriótica, no podía estar en el país mientras se ejecutaba el golpe de estado, pues si acaso fracasaba y se dictaban medidas inmediatas de detención a los golpistas, él debía estar fuera, ‘por si acaso’. Desafortunadamente, más allá de declaraciones verbales encendidas, en 4 años nunca fue detenido ni siquiera para investigaciones.
El golpista mayor tuvo una coartada obvia: partió un día antes como como «observador internacional» a las elecciones brasileñas. Llegó, por coincidencia, 24 horas antes de la intentona golpista al Brasil, pues si fracasaba el golpe, se convertiría en ‘víctima de la revancha de Correa’. De hecho, en el multifocal abanico golpista, él y su partido intentaron posicionarse con el apotegma «nosotros no hablamos, actuamos«, para copar el liderazgo total de una oposición desestabilizadora que no tenía líderes ni nortes precisos y visibles durante el golpe.
Ese mismo 30-S debía detenerse a los cabecillas policiales, dirigentes gutierristas y mandos civiles o militares retirados involucrados en el golpe e iniciarse procesos para la extradición de Lemus. Pero eso nunca ocurrió. Recientemente, cuatro años más tarde, la acusada más visible era una mujer, quien definitivamente no fue pieza mayor del 30-S pero a quien los mandos fiscales, policiales y de inteligencia la hicieron ver como ‘visible golpista’, cuya responsabilidad, el motivar a los estudiantes de un colegio a salir a las calles, fue nimia en comparación a otras más feroces que jamás se fiscalizaron y judicializaron. Este garrafal error, al parecer, fue de la fiscalía y de la comisión investigadora, conformada por miembros del gobierno que focalizaron al presidente como la única víctima heroica del golpe y exclusivamente el hospital y el aledaño cuartel policial como los escenarios físicos del golpe.
A esta mujer, una conocida dirigente gremial del sindicato de maestros, la condenaron a prisión y ella públicamente apareció con sus hijos yendo a prisión, sin intentar fugarse, lo cual tiene su mérito en un país donde los grandes golpistas fugaron al exterior o no fueron tocados.
Y para rematar, recién 4 años después se sancionó judicialmente a un puñado de policías de medio y bajo rango encausados por su participación en los hechos del hospital y del cuartel donde estaba el presidente, pero a las pocas horas de conocerse la sentencia judicial, en error político poco advertido, el presidente públicamente señaló que está dispuesto a indultarlos, si piden perdón. Al conocerse tal declaración los familiares de los fallecidos reclamaron. Horas más tarde el régimen se vio obligado, a través de su director jurídico, a citar que serían consultadas previamente las familias de los asesinados.
En compleja y dura entrevista a la radio pública sobre este tema, por la reacia posición de la periodista a admitir que se trataba de un craso error el planteamiento del indulto, sostuve que ningún crimen de derechos humanos o lesa humanidad, puede ser amnistiado o indultado, y que el 30-S se cometieron varios crímenes en cadena, contra miles de ecuatorianos golpeados y vejados, donde murieron asesinadas varias personas, pero que el haber posicionado desde el Ejecutivo la confusión de asemejar el 30-S con ataque exclusivo al presidente, y particularizar en su figura la heroicidad colectiva de un pueblo, fue un error histórico de apreciación política y jurídica que hoy le está costando muy caro no solo al gobierno sino a las propias víctimas y a la memoria de la democracia. Ese error es el que alentó la obvia respuesta de los fascistas, que fue aplaudida por las derechas y los medios: «No queremos su indulto y jamás pediremos perdón«. La obsesión que en el palacio presidencial se tiene con exigir que pida perdón todo golpista, opositor y disidente, se ha convertido en un boomerang contra la justicia histórica, la memoria de los derechos humanos y la reparación a las víctimas.
A los pocos días del 30-S, en entrevista a un medio internacional señalé: «No se puede esperar a que los golpistas retomen fuerza conspirativa. Los conozco desde hace una década y todos sabemos que no juegan en un solo campo, sino en varias canchas, y una de ellas, es la erosión del proyecto a través de operaciones como la del 30-S, y la valla mediática desestabilizadora usada antes en Honduras (y luego en Paraguay) para echarle la culpa del conato de golpe y de magnicidio a la propia víctima, es decir al mismo Rafael Correa. ¿Acaso no le echaron la culpa a Mel Zelaya del golpe ejecutado por los militares hondureños?«. Lastimosamente, ese escenario se ha cumplido a pie juntillas.
Los golpistas aquel día se organizaron en responsabilidades compartimentadas y coordinadas, donde cada actor del multifocal escenario golpista: policías fascistas, gutierristas, cúpulas del sindicalismo anacrónico, políticos indígenas, partidos de extrema derecha y la ultra-izquierda, asumieron tareas específicas.
La ocupación del aeropuerto internacional, por ejemplo, es determinante para desentrañar la patraña del carácter ‘reivindicativo’ del movimiento, como hasta hoy sostienen cínicamente medios y golpistas, burlándose de la escasa respuesta analítica e informativa de la comisión oficial del 30-S y de la propia maquinaria informativa del Ejecutivo.
Seamos claros: la toma de un aeropuerto internacional es para afianzar un golpe. Porque cuando ocupas un aeropuerto internacional de capital, has ganado prácticamente el 50% de lo que buscas: dar la imagen al mundo de que no hay autoridad ni gobierno, y que no puede entrar ni salir ningún avión local o internacional. Todo conspirador que se precie de tal, sabe que con la toma de aeropuerto ha logrado un tramo fundamental en el éxito de un golpe de estado en vías de desarrollo. El 30-S, el servicio policial de migración en el aeropuerto dejó de atender a las 5 de la madrugada y el aeropuerto fue copado desde tempranas horas por un grupo golpista de la Fuerza Aérea Ecuatoriana. De estos temas se prefirió en las alturas no hacer olas en estos 4 años, con la errónea apreciación de que así se dañaría la imagen del gobierno, pues se vería que fue atacado no por reclutas sino por profesionales que sabían lo que hacían, por lo menos hasta el mediodía. Pero si ese tema no se ‘machacó’ en la conciencia popular, las consecuencias hoy están a la vista: al ser conscientes de las debilidades de la estrategia oficial para golpear a los grandes golpistas del 30-S, desde el 2010 acá, aumentaron su poder de fuerza conspirativa, en lugar de disminuirla.
Errores garrafales de una comisión limitada
La comisión oficial investigadora conformada por personas absolutamente funcionales del Ejecutivo, acumuló errores aprovechados por los golpistas para quitarle piso y legitimidad. En lugar de haberla formado al estilo Comisión Internacional Investigadora del Caso hermanos Restrepo, como lo hizo el presidente Borja en 1991, sumando personalidades internacionales de la ONU, un familiar de las víctimas, Abuelas de Plaza de Mayo y personalidades públicas locales, trabajo tan gigantesco -de recuperación de memorias y del rompecabezas del golpe- se concentró en una tríada que no tuvo dimensión mayor, como si un tema de tan exorbitantes ribetes como un intento de golpe y magnicidio, fuese de interés exclusivo del Ejecutivo y no de la sociedad entera.
Esa comisión, cometió los errores de la anterior comisión oficia del «caso Angostura»: fue sectaria como ella, nunca llamó a todos los denunciantes ni recogió las versiones de lo vivido en todo el territorio nacional; por ejemplo, sobre estos hechos: la memoria de la represión de los golpistas en Manabí, Esmeraldas, Cotopaxi, Tungurahua, Azuay y otras provincias, los extraños saqueos en Guayaquil y los testimonios de los vejados en esos otros lugares del país.
Al concentrarse en la tesis del heroísmo personal (sin lugar a ninguna duda el presidente fue la principal y mayor víctima de este feroz intento de golpe y magnicidio, y su conducta fue tan ejemplar y valiente aquel día que entró con su propio pie y por mérito propio, en la historia latinoamericana, junto a Chávez y Allende) pero no reivindicar ni ver el heroísmo colectivo, al derivar en el sujeto citadino de resistencia al golpe y no en el sujeto nacional de repudio al 30-S, al centrar el tema en el hospital y el regimiento, es decir, al centrar todo en ambos sitios, no se vio la magnitud irracional del intento de golpe en el sur de Quito, en las golpizas a militantes en el parque La Alameda o Portoviejo, en la ‘caída’ de los celulares aquella mañana. Y el otro eje que no indagaron ni dieron a conocer, fue la actitud y conductas de altos funcionarios que la mañana del 30-S, cuando aún no se sabía la suerte del presidente, desmovilizaron la gente, mandaron a los funcionarios a sus casas, ordenaron cerrar las puertas de sus instituciones «porque ya viene Gutiérrez», o sancionaron a los trabajadores y militantes de base que querían salir a defender al jefe de Estado, ni prestaron apoyo cuando se les pidió buses o algo en que trasladar a las masas que deseaban copar los cuarteles en el país, al estilo caraqueño.
Cuatro años después, algunos siguen impunes en puestos directivos, porque el poder así lo permitió: ‘no hay que dejarlo saber nunca al Presidente‘, pareciera que fue la actitud seguida. Un flash-memory con esta información, tabulada provincia por provincia, en el sector donde me tocó organizar la resistencia y movilización, yo entregué a altos funcionarios ministeriales, uno de los cuales nos pidió la renuncia masiva a los militantes que cometimos el pecado de organizar bases sociales de acción en tal sector: nunca entregaron a nadie esa información confidencial. Y, obviamente, se eliminó -por miedo a la participación social- esa importante red popular organizada en todo el país por el sector eléctrico, que en la primera marcha de recuerdo del 30-S en Quito, en octubre del 2010, llenó cuadras y cuadras de la capital con activistas y comunidades sociales organizadas.
Luego del 30-S no se limpió la policía a fondo; al parecer no se la quiso limpiar a fondo ni transformarla. Fueron cientos, por no decir miles, los policías fascistas que nos masacraron a los civiles, de Quito especialmente. Pero los cambios no fueron de raíz, en mi opinión debido a que se prefirió negociar con los mandos para evitar mayores o peores motines a futuro. Esa misma policía que nos apaleó y disparó el 30-S, es la que en este septiembre rompió dientes y apaleó muchachos ya detenidos. ¿Hay todavía tiempo para concretar esta aspiración por la cual hemos luchado cinco años algunos defensores de la vida?
El 8 de abril del 2008, cuando se echó de la Inteligencia de FFAA al esbirro de la CIA Mario Pazmiño, señalé abiertamente: «Es la primera vez que un Jefe de Estado toma al toro por las astas. Ninguno había hecho lo que se debía hacer y por eso hay que apoyar el saneamiento iniciado por el presidente Correa. Sí procede la reestructuración de los organismos de inteligencia de las FFAA, pero se debe depurar la Policía para frenar intervenciones foráneas«. No se sabe si la comisión oficial logró indagar y exponer las aristas de la subversión golpista en el exterior, fundamentalmente en los EEUU.
El infame y triste rol de algunas izquierdas políticas y sociales…
El MPD, tendencias de Pachakutik y otras fuerzas sociales aledañas, estuvieron en el golpe del 30-S junto a los fascistas, en la calle, vivando el intento de magnicidio, apedreándonos cuando cruzábamos la Tarqui y 10 de Agosto. Ninguno de ellos ha aprendido las lecciones de Chile, Honduras y Paraguay, ni hizo jamás una autocrítica que les permita reconstituirse en fuerzas democráticamente confiables. Prefirieron optar por el suicidio, la radicalización, o un nuevo golpe, hoy más blando y menos burdo.
Esas fuerzas de izquierda, desafortunadamente le apostaron al golpe del 30-S logrando una visible coordinación operativa en algunos casos. No debemos olvidar el rol de los militantes del MPD y sindicalistas ultra de la CIOSL armando hogueras en las calles, vivando a los golpistas y montados en patrulleros policiales arengando a la gente. O a políticos indígenas riéndose públicamente, diciendo: «Correa no hubiera muerto por mártir sino por cojudo«, o «los policías cometieron un solo error: no tener buena puntería«.
El papel de las organizaciones indígenas que hasta el 2004 eran consideradas la columna vertebral de cualquier proyecto de liberación en el país o la vanguardia social, desde el 30-S, como el 21 de enero, por haber apostado a los golpes, quedaron fijas como ‘retaguardia social’ y hasta en muchos aspectos como núcleos de la reacción si tomamos en cuenta el papel desempeñado el 30-S por algunos dirigentes, con excepciones necesarias de nombrarse como Humberto Cholango, que fue muy consciente aquel 30S en separar aguas y condenar el intento de golpe.
Nunca dijeron a nivel internacional, los grandes medios o las redes solidarias que no actualizan su base de datos desde 1990, que siempre hubo una composición clánica en el movimiento indígena ecuatoriano, y que no solo había extracción popular, pues cuando se hablaba de la CONAIE se lo hacía desde un enfoque paternalista, al estilo «buen salvaje». Se vendió la idea falsa de que todos los indígenas, per-se, por ser indígenas, son ‘de izquierda’. Y eso es falso. Hay una derecha indígena desde hace décadas, hay clanes conservadores, y hay corrientes reaccionarias en su interior, como los señores Tituaña y Tibán, a los que no les importa en lo más mínimo pactar con lo peor de las oligarquías desde el año 1997.
Cuando decimos CONAIE, Pachakutik o dirigencia indígena, no hablamos de un colectivo unificado; pero de manera expresa analistas de la vieja y nueva izquierda olvidan que existe una diversidad de liderazgos a su interior, y no todos son progresistas.
Parte del gran acumulado histórico fue despedazado éticamente cuando se aventuraron en el golpe del año 2000, luego como experiencia orgánica en el gobierno de Lucio Gutiérrez, pero de ésta su falla estructural se negaron a hablar siempre en sentido autocrítico; y, finalmente, en el 30-S intervinieron algunos dirigentes indígenas y mestizos criminalmente entusiastas.
¿Y ahora? La nueva hora…
Tareas nacionales pendientes
Hay un factor que en el 2013 lo llamé «La nueva hora continental«, y que luego de la ausencia de Chávez resultó bastante claro: empezó un viraje paulatino que, a fines de este año 2014, el presidente Correa lo llama «La restauración conservadora». El tiempo del ‘péndulo’ se acerca debido a muchos factores y el más visible: la muerte de Hugo Chávez como líder regional innegable que empujaba la profundización del resto de procesos. Hoy tenemos liderazgos colectivos, dispersos y difusos, aún sin definición clara para todo el tapete latinoamericano.
Más que pensar en salvaguardar a PAIS como instrumento de la Revolución Ciudadana, se debe salvar el futuro histórico, no inmediatista, del proyecto original estratégico. No se puede arriesgar su derrota histórica y la pérdida de las conquistas sociales progresistas. Para ello, sería necesario algunos prerrequisitos, entre ellos el más relevante:
Constituir una gran Coalición Unificada de la Revolución Ciudadana, que en parte lo expresa el recientemente creado frente UNIDOS, pero que aún es incompleto en su composición, pues el Ecuador no solo está formado por partidos y movimientos políticos, sino por fuerzas sociales y ciudadanas. Con ambos sujetos en el 2015 se debiera estructurar un Gabinete Nacional de Coalición Progresista que lo integren PAIS, UNIDOS, y nuevos aliados sociales y populares.
Esas son las lecciones post 30-S y post 17-F, hoy entremezcladas irreversiblemente.
Referencias:
«Los siete errores y 1/2 de los golpistas»: Entrevista de periodista sueco Dick Emmanuelsson, a Alexis Ponce, 2-Octubre- 2010.
Entrevista de Ecuavisa, periodista Carlos Vera, a Alexis Ponce: «Hay que reconocer al Presidente haber expulsado a Mario Pazmiño y empezar la limpieza de los organismos de Inteligencia». 2009.
Análisis del 17-F: Blog Mujeres contando. Trabajo «Memento Mori» de PhD Soledad Paz, con Citas a Alexis Ponce.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.