Este año se celebran 40 años de la revuelta de Stonewall, precursora del movimiento de liberación LGTB actual. La noche del 27 al 28 de junio de 1969 en el bar Stonewall Inn de Nueva York un grupo de travestis, transexuales, gais y lesbianas, tras años de tener que ocultarse en la clandestinidad y el […]
Este año se celebran 40 años de la revuelta de Stonewall, precursora del movimiento de liberación LGTB actual. La noche del 27 al 28 de junio de 1969 en el bar Stonewall Inn de Nueva York un grupo de travestis, transexuales, gais y lesbianas, tras años de tener que ocultarse en la clandestinidad y el anonimato dijeron «basta de control policial». La revuelta de Stonewall hizo posible que saliéramos a la esfera pública y que, a partir de entonces, el precio a nuestra libertad lo pusiéramos nosotras.
Desde 1969, este movimiento ha pasado en el Estado español por cuatro etapas. Un primer momento de consolidación y orgullo, donde se lucha por la eliminación de leyes que atentan a nuestra libertad (ley de maleantes y ley de peligrosidad social), una segunda durante los ’80, de toma de conciencia de nuestros derechos y reivindicaciones (marcadas por la aparición del sida), y una tercera de diversificación del movimiento en la actual sopa de letras (lg, glb, lgtg, lgtbqueer…) y en la que las administraciones empiezan a tomarse en serio neutralizar un movimiento que comienza a estar acomodado y que, para mayor satisfacción capitalista, puede generar beneficios. Esta tercera etapa es la más peligrosa. A finales de los ’90 los grupos más reformistas consolidan la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) como interlocutor único de las instituciones y de los medios, que ansían contar con líderes homosexuales para reforzar una imagen pública.
En este proceso de centralización del movimiento donde la apuesta máxima es su despolitización, el Gobierno español se encuentra con un modelo en Catalunya, que no ha podido neutralizar. Por eso, ahora apostamos por la denominación ‘tranzmarikabollo’, una proclama que desde los márgenes -pero nunca al margen- recoge la radicalidad, el sentido de clase y la no institucionalización de las luchas por la diversidad sexual y de identidad de género. La cuarta etapa se inicia en 2005 con la aprobación del matrimonio homosexual como panacea de todos los anhelos y sueños del movimiento LGTB. Las administraciones y sus satélites refuerzan el lamentable espectáculo con ejemplos como el Pride de Madrid que «millón a millón de participantes» pronto superará la población de Madrid. En este juego de rentabilidades políticas, los grupos de la Comisiò Unitària 28 de juny de Catalunya apostamos por mantener un día que, como el de Stonewall, revindica la calle y las libertades por encima de desfiles mediáticos. Salimos a gritar lo que pensamos y no lo que compramos.
Pero este año, la piedra en el zapato hace daño al empresariado rosa, que se ha conjurado para consolidar un Pride en Montjuic (Barcelona). Por eso las tranzmarikabollos convocamos el 27 de junio a la manifestación que desde hace 30 años hacemos en la plaça Universitat de Barcelona. Un modelo que combina la rabia con la alegría y desde el activismo, sin negocios que cubrir ni políticas que esconder.
Nos jugamos la consolidación del modelo de mercado rosa. A 40 años de Stonewall, nos toca contraatacar y romper con el falso modelo clónico que pervierte la conciencia de miles de activistas que siguen luchando por no tener que pagar ni deber nada a nadie. A 40 años de Stonewall, nos toca resistir por hacer posible el milagro de un movimiento tranzmarikabollo que no piensa formar familias y llenar locales donde escondernos.