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Para los militares brasileños la democracia es un peligro

Fuentes: Rebelión [Imagen: El general Villas Bôas siempre fue un militar muy cercano a Bolsonaro. Créditos: Marcos Corrêa/PR. Fotos Públicas]

En este artículo el autor se hace eco del ‘pensamiento’ de los militares brasileños, que considera profundamente antidemocrático y anclado en tiempos de la dictadura.

El libro de entrevistas del general Villas-Bôas, ex comandante en jefe de las FFAA recientemente publicado sirve, al menos, para averiguar qué hay en la mente de los militares que han protagonizado la vida política brasileña en los últimos años. La ideología que los guía sigue siendo el anticomunismo y el papel de los militares sigue siendo el de proteger al país de los mismos riesgos de la guerra fría. El golpe de 1964 no existe como tal, ni la dictadura. Y lo que vivimos después del fin de la dictadura no es la democracia, sino diversas formas de manifestar cierto revanchismo y deseos de venganza contra los militares que tan solo intentan evitar que les afecten demasiado.

“Los episodios del 64 y la lucha armada”: esta es la referencia política e histórica esencial en su mentalidad y los términos que emplean para referirse a la ruptura de la democracia operada por las FFAA, al ejercicio dictatorial del poder durante más de 20 años y a la resistencia democrática contra esa dictadura.

«Me preocupa un posible regreso al poder de la izquierda», reitera. De hecho, lo que exacerbó su radicalismo fue la Comisión de la Verdad, que según él personifica el revanchismo. Ahí es cuando le pierde su ira. Llega a decir que la Comisión de la Verdad no contara con ningún historiador, cuando estuvo coordinada por uno de los historiadores brasileños más importantes y conocidos: Paulo Sergio Pinheiro.

Afirma que no deben pedir perdón, porque ese perdón, en Argentina y en Chile, fue considerado una declaración de culpabilidad, lo que aumentó los ataques a los militares, al punto de que los principales responsables de las dictaduras de esos países terminaron en prisión. Lo cual, según él, también afectó seriamente la autoestima de la institución en esos países.

No deberían disculparse porque “ese fue un período muy turbulento de nuestra historia. En el contexto de la Guerra Fría, varios actores se enfrentaron, cada uno siguiendo motivaciones más o menos legítimas. Si se materializase un posible reconocimiento de los hechos por parte de los militares, sería justo que participasen todos los protagonistas de la época, sentados alrededor de una mesa. ¿Hubo representantes de los gobiernos de la Unión Soviética, China, Cuba y Estados Unidos en la Comisión? ¿Y estuvieron otras instituciones estatales distintas a las FFAA, organizaciones terroristas, partidos políticos y agentes individuales, algunos aún con participación activa en la sociedad? Además, el presidente Fernando Henrique Cardoso ya reconoció al Estado como responsable de los hechos ocurridos ”.

Esta es la maravillosa interpretación del “historiador” Villas-Bôas, a esto reduce el golpe militar de 1964 de las FFAA, la dictadura militar de 21 años, las torturas, las ejecuciones y la militarización de la sociedad y del Estado brasileño.  Todo fue un malentendido que podría ser resuelto mediante un coloquio en el que participasen todos los agentes que protagonizaron esos «hechos». Cada uno confesaría su culpa y todo se aclararía. ¿Para qué la Comisión de la Verdad y sus historiadores?

En ese contexto se sitúa su ya bien conocida afirmación paradójica, que debe considerar genial (digna de su colega, el general Pazuello): “Cuanto mayor es la insistencia, por ejemplo, en las teorías de género, mayor es la homofobia; cuanta más igualdad de género, más aumentan los feminicidios; cuanto más luchas contra la discriminación racial, más se intensifica esa misma discriminación racial; cuanto mayor es el ecologismo, más se daña el medio ambiente; y cuanto más fuerte es el indigenismo, peor se vuelven las condiciones de vida de nuestros indios ”.

Las luchas contra los feminicidios, la discriminación racial, la protección del medio ambiente, los derechos de los pueblos indígenas no avanzan, no por la resistencia de los sectores conservadores y los que atacan directamente a los pueblos indígenas y protegen a los que degradan el medio ambiente en la Amazonía, sino, según el diagnóstico del genio pensador militar, porque «nos faltan valores universales que igualen a las personas por su condición humana, por encima de la clasificación aleatoria que se les atribuye». La “clasificación aleatoria” es la de mujeres, negros, indígenas, homosexuales, quizás incluso civiles.

Lo que está totalmente ausente de las teorías del general es la democracia. Es como si el país no hubiera salido dolorosamente de la dictadura y hubiera pasado por un largo proceso de transición a la democracia. Al referirse a este proceso, utiliza eufemismos como: «Al llegar al final de los gobiernos militares, e incluso antes, el Ejército emprendió el ‘regreso a los cuarteles’, asumiendo la postura del ‘gran mudo». Gobiernos militares, nada de dictadura militar.

Fue ese “gran mudo” el que publicó los mensajes que en vísperas de la sentencia del STF sobre Lula, quien luego justificó que, si no lo hubiesen hecho así, el proceso habría “quedado fuera de control” (obviamente de su control, el de los militares).

En la medida en que la (re)militarización del Estado brasileño es el fenómeno más llamativo de las relaciones de poder en el país, es imprescindible conocer el pensamiento de los altos mandos militares, por más banal que sea. Reconocer que nunca aceptaron la democracia, que los cambios tan sólo tuvieron lugar para responder a las peligros que les acechan: la subversión, el revanchismo contra los militares y la democratización.